Hank Thornten, presidente y accionista mayoritario de Tysabi, había venido personalmente.
– ¡Qué bueno que haya venido! -Thornten sonreía al mismo tiempo que portaba un vaso de agua en la mano y caminaba hacia Jasmin para saludarla.
Su voz vibraba de forma sombría, y su sonrisa cautivadora, pero reservada, desparramaba un aura de absoluta confianza. Era él quien hablaba cuando ella entró en la habitación.
La reputación del presidente, quien se arrastraba en persona por las selvas de toda Sudamérica para trabajar como científico, era el de un hombre ponderado y abierto a las opiniones de terceros. «¿Cómo se podía tener esa reputación y trabajar a su vez con una criatura como Zoe Purcell?», pensó Jasmin. ¿O tal vez no estaba siendo justa con esa mujer?
– Como puede comprobar, se han olvidado las peleas de los últimos días, ¿verdad, Wayne? -Hank Thornten soltó una alegre carcajada.
Jasmin miró a Wayne con frialdad. Él había conseguido su trato.
Thornten se percató de la mirada escéptica de Jasmin.
– Podemos perdonarnos todos y ser capaces de anteponer la ciencia ante cualquier otra cosa. Venga aquí, quiero mostrarle algo completamente sensacional.
En la parte frontal se alzaba una televisión y Ned Baker sostenía el mando a distancia en dirección al aparato. En la pantalla apareció un laboratorio mostrando dos jaulas en las que, en cada una de ellas, corrían excitados de un lado para otro, dos ratones jóvenes y fuertes.
– Cuatro ratones: ¿y qué?
– Señorita Persson, ¿por qué actúa de esa forma tan mordaz? -Thornten sonreía mientras sus ojos brillaban como estrellas-. Vine personalmente a través del gran charco porque ocurrió algo realmente sensacional. ¡Y usted forma parte del equipo! -él señalaba en dirección a las sillas de la mesa, sentándose a continuación-. ¿Por qué entonces esa actitud tan reservada?
– ¿Qué significa todo esto? Somos prisioneros y…
– ¿Quién ha dicho eso? -Thornten se rio extrañado-. ¡Ah, ya entiendo! Perdone, Sullivan ha actuado quizás con demasiado ímpetu…
Desde que Sullivan la sorprendiera el domingo por la noche en la habitación de Anna, ella se había encontrado en cuarentena. Le quitó el teléfono móvil de Anna, revisado las llamadas y quiso saber con quién había hablado. Sin embargo, Jasmin había permanecido férrea en su silencio.
– … Nosotros somos extremadamente cautelosos. ¡El secreto es el máximo mandamiento durante el descubrimiento! ¡Nadie debe robárnoslo! Ni siquiera el gran hermano fue capaz de hacerse con ninguna información. ¡Pero por eso no va a ser ya una prisionera! -Thornten señalaba hacia la silla a su derecha y esperó a que Jasmin tomara asiento. A continuación señaló de nuevo hacia la pantalla.
– ¡Observe! Cuatro ratones viejos que en cuestión de pocos días han adquirido un cuerpo joven. Dos son de Dresde, mientras que a los otros dos les hemos suministrado la secuencia genética del cromosoma Y el domingo por la noche.
– En Dresde había tres ratones -dijo Jasmin fríamente.
– Uno está muerto. Ya sabe. Las pruebas… -explicó mientras miraba a Jasmin a los ojos-. Se trata de un único gran enigma. Queremos acelerar nuestros análisis. ¿Qué sabe acerca de la procedencia del hueso del que provienen las pruebas, señorita Persson?
– No mucho -ella miraba en dirección a Wayne Snider, quien se encontraba sentado enfrente de ella-. Pregúnteselo a Wayne. Fue su amigo quien acudió con el hueso al laboratorio.
– ¿Ese amigo no le ha contado nada más durante aquella noche? ¿La noche en la que ustedes se quedaron en el restaurante y Wayne se fue a casa?
Ella miró sorprendida a Snider, que se limitó a mover los hombros.
– Jasmin, ya lo hemos repasado todo. ¿No te ha contado nada más? A mí me había comentado después por teléfono que el hueso procedía de Babilonia.
– ¿Qué importancia tiene eso? -preguntó Jasmin.
