Graham Masterton - La Pesadilla

Здесь есть возможность читать онлайн «Graham Masterton - La Pesadilla» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Триллер, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

La Pesadilla: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «La Pesadilla»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

El juez O`Brian, famoso por su lucha contra el narcotráfico, es nombrado para ocupar una vacante en el Tribunal Supremo de Estados Unidos. Pero el helicóptero en el que se dirige a Washington junto con su mujer y su hija se estrella.
La compañía de seguros encarga el caso a un investigador, Michael, caso que, en principio, no presenta grandes dificultades: tanto las Fuerzas Aéreas como la policia defienden la hipótesis de que el siniestro fue un accidente.
Pero las cosas se complican cuando, pasado algún tiempo, aparece la hija de O`Brian con señales de haber sido cruelmente torturada.
Extraños individuos de tez pálida, en los que no hacen mella las balas, empiezan a perseguir a Michael. Una serie de coincidencias acabarán poniendo el descubierto una poderosa organización responsable de magnicidios a lo largo de la historia. La suerte está echada y la sombra del mal sumerge al lector en una verdadera pesadilla.

La Pesadilla — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «La Pesadilla», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Éstos habían estado jugando a las cartas en la mesa de ping pong y no habían dicho ni una palabra. Al avanzar la noche, Patsy se había quedado dormida apoyada en el hombro de Michael, y el monótono sonido de los naipes había hecho que él también se adormilara. Pero había tomado la determinación de mantenerse despierto, aunque sólo fuera para comprobar con sus propios ojos que los muchachos blancos como azucenas nunca dormían.

Por lo que Michael podía recordar, Joseph y Bryan habían continuado jugando en silencio y sin descanso hasta las cuatro de la mañana. Y no era sólo que no hubieran dormido; ni siquiera habían parpadeado.

Michael recordaba haber pensado: «Por Dios, espero que no le hagan daño a Patsy ni a Jason. Por favor. Señor, no permitas que eso suceda.» Pero eso era todo. Los muchachos blancos como azucenas debían de haberlo llevado a aquella habitación y debían de haberlo desnudado, y él ni siquiera se había dado cuenta.

Se puso en pie y, al hacerlo, la estrecha puerta de madera se abrió. Era Joseph, que llevaba puesta una camisa suelta de seda negra. Sonrió, le hizo una indicación con la cabeza y le dijo:

– El «señor Hillary» está dispuesto para desayunar.

– Dile al «señor Hillary» que se joda. ¿Dónde está mi ropa?

– No necesitará la ropa, señor Rearden.

– O me da la ropa o me quedo donde estoy.

La sonrisa de Joseph empezó a desvanecerse como el aliento en una ventana en el frío invierno.

– Señor Rearden, su encantadora esposa ya se encuentra abajo. Creo que sería una buena idea que bajara a reunirse con ella.

– Si se atreven a tocarla…

– Amar y tocar, señor Rearden. Amar y tocar. Todo forma parte de la misma maravillosa experiencia.

De mala gana, Michael lo siguió por la puerta y luego a lo largo de un estrecho rellano encalado con el suelo de tablones de roble. De vez en cuando, Joseph se volvía hacia atrás, le echaba una ojeada y le sonreía.

Pasaron por delante de tres ventanas, y Michael miró hacia fuera, a la bahía de Nahant y la playa en la que soplaba la brisa. Pudo ver su coche, todavía aparcado donde lo había dejado, de cara al norte, por si tenía que salir huyendo. Pero ya no quedaba ninguna esperanza de eso.

Joseph lo condujo escaleras abajo y volvieron a la biblioteca. Allí, en un sillón de alto respaldo, estaba sentado el «señor Hillary», con las piernas perezosamente cruzadas; llevaba el pelo cepillado hacia atrás y atado con una correa de cuero en una cola de caballo. Tenía los ojos de color rojo sangre muy abiertos y la mirada fija, como si estuviera abriéndosele el apetito; los labios tensados hacia atrás dejaban al descubierto los dientes.

Detrás de él, como si estuvieran posando para un retrato de familia, se hallaban de pie ocho o nueve muchachos blancos como azucenas, algunos de ellos vestidos con ropa de cuero negro, otros con trajes negros de Armani, otros con chalecos de brocado negro y camisas negras. De negro: con las caras blancas y los ojos llenos de sangre.

Sentada en equilibrio sobre el brazo del sillón que ocupaba el «señor Hillary» se encontraba la muchacha llamada Jacqueline, que se había recogido el pelo cobrizo en trenzas muy delgadas. Llevaba puesto un vestido blanco de gasa. Sobre ambos pechos se veían en el vestido pequeñas manchas de sangre seca.

Jacqueline le sonrió soñadoramente a Michael cuando éste entró en la biblioteca, y le señaló con la cabeza hacia el lado izquierdo de la habitación. Allí habían colocado una cama con la cabecera junto a las estanterías. Otros tres muchachos blancos como azucenas estaban de pie al lado; dos de ellos llevaban las gafas oscuras todavía puestas. El otro se llevaba continuamente el puño a la boca, tosía, y sorbía por la nariz.

Habían cubierto la cama con una colcha mohosa de brocado amarillo y rojo; y encima de la colcha yacía Patsy completamente desnuda; le habían atado las muñecas y los tobillos con cordones de cortina de seda negra.

