Juan Marsé - Si Te Dicen Que Cai

Здесь есть возможность читать онлайн «Juan Marsé - Si Te Dicen Que Cai» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Si Te Dicen Que Cai: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Si Te Dicen Que Cai»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

En palabras del autor, la novela no es tanto una revancha personal contra el franquismo, como una secreta y nostálgica despedida de su infancia. Lo cual no quita para que, en efecto, la sórdida vida cotidiana en un barrio ya desaparecido (Guinardó) vuelva a ser el marco de unas historias en las que se entremezclan la sátira y la violencia sexual con una indiscutible riqueza de sensaciones y fantasías. Muchas de ellas se cuentan mediante las `aventis`, un hallazgo que permite, a partir de historias inventadas por unos niños nacidos de la violencia y criados en la calle, ir tejiendo una realidad alucinante y, al mismo tiempo, extrañamente cotidiana.

Si Te Dicen Que Cai — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Si Te Dicen Que Cai», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

– Qué difícil pillarte, rediós.

– El contacto está en la Modelo -dice Bundó.

– Lo sé.

– Saldrá pronto, y seguramente Lage también. En cambio el viejo, si es que aún vive…

– ¿De quién hablas? -corta Sendra.

– De Artemi.

– No te preocupes por Artemi, no hablará. Le conozco. Vamos a lo práctico, no tengo mucho tiempo.

Expone Bundó rápidamente la situación: Lage y Viñas presos, la única base que tenían segura, un garaje en San Adrián, se perdió cuando trincaron a Artemi, pero hay otro coche además del mío, un viejo Wanderer. Armas pocas, munición menos y dinero ninguno. Empezamos con una escopeta de caza con los cañones cortados, que te diga Palau. Sendra mira fijamente sus manos. En fin, añade Bundó, aquí nos tienes, aquí nos quedamos Meneses, el carota de Palau y yo esperando que llegarais. Años esperando, años.

El plástico llegaría en el vientre de un buque, camuflado en sacos de café. ¿Quién sabe manipularlo bien? ¿Y qué hay de Ramón?

– Vive en Vallcarca con sus primas. Animado.

– No me lo imagino sin la sotana.

Aquellos faldones negros campaneando sobre sus pies. Abocados sobre el pretil del puente de Vallcarca, chavales desarrapados y tiñosos disparan con escopetas de balines sobre las ratas que arrastra la riada, ratas infladas y negras, grandes como conejos. Ramón sin sotana y sin breviario pasando presuroso junto a ellos, soltando humo de la pipa como un calamar a la defensiva su tinta, alto y taciturno, con boina y chaqueta de cuero. Mira, éste es un cura disfrazado, dice un chico a otro echándose la escopeta a la cara, si se quitara la boina verías la coronilla afeitada, mosén Ramón vestido de paisano, juraría que es él.

– ¿Y Palau? -dice Sendra.

– Demasiado suelto -dice Bundó-. Tendrás ocasión de comprobarlo. Algunos están cambiando, y no para bien. Que te cuente él mismo, que te hable de su gabán reversible, pregúntale qué hace, en qué se ha entretenido mientras os esperábamos…

– No estoy para adivinanzas, Arsenio. Ya hablaremos de eso.

No quería enterarse del cambio que empezaba a operarse en todos, o aún no alcanzaba a verlo entonces: venía con orejeras, como todos los exiliados. Y aunque más adelante había de prohibir las iniciativas personales, porque amenazaban la seguridad del grupo, nunca llegaría a comprender ese cambio, era un tipo demasiado político para comprenderlo. Luego preguntó por los demás. ¿Y Marcos? ¿Qué pasa con Marcos Javaloyes?

Tenía que notarlo, tenía que decirse me falta uno, preguntaría: ¿Qué pasa con el marinero, sigue en la ratonera? Y Bundó se lo contaría, ese mismo día u otro cualquiera: Pasa que es un caguetas, Sendra, se ha encerrado en su casa, eso es lo que pasa. Cuando supo que Artemi Nin no estaba con vosotros en Toulouse, sino preso aquí en la Modelo y con paliza diaria, a punto tal vez de cantar, va y se empareda otra vez, que me muera si miento, Sendra, él mismo levantó la pared, no sé de dónde sacaría los ladrillos y el cemento. Sale alguna noche a estirar las piernas por el barrio, dicen, a veces se ha ido hasta el puerto a pasear, está chiflado: durante meses no quiere saber nada de nosotros y de pronto una noche aparece pidiendo una metralleta. No sabe lo que quiere, creo que está enfermo, lleva el miedo en el alma, no podemos contar con él -mentira, no estoy enfermo, pero no me esperéis si hay que jugarse el pellejo, no es el miedo pero ya no valgo ni para tirar octavillas en una noche de perros, helando y sin luna, ni para eso valgo, Sendra, le diré. Palau es el único que sabe lo que me pasa, él me comprendió desde el primer día, en aquel balcón.

