Alexandra Marínina - Morir por morir

Здесь есть возможность читать онлайн «Alexandra Marínina - Morir por morir» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Детектив, Триллер, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Morir por morir: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Morir por morir»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Moscú, hacia 1990. Un chantajista amenaza a un matrimonio con revelar que su hijo de doce años es adoptado. ¿Cómo ha salido a la luz este secreto? La investigación se centra en un juez que confiesa que le han robado varios sumarios. Anastasia Kaménskaya de la policía criminal, sospecha que ese robo múltiple oculta otro asunto mucho más turbio, que ella descubre rápidamente. Un eminente científico degüella a su mujer, pierde la memoria y el juicio, y cuando parece que es capaz de recordar algo, también pierde la vida. ¿Qué misterio se esconde tras ese drama familiar y por qué han querido taparlo?

Morir por morir — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Morir por morir», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Vadim se paró bruscamente.

– Vamos, venga, acércate, intercambiador, ven aquí si tanto te apetece intercambiar impresiones -dijo con calma volviéndose hacia el lugar de donde provenía la voz.

Desde las tinieblas emergió la mole de un hombretón de cara abotargada y estúpida. Vadim comprendió que la pelea no iba a celebrarse. El hombretón era alto y corpulento pero le faltaba el entrenamiento, y las continuas borracheras habían reducido su velocidad y capacidad de reacción a cero.

– Vadim, déjalo -dijo a sus espaldas la voz temblorosa de Luba-. No le hagas caso. Está borracho y no sabe lo que dice.

– ¿Quién es el que no sabe? ¿Quién está borracho? -bramó el hombretón.

Acto seguido, levantó una mano, en la que, como por arte de magia, apareció un guijarro, y al instante siguiente se derrumbó sobre las rodillas dejando escapar un gemido lastimero.

– Vamos -ordenó Vadim, de nuevo abrazando a Luba por los hombros-. ¿Cómo se te ocurrió liarte con ese cretino?

– Y quién iba a suponer que se convertiría en lo que se ha convertido -contestó Luba con un suspiro-. En el colegio era buen chico, sacaba sobresalientes en todas las asignaturas, incluso ganó un campeonato de distrito de patinaje. Luego, ya sabes, se volvió tonto como hacemos todos a los diecisiete o dieciocho años. Más tarde, pareció que ya estaba entrando en razón, es cierto que le daba a la botella pero no más que los otros. Pero en estos últimos meses se ha vuelto completamente chalado, parece otro, como si no fuera él. Basta con que se tome un trago para que quiera romperle la cara a cualquiera que se le acerque. A mí es que simplemente no me deja en paz. Vivimos en la misma escalera y, como ya te he contado, a partir de las ocho procuro no salir a la calle como no sea con mis padres.

– ¿Así que es a causa de ése?

– No sólo se trata de él pero en parte, sí. Mira, mira qué hacen.

Luba señaló con la mano. Vadim miró y vio unas sombras que se deslizaban detrás del ramaje de unos espesos matorrales. Un instante más tarde, comprendía que se trataba de tres o cuatro jóvenes que propinaban patadas a otro, tendido sobre la tierra.

– Estas cosas las vemos aquí cada noche. Si no en esta calle, en la de al lado.

Vadim tuvo la impresión de que la agresividad tenía un olor propio, ácido y penetrante, un olor que traspasaba el cuerpo de uno anunciando la presencia de un ser humano que encarnaba la destrucción y la muerte. Estaba respirando ese olor, y una repugnante náusea le estaba subiendo a la garganta. A esa hora, el barrio parecía distinto del que había visto por la mañana. Completamente distinto. En su mente volvió a ver las fotografías que le había mostrado Kaménskaya. Uno de los cadáveres destrozados había sido descubierto, si no se equivocaba, en ese mismo jardincillo. Dios mío, ¿cómo podía la gente vivir aquí? ¿Qué clase de hijos estarían criando? La psique infantil era maleable, los niños eran los primeros en padecer los efectos de la instalación que alguien había montado sobre el tejado del instituto ocultando a todo el mundo las horrendas consecuencias de su funcionamiento. Ocultándoselas con el fin de obtener un aparato que elevaría el rendimiento de las tropas en el campo de batalla. Y pagándolas a ESE precio…

– ¿Hay una cabina por aquí cerca? -preguntó-. Necesito hacer una llamada.

3

Llevaban ya casi dos horas interrogando a Borozdín. Había demasiadas pruebas contra él para que tuviera sentido inventarse alguna complicada mentira, por lo que se limitaba a callar y sólo de vez en cuando murmuraba alguna frase anodina.

