Alexandra Marínina - Morir por morir

Здесь есть возможность читать онлайн «Alexandra Marínina - Morir por morir» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Детектив, Триллер, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Morir por morir: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Morir por morir»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Moscú, hacia 1990. Un chantajista amenaza a un matrimonio con revelar que su hijo de doce años es adoptado. ¿Cómo ha salido a la luz este secreto? La investigación se centra en un juez que confiesa que le han robado varios sumarios. Anastasia Kaménskaya de la policía criminal, sospecha que ese robo múltiple oculta otro asunto mucho más turbio, que ella descubre rápidamente. Un eminente científico degüella a su mujer, pierde la memoria y el juicio, y cuando parece que es capaz de recordar algo, también pierde la vida. ¿Qué misterio se esconde tras ese drama familiar y por qué han querido taparlo?

Morir por morir — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Morir por morir», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

– ¿Y mi padre? -preguntó Dima-. ¿Quién es?

– Pero ¿qué importancia tiene eso, hijo? -repuso Pável con cariño-. Tu madre no estaba casada, y es muy posible que tu padre ni siquiera sepa que existes. Nosotros, los Krasnikov, somos tus padres. Estás con nosotros desde el momento en que naciste, llevas nuestro apellido, hemos vivido juntos quince años y pico. Reconoce que no es poco. Ya eres suficientemente mayor para que se pueda hablar contigo sin disimular nada y sin mentirte.

– ¿Así que no somos nada? ¿No somos familia? -preguntó Dima con tozudez.

– No digas tonterías -le cortó Pável-. Primero, Vera era prima hermana de mamá, así que somos parientes consanguíneos. Segundo, ¿qué significa «ser familia» y «no ser familia»? La familia es la gente a la que uno quiere y aprecia, la que le resulta cercana, eso no lo pongas en duda. De modo que sí somos familia en el sentido más estricto de la palabra. Y no te atrevas ni a pensar otra cosa.

– De acuerdo, papá -respondió el chico con voz apenas audible.

Pável se puso en pie. Era un buenazo pero de trato algo seco, y estaba desconcertado al no saber qué tenía que hacer ahora.

– Creo que necesitas estar solo y reflexionar sobre lo que te he dicho -declaró titubeando-. Voy a ver cómo está mamá, se ha puesto muy nerviosa.

En la cocina, Olga secaba los platos que acababa de fregar. Tenía los párpados hinchados y estaba temblando.

– ¿Qué ha pasado? -gritó corriendo hacia el marido-. ¿Se lo has dicho?

– Sí.

– ¿Y él qué…?

– No sé qué decirte. Está pensando.

– Pero ¿no llora? -preguntó Olga alarmada.

– No creo.

– Ay, Señor -gimió la mujer-, ¿qué hemos hecho para que nos mandes estas pruebas? ¿Qué pecados hemos cometido? Ojalá que no se encierre en su caparazón, que no se aleje de nosotros, que no nos eche la culpa.

– ¡Pero qué cosas dices! -exclamó Pável con indignación-. ¿Por qué iba a echarnos la culpa? ¿La culpa de qué?

– ¿Cómo quieres que lo sepa? -respondió Olga con desesperación-. ¿Acaso hay forma humana de comprender qué sucede en su cabeza?

Empezó a poner la mesa para la cena, sacó de la nevera la sartén llena de carne asada, cortó el pan.

– Hay que llamar a Dima, la cena está lista -dijo con timidez al cabo de un rato-. Pero me da miedo.

– ¿Miedo de qué?

– No lo sé. Estoy asustada. Me da apuro verle. ¿Y si le llamas tú?

Pável se encogió de hombros y gritó:

– ¡Hijo! ¡Lávate las manos y ven a cenar!

La voz se le entrecortó y sonó ronca, algo así como falsa. No tenía ni idea de que también él se había emocionado, y sonrió a su mujer con aire compungido.

Resonaron unos pasos apresurados. Dima entró en el cuarto de baño, se oyó el rumor del agua cayendo en el lavabo.

– Tranquila -susurró Pável por lo bajo a su mujer-. Todo irá bien, estoy seguro. Lo hemos hecho todo bien. Si nos lo hubiéramos callado, más adelante habría sido peor, créeme.

Cuando el muchacho se presentó en la cocina, sus labios temblorosos delataban una emoción comparable a la de sus padres. Se sentó a la mesa sin decir palabra y empezó a comer. Olga y Pável no probaron bocado. Al final, Olga no pudo contenerse:

– Dime, hijito, cariño, ¿estás muy disgustado?

Dima levantó los ojos del plato y dirigió la vacilante mirada a la madre.

– No lo sé. No, creo que no. En el cine he visto que los hijos suelen ponerse histéricos cuando se les dice algo así, bueno, y en general… A lo mejor tendría que echarme a llorar, ¿no?

