– Sin embargo, los parapsicólogos también investigan efectos psicoquinéticos. No me negarás que hay cierta coincidencia.
– Yo me he educado en el método científico de la física, como tú, y sé lo que es el control de variables, sé lo que es demostrar un hecho en condiciones experimentales. Ésa es la línea de mi proyecto Inquiring Minds . Pero no me voy a quedar conforme demostrando que existen ciertas facultades de la mente que no podemos explicar con nuestras actuales teorías. Mi ambición es abrir un campo de estudio, abordar el off side desde la física de partículas.
Una oleada de carcajadas y aplausos me hizo volver la vista hacia los malabaristas ambulantes. Uno de ellos, con sombrero de copa, se había subido a un alto monociclo y comenzaba a hacer aspavientos simulando que estaba a punto de caerse, arrancando gritos de entusiasmo entre el público.
– ¿Cuál va a ser tu siguiente paso? -le pregunté.
– Vamos a reproducir el experimento que has leído en el Stanford Research Institute, con miras a que sea publicado en Science .
– No vayas tan rápido. ¿Estás seguro de que puedes demostrar que ese tío mueve cosas a distancia, sin trucos?
– Lo hemos hecho ya y lo vamos a repetir. Y cuando sea un hecho probado, lo vamos a explicar desde una teoría integradora.
– ¿Ya tienes la explicación?
– Ni lo sueñes. Confío en ir hallando pistas. Ya tenemos algunos indicios en mecánica cuántica.
– ¿Qué indicios?
– Los trabajos de Alain Aspect, por ejemplo, sobre el carácter no local de la realidad, por el que los objetos físicos pueden interactuar aun cuando no exista ningún contacto entre ellos. Una comunicación cuántica a grandes distancias. La psicoquinesis podría ser una comunicación en términos de campos de fuerza, bioelectricidad…
Sí, conocía el trabajo de Alain Aspect y su equipo, basado en el teorema de las desigualdades de John Bell. Los trabajos de Alain Aspect son desconcertantes, en el sentido de que ponen de manifiesto una suerte de anomalía, un quiebro de la lógica. Supuestamente, demostrarán que en la escala atómica, las partículas pueden estar en muchos lugares a la vez y conectadas a pesar de estar lejos las unas de las otras. Esto no estaba ni mucho menos tan claro. Si intentamos explicar una anomalía observable -como un efecto psicoquinético- con otras anomalías, ¿no tenemos una macedonia de anomalías? ¿No parecerá que intentamos hacer algo que parezca verosímil apelando a un lenguaje que nadie entiende?
Andrew no tenía problema alguno en admitir que eran objeciones de gran calado. Apreciaba mi sinceridad y no trataba de imponerme sus puntos de vista.
– Veamos, Lucas, ¿qué entiendes tú por anomalía? ¿Algo que se sale del curso de la naturaleza?
– Nada se sale del curso de la naturaleza -objeté.
– Exacto. Digamos que la naturaleza es mucho más de lo que nosotros sabemos de ella. Llamamos «anomalía» a lo que no nos cuadra. Porque nuestro modelo es inexacto o incompleto.
Anomalía. Mi vida discurría últimamente entre anomalías. La muerte de Elena me había lanzado a una loca carrera de anomalías, pasando por una vidente. Todo cuanto creía saber ha ido cayendo por el camino, desmenuzándose como un mendrugo seco.
Los malabaristas ambulantes habían terminado la función y recogieron sus enseres. En un par de minutos el escenario quedó vacío y la acera volvió a ser una simple acera. Y nosotros, dos viejos amigos hablando de sucesos imposibles.
Supe por Andy que Lorenzo Rubio realizaba diariamente al mediodía una serie de ejercicios de control mental en el laboratorio del Zócalo, block B, un lugar cuya principal ventaja consistía en la desnudez de mobiliario, la asepsia y el aislamiento acústico. Allí podía alcanzar un elevado grado de concentración, necesario para operar supuestamente sobre la materia a distancia. Era la misma sala en la que se había realizado la prueba -reseñada en la revista- denominada «fenómenos anómalos relacionados con la conciencia». Andy me advirtió que durante la realización de sus ejercicios no se le debía molestar bajo ningún pretexto, o podía echarlo todo a perder. Lorenzo había sido muy insistente en este asunto, para que se respetara la privacidad de sus ejercicios, y cualquier presencia que perturbara su concentración era considerada por él como un acto de agresión.