Nastia estaba cansada. Notaba cómo sus pensamientos iban perdiendo agilidad. Desde la noche del viernes, cuando comprendió que en tres ocasiones había estado a punto de perder la vida, hasta el momento presente, la noche del martes, habían transcurrido unas noventa horas. Noventa horas de increíble tensión, de miedo, de insomnio. El organismo se negaba a existir y funcionar con normalidad en estas condiciones y reclamaba alguna sensación de seguridad, comida y sueño.

– Una vez más, le repito la pregunta -salmodiaba Nastia-. ¿Con qué fin fue a casa de Nadezhda Andréyevna Sitova?

Silencio.

– Siguiente pregunta. ¿Por qué le dijo que se llamaba Guennadi Ivánovich Lysakov?

Silencio.

– ¿Cómo explica el hecho de que en su maletín se encontraran unas cartas firmadas por Lysakov?

– ¿Cómo ha conseguido esta ampolla de cianuro?

– ¿Cuál era el documento que tenía que llevar al ministerio y que imprimió en la impresora de Lysakov?

Silencio. Silencio. Silencio.

Era consciente de que al día siguiente todo cambiaría. Al día siguiente ya no tendría ante sí a un doctor en ciencias que se encerraba en un altivo silencio, sino a un hombre que había pasado la noche en una celda repleta a rebosar en la que cuarenta hombres respiraban, hacían sus necesidades, hablaban, juraban, se peleaban, tenían relaciones sexuales, se burlaban de los débiles que eran incapaces de hacerles frente. Al día siguiente, su orgullo y su soberbia le abandonarían. Pero si le dejaba permanecer callado hasta el día siguiente, si le dejaba retirarse al calabozo sin haberle sacado lo más importante, ella, Nastia, se volvería loca. Debía averiguar quién y por qué había intentado matarla, no aguantaría otra noche sin pegar ojo, otra noche llena de miedo y tensión. Por eso seguía machacándole con las mismas frases, haciéndole las mismas preguntas. La táctica que había adoptado era sencilla: reiterarle las preguntas relacionadas con los sucesos de ese día únicamente, hacérselas con monocordia, con monotonía. Y cuando la mente de Borozdín quedase embotada, cuando se hubiese aprendido todas sus preguntas de memoria y se relajase al comprender que ya no iba a preguntarle nada más, entonces le dejaría anonadado con alguna sorpresa. Aún no había decidido qué sorpresa iba a ser ésa.

Se encontraban en el despacho de Gordéyev. El propio

Buñuelo, sentado en su sillón, observaba con atención a Anastasia, que seguía entonando siempre las mismas frases. De tarde en tarde la relevaba Yura Korotkov, y Nastia se marchaba a su despacho a tomarse un café, fumarse un pitillo y permanecer unos minutos sentada con los ojos cerrados. Gordéyev, por su parte, no despegaba los labios y no había dicho ni palabra.

– ¿Cómo ha conseguido la dirección de Sitova? -inquirió Korotkov, por enésima vez, encargándose del interrogatorio, y Nastia salió del despacho del jefe dejando escapar un suspiro de alivio.

Al acercarse a la puerta de su despacho, oyó el timbre de teléfono. «No lo cojo», decidió. La sola idea de mantener una conversación con quien fuese le parecía insoportable. Además, ¿quién podía llamarla a las diez de la noche de un 7 de marzo a su despacho? Nadie del que se pudiera esperar algo bueno.

El teléfono dejó de sonar y un minuto más tarde sonó de nuevo. Contó quince timbrazos hasta que el insistente comunicante colgó. Liosa no podía ser, puesto que se encontraba en su piso preparando la comida festiva para el día siguiente. Lo primero que hizo Nastia cuando volvió a casa después de detener al sospechoso fue avisar a Chistiakov de que estaría en el despacho hasta las tantas y que le llamaría en cuanto terminase.

El teléfono volvió a sonar. Se armó de paciencia esperando a que se callase y se apresuró a marcar el teléfono de su casa.

– Liósik, ¿me ha llamado alguien?

– Sí, hace un instante te ha llamado un tal Boitsov. Ha dicho que no conseguía encontrarte en el despacho y que tenía para ti una información urgente. Por cierto, ¿estás en el despacho, o dónde?

– Sí, ahora estoy en el despacho. Liósik, si Boitsov vuelve a llamar, dale el número de Gordéyev.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Morir por morir»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Morir por morir» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Morir por morir»

Обсуждение, отзывы о книге «Morir por morir» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x