Marta Rivera de laCruz - En tiempo de prodigios

Здесь есть возможность читать онлайн «Marta Rivera de laCruz - En tiempo de prodigios» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

En tiempo de prodigios: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «En tiempo de prodigios»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

La novela finalista del Premio Planeta 2006 Cecilia es la única persona que visita a Silvio, el abuelo de su amiga del alma, un hombre que guarda celosamente el misterio de una vida de leyenda que nunca ha querido compartir con nadie. A través de una caja con fotografías, Silvio va dando a conocer a Cecilia su fascinante historia junto a Zachary West, un extravagante norteamericano cuya llegada a Ribanova cambió el destino de quienes le trataron. Con West descubrirá todo el horror desencadenado por el ascenso del nazismo en Alemania y aprenderá el valor de sacrificar la propia vida por unos ideales. Cecilia, sumida en una profunda crisis personal tras perder a su madre y romper con su pareja, encontrará en Silvio un amigo y un aliado para reconstruir su vida.

En tiempo de prodigios — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «En tiempo de prodigios», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Miguel olvidó el asunto, pero yo no lo hice. Al contrario, aquella idea pasó de ser un plan para el futuro inmediato a convertirse en una especie de obsesión. Atravesé diferentes fases de ilusión y de desencanto, de bonanza y de tormenta. A veces me decía que sólo era cuestión de esperar a que las cosas se recondujeran por sí solas. Otras, sin embargo, me enfadaba conmigo misma y con él, y eso provocaba una amargura que me volvía un ser cerrado, herido y lleno de rencor. Llegaron los silencios, los reproches mudos que se alternaban con peleas y tímidos episodios de reconciliación que no eran más que espejismos. Porque yo, sólo yo, había declarado una guerra sorda al hombre que más he querido en toda mi vida, y empecé a encontrar cierta satisfacción morbosa en hacerle daño, en molestarle, en zaherirle. Nuestra vida juntos dejó de ser perfecta para convertirse en algo mezquino y pequeño, sembrado de ocasiones para el malestar, la protesta y la queja. En una palabra, para el desencanto, que es lo último que debe presidir la relación entre dos personas que se quieren.

La verdad es que tardé mucho en entender y en aceptar lo que de verdad nos pasó, y más aún en asumir que todo fue culpa mía. Quería tanto a Miguel que no me resignaba a ponerme a mí misma en una verdadera encrucijada, y por eso alargaba los plazos y me inventaba falsos motivos para la esperanza que sólo existían en mi cabeza pero no en su ánimo: «Es cuestión de tiempo, ya llegará el momento, tengo que darle un margen.» Me inventé mil maneras de eludir la única verdad: Miguel no quería tener hijos. La razón, sólo él la sabe, y no soy yo quién para buscar motivos freudianos en una educación deficiente basada en la falta de cariño, un egoísmo galopante o el tan socorrido complejo de Peter Pan. El caso es que no necesitaba ser padre como yo necesitaba ser madre. Debí haber sido yo quien, desde el primer momento, se dijera a sí misma, lo tomas o lo dejas. Eso nos hubiese ahorrado a los dos una buena sucesión de disgustos y de desencuentros.

Un día me di cuenta de que mi amor por Miguel empezaba a agotarse, como si hubiese abierto una espita por donde empezaron a escaparse todas las cosas buenas que habían servido para construir nuestra relación. Decidí hacer un intento desesperado para arreglar las cosas y después de muchos meses sin tocarlo, volví a poner sobre la mesa el asunto de ser padres para dar a Miguel una última oportunidad. Ahora me digo, ¿una oportunidad de qué?, ¿una oportunidad de cambiar, de volverse otro hombre? Sí, eso precisamente era lo que quería: un hombre a mi medida, un hombre que no era Miguel. Quiero tener un hijo, le dije, quiero tener un hijo cuanto antes y no quiero seguir con esto si no estás conmigo.

Creo que se asustó. A su manera, con sus limitaciones, Miguel también me quería. Me dijo que iba a pensar en ello. Yo le creí, porque otra vez quería creerle. Pero pasó el tiempo y no volvió a decirme nada al respecto. Y entonces le dejé. Sin peleas, sin razonamientos, sin discusiones. Dormí en su casa la noche del domingo, y en la mañana del lunes, cuando se fue al trabajo, recogí las cosas que tenía en el piso, cerré la puerta y dejé mi juego de llaves en su buzón. No he vuelto a verle. Me llamó muchas veces y me dejó decenas de mensajes en el contestador diciendo que no entendía lo que estaba pasando, pero sé que eso tampoco es verdad. Claro que lo sabe. Lo que pasa es que es más cómodo fingir lo contrario, como fue más cómodo echarse a reír el primer día que le dije que deseaba ser madre. En ese momento lo correcto hubiese sido mirarme a los ojos y decirme lo que ambos sabíamos, «no deseo un hijo, no necesito perpetuarme en otra persona, no se me educó para querer a nadie por encima de mí mismo. Esa parte de mí no existe, Cecilia, y no puede surgir de la nada. Tendría que nacer otra vez para que cambiara eso». Pero era más fácil reírse. Como ahora le resulta más sencillo pensar que no entiende lo que ha ocurrido entre él y yo.

