– ¿Cómo es eso?
Qarim bebió muy despacio un trago de su café turco y se quedó callado un buen rato.
– Oiga -dijo por fin-, ¿qué sabe usted sobre el negocio del petróleo?
– Poca cosa. No se olvide de que soy historiador. Las sutilezas del mercado energético nunca fueron un asunto que me hiciese saltar de excitación.
El árabe se mordió el labio mientras consideraba un modo de explicarle el tema a aquel lego.
– Bien, usted tiene que entender que éste no es un negocio cualquiera -comenzó-. En primer lugar, se trata del negocio que mueve más dinero en todo el mundo. Y, gracias a Dios, está centrado en Oriente Medio. -Lanzó preces a los Cielos y alabó la grandeza de Dios-. Allah u akbar! -Miró de nuevo a Tomás-. En segundo lugar, es un negocio hasta tal punto importante que se funde con la política. -Inclinó la cabeza-. Cuando hablo de política, estoy hablando de alta política, de asuntos de vida y muerte, del destino de países y civilizaciones. -Cerró el puño, como si estuviese haciendo fuerza-. Petróleo es poder, ¿entiende? -Hizo más fuerza con el puño cerrado, que acercó al rostro-. Poder.
– Sí, claro. Dinero implica poder.
Qarim meneó la cabeza.
– No, usted no está entendiendo. No estoy hablando del poder que deriva del dinero. Estoy hablando de un poder más profundo, más fundamental, mucho más primario que ése. -Bebió un nuevo sorbo de café-. Oiga: siete años después del descubrimiento de Spindletop, Gran Bretaña decidió convertir su marina de guerra, abandonando la combustión del carbón y pasando a los motores movidos mediante derivados del petróleo. -Amusgó los ojos, como si hubiese acabado de decir algo de importancia trascendente-. ¿Está entendiendo el significado de esa decisión?
– Bien… Supongo que, al modernizar su marina, los británicos se hicieron más poderosos.
– No, nada de eso. -Golpeó la mesa con el dedo-. Lo que hicieron los británicos fue dar un paso muy delicado. Ellos tenían una marina movida a carbón, una materia prima que era abundante en Gran Bretaña, y la convirtieron en una marina movida mediante derivados del petróleo, una materia prima de la que no disponían en su país. -Abrió mucho los ojos-. ¿Ha comprendido ahora? Ellos no disponían de esa materia prima. -Hizo una pausa para dejar que la idea se asentase-. Esa conversión implicó que el abastecimiento de combustible dejó de ser un dato adquirido. Si Gran Bretaña quería asegurar que su fuerza militar se podía mover, estaba obligada a garantizar la seguridad de las vías de abastecimiento. O sea, que estaba forzada a proteger sus intereses en Oriente Medio. A partir de ese momento, la seguridad nacional quedó irrevocablemente ligada a la cuestión crucial del acceso al petróleo. -Volvió a cerrar el puño-. Es a ese poder al que me refiero.
– Ahora entiendo.
Alzó el puño hasta la altura de los ojos.
– Quien tiene el petróleo en la mano tiene el mundo en sus manos. No sólo las grandes potencias necesitaban petróleo para hacer la guerra, sino que comenzaron a hacer la guerra a causa del petróleo. ¿Entiende? A causa del petróleo. Cuando Hitler decía que necesitaba de Rusia para el Lebensraum, el espacio vital de Alemania, no se estaba refiriendo a la agricultura rusa, sino a los campos de petróleo existentes al sur del país. Los alemanes no disponían de esa materia prima en el interior de sus fronteras y necesitaban garantizar la seguridad de su abastecimiento para afirmarse como gran potencia mundial.
– Hmm.
– Y por la misma razón los japoneses bombardearon la flota estadounidense en Pearl Harbor.
– Vamos, no me va a decir que fue a causa del petróleo…
– Lo digo, lo digo.
– No había petróleo en Pearl Harbor.
