Arundhati Roy - El Dios De Las Pequeñas Cosas

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Ésta es la historia de tres generaciones de una familia de la región de Kerala, en el sur de la India, que se desperdiga por el mundo y se reencuentra en su tierra natal. Una historia que es muchas historias. La de la niña inglesa Sophie Moll que se ahogó en un río y cuya muerte accidental marcó para siempre las vidas de quienes se vieron implicados. La de dos gemelos Estha y Rahel que vivieron veintitrés años separados. La de Ammu, la madre de los gemelos, y sus furtivos amores adúlteros. La del hermano de Ammu, marxista educado en Oxford y divorciado de una mujer inglesa. La de los abuelos, que en su juventud cultivaron la entomología y las pasiones prohibidas. Ésta es la historia de una familia que vive en unos tiempos convulsos en los que todo puede cambiar en un día y en un país cuyas esencias parecen eternas. Esta apasionante saga familiar es un gozoso festín literario en el que se entremezclan el amor y la muerte, las pasiones que rompen tabúes y los deseos inalcanzables, la lucha por la justicia y el dolor causado por la pérdida de la inocencia, el peso del pasado y las aristas del presente.

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Rahel (sobre un taburete puesto encima de la mesa) revolvía una estantería de libros con los cristales sucios y opacos. Las pisadas de sus pies descalzos se podían apreciar claramente sobre el polvo del suelo. Iban desde la puerta hasta la mesa (arrastrada hasta la librería) y hasta el taburete (arrastrado hasta la mesa y subido encima de ella). Buscaba algo. Ahora su vida tenía forma y tamaño. Bajo los ojos tenía ojeras en forma de media luna y había duendecillos en su horizonte.

En el estante más alto las tapas de cuero del conjunto de volúmenes de Pappachi La riqueza entomológica de la India se habían despegado y se habían ido abombando hasta parecer amianto ondulado. Los lepismas habían hecho madrigueras entre las páginas, habían perforado túneles de una especie a otra y habían convertido en encaje amarillento lo que antaño fue una información organizada.

Rahel fue tanteando detrás de la fila de libros y sacó varias cosas que estaban escondidas.

Una concha marina lisa y otra rugosa.

Un estuche de plástico para lentes de contacto y una pipeta naranja.

Un crucifijo de plata que colgaba en el extremo de una sarta de cuentas: el rosario de Bebé Kochamma.

Lo puso contra la luz. Cada una de las cuentas atrapó, avariciosa, una porción de sol.

En el rectángulo que el sol iluminaba sobre el suelo del estudio se reflejó una sombra. Rahel se volvió hacia la puerta con su sarta de cuentas de luz.

– Fíjate. Aún sigue aquí. Lo robé después de que fueras Devuelto.

La palabra le había salido sin esfuerzo. Devuelto. Como si para eso sirvieran los gemelos. Para que los prestasen y los devolviesen. Como los libros de una biblioteca.

Estha no levantó la mirada. Tenía la cabeza repleta de trenes. Su cuerpo hacía de pantalla a la luz que entraba por la puerta. Un agujero con forma de Estha en el universo.

Detrás de los libros los dedos asombrados de Rahel encontraron algo más. Otra urraca había tenido la misma ocurrencia. Lo sacó y le quitó el polvo con la manga de la camisa. Era un paquete plano envuelto en plástico transparente y cerrado con cinta adhesiva. Dentro, un trocito de papel blanco decía esthappen y rahel. Con la letra de Ammu.

El paquete contenía cuatro cuadernos destrozados. En las tapas ponía cuaderno de ejercicios y, más abajo, nombre, colegio/instituto, clase, materia. En dos de ellos estaba su nombre y en los otros dos, el de Estha.

En la parte interior de la tapa de detrás de uno de ellos alguien había escrito con caligrafía infantil. Por la forma laboriosa de cada letra y el espacio irregular entre las palabras se deducía el esfuerzo por controlar un lápiz errático y con voluntad propia. Por contraste, los sentimientos eran evidentes: Odio a la Señorita Mitten y Creo que tiene las bragas rotas.

En la tapa Estha había borrado su apellido frotando con saliva y se había llevado parte del papel. Encima había escrito a lápiz Desconocido. Esthappen Desconocido. (La decisión sobre qué apellido iban a usar estaba pospuesta hasta que Ammu decidiera entre el de su marido y el de su padre.) Junto a clase había puesto primero y junto a materia, Redacciones.

Rahel estaba sentada con las piernas cruzadas (en el taburete que estaba sobre la mesa).

– Esthappen Desconocido -dijo.

Abrió el cuaderno y leyó en voz alta.