Así que aquí estoy. Miguel ya no llama ni me deja mensajes pretendidamente inocentes. No he vuelto a verle. No quiero volver a verle hasta que pasen mil años. Hasta que me olvide de él, hasta que me olvide de lo mucho que le quise, de cuánto deseé que compartiese su vida conmigo. Hasta que no me acuerde de que deseaba un hijo suyo tanto como deseaba un hijo mío.

He empezado a aceptar que quizá nunca seré madre. Intento encontrar ventajas egoístas a esa situación: no tendré que cambiar pañales ni que preparar papillas repugnantes, no pasaré noches en vela mientras un bebé suelta alaridos, no sabré lo que es volverse loca de preocupación por una fiebre de cuarenta, no me veré obligada a meter en cintura a ningún adolescente díscolo -ahora que todos los son-, no tendré que inquietarme por el futuro, porque al estar sola ese futuro me pertenece solamente a mí. Y, después de todo… ¿qué garantías hay de que un hijo vaya a amar a su madre del mismo modo que yo amé a la mía? ¿Por qué damos por hecho ese asunto del amor filial?

Hace sólo unos días recibí la llamada de Berta, una de mis amigas de la infancia. A pesar de que también vive en Madrid, ella y yo llevábamos tres o cuatro meses sin vernos. La verdad es que había quedado en telefonearla, pero lo olvidé, o, para ser sincera, lo pospuse deliberadamente. Berta era alguien con quien no me apetecía estar, y tenía mis motivos. Su vida y la mía, que corrieron parejas durante muchos años, empezaron a diverger hace relativamente poco tiempo, pero con tanta rapidez que daba la sensación de que circulábamos por carreteras distintas.

Berta y yo nos conocíamos desde que éramos dos crías. Fuimos juntas al colegio y al instituto, nos mudamos a Madrid al mismo tiempo. Ella se casó hace ocho años con Aitor, un tipo despreciable, uno de esos gallitos de corral que están en el mundo porque tiene que haber de todo. Le tomé ojeriza desde el primer día, y el hecho de que sea adicto a la cocaína y haya dislocado la vida de mi amiga no ayuda mucho a hacer más fluidas nuestras escasas relaciones. Berta se ha pasado el último lustro acompañando a su marido en un peregrinaje demencial por clínicas de desintoxicación, convenciendo al director de su banco de que los números rojos de su cuenta son sólo producto de una serie de coincidencias catastróficas, disculpando a Aitor ante sus jefes, disculpándolo ante sus vecinos (la última psicosis cocaínica se saldó con destrozos por valor de tres mil euros en el portal del edificio), disculpándolo ante las familias de ambos y disculpándolo, cómo no, ante sus amigos y ante mí. Berta cuenta todas las aventuras de ese pedazo de mierda iniciando el relato con la frase «el pobre Aitor», y a mí se me revuelve el estómago. El pobre Aitor, que te ha hipotecado para los restos. El pobre Aitor, que ha convertido al hijo de ambos en un crío medroso, triste y eternamente desconfiado. El pobre Aitor, que aunque te empeñes en negarlo te ha soltado más de un sopapo aprovechando el subidón. El pobre Aitor, que, según tú, es cariñoso, inteligente como pocos, sensible y refinado. Claro, este mundo nuestro es poca cosa para un ser tan excepcional como el Aitor de los cojones, y por eso tiene que crearse universos paralelos con ayuda de la farlopa. Si mientras tanto un hogar se tambalea, un crío se traumatiza y se arruina la vida de dos o tres personas, es preferible mirar hacia otro lado y compadecer al pobre Aitor.

Lo curioso es que nunca le había dicho a Berta lo que pensaba de su marido. Mi silencio, mi hipocresía, es sólo la consecuencia indeseable de una educación pretendidamente civilizada. Nos enseñan a respetar a los demás. Nos enseñan a no inmiscuirnos en las vidas ajenas, y al llegar a la edad adulta entendemos ese comportamiento como una muestra suprema de buena educación. Me pregunto si estamos en lo cierto. Si en realidad sólo hemos aprendido a disfrazar de respeto una forma de cobardía. Yo jamás le dije a Berta lo que opinaba de Aitor, pero creo que tampoco lo hizo ninguna de sus amigas. Todas nos hemos contentado con menear la cabeza y, en privado, poner a parir al cocainómano de las narices. Y eso ha sido todo.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «En tiempo de prodigios»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «En tiempo de prodigios» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «En tiempo de prodigios»

Обсуждение, отзывы о книге «En tiempo de prodigios» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x