Hillary Waugh - Corra cuando diga ya
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Gorman se bebió el resto de bourbon que quedaba en el vaso y se pasó la lengua por los labios.
– Pero tenga presente una cosa: el hecho de que yo crea haber despistado a la mafia, no significa que la hayamos despistado realmente. De modo que quizá lo sigan a usted, de la misma manera que siguieron a Clive.
Aun cuando crea que no hay nadie a sus espaldas, actúe como si lo hubiera. Si le siguen es porque la mafia conoce su misión. Es probable que le dejen llegar hasta la muchacha… No creo que corra peligro hasta que llegue a ella… a menos que cometa el error que aparentemente cometió Clive, y ataque a la gente que le sigue. Después que llegue hasta la muchacha, la cosa cambiará de aspecto. A partir de ese momento espero que sepa cuidarse, o mejor dicho, cuidarla a ella.
– Creo que con eso quedan contestadas la mayoría de mis preguntas -dijo Peter-. ¿Cuál es el próximo paso?
Gorman echó hacia atrás su silla y volvió a colocar un pie sobre el escritorio.
– Haremos lo mismo que pensábamos hacer con Clive. La información vital es el nombre de la muchacha y su dirección. No se lo comunicaremos hasta el último momento. El programa es el siguiente: volará a Roma lo antes posible… Entre paréntesis, ¿cuánto tardará en estar listo?
– Lo que tarde en recoger mi maleta y llegar al aeropuerto.
– ¿Ah, sí? Bueno, eso es demasiado pronto. Aún no he hecho la reserva. Además hay que hacer unos arreglos en el otro extremo… Avisar a la muchacha y cosas así. Y mañana es domingo. Será imposible conseguir a cierta gente mañana. Calcule dos días. Visite Washington, despídase de quien quiera. Descanse.
– Muy bien. Después, emprendo vuelo a Roma. ¿Y luego?
– Tengo un contacto en la Embajada de Estados Unidos. Le daré el nombre y dirección en el aeropuerto, cuando vaya a partir el avión. Cuando llegue a Roma llámele a la embajada. No vaya personalmente, bajo ninguna circunstancia. Limítese a hablarle por teléfono. Cuando lo haga, identifíquese con una frase que también le daré en el aeropuerto; de esa manera él sabrá que usted es la persona que espera. Clive tenía esta información que le estoy dando, cuando cayó en poder de la mafia, de modo que deben de saber que va a establecer contacto con la Embajada. Por eso no tiene que ir allí. Debemos evitar que conozcan la identidad de ese contacto. La frase secreta es para evitar que cometa un error y proporcione la información a quien no corresponde… en caso de que la mafia descubra quién es el contacto.
Gorman sonrió con una sonrisa torcida.
– Supongo que esto le sonará a novela de capa y espada; pero tengo mucha experiencia con la mafia y le aseguro que las cosas tienen que hacerse de esta manera. Estamos jugando con fuego y ya se ha quemado uno.
Peter sonrió.
– No se disculpe, senador. Se trata de mi cabeza. Quiero todas las medidas de seguridad que ha enumerado y una más que se le ha escapado.
– ¿Cuál es?
– No quiero que me vaya a despedir cariñosamente al aeropuerto. Si la mafia le está vigilando, la orientará hacia mí.
– No se preocupe por eso, Congdon. La mafia no me vigila cuando no quiero que lo haga. Puedo quitármelos de encima en cualquier momento.
– No importa; puedo adelantarle que ése es el tipo de cosas que mi jefe no está dispuesto a admitir.
Gorman frunció el ceño, y en su voz apareció una nota áspera.
– Su jefe no dirige la comisión. Ahora escúcheme bien: cuando se identifique ante su contacto en la Embajada, él concertará una entrevista. En la entrevista le entregará una carta firmada por mí, que le daré a su partida. Él tiene una copia de esa carta. Cuando hayan comparado las cartas, le entregará un sobre que contiene el nombre de la chica, su dirección, su fotografía y el santo y seña con que usted se identificará ante ella. Una vez que tenga en su poder esa información, trate de llegar lo antes posible a la chica. Después saque billetes de vuelta en el primer avión disponible y comuníqueme la fecha de su llegada. Tendré a mano una escolta de policía o de gente del FBI para recibirlos. Su misión concluye en el instante en que haya dejado a la muchacha en manos de la escolta.