– Pero lo había en las Indias Orientales holandesas, la actual Indonesia. Japón se encontraba exactamente en la misma situación de Alemania: no poseía petróleo dentro de sus fronteras y necesitaba ir a buscarlo a algún sitio. Los japoneses tenían una necesidad absoluta de apoderarse de los pozos de las Indias Orientales holandesas, pero temían la intervención de la escuadra estadounidense, dado que Estados Unidos había decretado un embargo petrolero a Japón. Por ello los japoneses atacaron y neutralizaron a la escuadra en Pearl Harbor.
– Ah, claro.
– ¿Y por qué razón lideraron los estadounidenses la operación para liberar Kuwait en 1991? ¿Cree que se habría efectuado esa operación si el país sólo produjese plátanos?
Tomás se rio.
– Claro que no.
– Más que cualquier otra, la Guerra del Golfo fue una guerra por el petróleo. Y lo mismo se puede decir de la invasión de Iraq en 2003. ¿Por qué piensa que fue motivada? ¿Por las armas de destrucción masiva que, por otra parte, no existían?
– Por el petróleo.
Qarim asestó una ruidosa palmada en la mesa.
– ¡Claro que fue por el petróleo! Además, el vicepresidente de los Estados Unidos, Dick Cheney, llegó a afirmarlo en público, hasta que alguien lo mandó callar. Lo cierto es que los estadounidenses querían rediseñar el mapa de Oriente Medio según sus intereses estratégicos. Todo lo demás eran palabras.
Tomás se revolvió en la silla e hizo una mueca.
– Pero, escúcheme: ¿los estadounidenses no son grandes productores de petróleo?
– Son el tercer productor mundial.
– Entonces, ¿cuál es el problema?
Qarim mantuvo una actitud retraída durante un instante, como si tuviese que hacer una importante revelación.
– El problema es que ese petróleo se está acabando.
– ¿Qué quiere decir con eso?
El árabe abrió las palmas de las manos hacia arriba.
– Ése es el tercer hecho que usted tiene que conocer sobre el petróleo: es finito. ¿Entiende? El petróleo es finito -repitió casi deletreando la frase.
Tomás alzó una ceja.
– Claro que es finito. Pero siempre he oído decir que aún va a durar mucho.
– Y va a durar, por la gracia de Dios.
– Entonces, ¿cuál es el problema?
– El problema es que el petróleo que va a durar mucho es el de la OPEP. -Acercó la cara a su interlocutor y esbozó una leve sonrisa-. En particular el de Arabia Saudí, inch'Allah!
– ¿Y el petróleo fuera de la OPEP?
– Se está acabando.
– No lo creo.
– Puede creerlo.
– Pero ellos van a descubrir más.
Qarim se rio.
– Se ve claramente que no está familiarizado con este asunto -dijo-. ¿Usted sabe qué es el petróleo?
– Bien… Es esa materia líquida viscosa que sale de la tierra.
– Sí, pero ¿qué es el petróleo?
– Elementos químicos, supongo.
– Todo en la vida son elementos químicos, estimado profesor. -Señaló a Tomás-. Hasta usted mismo. Lo que le estoy preguntando es si sabe qué es exactamente el petróleo.
El historiador se encogió de hombros.
– Sólo sé lo que todo el mundo sabe.
– O sea, casi nada -dijo el árabe-. Entonces preste atención. -Cogió la taza de café turco y la agitó, haciendo girar el líquido negro-. Tanto el petróleo como el carbón son restos de materia viva. El carbón deriva sobre todo de plantas muertas, mientras que el petróleo deriva de animales que murieron hace millones de años. La grasa de los animales está llena de hidrógeno que, aliándose al elemento más común de los seres vivos, el carbono, crea los hidrocarburos. El petróleo es, en realidad, una mezcla de hidrocarburos resultantes de la grasa de animales muertos. Esa grasa tiende a acumularse en depósitos bajo tierra, donde se transforma en petróleo cuando se encuentra durante cierto tiempo en una zona donde la temperatura varía entre los cien y los ciento treinta y cinco grados Celsius. En cuanto se forma, el petróleo tiende a brotar hacia arriba, como una mancha de tinta que surge de una esponja.
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