Abierto sobre la calle Salmerón, a pesar del frío. Las manos en los bolsillos y el gran puro en la boca, el carota mirando los soldados desfilando entre tranvías parados, bajando desde la plaza Lesseps con banderas y fusiles y la gente invadiendo la calzada para palmear sus hombros, mira, para estrechar sus manos, tirarles flores, mira cuántas camisas azules, cuántos cabrones que ya las tenían planchadas, aquel ventoso y condenado veintiséis de enero. Llorando como un niño pero fumándose un habano, así era Palau, y su chico abrazado a sus piernas y llorando de verle llorar. Tranquilo, nano, que esto no va a durar, foc nou i merda per els que quedin. Pasaban los vencedores y el viento castigaba las persianas rotas de las fachadas. Las banderas se descolgaban de las ventanas como vómitos de sangre. Y su lívida cara de caballo regada de lágrimas al volverse para mirarme desde aquel balcón colgado sobre los pendones y los vivas, los himnos y las canciones, y yo hundido en mi sillón al fondo del cuarto: el último, dijo Palau esgrimiendo el puro, no volveré a fumar puros, y tú hazme caso y vuelve a tu ratonera, pobre marinero, que éstos te buscarán con más ganas que los otros. No debían quedarme fuerzas para sonreír, pero creo que lo hice: qué va a ser tu último puro, hombre, eres demasiado carota, siempre te ha gustado vivir bien y eso, en cierto modo, te ha salvado de tanta intolerancia, tanta ignominia.

Allí, en aquel viejo piso de la calle Salmerón, junto al metro Fontana, establecerían provisionalmente la nueva base de operaciones, cuando ya su mujer y el niño se habían trasladado al barrio de La Salud y Palau dormía nadie sabía dónde. El edificio amenazaba ruina y se destinó al derribo, pero cuando la Central se decidió por fin a enviar el primer grupo, Palau aún tenía la llave del piso. Ahora, sin embargo, Sendra recelaba.

– Al salir tiraremos la llave a la cloaca y no se hable más -dijo-. Buscaremos un sitio más seguro.

Irán llegando de uno en uno, pasada ya la medianoche, sentándose alrededor de la mesa manchada por la luz del petromax, una lámpara de flecos rojos que proyecta en el empapelado de las paredes una lluvia de sangre. Se asegurarán de que no escape ni un resquicio de luz por las ventanas claveteadas. Alguno gastará la broma de siempre, como si lo viera: ¿Tenemos emparedados hoy?, y como siempre, la defensa vendrá del carota: Dejad al chico en paz, paveros, cuanto menos salga de su agujero mejor para todos.

Navarro nervioso:

– Bueno, qué, ¿te sientes con ánimo o no?

– Estoy preparado -dice Marcos pálido y ojeroso.

– ¿Seguro que estás bien?

– Que sí, coño. Basta enviarme un aviso. Manda a tu hija con la bici.

– Hum. No sabes lo que quieres, Marcos.

Sendra mirándome fijamente con ojos harapientos de boxeador sonado. Y repitió: Eso es lo que te pasa, que no sabes lo que quieres. También dijo: ¿Estás enfermo?

– Estoy bien.

– Siéntate.

– Sólo quiero ayudar…

– He dicho que te sientes. Y vosotros, mutis. Dadle tabaco.

Y abre el maletín sobre una silla, no ve sus miradas llenas de curiosidad pinchando mis nervios, no ve que se ríen por lo bajo, que se burlan de la barba y del tatuaje. Pretenden asustarme con bromas pesadas: clavándome el dedo-pistola en la espalda por sorpresa, o picando de manos junto al oído, estás siempre en babia, distraído, no tienes reflejos, qué harás con una metralleta si tus ojos ya no resisten el sol, tanto tiempo encerrado… Palau sacude sus hombros acomodando el gabán Príncipe de Gales echado sobre la espalda. Enciende un rubio y tira el paquete sobre la mesa: Callaros y fumad, paveros. Navarro transpirando aquella violencia muscular humillada y sus nudosas manos de mecánico tornero recogen, uno tras otro, los carnets de AFARE que le tienden.

– Sólo si hay que pasar la frontera -dice-. Entretanto estarán mejor bajo tierra.

– El mío no -dice Palau.

– ¿Lo ves cómo no hay manera de organizar nada? -se lamenta Navarro.

– ¿Desde cuándo sois tan organizados los faieros? -ríe Palau.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Si Te Dicen Que Cai»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Si Te Dicen Que Cai» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Si Te Dicen Que Cai»

Обсуждение, отзывы о книге «Si Te Dicen Que Cai» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x