Manuel Puig - Boquitas pintadas

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El texto nos remite a un pasado argentino, a la oculta sordidez de un mundo de novela rosa transcrito con implacable objetividad a través del calco paródico de los clichés del lenguaje periodístico, de la impasibilidad feroz de las descripciones aparentemente neutras, de la trivialidad exasperante de unas vidas despersonalizadas.
Nené, varias décadas después, aún conserva las cartas de su antiguo enamorado, Juan Carlos, a pesar de su actual matrimonio. Don Juan Carlos ya fallecido en un sanatorio víctima de la tuberculosis, se va reconstruyendo, mediante la intimidad de unos seres rencorosos o inocentes, esa relación amorosa acontecida en la Argentina de los años treinta.

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Bueno, Mabel, ojalá la pudiéramos ir a ver juntas, yo te deseo que estés bien y que tu papá no esté demasiado preocupado por lo que le pasa, los negocios son los negocios, dice Massa. Él dice que por eso a la noche hay que divertirse, y olvidarse de todo, claro que si por él fuera se quedaría a cenar en el hotel y después enseguida a dormir, pero ya me estoy dando maña para aprovechar la noche viendo tantas cosas que hay en este Buenos Aires de locura. Mañana Massa quiere ver a Camila Quiroga en Con las alas rotas, a él le gustan mucho los dramas fuertes. A mí no tanto, para eso basta con la vida ¿verdad?

Como ves he cumplido, te doy un beso fuerte, y hasta muy prontito.

Nené

Consulta el reloj pulsera - que le fuera regalado por sus padres el día del compromiso matrimonial - y comprueba que faltan varias horas hasta que regrese su marido. Con agrado piensa en todas las cosas que podrá hacer, en total libertad, sin que nadie la espíe, en una ciudad como Buenos Aires. Busca el diario para ver la dirección del teatro Smart. En los titulares de la primera página se detiene sin proponérselo, «ITALIA Y GRAN BRETAÑA NO PUEDEN AÚN PONERSE DE ACUERDO PARA EL RETIRO DE VOLUNTARIOS DE ESPAÑA - En Londres se considera insuficiente la partida de 10.000 combatientes dispuesta por Mussolini. Londres (Reuter). Durante la tarde de ayer…» Piensa que su padre seguramente leerá esa noticia, cuando el diario llegue a Vallejos, al día siguiente. Él está enfermo y lee todas las noticias de España. Tal vez la alegría de saberla bien casada lo ayudará a soportar la enfermedad. Se oyen ruidos en la cerradura, piensa con agrado que será la mucama - de tan amable compañía - a cambiarle toallas como acostumbra a esa hora, la única mujer con quien puede conversar en Buenos Aires, siempre rodeada de hombres. Pero en cambio ve aparecer a su marido, sonriente y desanudándose la corbata. Lo mira y al comprobar que él se dispone a desvestirse para dormir una posible siesta, ella sin perder tiempo le pide dos aspirinas para calmar un fuerte dolor de cabeza. Él saca del bolsillo la billetera, donde siempre tiene la precaución de guardar un sobre con aspirinas.

DÉCIMA ENTREGA

…vos tenés el alma inquieta de un gorrión sentimental…

Alfredo Le Pera

– Hola…

– ¡Es la Raba!

– Hola? ¿Quién habla?

– ¡Es la Raba! ¿la señora Nené no está por ahí?

– Sí ¿pero quién habla?

– ¡Es la Raba! la Rabadilla. ¿Habla la Nené?

– Soy yo, ¿cómo estás, Raba? Son las diez y media de la noche, me asustaste.

– He venido a Buenos Aires a trabajar ¿te acordás de mí?

– Cómo no me voy a acordar ¿estás con tu nene?

– No, se lo dejé a mi tía en Vallejos, porque ella ya no trabaja más de sirvienta, lava ropa para afuera como hacía yo y está todo el día en la casa de ella, y me lo tiene al nene.

– ¿Qué tiempo tiene ya tu nenito?

– Hace poco tiempo, una semana que no lo veo, pero no me voy a poder estar sin ver al negrito, señora Nené.

– No, yo te pregunto qué tiempo tiene, si ya cumplió un año.

– Ah, sí, cuando se cumpla un año que estoy acá yo voy a verlo…

– No me entendés ¿de dónde hablás?

– Estoy con el teléfono del bar de la esquina, y andan todos gritoneando.

– Tapáte una oreja con la mano, así vas a oír mejor, hacé la prueba.

– Sí, yo le hago caso, señora Nené.

– Raba, no me digas señora, sonsa.

