Armando Palacio Valdés - El maestrante

Здесь есть возможность читать онлайн «Armando Palacio Valdés - El maestrante» — ознакомительный отрывок электронной книги совершенно бесплатно, а после прочтения отрывка купить полную версию. В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: foreign_antique, foreign_prose, Зарубежные любовные романы, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

El maestrante: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «El maestrante»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

El maestrante — читать онлайн ознакомительный отрывок

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «El maestrante», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

–¡Ole mi niña!—exclamó poniéndose en jarras frente al marica.—Lo único por lo que siento morirme es por no ver más estos seres preciosos, encantadores.

Al mismo tiempo le cogió con dos dedos la barba.

Ya sabemos que Manuel Antonio no podía sufrir tales juegos de manos delante de gente.

–Vamos, pajalarga, quieto—exclamó poniéndose serio y rechazándole.

–¿Que no eres precioso? Pero, hombre, ¡si eso salta a la vista!… ¡Miren ustedes qué boca! ¡miren, por Dios, qué caída de ojos!… ¡miren qué nacimiento de pelo!

Y quiso de nuevo tocarle la cara; pero Manuel Antonio lo rechazó con ímpetu dándole un fuerte empujón.

–¡Caramba, qué severo está hoy Manuel Antonio!—dijo el conde de Onís.

–No importa—repuso Paco Gómez dejando escapar un suspiro.—Manos blancas no ofenden.

En aquel momento le tocaba hacer una figura del rigodón y se alejó con Emilita.

María Josefa, que bailaba más lejos, se acercó un instante con su pareja, que era un teniente del batallón de Pontevedra.

–¡Vamos, D. Santos, no sea usted cruel! ¿Por qué no va usted a hacer compañía a Fernanda, que está allí sola?

En efecto, la amiguita de la rica heredera había hallado pareja para el baile. Fernanda se sentó y permanecía seria y pensativa.

–Sí, sí; debes ir, Santos—manifestó Manuel Antonio.—Repara que la chica ha dejado una silla vacía a su lado… No puede insinuarse de modo más claro.

Al decir esto hizo un guiño al conde. Éste confirmó tales palabras.

–Yo creo que es hasta un deber de cortesía…

Granate le echó una mirada torva y preguntó sordamente:

–Pues entonces, ¿por qué no va usted a sentarse a su lado?

–Por la sencilla razón de que ya no tenemos nada que hablar… Pero usted es otra cosa.

–Entendido, señor conde… No soy un niño—murmuró con mal humor.

–Aunque no lo sea usted por la edad—dijo Amalia interviniendo oportunamente para evitar rozamientos,—lo es por la franqueza y espontaneidad de sus sentimientos, por la frescura de corazón que otros con menos años no tienen. Los niños aman con más sencillez y vehemencia que los hombres.

–Pero los hombres hacen otra cosa más heroica… ¡Se casan!—dijo Paco Gómez, que ya estaba de nuevo en su sitio con la pareja.

–Hay ocasiones en que tampoco se casan—manifestó Manuel Antonio haciendo una imperceptible mueca por donde Paco pudiese colegir que estaba pensando en María Josefa.

–Bueno—replicó aquél dándose por enterado.—Pero hay que convenir en que algunas veces se necesita para ello un heroísmo superior a la naturaleza humana.

La solterona, que las cogía por el aire, le clavó una mirada rencorosa y maligna.

–¡La naturaleza humana!—exclamó con displicencia.—La naturaleza humana presenta algunas veces formas tan estrambóticas que hasta el heroísmo sería ridículo en ellas.

Paco Gómez, sin desconcertarse, comenzó a palpar su rostro con ademanes cómicos, fingiendo una muda resignación que hizo sonreír a los presentes. Amalia, para cambiar esta peligrosa conversación, exclamó:

–¡Miren, miren cómo D. Santos se aprovecha de nuestra distracción!

En efecto, el indiano se había levantado en silencio de la silla y, sorteando las parejas de baile, fue solapadamente a sentarse al lado de Fernanda. Ésta le dirigió una mirada fría y apenas se dignó responder a su saludo ceremonioso y ridículo. La faz rubicunda de Granate resplandecía, no obstante, como la de un dios seguro de su omnipotencia. Con las manazas anchas y cortas apoyadas sobre las rodillas, el cuerpo doblado hacia adelante y la cabeza levantada hasta donde le permitía la grosura del cerviguillo, sonreía beatamente enseñando una fila de dientes grandes y amarillos. Propúsose, como siempre, ser espiritual, y dijo:

–¿Ha visto usted qué ventrisca corre?

La joven guardó silencio.

–Ahora no importa nada—prosiguió—porque ya están todos los frutos recogidos; pero si hubiera caído antes, no nos deja ni una castaña ni un grano de maíz; ¡je, je!

Granate sintiose feliz al emitir esta idea, a juzgar por la expresión de placer que brillaba en sus ojos.

