Eric Frattini - El Laberinto de Agua

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El Laberinto de Agua: краткое содержание, описание и аннотация

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Experto en los servicios secretos vaticanos, Frattini se ha inspirado para su segunda novela en uno de los personajes más controvertidos y desconocidos del cristianismo, Judas, el apóstol traidor. ¿Qué pasaría si su historia no fue como nos la han contado? Los cimientos de la Iglesia se tambalearían, y eso es lo que quiere impedir a toda costa el malvado cardenal Lienart.

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– ¿Usted, Santidad? Soy yo quien le situó en el lugar en el que se encuentra sentado, en la Cátedra de Pedro, y no otro. ¿Recuerda Su Santidad lo que sucedió en el último cónclave? Fui yo quien jugó sus fichas de forma magistral para que fuese usted el elegido, ¿o prefiere pensar que fue el Espíritu Santo quien le eligió para el puesto? Está claro que con un poder absoluto, hasta a un burro le resulta fácil gobernar.

– Cuando hablo con usted, sinceramente, agradezco no ser una de las ruedas del poder que usted representa, sino una de las criaturas que han intentando ser aplastadas por ellas. La prueba suprema de virtud, querido amigo, consiste en poseer un poder ilimitado sin abusar de él, pero para quienes ambicionan el poder, no existe una vía media entre la cumbre y el precipicio, y usted está cada vez más cerca del borde de ese precipicio.

Aequam memento rebus in arduis servare mentem; eram quo des, eris quod sum, acuérdate de conservar la mente serena en los momentos difíciles; yo era lo que eres, tú serás lo que soy. Es grande saber ser pequeño y por eso no deseo ocupar la Silla de Pedro, aunque usted, Santidad, piense lo contrario. Aparentar lo que no eres es como querer parecerse a Dios, simplemente jamás lo logrará uno. Siempre he dicho, Santidad, que todos aprenden de sus propios errores, como usted, pero los sabios como yo aprendemos de los errores de los demás, y en eso me diferencio de usted.

– Qué equivocado está, cardenal Lienart. Tácito decía que el poder conseguido por medios culpables nunca se ejercitó en buenos propósitos, y si usted llegase a alcanzar algún día la Cátedra de Pedro, dé por seguro que ese día la Iglesia vivirá uno de los días más oscuros de su historia -aseguró el Papa con una mueca de dolor en su rostro, mientras intentaba enderezarse en la silla-. No hay más que un poder: la conciencia al servicio de la justicia; y no hay más que una gloria: el servicio de la verdad, y usted ha demostrado que no es un fiel seguidor, como servidor de Dios, de ninguna de las dos. Ni de la justicia ni de la verdad.

Lienart observaba el dolor de aquel hombre sin dejar de mirarle fijamente a los ojos. Deseaba ver su sufrimiento y aquel campesino deseaba mostrarle a él lo que era capaz de aguantar. Cuando el Sumo Pontífice se hubo acomodado, Lienart se levantó, pero antes de retirarse dijo:

– Usted, Santidad, cree aún en el cielo y el infierno, en los creyentes y en los ateos; pero déjeme decirle que los malos son los únicos que irán al cielo para que Dios pueda perdonar sus pecados…, a los buenos no tiene nada que perdonarles. Yo soy un soldado de Dios, un hombre que está preparado para hacer el trabajo que otros prefieren no hacer con el fin de no mancharse las manos. Vale más actuar exponiéndose a arrepentirse de ello que arrepentirse de no haber hecho nada. Yo no creo en ese Dios en el que usted cree, en el Dios que castiga y premia. Eso lo dejo para los incultos miembros de la Curia. Ése, Santidad, es su cielo y su Dios, no el mío.

Mientras Lienart se dirigía hacia la salida, no pudo llegar a oír a su espalda las débiles palabras pronunciadas por el Papa a modo de profecía. Mostrando entre sus finos labios una misteriosa sonrisa, el Sumo Pontífice dijo:

– Todo poder excesivo dura poco, querido amigo, muy poco…

Cuando el Mercedes-Benz del cardenal-secretario de Estado salía del Palacio Papal para descender por las estrechas calles de Castelgandolfo hacia la piazza Cesare Battisti, a cientos de metros de ahí, alguien lo señalaba con la mira de un rifle.