– ¡Patsy! -gritó Michael con voz estremecida-. Patsy… ¿estás bien?

– Michael… ¡no me han hecho daño!

Michael avanzó con paso enérgico hacia el «señor Hillary» y le dijo:

– Suéltela. No estoy dispuesto a llegar a ningún acuerdo con usted si no la suelta.

– Michael -le comentó el «señor Hillary»-, tú eres uno de nosotros.

Llevaba en la mano una larga y delgada fusta de montar con mango de plata, el cual había perdido el brillo. Al hablar, golpeó con ella el muslo de Jacqueline, para poner énfasis. A cada golpe, Jacqueline hacía un gesto de dolor, pero no retiraba la pierna.

– Suéltela -repitió Michael.

El «señor Hillary» negó lentamente con la cabeza.

– Tú has leído esas historias vuestras de vampiros, ¿verdad, Michael? ¿Drácula, las brujas de Salem y todo lo demás? ¿Cómo extiende el vampiro su contaminación por toda la comunidad? Lo hace chupando sangre y contagiando a las víctimas su propia enfermedad, que también, se convierten en No Muertos. -Sonrió y golpeó aún más bruscamente con la fusta el muslo de Jacqueline-. Desde luego, no existen esos seres, los vampiros. El Señor, tu Dios, prohibió beber sangre, y ni el más rebelde de sus mensajeros se habría atrevido a desobedecer tal mandato. Lee vuestro Levítico.

»Pero las historias de vampiros tienen ciertos visos de realidad. Una vez que uno de los seirim te ha chupado la adrenalina, te conviertes en una especie de esclavo, en una especie de adicto. Quieres dar más adrenalina. ¡Sientes que te pican los ríñones del deseo que tienes de dar más! Mira a Jacqueline, aquí presente; a ella le encanta hacerlo, ahora mismo le gustaría darme un poco si la golpeara con la suficiente fuerza. Enséñale a Michael tus remaches, Jacqueline, enséñale lo dispuesta que estás a que yo chupe de tus glándulas.

Los ojos de Jacqueline comenzaron a lanzar destellos verdes. Pero, sin decir palabra, se levantó, dio media vuelta y se subió el vestido de gasa blanca para que Michael le viera la pálida espalda desnuda.

Michael sabía qué iba a ver -ya lo había visto en un trance hipnótico-, pero aquellos dos remaches de oro en la parte baja de la espalda volvieron a horrorizarlo. Significaban que ella se había entregado al «señor Hillary» deliberada y voluntariamente, con pleno conocimiento de que le haría daño y la torturaría, y de que probablemente la mataría al final. La había visto con gatitos que le arañaban los pechos desnudos. Dios sabe qué otros sufrimientos le tendrían preparados.

– Ya puedes bajarte el vestido, Jacqueline -le dijo el «señor Hillary». Pero no antes de haberle dado un golpe rápido, de los que escuecen, en el desnudo trasero.

El «señor Hillary» alzó la mirada hacia Michael y esbozó una sonrisa lobuna.

– Tu primera reacción cuando averiguaste lo que le había sucedido a Elaine Parker y a Cecilia O'Brien fue pensar que ellas habían sido torturadas contra su voluntad. ¡Naturalmente! ¿Quién querría ser torturado de ese modo? Pero tu primera reacción fue errónea. Elaine Parker nos suplicó que la mantuviéramos viva durante más tiempo para poder sufrir más dolor y darnos más adrenalina. Incluso sugería las torturas ella misma, como que le quemáramos los párpados con cigarrillos, que le chamuscásemos el vello púbico, o que le atravesáramos los pezones con agujas. Era una persona que se entregaba por completo, Michael, quería dar mucho. Exactamente igual que Cecilia O'Brieh.

»No fui yo quien ideó la tortura que finalmente mató a Cecilia. Yo habría querido mantenerla con vida mucho más tiempo… al menos tanto como a Elaine. Pero ella nos suplicó que lo hiciéramos, nos imploró, lloró. No podía ocurrírsele nada que le resultase más doloroso. -Delicadamente, el «señor Hillary» se lamió el dedo corazón y se humedeció las cejas-. Estaba preciosa en los dolores de la agonía. Absolutamente preciosa. Y sabía a… bueno, eso tú nunca lo sabrás. No debo hacer que te dé envidia.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «La Pesadilla»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «La Pesadilla» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


libcat.ru: книга без обложки
Graham Masterton
Graham Masterton - Mirror
Graham Masterton
Graham Masterton - The Devils of D-Day
Graham Masterton
Graham Masterton - Revenge of the Manitou
Graham Masterton
Graham Masterton - Das Atmen der Bestie
Graham Masterton
Graham Masterton - Irre Seelen
Graham Masterton
Graham Masterton - Innocent Blood
Graham Masterton
Graham Masterton - Festiwal strachu
Graham Masterton
Graham Masterton - Brylant
Graham Masterton
Graham Masterton - Kły i pazury
Graham Masterton
Graham Masterton - Manitú
Graham Masterton
Graham Masterton - Dom szkieletów
Graham Masterton
Отзывы о книге «La Pesadilla»

Обсуждение, отзывы о книге «La Pesadilla» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x