Alexandra Marínina - Morir por morir

Здесь есть возможность читать онлайн «Alexandra Marínina - Morir por morir» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Детектив, Триллер, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Morir por morir: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Morir por morir»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Moscú, hacia 1990. Un chantajista amenaza a un matrimonio con revelar que su hijo de doce años es adoptado. ¿Cómo ha salido a la luz este secreto? La investigación se centra en un juez que confiesa que le han robado varios sumarios. Anastasia Kaménskaya de la policía criminal, sospecha que ese robo múltiple oculta otro asunto mucho más turbio, que ella descubre rápidamente. Un eminente científico degüella a su mujer, pierde la memoria y el juicio, y cuando parece que es capaz de recordar algo, también pierde la vida. ¿Qué misterio se esconde tras ese drama familiar y por qué han querido taparlo?

Morir por morir — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Morir por morir», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

– Pero ¿por qué? -se extrañó Nastia-. Instruir un caso así está chupado, ¿por qué no hacerlo y no pasarlo al juzgado? ¿Para qué tenerlo metido en el armario?

– Ay, Nastasia, ¡pero qué idealista eres! ¿Cuánto cobra un juez de instrucción? Correcto, una miseria. Y ¿cuánto trabajo tiene? Correcto otra vez, mogollón. ¿Le gustaría ganar más o, si no puede ser, por lo menos tener más tiempo libre? De nuevo, correcto, sí que le gustaría. Entonces, ¿cómo quieres que se mate trabajando para instruir un caso que, como tú misma acabas de decir, está chupado? Tienes toda la razón, Anastasia, no se matará trabajando. Antes dirá que va a la Fiscalía, y en realidad se irá corriendo a su casa porque necesita pintarla. Anunciará que tiene que hacer un «trabajo de campo» y en realidad se irá pitando a una empresa privada que le ha contratado de consultor. Y que le paga en dólares, dicho sea de paso. O se limitará a esperar a que el delincuente, jurídicamente analfabeto, o sus padres, igual de ignorantes, le unten la mano para que cierre el caso bajo un pretexto oportuno. Los padres no se han enterado de que los tribunales de camaradas han sido abolidos, de que ya no basta con prometer ser bueno para que el caso no llegue ante el juez, ni de que las comisiones para los asuntos de los menores también han pasado a mejor vida. El juez instructor aceptará el dinero y luego les dirá que ha hecho todo lo humanamente posible pero que el malvado fiscal le ha denegado la moción. ¿Crees que todos son como tú? Para ti en esta vida no hay nada más interesante que el trabajo. Pero para la aplastante mayoría de nuestros compañeros el trabajo es una carga que conviene quitarse de encima cuanto antes para hacer algo de provecho, es decir, algo que beneficie sus bolsillos. ¿Comprendes?

– En la teoría, sí, pero no en la práctica -confesó Nastia con sinceridad-. Me niego a comprenderlo porque es denigrante. Para mí, un ejemplo válido es Kostia Olshanski. Tiene dos hijas pequeñas. ¿Crees que no necesita dinero? Y, sin embargo, trabaja como una muía, de sol a sol, y lo que le mueve no es el miedo sino la conciencia. ¿Es que tengo que ver en Olshanski una ridicula excepción de una regla abominable? No quiero verle así y para mí nunca lo será.

– Vamos, vamos, no te me enfades, cálmate. No todos los jueces son unos chapuzas; en realidad, la mayoría cumple con su trabajo como está mandado. Simplemente, he querido explicarte por qué Baklánov…

– Lo he entendido, gracias. ¿Sabes si Dotsenko ha recogido los datos sobre las llamadas al servicio de ambulancias?

– Creo que todavía está en eso. Le he visto esta mañana en el despacho, andaba liado con unas listas de kilómetros de longitud. Oye, ¿no pretenderá ese hidalgo tuyo birlarme a mi Lusia? Se la está comiendo con los ojos.

– Mientras sólo sea con los ojos, vale. Qué más te da si la mira un rato. Luego se irá por donde ha venido, y aquí no ha pasado nada.

– ¿Está casado? -se interesó Yura.

– ¿Cómo quieres que lo sepa? -respondió Nastia encogiéndose de hombros-. Ni se me ha pasado por la cabeza preguntárselo. ¿Qué te importa?

– Simple curiosidad.

– Yura, no digas tonterías, ¿quieres? Deja que la mujer coquetee un poco con un hombre rico y atractivo, es bueno.

– ¿Bueno para qué?

– Para mantenerse en forma. Una mujer debe tener la posibilidad de ser mujer aunque sólo sea media hora al mes. ¿Le proporcionas tú tal posibilidad?

– Bueno… yo… -tartamudeó Korotkov atónito-. Yo hago lo que puedo.

– Él hace lo que puede. Está bien. Cállate.

Fuera ya había oscurecido. Los cuatro se dirigieron a la salida y allí se despidieron. Yura y Ludmila se encaminaron hacia el metro, querían pasar un rato más juntos y declinaron la invitación de Nastia de acompañarlos en coche.

– Tiene una amiga muy atractiva -observó el forastero subiendo en el coche-. Pero creo que su marido es demasiado celoso. Me miraba con una rabia… Espero que no se haya enfadado conmigo.

– Por supuesto que no -le tranquilizó Nastia-. Sobre todo teniendo en cuenta que no es su marido.

