Kazuo Ishiguro - Los inconsolables

Здесь есть возможность читать онлайн «Kazuo Ishiguro - Los inconsolables» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Los inconsolables: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Los inconsolables»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Ryder, un famoso pianista, llega a una ciudad de provincias en algún lugar de Europa central. Sus habitantes adoran la música y creen haber descubierto que quienes antes satisfacían esta pasión eran impostores. Ryder es recibido como el salvador y en un concierto apoteósico, para el que todos se están preparando, deberá reconducirlos por el camino del arte y la verdad. Pero el pianista descubrirá muy pronto que de un salvador siempre se espera mucho más de lo que puede dar y que los habitantes de aquella ciudad esconden oscuras culpas, antiguas heridas jamás cerradas, y también demandas insaciables. "Los inconsolables" es una obra inclasificable, enigmática, de un discurrir fascinante, colmada de pequeñas narraciones que se adentran en el laberinto de la narración principal, en una escritura onírica y naturalista a un tiempo, y cuentan una historia de guerras del pasado, exilios y crueldades, relaciones imposibles entre padres e hijos, maridos y mujeres, ciudades y artistas. Una obra que ha hecho evocar "El hombre sin atributos" de Musil.

Los inconsolables — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Los inconsolables», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Una voz atiplada, procedente de algún asiento próximo, observó:

– Tal vez vaya a por Brodsky. El comentario provocó una carcajada general. -Pues es perfectamente posible -siguió diciendo la voz en un cómico tono de ofendida protesta-. De acuerdo…, él es un vejestorio, pero Rosa ya tiene sus años. ¿Y quién más hay aquí de su categoría? -Las risas se alzaron de nuevo, incitando a la voz a seguir hablando-. De hecho, elegir a Brodsky es lo mejor que puede hacer. Yo le recomendaría esa solución. Si optara por cualquier otra, la antipatía que la ciudad siente ahora por Christoff seguiría pesando sobre ella. Pero si se convirtiera en la amante, o incluso en la esposa de Brodsky… ¡Ah!, sería con mucho el mejor modo de hacer olvidar su relación con Christoff. Ello le supondría poder seguir manteniendo su… actual posición.

Al llegar a este punto, las risas se habían generalizado a nuestro alrededor, con espectadores de hasta tres filas más allá volviéndose para mostrar su regocijo. A mi lado, Pedersen se aclaró la garganta:

– Por favor, caballeros -dijo-. Estoy decepcionado. ¿Qué pensará de todo esto el señor Ryder? Están refiriéndose al señor Brodsky, al señor Brodsky, sí, como si siguiera siendo el mismo de antes. Y se están poniendo ustedes en evidencia. Porque el señor Brodsky ya no es alguien risible. Sea cual fuere la intención de lo que dice el señor Schmidt acerca de la señora Christoff, el señor Brodsky no es en absoluto una opción ridícula…

– Es bueno que haya venido usted a visitarnos, señor Ryder -le cortó Theo-. Pero ya es demasiado tarde. Las cosas han llegado a un punto en que… En fin, que ya no hay remedio…

– Eso son sandeces, Theo -le censuró Pedersen-. Nuestra coyuntura es crucial; nos encontramos ante un momento decisivo. El señor Ryder ha venido a decírnoslo. ¿No es así, señor Ryder?

– Sí…

– Es demasiado tarde. Hemos perdido la oportunidad. ¿Por qué no nos resignamos a ser una ciudad entre tantas, una ciudad fría y solitaria? Otras lo han hecho. Al menos, navegaríamos a favor de la corriente. El alma de esta ciudad, señor Ryder, no es que esté enferma: está muerta. Ya es demasiado tarde. Hace diez años, tal vez… Quizá existiera alguna posibilidad. Pero ahora ya no. Usted, señor Pedersen. -El borracho señaló con el dedo trémulo a mi compañero de asiento-. Usted, señor… Fueron usted y el señor Thomas. Y el señor Stika. Todos ustedes, caballeros. Todos prevaricaron…

– No empecemos de nuevo, Theo -intervino el hombre de las pecas-. Tiene razón el señor Pedersen. No es momento de resignarnos. Hemos recuperado a Brodsky, al señor Brodsky… Y, por lo que sabemos, él podría llegar a ser…

– ¡Brodsky, Brodsky…! Ya es demasiado tarde. Estamos acabados. Contentémonos con ser una fría ciudad moderna, y punto.

Noté sobre mi brazo la mano de Pedersen.

– Señor Ryder…, ¡lo siento muchísimo!

– ¡Usted prevaricó, señor! ¡Diecisiete años! Diecisiete años permitiéndole a Christoff hacer y deshacer a su antojo. ¿Y qué es lo que nos ofrece ahora? ¡A Brodsky! Sí, señor Ryder, ¡es demasiado tarde!

– Lamento en el alma que haya tenido usted que escuchar todo esto -me dijo Pedersen. Y alguien añadió a nuestra espalda:

– Estás borracho y deprimido, Theo. Eso es todo. Mañana por la mañana tendrás que ir a ver al señor Ryder para rogarle que te disculpe.