– ¿Piensa ir a esperar el avión, senador? -preguntó Peter.
– Depende de cuándo llegue. ¿Por qué?
– No me gustaría nada entregar a la chica a un grupo de mafiosos disfrazados de policías.
– Entonces iré.
El senador se interrumpió e hizo una mueca ligeramente despectiva.
– Es decir, siempre que no tema que la mafia me haya seguido al aeropuerto y me arrebate la chica.
Peter ignoró el comentario.
– Una pregunta más -dijo-. ¿Ha elegido algún alojamiento especial para mí en Washington?
Gorman hizo un gesto afirmativo.
– Sí. Le he reservado una suite en el Shoreham Hotel. Nuestro comité la reserva, con carácter más o menos permanente, para nuestros testigos. La reserva se ha hecho a nombre de Roger S. Desmond.
– Roger S. Desmond -repitió Peter-, Muy bien, creo que eso es todo por ahora.
– Hay algo más -dijo Gorman-, Los mensajes tendrán que ser cifrados por razones de seguridad. ¿Puede usted proporcionarme algún código indescifrable o quiere que recurra a alguien de la CIA?
– Puedo proporcionarle uno.
– ¿Cuándo me lo entregará?
– Dentro de dos minutos.
– ¿Dentro de dos minutos? -exclamó Gorman-. ¿Y es indescifrable para terceros?
– Completamente. Por supuesto no para los criptógrafos del gobierno. Ellos podrían descifrarlo si contaran con un número razonable de mensajes y con el tiempo suficiente. Pero es perfectamente seguro para nuestros fines.
Gorman retiró su pie del escritorio y se incorporó.
– O.K. Ponga manos a la obra -dijo, entregándole unas hojas de papel que sacó del cajón central de su escritorio-. Le dejaré solo unos minutos.
Sábado 16.45-17.35 horas
El senador Gorman se ausentó durante diez minutos. Cuando regresó se volvió a servir dos dedos de Old Crow y espió sobre el hombro de Peter. Peter le entregó la hoja de papel sobre la cual había estado trabajando, y dijo:
– Aquí tiene un mensaje de muestra. ¿Cree que va a poder descifrarlo?
El senador frunció el entrecejo y estudió las letras escritas por Peter: RAVRN TOGAE FIQZM CINCW UVRYT RSSOP TEVCJ UYJAI RHJFJ ZWQLG K1HXN XLNBV.
– Parece el tipo de código utilizado por el gobierno -dijo, dejando la hoja sobre el escritorio.
– Es mucho más simple, por supuesto. Puede añadirse alguna pequeña complicación para evitar que las combinaciones de letras se repitan. Eso es conveniente cuando hay peligro de que un mensaje largo caiga en manos de expertos en la materia o de que la clave caiga en poder de quien no debe conocerla. Pero esta versión basta y sobra para sus necesidades. Es fácil de cifrar y de descifrar; pero nadie, ni la mafia ni nadie, podrá sacar nada en limpio de los mensajes que enviemos.
– Me alegro. ¿Qué dice este mensaje?
Peter se puso de pie y dejó otra hoja de papel sobre el escritorio, junto a la primera.
– Esta es la clave. Intente descifrarlo.
En la segunda hoja se leía:
ZHPCISQWLTMAX
15 6 22 10 18 23 25 5 2 12 8 17 7
FJRBDUNYGVOEK
26 14 3 24 13 1 20 11 21 9 4 19 16
Gorman se sentó y observó sin entusiasmo el papel. Tomó un lápiz y acercó el mensaje como un escolar poco aplicado que se resigna a hacer sus deberes.
– Bueno, veamos -dijo con tono ácido, y bebió un trago de bourbon -: el número que corresponde a la R es el tres, el de la A es… este… el diecisiete.
Continuó traduciendo las letras a números, en hosco silencio. La crispación de una comisura de su boca denotaba disgusto.
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