Héroes alfabéticos
Por qué hay que leer novelas
Justo Serna
UNIVERSITAT DE VALÈNCIA
© Justo Serna Alonso, 2008
© De la presente edición: Publicacions de la Universitat de València, 2008
© Ilustraciones: Víctor Serna García, 2008
Publicacions de la Universitat de València http://puv.uv.es
publicacions@uv.es
Diseño del interior: Vicent Olmos
Diseño de la cubierta: Celso Hernández de la Figuera
ISBN: 978-84-370-7220-3
Realización ePub: produccioneditorial.com
A mi padre y a mi madre
Si así se escriben las novelas, ¿cómo se escribirá la historia?
HENRY JAMES, El futuro de la ficción
¡Hermosas tardes de domingo, pasadas bajo el castaño del jardín de Combray; tardes de las que yo arrancaba con todo cuidado los mediocres incidentes de mi existencia personal, para poner en lugar suyo una vida de aventuras y de aspiraciones extrañas...!
MARCEL PROUST, Por el camino de Swann
La novela debe volver a su esencia. Su esencia es, como conviene a su naturaleza, impura, porque la novela, me atrevería a decir, es el único género literario que permite el ensayo, la divagación, la poesía, la política, todo, hasta la literatura, a condición de que sean... novela, mundo. La novela debe volver a lo que ha sido desde su nacimiento: épica pura. La épica de nuestro tiempo es la novela. La historia mitológica de un mundo real. Realismo y mitología, tal es su doble condición vital.
OCTAVIO PAZ, «Invitación a la novela», Primeras letras
ÍNDICE
PORTADA
PORTADA INTERIOR Héroes alfabéticos Por qué hay que leer novelas Justo Serna UNIVERSITAT DE VALÈNCIA
CRÉDITOS © Justo Serna Alonso, 2008 © De la presente edición: Publicacions de la Universitat de València, 2008 © Ilustraciones: Víctor Serna García, 2008 Publicacions de la Universitat de València http://puv.uv.es publicacions@uv.es Diseño del interior: Vicent Olmos Diseño de la cubierta: Celso Hernández de la Figuera ISBN: 978-84-370-7220-3 Realización ePub: produccioneditorial.com
DEDICATORIA A mi padre y a mi madre
CITAS Si así se escriben las novelas, ¿cómo se escribirá la historia? HENRY JAMES, El futuro de la ficción ¡Hermosas tardes de domingo, pasadas bajo el castaño del jardín de Combray; tardes de las que yo arrancaba con todo cuidado los mediocres incidentes de mi existencia personal, para poner en lugar suyo una vida de aventuras y de aspiraciones extrañas...! MARCEL PROUST, Por el camino de Swann La novela debe volver a su esencia. Su esencia es, como conviene a su naturaleza, impura, porque la novela, me atrevería a decir, es el único género literario que permite el ensayo, la divagación, la poesía, la política, todo, hasta la literatura, a condición de que sean... novela, mundo. La novela debe volver a lo que ha sido desde su nacimiento: épica pura. La épica de nuestro tiempo es la novela. La historia mitológica de un mundo real. Realismo y mitología, tal es su doble condición vital. OCTAVIO PAZ, «Invitación a la novela», Primeras letras
QUERIDOS LECTORES
ADÚLTEROS
AMOTINADOS
DETECTIVES
ESPÍAS
FUNDADORES
HÉROES
HÍBRIDOS
IMPOSTORES
LICÁNTROPOS
MARCIANOS
MONSTRUOS
NEURÓTICOS
OFICINISTAS
PSICÓPATAS
ROBINSONES
VAMPIROS
Referencias bibliográficas citadas
QUERIDOS LECTORES
¿PARA QUÉ SIRVE LEER?