Ahora que sabía dónde podía encontrarlo, dónde podía sorprenderlo en plena manifestación de su presunto poder psíquico, me resultaba difícil sustraerme a la tentación de acercarme por allí a echar un vistazo y comprobar con mis propios ojos si había algo de cierto en lo que Andy me contaba y en lo que se describía en el artículo de Nature . Un fenómeno extraordinario se estaba produciendo, y yo me lo estaba perdiendo. No era justo. Insistí mucho para obtener una suerte de licencia excepcional, pero no conseguí nada. Así que decidí actuar por mi cuenta y riesgo. Sabía dónde guardaba Andy las llaves del laboratorio del block B, y en un momento en que atendía una llamada telefónica, abrí un cajón de su escritorio y me apoderé de las llaves.
Mientras Andy hablaba por teléfono, salí del edificio a paso apresurado y me dirigí a los departamentos de investigación por pasillos mal iluminados. Ocurrió todo muy rápido. Tal como había previsto, el laboratorio estaba cerrado. Abrí con la llave y me asomé. Presencié entonces un suceso que me dejó absolutamente perplejo.
Lorenzo se encontraba a dos metros de la puerta, suspendido en el aire a algo menos de un palmo del suelo. Sentí una especie de violenta sacudida; el corazón me dio un vuelco y una suerte de martillo me golpeó el cerebro. Aturdido, cerré la puerta para recuperar la noción de realidad, para apartarme un instante de esa visión perturbadora; respiré hondo un par de veces y volví a asomarme. Lorenzo estaba en el mismo sitio, pero ahora se había girado hacia mí, los dos pies sobre el firme, como el común de los mortales, y los brazos en jarras y una expresión de cólera en su rostro. «¡Esto es inadmisible! -gritó-. ¿Quién te ha dado permiso para entrar aquí?»
Un sonido que quería ser una disculpa salió con sordina de mi garganta. Aguanté una merecida oleada de reproches y me fui, más aturdido que avergonzado, más impresionado que retraído, con la sensación de que a partir de entonces nada era seguro, de que el suelo se hundía bajo mis pies.
Volví al despacho de Andy, dejé las llaves sobre la mesa y le conté lo que había presenciado y la reacción de Lorenzo. Andy palideció, me llamó «insensato», pero no alzó la voz, no se mostró agresivo. Tal vez me vio tan abatido en la silla, sin fuerzas para replicar, y decidió hacer algo por mí, como ofrecerme una copa. El calor del ron en el estómago hizo que me sintiera mejor. Andy me dejó solo para ir a ver a Lorenzo y regresó quince minutos después, más tranquilo.
– La has armado buena. Le he jurado que no se repetirá. Ahora está nervioso. Confío en que se vaya tranquilizando.
– Lo siento -murmuré. En realidad, no lo sentía.
Examinó con una media sonrisa mi espanto fulminado.
– Quizá te pedí un imposible. No me di cuenta de que no podrías resistir la tentación, que la curiosidad te mataría. Bien, ya lo has visto. Has visto la mayor de sus proezas. ¿Qué te parece?
– ¿Lo he visto? ¿De verdad lo he visto? ¿He visto a ese tío levitando?
– Así parece.
– ¿Qué estamos haciendo aquí? Si todo esto es verdad, llevemos a ese tipo a la NASA. Que lo estudien allí. Abandonarán inmediatamente sus proyectos aeroespaciales. Esto es una revolución.
Él se echó a reír.
– No es tan fácil como crees. Puedes considerarte afortunado de haberlo visto. Sabía que era capaz, que lo estaba trabajando, él me lo dijo y nunca miente. Le pedí una demostración y se negó. Siente que no lo domina todavía, y que es incapaz de hacerlo en presencia de otro. Bueno, a menos que se le pille de improviso, como has hecho tú. Además, existe otro problema: necesita el anonimato. Si pudiera, se haría invisible. Es algo casi patológico. Ya lo viste el otro día en la terraza. Apenas habla. Es un tipo raro. No soporta ser el centro de atención, que lo observen como una rareza. Ha aceptado que lo estudie siempre y cuando respetemos su anonimato, siempre y cuando él no sea el objeto de nuestro estudio, sino los fenómenos que es capaz de provocar. Es muy escurridizo y temo que se me escape y deje de colaborar con nosotros en Inquiring Minds .
Читать дальше