«Cuando Ulises volvió a casa, su hijo juez le dijo padre creí que no ibas a volver, han venido muchos príncipes y todos se querían casar con Pene Lope, pero Pene Lope decía que me casaré con el hombre que pueda atravesar los doce anillos, y todos fallaron, y ulises fue al palacio vestido de pordiosero y preguntó que si podía probar y todos los hombres se rieron de él y le dijeron si nosotros no podemos, pues tú tampoco, y el hijo de ulises dijo que se callaran y le dejaran probar y él cogió el arco y disparó justo entre los doce anillos.»

Debajo había correcciones de alguna lección anterior.

Aprendido Ninguno Carruajes Puente Porteador Sujeto

Aprendido Ninguno Carruajes Puente Porteador Sujeto

Aprendido nenguno

Aprendido Niuno

Una sonrisa se enroscó en los bordes de la voz de Rahel.

– El orden ante todo -dijo.

Ammu había trazado una línea ondulante a lo largo de la página con un lápiz rojo y había escrito: ¿Y el margen? ¡Haz el favor de unir las letras!

«Cuando vamos por la calle en la ciudad tenemos que ir siempre por la acera.Si vamos por la acera no hay coches que causen acidentes, pero por la calle principal hay un trafico muy peligroso que te puede atropellar y puedes perder el conocimientoo qedarte cojo. Si te rompes la cabeza o la nuca es una desgraciamuy grande, los policías dirigen el trafico para que no haya demasiados inválidosque tengan que ir al ospital. Para bajarse del autobús sólo podemos bajarnos después de decírselo al cobradoro nos podemos hacer heridasy dar mucho trabajo a los médicos. El trabajo de conductor es muy peligroso. Su familia está muy angustiada porque el conductor puede morirse.»

– ¡Qué chico más morboso! -le dijo Rahel a Estha. Y, al volver la página, algo le atenazó la garganta, le quitó la voz, se la sacudió y se la devolvió sin sonrisa en los bordes. La siguiente redacción de Estha se titulaba Pequeña Ammu.

Con las letras unidas. Con las mayúsculas más altas y con rabitos ensortijados. La sombra que se recortaba en el hueco de la puerta estaba muy quieta.

«El sábado fuimos a una librería de Kottayam a comprar un regalo a Ammu porque su cumpleaños es el 17 de noveimbre. Le compamos un Diario y lo escondimos en el amaño y luego empezó a ser de noche. Y entonces le dijimos que si quieres ver tu regalo y ella dijo sí que quiero verlo, y escribimos en el papel Para nuestra pequeña Ammu con el cariño de Estha y Rahel y se lo dimos a Ammu y ella dijo qué regalo tan bonito es justo lo que quería y luego estuvimos ablando un poco y hablamos del Diario y luego le dimos un beso y nos fuimos a la cama.

Rahel y yo estuvimos ablando y luego nos dormimos y tuvimos un sueño.

Y luego me levanté y tenía mucha sed y fui al cuarto de Ammu y le dije tengo sed. Y Ammu me dio agua y luego me iba a mi cama y Ammu me llamó y me dijo quédate a dormir conmigo y me acurruqué a su espalda y estuve hablando con ella y me dormí. Y luego me levanté y volvimos a oblar y luego tuvimos una fiesta a media noche, y tomamos naranja y cafe y plátano, y luego vino Rahel y nos comimos otros dos plátanos más y le dimos un beso a Ammu porque ya era su cumpleaños y luego le cantamos cumpleaños feliz. Y luego por la mañana Ammu nos dio vestidos nuevos de regalo, a Rahel de maharaníy a mi de Nehru.»

Ammu había corregido las faltas de ortografía y debajo de la redacción había escrito: Si estoy Hablando con alguien, sólo puedes interrumpirme si es algo muy urgente. Y si tienes que interrumpirme, has de decir «Perdón». Si no haces caso de estas instrucciones, te castigaré muy severamente. Corrige los errores, por favor.

Pequeña Ammu.

Que nunca corrigió sus errores.

Que tuvo que hacer las maletas y marcharse. Porque no tenía derecho a nada. Porque Chacko le dijo que ya había destruido demasiadas cosas.

Que regresó a Ayemenem con asma y un ruido en el pecho que parecía un hombre gritando desde lejos.

Estha nunca la vio así.

Desvariando. Enferma. Triste.

La última vez que Ammu volvió a Ayemenem, a Rahel la acababan de expulsar del Convento de Nazaret (por decorar cacas de vaca y tropezarse deliberadamente con sus compañeras mayores). Ammu se había quedado sin el último de una serie de empleos -recepcionista en un hotelucho de mala muerte- porque se había puesto enferma y había faltado demasiados días a trabajar. Le dijeron que el hotel no podía afrontar el gasto. Necesitaban una recepcionista que tuviera mejor salud.

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