– Pero usted ahora está casada.

– Escucháme, ¿qué tiempo tiene ya el nene?

– Anda para un año y tres meses.

– ¿Cómo era que se llamaba?

– Panchito, ¿le parece que hice mal de ponerle el nombre? Usted sabe porqué…

– Qué sé yo, Raba… ¿Y a él no lo volviste a ver?

– Se está haciendo la casa ahí mismo donde tiene el rancho, que se la hace él mismo, vos sabes Nené que el Pancho es muy trabajador, él lo que quiere antes de casarse o cualquier cosa es hacerse la casa, todo cinchando como los burros porque después que termina de suboficial se va al rancho a hacerse la casa.

– ¿Y cuando la tenga terminada él te prometió algo?

– No, nada, él no me quiere dirigir más la palabra porque dice que yo anduve contando por ahí que él era el padre de la criaturita. Porque yo le había jurado que no lo iba a decir a nadie hasta que él se quedara fijo en la Policía.

– ¿Y es cierto que vos anduviste contando?

– Ni yo ni mi tía contamos nada. ¿Y usted no espera familia?

– Parece que algo hay… pero contáme de Vallejos ¿no la viste a mi mamá?

– Sí, la vi por la calle, iba con su papá, que sigue flaco ¿qué tiene que anda caminando tan despacio?

– Está muy enfermo, Raba, parece que se nos va a ir. Tiene cáncer, pobrecito mi papá. ¿Estaba muy flaco, Raba?

– Sí, pobre señor, la piel y los huesos.

– ¿Adónde iban, no sabés?

– Irían al doctor… Y tu mamá me dio el teléfono tuyo.

– Ah, fue ella.

– Y me pidió que a ver si usted le contestaba si le iba a mandar la plata o no. Me dijo tu mamá que te compraste el juego de living y por eso no le querés mandar la plata.

– ¿Y a Celina no la viste? ¿con quién anda?

– No sé si anda con alguno, dicen que a la noche ella siempre sale a la puerta de la casa, y siempre alguno pasa y se queda conversando con ella.

– ¿Pero se sabe algo seguro?

– Todos dicen que es fácil la Celina, pero nadie le ha hecho un hijo. Si le hacen un hijo después la gente no la va a saludar como me hicieron a mí.

– ¿Y a Juan Carlos no lo viste?

– Sí, anda siempre vagueando por ahí. No trabaja en nada. Y dicen que ahora anda de nuevo con la viuda Di Cario. ¿Vos no sabías?

– ¿Quién te lo dijo?

– Y… lo andan diciendo todos. ¿No puedo ir a tu casa un día de visita?

– Raba, sí, tenés que venir un día a visitarme, pero no vengas sin llamarme antes.

– Sí, te voy a llamar, si es que no me van a echar porque me pasó eso.

– ¿Qué decís?

– Sí, que no me casé y ya tengo un hijo.

– No seas sonsa, Raba, me enojo si decís esas cosas. Lo que sí cuando vengas te voy a decir unas cuantas sobre ese sinvergüenza.

– ¿Quién, Juan Carlos? ¿o el doctor Aschero?

– No, el sinvergüenza que te encajó un hijo.

– ¿Usted cree que lo hizo de malo? ¿no será que él tiene miedo de que lo echen de la Policía si se casa con una como yo?

– Ya te voy a abrir los ojos, Raba. Vos llamáme la semana que viene y vamos a charlar. Hasta uno de estos días Raba, llámame.

– Sí, señora, yo la llamo.

– Chau, Raba.

– Muchas gracias, señora.

Sentada en la cama, Nené queda un momento en silencio esperando oír pasos de su esposo, detrás de la puerta cerrada. El silencio es casi total, el tranvía de la calle corre por sus rieles. Abre la puerta y lo llama. No hay respuesta. Va hasta la cocina y allí lo encuentra leyendo el diario. Le reprocha que no le haya contestado. Él a su vez se queja de que lo moleste siempre que lee el diario.

*

– Hola…

– Es la Raba.

– Sí, qué decís.

– ¿Quién habla? ¿ la Nené?

– Sí ¿cómo andás? ¿de dónde hablás?

– Del mismo teléfono del bar ¿y su marido?

– Bien. El otro día hablamos de tantas cosas y ni me dijiste dónde es que estás trabajando.

– En una fabrica, Nené. No me gusta, yo quiero volverme a Vallejos.

– ¿Dónde vivís?

– En una pieza, con una amiga de mi tía que fue la que me trajo para acá. Ella ya del año pasado que trabaja en la fábrica de jabón. ¿Usted no quiere ser patrona mía?

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