Sinopsis
Los capítulos que forman parte de este libro son el resultado de una serie de conferencias dictadas en la Cátedra John Ritchie por el doctor Justo L. González, a invitación del Instituto Bíblico de Lima. Se ocupa por tanto de ofrecer al lector reflexiones teológicas sobre la relación entre la fe y la cultura que ha sido siempre una de las cuestiones fundamentales de toda teoría y práctica misiológicas. Como dice el autor, cada vez que el mensaje del evangelio atraviesa una frontera, cada vez que echa raíces en una nueva población, cada vez que se predica en un nuevo idioma, la cuestión de la fe y la cultura vuelve a plantearse.
El desafío de la misión cristiana consiste, según el doctor González, en entender correcta y teológicamente que es eso de la cultura, qué lugar tiene en el plan de Dios, cómo funciona y cuál es la relación de la iglesia con la cultura, porque sólo de ese modo podremos entendernos a nosotros mismos y también nuestra misión. Los siete capítulos del libro abordan magistralmente temas fundamentales: la relación entre fe y cultura, cultura y creación, cultura y pecado, cultura y diversidad, cultura y evangelio, cultura y misión, y cultura y culto. Se trata, pues, de un libro muy útil y necesario para la vida y misión de la iglesia en América Latina.
Culto, cultura y cultivo
Apuntes teológicos en torno a las culturas
© 2008 Justo L. González
© 2008 Centro de Investigaciones y Publicaciones (cenip) – Ediciones Puma
Primera edición digital, agosto 2020
ISBN N° 978-612-4252-53-2
Categoría: Vida de la iglesia - Iglesia y ministerio
Primera edición impresa, setiembre 2008
ISBN N° 978-9972-701-49-8
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Salvo cuando se indique expresamente otra versión, las citas bíblicas corresponden a la Nueva Versión Internacional (nvi)
Prólogo
Prologar un libro es, en cierto modo, presentar a su autor. Si esto es así, entonces un prólogo a este libro resulta innecesario, ya que el doctor González es ampliamente conocido en el mundo académico y eclesiástico. Sus obras en torno a la historia de la iglesia cristiana hablan por sí mismas.
Considero, sin embargo, un privilegio el haber sido invitado a prologar el presente libro, ya que mi relación con el doctor González se remonta a muchos años atrás, aun cuando ésta ha sido un tanto intermitente. Es mucho el tiempo transcurrido desde nuestro primer encuentro, y varias las ocasiones en que nuestros respectivos senderos han coincidido; de modo que agradezco y aprovecho la oportunidad que se me brinda de aventurar algunos comentarios al presente volumen, ya que esto me permite agregar un breve recuento de nuestra relación.
Conocí al doctor Justo L. González, “Justito” para los amigos, en la primavera de 1968, en la ciudad de New Haven. Las Sociedades Bíblicas Unidas habían iniciado la traducción del Antiguo Testamento en versión popular, y el doctor Eugene Nida me había pedido entrevistarme con Justito, que en aquellos días estaba terminando sus estudios de doctorado en la Universidad de Yale. Aún recuerdo su rostro, siempre afable, a la tenue luz de una lámpara de mesa atiborrada de libros. Algunos días antes tuve el privilegio de conocer en Nueva York a su hermano Jorge, destacado erudito y profesor de Antiguo Testamento en Berry College, Atlanta. Los dos hermanos González habrían de contribuir a la versión popular con los primeros borradores de Jueces y los Profetas Menores. Ése fue nuestro primer contacto.
Años después nos reencontramos en la Comunidad Teológica de México con motivo de la inauguración de su biblioteca, donde el orador invitado fue el doctor González. En esa ocasión fue la primera vez que escuché un discurso suyo, pues en los años que colaboramos en la traducción de la Biblia sólo intercambiábamos correspondencia o conversábamos en la mesa de trabajo durante nuestras reuniones de comité. Debí sospecharlo, pero confieso que quedé impresionado con su detallado recorrido histórico de las bibliotecas, comenzando por la proverbial biblioteca de Alejandría y concluyendo con la que ese día se inauguraba.
Los últimos años del siglo pasado nos volvimos a encontrar, cuando el doctor González me invitó a participar en un ambicioso proyecto, pues me invitó a comentar el libro de Proverbios para la serie del Comentario Bíblico Hispanoamericano. Esto nos permitió volver a intercambiar correspondencia, al tiempo que pude aprovechar sus atinados consejos.
Ahora, gracias a la publicación de este libro, nuestros senderos vuelven a cruzarse. Conociendo como conozco al doctor González, y sabiendo como sé de sus vastos conocimientos, acepté prologar su libro no sólo por razones de amistad sino también porque el tema me es afín y apasionante. Debo decir que hablamos “dialectos” diferentes, pero ciertamente tenemos una preocupación común: la relación entre la cultura y la fe cristiana. El cristianismo ya hizo bastante teología. Es oportuno y pertinente, a la vez que reconfortante, ver que cristianos de la talla del doctor González proponen dialogar con la antropología. Entremos, pues, en materia.
Los siete capítulos que integran esta obra fueron presentados en una serie de conferencias dictadas por el doctor González en el Instituto Bíblico de Lima, y dan expresión a su temprana preocupación personal, que aún le acompaña, en cuanto a “la relación entre cristianismo y cultura”, vista desde la perspectiva de su propia experiencia como cristiano evangélico en la Cuba de los años 1940–1950. Dice el autor, como también podrían decirlo no pocos cristianos evangélicos, que allá «[...] se daba a entender que nuestra cultura era por definición católica romana», mientras que el protestantismo era visto como instrumento del imperialismo yanqui.
En la búsqueda por su identidad como protestante latinoamericano, el autor no recata su temprana admiración por el libro de Fréderic Hoffet, Imperialismo protestante, que le mostraba la otra cara del protestantismo, ya que en dicho libro, por un lado ponía a los países católicos, y por el otro protestantes. Mientras que en los primeros —comenta— podía verse «El analfabetismo, los nacimientos ilegítimos, las enfermedades venéreas, el subdesarrollo económico, la mortalidad infantil, las desigualdades sociales [...]», en los otros era patente «un alto nivel de educación y longevidad, lo mismo que mayores oportunidades de empleo, los que a la larga redundaban en niveles de ingresos más altos».
En un breve pero bien informado repaso histórico, y sin interés de polemizar, el autor —que es, fundamentalmente, historiador— hace notar otro aspecto digno de atención entre el catolicismo de los siglos xviii y xix, y el naciente protestantismo latinoamericano.
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