– Lo que pretendemos es entenderlo, simplemente. Cada detalle podría acelerar nuestros análisis, señorita Persson -en los ojos verde marinos de Hank Thornten bailaban claros puntos como crestas de espuma sobre las olas del mar-. Usted misma sabe lo difícil que es esto. El trabajo más sencillo consistirá incluso en definir simplemente los genes. Sin embargo, su relación, sus efectos, la influencia en las enzimas, toda la red completa… ¡El mundo no debería esperar demasiado tiempo por nuestro descubrimiento!
Jasmin le dedicaba una fría mirada al grupo y su voz sonaba áspera como una lija de hierro:
– ¿Es por eso por lo que lo quiere probar en Mattias?
* * *
Chris se encontraba de pie en el vestíbulo y miraba impaciente hacia el conserje uniformado que permanecía sentado detrás del cristal y respondía a sus preguntas con sacudidas indiferentes de los hombros y sin abrir la puerta de la entrada principal, que permanecía cerrada.
Parecía evidente que aquí no había ninguna Jasmin Persson, nadie procedente de Dresde, ningún Wayne Snider, ninguna Anna.
Por otro lado, era demasiado tarde para darle un recado a alguien o realizar una entrega. Los tiempos de visita para la clínica se habían acabado, y por supuesto en los laboratorios ya no trabajaba nadie.
Chris se quitó la mochila de la espalda, sacó la pistola, la cargó de forma ostensible y apuntó hacia la pequeña abertura de comunicación con el puesto de conserje.
– ¡Abra! -Chris golpeaba con fuerza la empuñadura del arma contra el cristal.
En la pared detrás del conserje se abrió una puerta por una rendija, y por un instante se hizo visible una cabeza. Acto seguido se cerró de nuevo y pocos segundos más tarde se colocaron del otro lado de la puerta de entrada, que continuaba cerrada, tres hombres con las armas cargadas.
Sus armas apuntaban a Chris, quien levantó los brazos, sonriendo de oreja a oreja, para bajarlos de nuevo a continuación. Uno de los guardias hablaba excitado a través de la radio.
* * *
Hank Thornten tomó las manos de Jasmin. Ella se puso tensa, pero él continuaba agarrándolas fuerte sin piedad.
– Por muy increíble que parezca, estos ratones que ve ahí eran viejos; deberían estar muertos a estas alturas. Sin embargo, continúan con vida. El cromosoma ha rejuvenecido en Dresde a estos animales. Y aquí ha ocurrido de nuevo. ¿Lo entiende?
Ella asentía con la cabeza.
– Yo no. -Thornten miró a Jasmin con expresión seria-. Lo único que veo es que funciona. La enfermedad hepática matará a Mattias. No hay ninguna salvación posible. Su hermana ya lo ha intentado todo. Al menos…
– ¿Qué es lo que quiere? -gritó Jasmin alterada.
– ¡Salvar al chico! -Thornten la retaba con la mirada-. Los resultados no dejan lugar a duda -refutaba él mientras mantenía su boca cerca de su cara-. Convenza a su hermana de suministrar a Mattias esta secuencia genética, ¡y el chico vivirá! Observe lo vivaces que están de nuevo estos ratones tan viejos.
Aturdida, observó a los ratones corriendo de un lado para otro en la pantalla.
– ¿Quiere probar usted este cromosoma en Mattias sin conocer las posibles consecuencias?
– No -Thornten meneaba enérgico la cabeza-. ¡Conocemos el resultado! Mire con mayor atención. Usted sabe de lo que estamos hablando. Usted es la mano derecha de Wayne. Aquello que está viendo delante de usted es un experimento animal. Un experimento animal llevado a cabo con éxito.
– Usted mismo sabe que este experimento no demuestra nada -contradijo Jasmin-. ¡Un ratón no es un animal que guarde semejanza con el hombre! ¿Por qué tanta prisa? ¿Por qué no espera a los resultados de otras pruebas? Mattias no se va a morir mañana. ¿Por qué no comienza otras pruebas para investigar qué se esconde en los genes que hay en el cromosoma? Usted desconoce sus efectos. Usted está viendo un resultado que podría ser bien diferente si ocurriera bajo otros parámetros. ¡Sus intenciones son totalmente irresponsables! -Jasmin jadeaba de la excitación mientras cerraba sus manos en puños.
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