– Delo por seguro, eminencia. Algún día nos volveremos a ver -murmuró el Arcángel mientras colocaba levemente su dedo índice en el gatillo, al tiempo que observaba a través de la potente lente la cabeza del cardenal August Lienart coronada con el capelo rojo…

Vi subir de la tierra otra bestia que ten í a dos cuernos semejantes a los de un cordero y hablaba como un drag ó n. Ejerce toda la autoridad de la primera bestia en presencia de ella; hace que la tierna y sus moradores adoren a la primera bestia, a aquella cuya herida mortal fue curada. […] Sucede a los que habitan sobre la tierra con los prodigios que le fue dado hacer en presencia de la bestia, diciendo a los que habitan sobre la tierra que hicieran una imagen en honor de la bestia que tiene la herida de la espada y revivi ó . Se le concedi ó infundir esp í ritu en la imagen de la bestia para que incluso hablara la imagen de la bestia e hiciera que fuesen muertos cuantos no adoraran la imagen de la bestia. Y hace que a todos, peque ñ os y grandes, ricos y pobres, libres y esclavos, se les ponga una marca en la mano derecha o en la frente; y que nadie pueda comprar ni vender, sino el que tenga la marca, el nombre de la bestia o la cifra de su nombre. ¡ Aqu í se requiere sabidur í a! El que tenga inteligencia calcule la cifra de la bestia. Es cifra de un hombre. Su cifra es seiscientos sesenta y seis.

Apocalipsis 13, 11-18

Agradecimientos

A Miguel Á ngel Linares, por su lectura del primer borrador. Sus recomendaciones de experto lector me ayudaron mucho.

A Jos é Antonio Caballero L ó pez, del Departamento de Filología Hispánica y Filología Clásica de la Universidad de La Rioja, por sus consejos sobre el correcto latín utilizado por el Círculo Octogonus.

A Francisco del R í o S á nchez, del Departamento de Filología Semítica de la Facultad de Filología de la Universidad de Barcelona, por su brillante traducción al arameo de la carta de Eliezer.

A Guadalupe S á iz, del Área de Estudios Árabes e Islámicos del Departamento de Culturas y Lenguas Mediterráneas de la Universidad de Jaén, por su asesoramiento con las pistas escritas en árabe del siglo XIII.

A Nagui Henri, por explicarme los misterios y la historia de la religión copta, la cual practica.

Al doctor Jos é Cabrera, especialista en Psiquiatría y Medicina Legal y diplomado en Criminología, por asesorarme en los temas médicos que aparecen en esta novela.

A Eva Celada, por mostrarme a través de su libro la maravillosa y rica cocina vaticana. El cardenal Lienart degustó muchos de sus platos.

A Manuel Garc í a, por explicarme el sistema cartográfico y de orientación para la navegación usado por los árabes.

A mi hijo, Hugo Frattini, por corregir mi mal italiano.

A Ó scar Maqueda, director de la revista Golf Digest, que me ayudó técnicamente a camuflar un arma en una bolsa de palos de golf.

A Carlos (seudónimo), ex francotirador de la Unidad Especial de Intervención (UEI) de la Guardia Civil, por asesorarme en el tipo de armas utilizadas por el Arcángel.

Al general F é lix Hernando y al teniente coronel Manuel Llamas, de la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil, por su asesoramiento desinteresado en algunos puntos de esta novela.

A Corto Malt é s, mi héroe imaginario, y a Hugo Pratt, por su gran ayuda a la hora de mostrarme su Venecia secreta.

A mi querida Bel é n, por su afilado lápiz rojo. Se ha convertido en un amuleto para mí.

A Miryam Galaz, mi editora, por el mimo con que trató esta novela y con la que discutí horas y horas sobre la trama y los personajes de El Laberinto de Agua.

Y, por último, un agradecimiento muy especial a mi querido amigo Juan Ignacio Alonso, que tuvo la paciencia de leerse el manuscrito mientras iba formándose. Las discusiones sobre el desarrollo de la trama y los personajes, sus comentarios, apreciaciones y recomendaciones me ayudaron a contar esta historia. Y a Antonio Pi ñ ero, catedrático de Filología Griega de la Universidad Complutense de Madrid, verdadero pozo de sabiduría y uno de los grandes especialistas mundiales en los textos del cristianismo primitivo. Él me ayudó, con sus sabios consejos, a crear la carta de Eliezer.

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