Marcela Serrano - Para Que No Me Olvides
Здесь есть возможность читать онлайн «Marcela Serrano - Para Que No Me Olvides» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.
- Название:Para Que No Me Olvides
- Автор:
- Жанр:
- Год:неизвестен
- ISBN:нет данных
- Рейтинг книги:3 / 5. Голосов: 1
-
Избранное:Добавить в избранное
- Отзывы:
-
Ваша оценка:
- 60
- 1
- 2
- 3
- 4
- 5
Para Que No Me Olvides: краткое содержание, описание и аннотация
Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Para Que No Me Olvides»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.
Para Que No Me Olvides — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком
Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Para Que No Me Olvides», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.
Интервал:
Закладка:
Quizás debí ser más modesta. Debí haber tratado. Cuánta arrogancia subyace bajo este inconmensurable silencio.
Quizás aún no es tarde. No, ya lo sé. Es tarde. Yo tracé esta línea. Mal o bien, de mediar más humildad, estaría hoy comunicándome con el mundo, tratando de ser parte de él, aunque fuese una parte relegada y herida.
Dios, ¿quién le enseñará a Trinidad las próximas palabras?
Estoy asustada. No se qué esperar.
* * *
Tomouna palabra, la que pronuncié poco cuando aún formaba palabras, la tomo y no se deja soltar, insiste, vuelve, no me deja ni a sol ni a sombra, quiere estrangularme esta palabra. Su nombre es ausencia.
Yo vivo en mi propia ausencia, ausencia sólo mía, nadie tiene cabida en ella. No la lloro como Blanca ni como mujer ni como hembra. Simplemente la lloro.
Ya no estoy en el mundo, vivo en un espacio invisible, vivir sin lenguaje es no vivir.
Dan vueltas en mi mente las últimas ideas. Precarias, fragmentadas, coaguladas. Quisiera asirme de ellas, son las últimas. Lo sé. No puedo ni plasmarlas. Y si pudiera, ¿para qué?
Fuera del alcance del otro, de todo otro, de los otros, intento mirarme y me escurro de mí misma. Claro, comprendo que ya no estoy, que me voy yendo lentamente, no sé hacia dónde ni hacia qué. He ido a reunirme con algo lejano, nadie me sigue. Así como la ausencia me define a mí, la distancia define todo mi acontecer.
Pájaro convaleciente, pájaro final.
Me ha dado por ayunar. La falta de alimento me aliviana. Es tal el hambre que deja de serlo y entonces me siento levitar y olvido. El hambre excesiva como una droga, estoy en una altura donde nadie me alcanza, la debilidad de mi cuerpo alivia la de mi mente. Morirse de hambre, como si ya tuviese el recuerdo de lo que aún no sucede.
Miro pasar un cortejo por el camino. Avanza de lejos por el camino, surge el polvo a pesar de la lluvia acumulada, pobre y polvoriento el cortejo y me pregunto por el mío. Aquella vez que vi a Sofía en el lanzamiento de su libro hablando desde el estrado, intuí que la única vez que yo estaría en un sitio de honor sería en mi propio funeral. Un lugar central. (Podría haberlo sido el día que me casé, pero entre Juan Luis y mamá me lo robaron.) Recuerdo cuando vi morir a mi abuela. Era ya muy anciana. Miraba su ataúd y pensaba que no quería que la muerte se marchase tan pronto. (Cuántos deseos tenía ella aún. Su problema era encontrar la fuerza para emprenderlos, y ya no tenía esa fuerza. Agradezco que ella no me vea. Peor que una anciana yo, ni siquiera me quedaron los deseos.) Me consoló el entierro de mi abuela, me dio permiso para cerrar una etapa, para tener visiblemente pena. Al menos que nos dejen eso los muertos. Lo que no le dejaron a Victoria. Miro cómo avanza por el camino este funeral de campo, con angelitos y lloronas y por primera vez comprendo esa parte de Victoria, me duelo por alguien que no sea yo. Me duelo por Victoria. ¡Si hubiese habido evidencia de muerte, Blanca! ¡Si hubiese habido ritos funerarios! Estos ritos habrían mitigado la separación. Papá podría haber ocupado social y públicamente el lugar central, equivalente al que ocupaba en mi corazón. Quisiera haberme enlutado, pero ni a ello tuve derecho. Ni siquiera a decirme a mí misma que efectivamente estaba muerto, hasta eso me producía culpa. Era como matarlo con mi propia mano.
El lugar central.
Vuelvo a mi propio entierro. E imagino a la rubia Trinidad sola con el ataúd, todo el peso de la caja -cajas también las cunas- sobre sus espaldas. La mirarán, la observarán.
O, it's only Dedalus, whose mother is beastly dead.