Leer sirve para dilatarse, para ensancharse..., para darnos experiencias que jamás tendremos, para ampliar nuestra vida y para hacernos creer que la existencia efímera se prolonga vicariamente y a cada instante en otros individuos y en otras situaciones. Sirve para frenar la muerte y para contener el miedo, esas insidiosas amenazas que están siempre presentes. Quien ha leído, quien ha frecuentado novelas y vidas, narraciones y avatares de otros, consigue agrandar la existencia breve que el azar le da, porque un minuto de su vida es varios y distantes, multiplicados y distintos. Ha dialogado con muertos y con vivos, con seres reales y con caracteres imaginados, ha conversado con contemporáneos y con antepasados, sin que barreras temporales ni espaciales le detengan. Quien ha leído emprende viajes para los que no hay fronteras ni nacionalidad ni lenguas, visitando un mundo posible que es más ancho y más secreto que el que le rodea efectivamente, porque ese mundo de ficción es populoso y alberga todos los mundos y quimeras que lo preceden. Cuando un escritor inventa un espacio de ficción para nosotros incorpora consciente o inconscientemente todas las narraciones que la humanidad se ha dado y en sus páginas resuenan todas las voces de héroes y villanos que nacieron en la imaginación copiosa de otros autores.
Nuestro interior es una polifonía constante, una interpelación de hablantes en la que nos desdoblamos: una conversación infinita de antepasados, de muertos, de espectros, incluso de seres inanimados y ficticios que hablan por mediación nuestra. También la novela que leemos es polifónica, como dijera Mijaíl Bajtin, pero no sólo porque haya personajes que pugnen por hacerse oír o por hablar burlando la tiranía del narrador, sino porque en cada enunciado se contiene la historia secreta y pública de los hombres, las palabras que desde antiguo se han pronunciado, se han repetido, se han dicho miles, millones de veces, y que sin saberlo volvemos a emitir. Al leer una narración consumamos un libro, lo actualizamos y le damos vida y alma a lo que simplemente era un artefacto material, un objeto inerte hecho de pulpa de papel y de tinta. Sin embargo, ser autor tiene más prestigio que ser lector, y a este último tendemos a verlo como un paciente destinatario que parece conformarse con entender lo que se le dice y con seguir obedientemente lo que el escritor ha urdido para él. Al autor le atribuimos la originalidad, el genio y la creación, la capacidad de rehacer lo que ya estaba dado o de inventar lo que nadie antes ideó. ¿Es efectivamente así? ¿Podemos concederle en exclusiva al autor esa tarea tan eximia que es la de reemplazar a un Dios edificando un mundo que antes no existía? En realidad, el novelista vuelve a reescribir esas voces que otros ya pronunciaron y que ahora parecen efectivamente nuevas, pensadas e imaginadas para ese lector que aguarda el milagro de un relato que da sentido y orden al mundo. La tarea del destinatario es, pues, decisiva, porque de él acaba dependiendo que ese artefacto llamado libro se vivifi que, que cobren vida esos personajes que transitan entre sus páginas y en las que dirimensus existencias y sus incertidumbres morales. Desde dicho puntode vista, leer es un arte, un modo de incorporar lo que no está, unamanera de crear lo que sólo es potencial o implícito. Porque aun cuando una novela tenga cientos de páginas, en un libro no está todo. Parte del mundo representado o reproducido está omitido, es elíptico: entre otras cosas porque ni siquiera el autor es capaz de informarnos de todo cuanto lo compone; porque es incapaz de crearlo o de describirlo por entero para nosotros. Nos necesita, pues: necesita a un lector activo, dotado de intuición, experiencias y olfato, que rellene lo que no está o está simplemente aludido, que cubra espacios vacíos, que dé perfil y volumen a personajes sólo mencionados o nombrados, que complete acciones y conceda valor moral a lances y peripecias de otros. Leer, pues, es un trabajo y un empeño, una tarea no remunerada en la que nos obstinamos sin recompensa material.
Pero, además de esfuerzo y de composición, leer tiene otros pagos y otros beneficios y otras satisfacciones. Como sabemos desde antiguo, leer sirve para narcotizarse sin efectos secundarios, evitando, por ejemplo, una realidad que nos niega o que nos hostiga o que amenaza con dañarnos.
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