– ¡Vaya, entonces todo está claro! -exclamó el español gesticulando vivamente-. Ya me parecía raro, pues no es frecuente que un marido se muestre tan celoso como ese Yuri. Aunque no puede oírme, le presento mis disculpas.

– Se las transmitiré -dijo Nastia sonriendo, giró el volante y se incorporó al tráfico de la avenida.

5

Inna Litvínova dejó caer las bolsas con cansancio en medio de la cocina y miró a su alrededor. Encima de la mesa había dos tazas y una botella de ginebra vacía. Los restos de bocadillos de salami y pepino fresco se iban acorchando abandonados sobre un plato. De nuevo, Yula había traído a alguien a casa, probablemente, de nuevo se había emborrachado y se había ido a algún guateque. Dios mío, ¡ojalá volviese! Inna estaba dispuesta a perdonarle cualquier cosa con tal de que la joven no la abandonase. Que trajese a sus amigos, que saliese con ellos, cualquier cosa, pero ¡que no dejase de volver!

Lo que Inna más temía era que Yula se enamorase de un hombre. El cuerpo femenino dejaba a Yula indiferente, no se mostraba ni atraída ni repelida por él, y cuando la suerte quiso que en su camino se cruzase Inna Litvínova, decidió organizar su vida provisionalmente en torno al papel de compañera de ésta. Le estaba sacando dinero a Inna, se había instalado en su piso, le consentía que le diera de comer, de beber y que atendiera sus mínimos caprichos, pero a cambio de todo esto se esforzaba honradamente por complacerla en la cama aunque no le agradase especialmente. Pero qué remedio le quedaba a una si su familia de seis vivía en un piso comunal [6], con un padre alcohólico y uno de los hermanos afectado por el síndrome de Down. Y si padecía de falta de dinero permanente…

Inna sabía todo esto, como también sabía que, tarde o temprano, Yula se iría. ¡Pero que fuese lo más tarde posible! Necesitaba dinero, muchísimo dinero, era lo único que le permitiría retener a su lado, al menos por un tiempo, a esa putilla de piel de alabastro, cabellos rojos, ojos desvergonzados de color verde claro y un cuerpo tan seductor…

Capítulo 5

1

Definitivamente, la vida de Anastasia Kaménskaya había entrado en una racha de mal humor. Ya el sábado se angustió porque tenía que sacrificar el domingo para atender al amigo de mamá, y el lunes acudió al trabajo ceñuda. Un nuevo disgusto no se hizo esperar.

Al subir la escalera del edificio de la DGI tropezó con Katia, de Contabilidad.

– Kaménskaya, ¿por qué no vas a cobrar la prima? ¿Es que necesitas una invitación personal?

– ¿De qué prima me hablas? -preguntó Nastia agradablemente sorprendida.

– La que se concede por los resultados del año. Todo el mundo ha cobrado ya, y por tu culpa no podemos cerrar el balance.

– Vaya, no tenía ni idea de que me habían incluido. Pasaré tan pronto como pueda.

– Hay que ver ¡no tenía ni idea! -gruñó Katia áridamente-. ¿Hubo acaso un solo año en que no te la dieran? Como si no fueras la chica favorita del coronel Gordéyev.

Tras lanzar este dardo envenenado, Katia prosiguió su camino, reclamada por algún urgente menester. Nastia sintió cómo le subían los colores a la cara. Hacía mucho que no oía las feas alusiones a su supuesta relación con el jefe. «No estoy en forma -pensó-. Antes era imposible pillarme con la guardia baja. Aunque no supiera qué contestar a esas barbaridades, al menos no me sonrojaba y no me callaba.»

Con los brazos caídos, apenas arrastrando los pies, llegó a su despacho, dejó caer la cazadora sobre la silla y enchufó el infiernillo. ¿Cuándo terminaría todo esto? Cuando empezó a trabajar en Petrovka, a menudo sorprendía miradas de perplejidad o de indisimulada malicia, oía a sus espaldas repugnantes cuchicheos cargados de mala intención: ¿cómo se le habría ocurrido a Gordéyev sacar de una comisaría de distrito a esa mocosa que se pasaba los días de brazos cruzados encerrada en su despacho (¡un despacho personal!, ¡véase la sinvergonzonería!, ¡mientras los detectives que llevaban veinte años trabajando compartían despachos con dos compañeros!) y se daba postín de estar pensando mucho? Tuvo que pasar mucho tiempo para acallar las voces de protesta de la mayoría de los chismosos, puesto que los agentes operativos del Departamento de la Lucha Contra los Crímenes Violentos Graves fueron los primeros en salirles al paso cuando comprendieron que la muchacha que el Buñuelo había traído poseía muchísimos conocimientos necesarios y útiles. Cierto, no sabía correr ni disparar, no tomaba parte en las emboscadas, no gastaba zapatos buscando testigos de puerta en puerta, no acudía a los lugares de los hechos y no combatía las náuseas al ver cadáveres mutilados y a veces medio descompuestos. Pero en cambio sabía pensar, analizar, generalizar, poseía una imaginación rica y libre de ataduras, combinada con la precisión de una mente fría y una memoria prodigiosa, que le permitía guardar en la cabeza simultáneamente gran cantidad de hechos, circunstancias, nombres, fechas y direcciones, todos los datos sueltos y dilatados en el tiempo. Y nada le importaba ni interesaba más que el trabajo que estaba haciendo. Pero tenía que pasar, las habladurías estaban aquí de nuevo…

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Morir por morir»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Morir por morir» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Morir por morir»

Обсуждение, отзывы о книге «Morir por morir» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x