– Pero qué dices, hijo mío, no tienes motivo para llorar. Nada ha cambiado, ¿verdad? Pase lo que pase, sigues siendo nuestro hijo, y nosotros, tus padres. Lo que muestran en el cine son bobadas, lo hacen adrede, para crear tensión.

Pável sonrió contento. Estaba seguro de que todo iba a salir bien, de que su Dima no le fallaría. Como tampoco le fallaría Olia.

– Pues, a partir de ahora, que nos llame quien quiera -dijo con coraje-. Ahora no tenemos nada que temer, ¿verdad?

Pero su alegría fue prematura porque cuando, dos días más tarde el chantajista les llamó de nuevo, simplemente no dio crédito a lo que Olga le explicó.

– Venga ya, ¿me está tomando el pelo? -le dijo echándose a reír con descaro-. Va lista si piensa que me lo voy a tragar. Que se ponga su hijo y me diga que está enterado, sólo entonces me lo creeré.

– Pero es que ahora no está -murmuró Olga, desconcertada ante el inesperado giro que tomaba la conversación.

Además, era cierto, en ese momento Dima no estaba en casa.

– Claro, claro, qué otra cosa me va a decir -refunfuñó el chantajista-. Escúcheme bien, mamaíta querida. Preparen el dinero, el plazo de las negociaciones ha terminado. Pasado mañana volveré a llamar a la misma hora. Que para entonces todo esté organizado de la mejor manera. ¿Lo pilla?

Pável, que había estado observando en silencio a su mujer mientras hablaba con el chantajista, explotó de pronto:

– ¡Ya basta! ¡Esto se ha terminado! A los sinvergüenzas hay que darles su merecido. Ahora mismo voy a la policía y presento la denuncia. ¡Hasta aquí hemos llegado!

– Pasha, cálmate, haz el favor -dijo su mujer tratando de hacerle entrar en razón-. Que llame todo lo que le dé la gana, no le tenemos miedo. Nos llamará un par de veces más y se cansará.

– ¿Que se cansará? ¿Y si se le ocurre llevar a la práctica sus amenazas? Si no cree que se lo hemos contado todo a Dima, cualquier día puede abordarle por la calle para abrirle los ojos e informarle sobre los detalles de su nacimiento. ¿Estás segura de que Dima se lo va a tomar con calma? ¿Que no le romperá la cara? ¿O que el susto no le producirá un shock nervioso? No quiero que ese degenerado le salga a mi hijo al encuentro en algún callejón oscuro.

En dos zancadas se encontró en el recibidor, poniéndose el abrigo. Olga corrió tras él pero se detuvo al comprender que su marido tenía razón. Tenía toda la razón del mundo.

2

Al entrar en el despacho del jefe de la unidad de instrucción de la Fiscalía de Moscú, Konstantín Mijáilovich Olshanski no se sentía ni cohibido ni intimidado. Primero, conocía a su superior desde hacía muchos años y le conocía bbien; segundo, sabía igual de bien que su propio talante hosco, en ocasiones rayano en simple grosería, le servía de coraza para protegerse de los caprichos de los superiores. Olshanski no era nada popular en la Fiscalía. A los demás, sus raptos de ira les daban miedo, pero todos reconocían en justa medida su profesionalidad y una intachable preparación jurídica.

La naturaleza había sido generosa con Konstantín Mijáilovich al dotarle de gran atractivo viril y, sin embargo, el hombre se las apañaba para parecer patoso y desaliñado; se presentaba en todas partes ataviado con su invariable traje arrugado, zapatos sin lustrar y gafas de montura anticuada, mil veces rota y apresuradamente pegada con cola. Lo más asombroso era que Nina, la mujer de Olshanski, prestaba muchísima atención a la indumentaria del marido, quien cada mañana abandonaba la casa con un aspecto más que decente, aunque, ya a mitad de camino hacia la Fiscalía, todos los esfuerzos de la esposa se venían por tierra. Ni ella, ni el propio Konstantín Mijáilovich, ni sus mejores amigos lograban explicarse las causas de ese misterioso fenómeno, mientras que sus dos hijas, lectoras ávidas de obras de ciencia ficción, sostenían que su papá poseía un «campo biológico peculiar».

De modo que también en ese momento, cuando se encontraba en el despacho del jefe de la unidad de instrucción ofreciendo, como de costumbre, una imagen zarrapastrosa y desdichada, su aspecto podría haber confundido a cualquiera, menos a los que alguna vez habían tenido la ocasión de tratar con el juez de instrucción Olshanski.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Morir por morir»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Morir por morir» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Morir por morir»

Обсуждение, отзывы о книге «Morir por morir» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x