* * *
Comosi desde el campesino funeral mi mente la hubiese llamado, veo venir a Victoria a pie por el caminó entre los árboles y el barro. Me sorprendo. Para llegar ha debido tomar esa micro vieja que atraviesa los cerros con lentitud.
Su cara es solemne. Quiere hablarme. Ella misma le pide a Honoria que se lleve a Trinidad de paseo. Nos sentamos al lado del fuego.
Entonces, Blanca…, prometí algún día contártelo, ¿recuerdas? He venido a eso. He tomado una micro para llegar a tu campo y verte a solas. Te traje esto. ¿Ves bien este paquete? Ya te explicaré cómo se usa. Recuerdo una vez que le pusiste una inyección a Bernardo, cuando tenía una feroz amigdalitis. Si, te acuerdas, ¿cierto? Y reparé en esas manos maestras. Por eso he elegido este sistema.
No entiendes mucho, ¿verdad? Pues, a mí me hicieron alguna vez una promesa. Y hoy siento que debo cumplirla contigo.
Te contaré. Fue cuando estuve en prisión.
Varias veces me tiraron vendada a un calabozo, una pieza asquerosa, sin luz, húmeda y pequeñísima, según comprobé la primera vez que pude verla. Era el calabozo de un hombre que habían detenido antes que a mí. Allí lo conocí. ¿Por qué lo hacían los agentes? No lo sé.
Esto nunca se lo he contado a nadie, Blanca. La primera vez que me tiraron a ese sucucho, yo era un desecho humano. Habían estado interrogándome sobre mis pasos en la búsqueda de mi padre -fue por eso que me tomaron- y querían la información de las redes del partido y de los que ayudaban en estas búsquedas. Yo hablé, como hablaron casi todos. Luego de hablar, para hacer más sólida la culpa y el odio hacia mí misma, me violaron. No sé cuántas veces ni cuántos hombres… me hicieron mucho daño. Terminada la sesión, me tiraron desnuda a una celda.
Me di cuenta de una presencia viva por su respiración. Yo estaba vendada. Al comienzo ninguno habló. Después sentí que se me acercaba por el suelo, como reptando. Parece que me miró.
– ¡Dios mío! ¿Qué te han hecho? -fueron sus palabras casi sin voz.
Yo no podía ni responder, tirada en el suelo mojado entre la sangre, el semen y la mierda. Él se tiró a mi lado.
– Estoy amarrado -me dijo-. Tengo las manos y los pies atados, no puedo sacarte la venda.
No respondí, casi inconsciente. Me esperanzaba sentir una voz amiga como si me tendiera un nexo con la vida, pero tampoco estaba segura que fuese amiga esa voz. Podía ser otro torturador que me ablandaba, por tanto no traté de comunicarme con él y seguí en mi media inconciencia. Mi única certeza de estar viva eran mis enormes ganas de estar muerta. De repente sentí que algo limpiaba mi cara, algo húmedo rozaba mis heridas en los pómulos, en la mandíbula, en la boca. Era un bálsamo que me curaba. Era su lengua.
Lo único de que disponía, atado entero, para darme alivio.
Bajo mi venda, creí que Dios había vuelto a esta tierra abandonada cuando hizo lo mismo con mi sexo, sucio y herido.
Su caridad para entregarse a mi degradación, para intentar sacarme de ella, restauró no sólo mi cuerpo sino mi valor y mi energía. Pensé, si hay un ser humano como éste en el mundo, es que vale la pena vivir en él. Nada, Blanca, nada bueno de todo lo ocurrido en mi vida lo he agradecido como eso.
La segunda vez que me tiraron a su celda, él no estaba atado y pudo sacarme la venda. Entonces vi por primera vez a este hombre que había estado más cerca de mí que nadie en toda mi existencia. Lo miré, abismada ante su belleza, y me largué a llorar. Él me abrazó, ahuecó mi cabeza en su pecho y nos dormimos, sin decirnos una sola palabra.
No me volvieron a torturar, pero eso yo no tenía cómo saberlo. Y un día que estábamos en la celda le pedí que si se volvía a repetir, me ayudara a morir. Le dije que era a la única persona a quién le creería si accedía a pactar esta promesa.
Accedió.
Y la última vez que nos juntaron en ese calabozo, aterrada del presente y del futuro, le pregunté si podía extender su promesa a la vida de afuera, si sobrevivíamos y nos encontráramos. Es difícil entenderlo ahora, Blanca, pero en esas circunstancias era vital para mí, el poder acudir a alguien en este mundo con tanto amor y coraje como para hacer lo que uno es incapaz, porque no tiene ni posibilidades ni valor.
Читать дальшеИнтервал:
Закладка:
Похожие книги на «Para Que No Me Olvides»
Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Para Que No Me Olvides» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.
Обсуждение, отзывы о книге «Para Que No Me Olvides» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.