Boris Vian - El otoño en Pekín

Здесь есть возможность читать онлайн «Boris Vian - El otoño en Pekín» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

El otoño en Pekín: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «El otoño en Pekín»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Esta mañana Amadís Dudu ha perdido el autobús. Tal inconveniente, lejos de resolverse normalmente, supone para Dudu el comienzo de una serie de extraordinarias aventuras que no tardarán en conducirle al gran desierto de Exopotamia. Allí, precisamente porque se trata de un desierto, Dudu entabla conocimiento con una multitud de personajes pintorescos, al tiempo que se ve involucrado en el extravagante proyecto de construcción de una línea ferroviaria. Naturalmente, ni Pekín ni el otoño tienen nada que ver con todo esto. De hecho, aquí casi nada tiene que ver con nada, y no se hace necesario que nadie saque conclusiones. No obstante, si el lector se empeña en ello, no será difícil que, a través de la delirante y cómica peripecia de Dudu, llegue a ese centro secreto en torno al cual gira la obra entera de Boris Vian y en el cual, entrelazados, se esconden el amor y la muerte.

El otoño en Pekín — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «El otoño en Pekín», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Oliva había visto caer al cormorán y corrió a preguntar si podía cogerlo entre sus brazos. Didiche seguía caminando cabeza abajo y pidió a Oliva que se fijase en lo que iba a hacer, pero Oliva ya no estaba allí. Didiche se puso en pie y maldijo sin ostentación, mediante una palabrota soez, pero muy proporcionada a las circunstancias; luego, fue a buscar a Oliva, sin apresurarse, porque las mujeres siempre exageran. Cada dos pasos aproximadamente, palmeaba con su sucia mano la batayola -o barandilla de madera- que resonaba en toda su longitud, produciendo una vibrante batahola, y que al mismo tiempo le sugirió la idea de cantar cualquier cosa.

Al capitán, a quien le horrorizaba el autoritarismo, le gustaba mucho que fuesen a molestarlo cuando se encontraba en la pasarela, porque allí estaba rigurosamente prohibido hablar con el conductor. Sonrió a Oliva, de quien apreciaba sus torneadas piernas, sus rígidos y rubios cabellos, y su jersey excesivamente ceñido, con aquellas dos recientes hinchazones en la parte delantera, que Jesusito-de-mi-vida acababa de regalarle hacía tres meses. Justo en esos momentos, el barco costeaba La Peonza y el capitán se llevó a los labios la bocina de órdenes, deseoso de provocar la admiración de Oliva y de Didiche, cuya cabeza acababa de aparecer por la escalerilla de hierro. Se puso a dar grandes gritos. Oliva no comprendía nada de lo que gritaba el capitán y el cormorán tenía ya un espantoso dolor de cabeza.

El capitán apartó la bocina de su boca y se volvió hacia los niños, con una sonrisa satisfecha.

– ¿A quién llama usted, señor? -preguntó Oliva.

– Llámame capitán -dijo el capitán.

– Pero usted -repitió Oliva-, ¿a quién llama?

– Al náufrago -explicó el capitán-. Hay un náufrago en La Peonza.

– ¿Qué es La Peonza, capitán? -preguntó Didiche.

– Ese enorme arrecife -respondió el capitán.

– Y ¿está siempre ahí? -preguntó Oliva.

– ¿Qué? -preguntó el capitán.

– El náufrago -explicó Didiche.

– Sin duda alguna -dijo el capitán.

– ¿Por qué? -preguntó Oliva.

– Porque es idiota -contestó el capitán-. Y también, porque sería muy peligroso ir a buscarlo.

– ¿Muerde? -preguntó Didiche.

– No, pero es muy contagioso -contestó el capitán.

– ¿Qué es lo que tiene? -preguntó Oliva.

– No se sabe -informó el capitán, quien levantó de nuevo la bocina hasta sus labios, gritó dentro de ella y, a un cable de distancia -o ciento veinte brazas-, cayeron fulminadas unas moscas marinas.

Oliva y Didiche, acodados a la barandilla de la pasarela, observaban a unas voluminosas medusas que giraban a gran velocidad sobre ellas mismas, provocando vórtices en los que terminaban por ser atrapados los peces imprudentes, método inventado por las medusas australianas y que esa temporada se había puesto de moda en la costa.

El capitán dejó la bocina a su alcance y se entretuvo viendo cómo el viento dividía los cabellos de Oliva mediante una línea blanca a lo largo de su redonda cabeza. Intermitentemente la falda se le subía hasta medio muslo y restallaba en torno a sus piernas.

El cormorán, entristecido porque no le hacían caso, gimió dolorosamente. Oliva recordó de repente a qué había venido a la pasarela y se dirigió hacia el pobre herido.

– Capitán -preguntó-, ¿puedo cogerlo?

– ¡Naturalmente! -contestó el capitán-, si no tienes miedo de que te muerda.

– Pero los pájaros no muerden -dijo Oliva.