–Pero aquí no hace frío, ¿eh?… Yo no lo tengo, ¡je, je!… Al contrario, siento un calor… Será porque los ojos de usted son dos calofer… caroli…

Otra vez todavía acometió la palabra caloríferos sin lograr dar cima a la empresa. Para disimular su impotencia fingió un golpe de tos. Su rostro violáceo adquirió cierta semejanza interesante con el de un ahorcado.

La hermosa, que tenía los ojos clavados en el vacío, volvió la cabeza hacia su adorador, le miró unos instantes con expresión vaga, distraída, como si no le viese. Levantose de pronto y se alejó sin decir palabra para sentarse enfrente. El indiano quedó con la misma sonrisa estereotipada en el rostro; la mueca petrificada de un sátiro. Pero al volver la vista al grupo que acababa de dejar, viendo una porción de ojos risueños fijos en él, se puso repentinamente serio y mohíno.

–¡Qué partido tiene este Granate entre las chicas bonitas!—exclamó Paco Gómez.—Ya se lo decía yo el otro día. «Usted no necesitaba para nada ir a América habiendo mujeres ricas en el mundo. Usted tiene la fortuna en la fisonomía.»

–Mira, condecito, ahora debes ir tú a sentarte a su lado. Ya verás cómo no se levanta entonces—dijo Manuel Antonio.

–Sí, sí, debe usted ir, Luis—apoyó María Josefa.—Vamos a ver una cosa curiosa, a decidir si está o no enamorada de usted. ¿Verdad, Amalia, que debe ir?

–Sí, me parece que debe usted sentarse a su lado—dijo la dama. Su voz salió apagada y temblorosa.

–¿Cree usted?—preguntó el conde, mirándola con fijeza.

–Sí; vaya usted—replicó la dama con perfecta serenidad ya, huyendo su mirada.

–Pues usted me permitirá que la desobedezca. No quiero exponerme a un desaire.

–¡Qué importan los desaires a un enamorado!… Porque usted, por más que diga, está enamorado de Fernanda… Se le conoce a la legua.

–A la legua será, porque, lo que es de cerca ni pizca—manifestó Manuel Antonio.

Y María Josefa y Emilita Mateo y Paco Gómez confirmaron con su risa la especie.

Amalia insistió. Efectivamente, Luis lo disimulaba bien; pero como, por más esfuerzos que se hagan, siempre queda un cabo suelto, un resquicio por donde sale la luz, ella había adivinado hacía ya mucho tiempo que el conde, en lo profundo de su corazón, guardaba recuerdo muy grato de Fernanda.

–Atiendan ustedes: hace algunos días se le ocurrió a Moro decir que tenía dos dientes postizos. No pueden ustedes figurarse cómo se puso este hombre… Por poco le pega…

–No tanto, no tanto—manifestó el conde sonriendo avergonzado.—Me expresé con cierta viveza porque me enfadan siempre las injusticias.

–¡Oh! Las exaltaciones en estos casos son sospechosas. Cuando no se siente interés por una persona se la defiende con menos calor… ¡Caramba! ¡Nunca le vi tan irritado! Ya puede decir esa niña que tiene un campeón valiente dispuesto a romper lanzas por ella.

La dama apuró la broma. No se hartaba de apretar al conde, como si quisiera dejarle convicto de su amor por Fernanda. Apesar de la sonrisa benévola que animaba su rostro, había ciertas extrañas inflexiones en la voz que nadie más que una sola persona podía apreciar en aquel momento.

Pero el rigodón había terminado, y el grupo se aumentó considerablemente con varias parejas que fueron allegándose. Fuéronse algunos, vinieron otros; al cabo, la señora de la casa se halló rodeada de gente nueva. Bailose otro vals y otro rigodón. Las doce sonaron al fin en el gran reloj de la catedral. Y como los jóvenes se empeñaban en no desbandarse, apesar de la costumbre tradicional de la casa, Manín, por orden de D. Pedro, apareció en la puerta del salón, abrazado al lío de los abrigos de las señoras. Ésta era la señal de despedida que el señor de Quiñones daba a sus tertulios. No era muy cortés, pero nadie se enfadaba. Al contrario, se recibía siempre con algazara, como una broma graciosa.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «El maestrante»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «El maestrante» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Armando Alberola Romá - Quan la pluja no sap ploure
Armando Alberola Romá
Armando Palacio Valdés - Riverita
Armando Palacio Valdés
Armando Palacio Valdés - El origen del pensamiento
Armando Palacio Valdés
Armando Palacio Valdés - Tristán o el pesimismo
Armando Palacio Valdés
Armando Palacio Valdés - Páginas escogidas
Armando Palacio Valdés
Armando Palacio Valdés - La Espuma
Armando Palacio Valdés
Armando Palacio - El Cuarto Poder
Armando Palacio
Armando Palacio - La aldea perdita
Armando Palacio
Armando Palacio - El idilio de un enfermo
Armando Palacio
Armando Palacio - El señorito Octavio
Armando Palacio
Armando Palacio - La Fe
Armando Palacio
Armando Palacio - Marta y Maria
Armando Palacio
Отзывы о книге «El maestrante»

Обсуждение, отзывы о книге «El maestrante» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x