Justo Navarro - Finalmusik

Здесь есть возможность читать онлайн «Justo Navarro - Finalmusik» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Finalmusik: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Finalmusik»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Seguimos al narrador de esta espléndida novela durante su última semana en Italia antes de regresar a su Granada natal y reencontrarse con su padre. Se despide de algunos de los personajes que han configurado su experiencia italiana: la limpiadora Francesca, con quien el último mes ha mantenido una aventura; el marido de ésta, Fulvio, ex boxeador; monseñor Wolff-Wapowski, polaco-alemán, encargado de la casa papalina en la que el narrador se aloja; Stefania Rossi-Quarantotti, profesora boloñesa de semiótica y antigua maestra y amiga, traumatizada por la relación que mantiene su marido con una chiquilla romana; el marido de la profesora, Franco Mazotti, prestigioso e íntegro economista de un gobierno corrupto, temeroso de que salga a la luz esa relación; o Carlo Trenti, el exitoso escritor de la novela cuya traducción el narrador está a punto de terminar a la vez que su estancia en Roma. De momento el narrador deberá regresar a Granada y cortar por fin el cordón umbilical que le une a su padre viudo. La consagración definitiva de uno de los escritores españoles más imprescindibles.

Finalmusik — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Finalmusik», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

El tren se alejaba rápidamente del lugar del crimen, siempre hacia adelante, Vorwärts!, a toda velocidad. Si el Cuerpo Expedicionario no se apresuraba, los alemanes habrían tomado Moscú antes de que el primer soldado italiano avistara los confines de Rusia. Adelante, Vorwärts, era la consigna, mientras Albanese intentaba caminar hacia atrás y oía un ruido de cosas que se le escapaban, todo lo que era incapaz de ver, lo que acechaba muy cerca aguantando la risa, como cuando con los ojos vendados buscaba a su hermana en un patio de Ascoli. Y entonces recordó a su amigo de Roma, los campamentos en Parioli, los desfiles emocionantes. El amigo, no exactamente un amigo, había sido un pésimo caballista y quizá lo seguiría siendo. A este amigo le había confiado Albanese, una vez, dinero para que le sacara unos billetes de tren y el amigo jamás se presentó con los billetes. Se perdió. Y, cuando volvieron a verse dos años más tarde, el amigo seguía resplandeciente y muy feliz, como si no tuviera una cuenta que resolver conmigo, quiero decir, con Albanese, dijo Trenti. Ahora, en el tren a Rusia, Albanese iba sintiendo una inmensa soledad, y pensaba en lo solo que había estado el muerto. Nadie en el tren admitía conocerlo antes de la expedición a Rusia. Mandó distribuir la foto del muerto, entornados los ojos sin vida, fotografiado por los profesionales que darían testimonio de las heroicidades italianas en la campaña rusa, e inmediatamente la orden fue suspendida. No circularía la foto de un cadáver por el convoy que se dirigía a la victoria sobre la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. Albanese recibió la orden terminante de abandonar toda investigación. En caso de persistir en su manía indagatoria sería arrestado, repatriado a Italia y sometido a un consejo de guerra por insubordinación.

Pidió permiso para cerrar telegráficamente las conexiones con Turín, Ferrara y Roma, y le fue concedido, pero, en lugar de cerrarlo todo, Albanese abrió una nueva vía con el ingeniero Barile, su antiguo amigo del mundo de los desfiles fascistas y los caballos de las cuadras fascistas, el hombre que desapareció con el dinero de unos billetes de tren a Viena. Labranca quizá existiera en algún archivo del Ministerio del Interior, en el registro de alguna rama del espionaje mussoliniano, en la agenda personal de algún miembro del servicio voluntario. El Ministerio contaba con informadores voluntarios en todas las organizaciones políticas, sindicales, espirituales y deportivas, oficiales y clandestinas. Habían conseguido transformar Italia en una organización de espionaje, situación utilísima en estado de guerra general o civil, y Barile demostró ser un auténtico ingeniero del espionaje, especialista en la conversación amistosa enfocada a extraer información aprovechable policialmente. Era un hombre de complexión delgada y estatura media, pero cargante, como si no cupiera en sí mismo y practicara una política personal imperial expansiva, de apariencia tímida, pero inestable, hombre que cambia de forma y se dilata, muy satisfecho de sí mismo. Te he visto en el memorándum de la declaración de un médico de via Ludovisi, seguramente habrás pasado por su consulta, decía el ingeniero Barile. Y, en efecto, no habías pasado por su consulta, pero conocías a uno que te había recomendado al médico de via Ludovisi, al que no habías llegado a ir, y te enredabas en una madeja de preguntas y respuestas absurdas. ¿Quién te había recomendado al médico? ¿De qué conocías al que conocía al médico? ¿Trabajaba contigo? ¿Con quién trabajaba? Entonces un compañero de la Academia de Artillería y Caballería os veía a Barile y a ti en un café de via del Corso, calle de funcionarios. Habías sido visto hablando con el ingeniero, que hablaba con muchos y de pronto te pedía que mantuvieras en estricto secreto la reunión en el café. ¿Acababas de prestar un servicio de informador? ¿Qué le habías dicho a Barile? ¿Qué peso específico podía tener para el ingeniero Barile lo que tú habías dicho del médico o del conocido que te lo había recomendado? Barile propone entonces una nueva cita. A la tercera cita recibirás un nombre en clave como servidor voluntario de la Opera Vigilanza Repressione Antifascismo, la OVRA, policía política.