– Bueno… -dije-, me interesa conocer las dos corrientes contrapuestas de opinión…

– ¡Pero es que ésta no es una corriente de opinión! -protestó Pedersen-. Se lo aseguro, señor Ryder. Los sentimientos de Theo no son en absoluto representativos del sentir de la gente. En todas partes…, en las calles, en los tranvías…, yo percibo otra cosa, un enorme sentimiento de optimismo.

Sus palabras provocaron un murmullo generalizado de asentimiento.

– No se lo crea, señor Ryder -dijo Theo, agarrándose a la manga de mi chaqueta-. Está usted aquí en una misión imposible. Hagamos, si quiere, una rápida encuesta aquí mismo, en el cine… Preguntémosles a unos cuantos espectadores…

– Me voy a casa, señor Ryder -terció Pedersen-. Voy a acostarme. Es una maravillosa película, pero ya la he visto varias veces. Y usted mismo, señor…, debe de estar muy fatigado.

– Sí, la verdad, estoy muy cansado. Puedo acompañarle, si me lo permite. -Me volví hacia los demás-: Excúsenme, señores, pero me parece que ya es hora de que vuelva a mi hotel.

– Pero, señor Ryder… -dijo el individuo pecoso con un tono de preocupación-, no se vaya aún. Debería quedarse hasta que el astronauta desmantele el HAL, al menos…

– Tal vez quiera ocupar mi puesto en la partida, señor Ryder -dijo una voz desde la misma fila, a unas butacas de distancia-. Ya he jugado bastante por esta noche. Aparte de que me cuesta mucho ver las cartas en esta penumbra. Mi vista ya no es lo que era.

– Es usted muy amable, pero de verdad que tengo que irme.

Iba a estrechar las manos de todos y darles las buenas noches, pero Pedersen se había puesto ya de pie y empezaba a abrirse camino hacia el pasillo. Me apresuré a seguirle, y dirigí al grupo unos cuantos ademanes de despedida.

Pedersen -observé- parecía muy trastornado por lo sucedido, y cuando llegamos al pasillo continuó caminando en silencio con la cabeza baja. Al salir de la sala, eché una última mirada a la pantalla y vi a Clint Eastwood preparándose para desconectar el HAL, mirando atentamente su enorme destornillador.

En el exterior, la noche -con su mortal quietud y su fría y espesa niebla- supuso un contraste tan marcado con el tibio bullicio de la sala que los dos nos quedamos parados en la acera, como tratando de recuperarnos de la impresión del brusco cambio.

– No sé qué decirle, señor Ryder -comenzó Pedersen-. Theo es una bellísima persona, pero algunas veces, tras una cena copiosa… -Sacudió la cabeza en ademán de desaliento.

– No se preocupe. Las personas que trabajan mucho necesitan desfogarse. He disfrutado mucho de la velada.

– Me siento avergonzadísimo…

– ¡Por favor…! Olvidémoslo. De verdad que lo he pasado muy bien.

Habíamos empezado a caminar, y nuestras pisadas resonaban en la calle desierta. Durante un rato, Pedersen mantuvo un preocupado silencio. Y luego dijo:

– Debe usted creerme, señor… Nunca hemos subestimado la dificultad que entraña imbuir esa idea en nuestra comunidad. Esa idea respecto al señor Brodsky, quiero decir. Pero le aseguro que hemos procedido con tremenda prudencia y paso a paso.

– Estoy seguro de que ha sido así.

– Al principio fuimos muy estrictos hasta en a quién le íbamos a mencionar el asunto. Juzgábamos vital que sólo quienes era probable que se mostraran a favor conocieran el proyecto en sus primeros pasos. Luego, a través de esas personas, nos permitimos propagar la idea, para que fuera calando lentamente en el público en general. Así nos asegurábamos de que el plan sería presentado bajo su prisma más positivo. Y, al mismo tiempo, adoptamos otras medidas. Ofrecimos, por ejemplo, una serie de banquetes en honor del señor Brodsky, a los que invitamos a personas de la alta sociedad cuidadosamente elegidas. Fueron primero cenas reducidas, sin ningún tipo de publicidad; pero luego, gradualmente, hemos podido ampliar más y más el abanico, y hemos ido consiguiendo apoyos cada vez más amplios. Asimismo, y con ocasión de cualquier acontecimiento público importante, nos asegurábamos de que el señor Brodsky fuera visto entre las personalidades. Cuando vino el Ballet de Pekín, por ejemplo, hicimos que se sentara en el mismo palco que el señor y la señora Weiss. Y a nivel personal, como es lógico, todos hemos puesto especial empeño en referirnos siempre a él en el tono más respetuoso. Llevamos dos años de esfuerzo en esta tarea y nos sentimos más que satisfechos de lo conseguido. La imagen que se tenía de él ha cambiado sustancialmente. Tanto que nos pareció llegada la hora de dar este importantísimo paso. De ahí que lo de esta noche haya sido para mí un jarro de agua fría. Esos caballeros son los primeros que deberían dar ejemplo. Si ellos caen en semejante actitud cada vez que se desmandan un poco, ¿qué cabe esperar del común de los mortales? -Dejó en suspenso el interrogante y volvió a sacudir la cabeza-. Estoy decepcionado. Por mí mismo y en atención a usted, señor Ryder.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Los inconsolables»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Los inconsolables» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Los inconsolables»

Обсуждение, отзывы о книге «Los inconsolables» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x