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MARÍA JOSÉ CORREA & MAURO VALLEJO
CUANDO LA HIPNOSIS CRUZÓ LOS ANDES: MAGNETIZADORES
Y TAUMATURGOS ENTRE BUENOS AIRES Y SANTIAGO
(1880-1920)
1ª EDICIÓN, SANTIAGO: PÓLVORA ED., 2019. 329 P.;
13,8 X 21,5CM.
COMITÉ CIENTÍFICO: MARIANO RUPERTHUZ |
MARCELO SÁNCHEZ | MIGUEL MORALES
ISBN IMPRESO: 978-956-9441-27-1
ISBN DIGITAL: 978-956-9441-61-5
© 2019, Pólvora Editorial
DISEÑO EDITORIAL Y PORTADA: CAMILA GONZÁLEZ S.
(ILACAMI)
Diagramación digital: ebooks Patagonia
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CONTENIDOS
Introducción INTRODUCCIÓN
Capítulo 1. Sonámbulas viajeras, patentes de invención y revistas de hipnosis. Alberto Díaz de la Quintana en Buenos Aires, 1889-1893 CAPÍTULO 1 SONÁMBULAS VIAJERAS, PATENTES DE INVENCIÓN Y REVISTAS DE HIPNOSIS. ALBERTO DÍAZ DE LA QUINTANA EN BUENOS AIRES, 1889-1893
La tríada insuficiente
El currículum de un viajero
Gabinetes y revistas de hipnosis para la gran aldea
Una lombriz solitaria y los primeros altercados con las autoridades locales
Sonámbulas, sillones vibratorios y molinos de viento
Vengadores, plagiarios e inquilinos
Capítulo 2. Espiritismo, estafa y persecución internacional de un charlatán. El conde Baschieri, un Chevalier D’Industrieen Chile, 1907
El espiritismo se pone de moda
Un seductor peligroso frente a la alianza policial internacional
De espiritista a estafador: la latencia de un embaucador transnacional
Capítulo 3. De hidalgos embusteros, teósofos despechados y pioneros de la psicología. El conde de Das entre los porteños, 1892-1894
Paraná 45, entre Rivadavia y Piedad
Un conde en las pampas
Higienistas, comisarios desobedientes y católicos letrados
Confesiones despechadas y médicos a disposición
Nomadismo y teosofía
Capítulo 4. Institutos científicos, formación a distancia y fraude médico. Leovigildo Maurcica, un profesor de filosofía hipnótica en Santiago de Chile, 1913
La careta de profesor y el valor de la enseñanza
The New York Institute of Science y la ciencia del buen éxito
Universidades, institutos y las tensiones de la educación hipnótica
Ciencia y fraude
Capítulo 5. Un telépata en ambos márgenes de la cordillera. Enrique Onofroff, del temor al fraude, 1895-1913
Buenos Aires, 1905. José Ingenieros arrepentido e hipermnésico
Consumidores de telepatía
Lo profano y su buena salud
El veredicto moral o los límites de la erudición médica
El despertar del show hipnótico en Chile
Del hipnotismo científico al fraude recreativo
Epílogo (por Annette Mülberger)
INTRODUCCIÓN
Un individuo letrado de hoy en día no conoce de la hipnosis otra cosa que su figuración caricaturesca, moldeada a partir del recuerdo turbio de olvidables películas americanas, o de la rememoración vergonzante de algún show de ilusionismo entrevisto en la televisión o en algún teatro bullicioso. En esa imagen indeleble se destacan siempre algunos elementos prototípicos: el hipnotizador, generalmente una figura masculina de mediana edad, voz cavernosa, gestos decididos e intachable aplomo, adormece con sus poderes a una mujer joven. Muchas cosas pueden variar en esa escena simplificada. Por ejemplo, el ámbito donde transcurre: puede tratarse de un escenario con luces bajas y público expectante, de un consultorio sin testigos, o también de un anfiteatro médico lleno de hombres de guardapolvo. Igual de heterogéneos pueden ser los fines de ese acto: del mero entretenimiento a la búsqueda de una sanación, pasando por la exploración experimental de ilusiones o anestesias. Similar indeterminación puede afectar a los protagonistas: quien lleva las riendas del asunto no siempre es un médico abnegado, algo en sus gestos devela quizá que es un farsante sin escrúpulos, un feriante que ante el menor accidente ha de salir corriendo, o tal vez un criminal que usa sus poderes taumatúrgicos para convertir a la joven autómata en su arma homicida. El perfil de la hipnotizada reconoce, en esta imagen arquetípica, diferentes modulaciones: histérica analfabeta, burguesa curiosa o mujer de circo.
Dicha caricatura no carece de asideros ni de genealogías en que rastrear su formación. Aquella recupera la representación más clásica que ha quedado de la hipnosis tal y como se practicó, hasta su productivo hartazgo, en la segunda mitad del siglo XIX. Nos resulta casi imposible pensar en el hipnotismo decimonónico sin que de inmediato se agolpen en nuestra mente las imágenes que, por un motivo u otro, parecen tener la virtud de compendiar mágicamente los rasgos de aquel hecho cultural que aún sigue despertando el interés de los historiadores. No podemos evitar recuperar la elocuente pintura ( Une leçon clinique à la Salpêtrière ) con que André Brouillet inmortalizó, en 1887, la naturalidad y la seguridad con que Jean-Martin Charcot diserta sobre el cuerpo hipnotizado de Blanche Wittmann, la paciente que está a su lado. 1O una de las litografías que ilustran el tratado popular de medicina doméstica del “Dr. Younger”, en la cual el magnetizador mantiene sus manos a unos centímetros del cuerpo de su “paciente”, colocado en posición horizontal entre dos sillas, sirviendo su cuello y sus tobillos como únicos y dudosos puntos de apoyo. 2
Estos últimos rastros icónicos y aquella mudable caricatura tienen un punto en común. Todas ellas insisten en el elemento que ha primado en nuestras representaciones más espontáneas del hipnotismo del siglo XIX, y que incluso ha contaminado los abordajes más informados y cuidadosos de dicho fenómeno histórico. Estamos habituados a equiparar hipnosis con inmovilidad o quietud. Cuando reflexionamos sobre este dispositivo que tan fecundo se mostró en el siglo XIX, pensamos casi por inercia en la rigidez de ese cuerpo hipnotizado. Sabemos que la inducción o la disolución de parálisis corporales fue apenas un capítulo minúsculo de un hipnotismo que podía ser empleado para muchos otros fines. Pero incluso cuando aceptamos tomar en consideración las escenas en que la inmovilidad era inexistente, ella continúa manteniendo su reinado como esquema explicativo. Incluso cuando damos su debida significación a los experimentos que se caracterizan más bien por la distancia o la acción —hipnotizaciones efectuadas desde una incierta lejanía, órdenes poshipnóticas merced a las cuales el sujeto se veía impelido a partir, asesinatos bajo hipnosis, entre otros— el análisis sigue acechando el instante en que la parálisis, el reposo o la quietud (de los cuerpos o de la voluntad) ordenaron los fenómenos a suceder. 3
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