– ¡Vaya, vaya, vaya! -dijo el capitán-. Ese no es un pájaro corriente.

– Entonces, ¿qué es? -preguntó Didiche.

– No lo sé -respondió el capitán-, lo cual prueba suficientemente que no es un pájaro corriente, porque a los pájaros corrientes los conozco bien. A saber: la picaza, la mosquita muerta y el escobén, y la codorniz cuajada y, además, la molienda, el gavilucho y el milculo, la abutarda y el cantropo, y el verderón de playa, el rompeojos y la conchita; aparte de éstos, pueden citarse la gaviota y la gallina vulgar, que en latín la llaman cocota deconans.

– Caray… -murmuró Didiche-. Cuántas cosas sabe usted, capitán.

– Porque he estudiado -dijo el capitán.

Oliva, por su cuenta, había cogido el cormorán entre sus brazos y lo mecía, diciéndole gansadas para consolarlo. Completamente satisfecho, el cormorán se ovillaba en sus propias plumas y ronroneaba como un tapir.

– Ya ve usted, capitán, lo mono que es -dijo Oliva.

– Entonces es un gavilucho -dijo el capitán-. Los gaviluchos son pájaros encantadores, como todo el mundo sabe. Viene en el anuario ornitológico.

Jactancioso, el cormorán compuso, con la cabeza, una actitud graciosa y distinguida. Oliva lo acarició.

– ¿Cuándo llegaremos, capitán? -preguntó Didiche, que quería mucho a los pájaros, pero no tanto.

– Queda lejos -contestó el capitán-. Todavía nos falta un buen rato. Vosotros, ¿adónde vais?

– Vamos a Exopotamia -dijo Didiche.

– ¡Leñe! -dijo el capitán-. Voy a dar, en vuestro honor, un golpe de timón -lo hizo tal como lo había prometido y Didiche le dio las gracias-. ¿Están a bordo vuestros padres?

– Sí -contestó Oliva-. Carlo es el papá de Didiche y Marin es mi padre propio. Yo tengo trece años y Didiche tiene trece años y medio.

– ¡Vaya, vaya! -dijo el capitán.

– Van a construir un ferrocarril completamente ellos solos.

– Y nosotros vamos también.

– Menuda potra que tenéis -dijo el capitán-. Si yo pudiera, me iba con vosotros. Estoy harto de este barco.

– ¿No es divertido ser capitán?

– ¡Oh, no! -dijo el capitán-. Es un oficio de contramaestre.

– Como el capataz Arland, que ése sí que es un cerdo asqueroso -aseguró Didiche.

– Te van a regañar -dijo Oliva-. No se deben decir esas cosas.

– No tiene importancia -dijo el capitán-. Yo no voy a ir repitiéndolo por ahí. Estamos entre hombres.

Y acarició las nalgas de Oliva, quien, halagada por haber sido equiparada a un hombre, lo consideró como una de esas pruebas de amistad que se testimonian entre sí los machos. La cara del capitán estaba totalmente roja.

– Véngase con nosotros, capitán -propuso Didiche-. Seguramente les alegrará que usted forme parte del equipo.

– Sí -dijo Oliva-, será muy divertido. Nos contará usted historias de piratas y jugaremos a los abordajes.

– ¡Buena idea! -dijo el capitán-. ¿Tú crees que tienes bastante fuerza para esa clase de juegos?

– Ah, ya le entiendo -dijo Oliva-. Toque, tóqueme los brazos.

El capitán la atrajo hacia sí y la manipuló los hombros.

– Puede valer -dijo el capitán, pronunciando con dificultad.

– Es una chica -dijo Didiche-. No podrá pelear.

– ¿En qué conoces tú que es una chica? -dijo el capitán-. No será por esos dos pequeñitos artilugios.

– ¿Qué artilugios? -preguntó Didiche.

– Estos… -dijo el capitán, tocándolos para señalárselos a Didiche.

– Tampoco son tan pequeños -dijo Oliva.

Como demostración y después de haber colocado a su lado al cormorán dormido, Oliva abombó el pecho.

– Claro que no son tan pequeños -rezongó el capitán y, con un gesto, le ordenó se acercase-. Si tú tiras de estas cositas todas las mañanas -dijo, bajando la voz-, engordarán aún más.

– ¿Cómo? -dijo Oliva.

A Didiche no le gustaba que el capitán se pusiese tan rojo como se estaba poniendo y que las venas le resaltasen en la frente. Miró hacia otro sitio con aire molesto.

– Así… -dijo el capitán.

Y, luego Didiche oyó que Oliva, llorando, se quejaba de que el capitán la pellizcaba. Oliva forcejeaba y el capitán la sujetaba haciéndole daño. Didiche cogió la bocina y, con todas sus fuerzas, le propinó un golpe en la cara al capitán, quien soltó a Oliva, renegando.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «El otoño en Pekín»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «El otoño en Pekín» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «El otoño en Pekín»

Обсуждение, отзывы о книге «El otoño en Pekín» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x