Albanese no acudió a la segunda cita con Barile. No existió tercera cita. No hubo nombre en clave. Y ahora telegrafiaba al ingeniero preguntando por Ettore Labranca, que decía ser de Turín y tenía documentación falsa que le había permitido ser soldado desde el 2 de marzo de 1940, documentación absolutamente auténtica, aparentemente no falsificada y expedida en Turín. A Labranca también se le conocían contactos en Ferrara. Albanese recordaba la teoría del ingeniero Barile: para tomar contacto con cierta persona lejana y desconocida, y pidiéndole a un amigo próximo que te ponga en contacto con alguien que pudiera conocerla, generalmente se necesita un máximo de doce contactos para llegar a la persona lejana y desconocida. Puesto que el ingeniero Barile conocía a todo el mundo, o a la mitad del mundo que vigilaba a la otra mitad, no le sería difícil establecer contacto con un individuo que ni siquiera existía, usaba nombre falso y estaba muerto.

Las oficinas de la OVRA y las brigadas políticas de las jefaturas de policía buscaban desde Roma a Labranca, provisionalmente enterrado en Salzburgo, mientras en Viena, en la estación de Viena-Huttelford, el general Zingales, jefe del Corpo di Spedizione Italiano in Russia, ardía de fiebre. Había salido de Italia recién operado de una hernia, molesto, afiebrado, tembloroso, eufórico inexplicablemente, alucinatorio por fin. Vio unas luces sobre Salzburgo, no exactamente sobre Salzburgo, sino en la atmósfera densa de su vagón especial, a unos noventa centímetros de la cama. Sufría una infección generalizada, tenía dificultad para respirar y, al entrar en Viena, tiritaba con 40 grados de fiebre. Era imprescindible el traslado inmediato a una clínica, y el personal de la embajada en Viena se agitaba en un andén secundario, todo dispuesto para la aparición de los camilleros y los médicos alemanes que urgentemente atenderían a Zingales. Dos bandas de música precedían en el andén principal el avituallamiento de bebidas y souvenirs de guerra para la tropa. En la cantina de la estación el capitán Albanese bebía un vaso de agua de seltz con hielo, cuando un sargento le anunció que esperaba verlo una mujer que se decía familia del capitán. Albanese bebía solo. Había caído en el descrédito en nueve días de viaje entre el Brennero y Viena, y, en la cantina, en el movimiento confuso y continuo de oficiales, suboficiales y asistentes de los oficiales, la visita de la mujer espectacular fue vista como un nuevo signo de capricho, relajación y disparate en la conducta del capitán Albanese.

Era una señora de unos treinta años, extraordinaria, que contribuyó al aumento automático del desprecio hacia Albanese, un desquiciado que lanzaba preguntas inconvenientes o absurdas, farsante, usurpador que ocupa posiciones que no le corresponden. Albanese se asomó a la puerta de la cantina y pensó en su mujer, asombrosamente en Viena, como si al final hubieran hecho juntos el viaje suspendido por la desaparición de unos billetes de tren, hacía tres años. Esperaba Albanese noticias de su amigo Barile, que se había perdido con el dinero de los billetes, o con los billetes, y se presentaba sorprendentemente su mujer en Viena, aunque Barile no fuera realmente su amigo. La mujer, alta y elevada por zapatos de tacón, de cabeza alta y alto cuello, llevaba desnudos los brazos, en un vestido lila, floral. Eran unos brazos finos, fuertes, de músculos y huesos espléndidos, como el cutis y la cabellera, y el detalle de que los zapatos hubieran sido forrados con el mismo tejido lila del vestido producía un efecto de ensoñación. Avanzaba por el andén, y Albanese se dijo que no era así como recordaba a su mujer. Había perdido la memoria de las cosas en nueve días, buscando una memoria que no era la suya, tratando de recordar lo que había pasado a través de los años hasta el momento en que alguien clavó el punzón en Ettore Labranca. La mujer lo miraba con los ojos muy abiertos, sonriente, y los labios cerrados, y extendió los brazos y lo abrazó y, como una hermana o una prima, lo besó, dos veces, y lo miró, y cuando miraba de cerca entrecerraba un poco los ojos como para ver mejor desde lejos, y se cogió de su brazo y se lo llevó, volviéndose hacia él para seguir mirándolo como una hermana amorosa, y a lo mejor era su hermana gemela, que había muerto en Ascoli cuando tenían trece años.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Finalmusik»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Finalmusik» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


libcat.ru: книга без обложки
Jessica Hart
Justo Navarro - F.
Justo Navarro
Justo Navarro - Hermana muerte
Justo Navarro
Mariano Navarro - Juan Genovés
Mariano Navarro
Justo Félix Olivari Tenreiro - Astrología genealógica
Justo Félix Olivari Tenreiro
Justo Gonzalez - Jesucristo es el Señor
Justo Gonzalez
Отзывы о книге «Finalmusik»

Обсуждение, отзывы о книге «Finalmusik» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x