Anna Gavalda - El consuelo

Здесь есть возможность читать онлайн «Anna Gavalda - El consuelo» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

El consuelo: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «El consuelo»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Charles Balanda tiene 47 años y una vida que a muchos les parecería envidiable. Casado y arquitecto de éxito, pasa las horas entre aviones y aeropuertos. Pero un día se entera de la muerte de Anouk, una mujer a la que amó durante su infancia y adolescencia, y los cimientos sobre los que había construido su vida empiezan a resquebrajarse: pierde el sueño, el apetito y abandona planes y proyectos. Será el recuerdo de Anouk, una persona tremendamente especial que no supo ni pudo vivir como el resto del mundo, lo que le impulsará a dar un giro radical y cambiar su destino.

El consuelo — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «El consuelo», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Yo no sabía qué decir. Pensaba en Alexis, a quien Anouk llevaba meses sin ver. En sus caídas en picado y sus pupilas siempre dilatadas. En ese hijo que le reprochaba haber nacido blanco y que quería vivir como Miles Davies, Parker y todos los demás.

Ese hijo que se demacraba. Que no paraba quieto. Que se buscaba por todas partes sin levantarse de la cama en todo el día.

Y que guiñaba los ojos a la luz del día…

¿Acaso me había leído el pensamiento?

– Para los drogadictos es distinto… O no tienen a nadie, o los padres están tan hechos polvo que habría que ingresarlos también a ellos. Y los que todavía están ahí, los que siempre han estado ahí, ¿sabes lo que nos dicen?

Yo negué con la cabeza.

– «La culpa es nuestra.»

* * *

Cuando aquella cena… sería el 85 o el 86, calculo… Alexis todavía no se drogaba mucho. Creo que sobre todo fumaba… Ya no me acuerdo, pero todavía no debía de estar en el punto de pincharse en los hombros y de llevar manga larga, si no ahora recordaría mi respuesta. Ella me hablaba de los padres de los demás, y yo asentía tranquilamente. De los demás…

Lo que sí recuerdo es que había conseguido cambiar de tema y hablábamos de cosas mucho más ligeras, de mis estudios, del sabor de nuestros postres respectivos y de la película que había visto yo el fin de semana anterior, cuando de pronto se le heló la sonrisa.

– Yo el domingo estaba de guardia -dijo-, y… y había un chaval… un poco mayor que tú, pero poco… Un bailarín… Me había enseñado unas fotos… Un bailarín, Charles… Un cuerpo magnífico y…

Inclinó el rostro hacia el techo para tragárselo todo, la saliva, los mocos y lo que le nublaba la vista, y luego volvió la cabeza y me miró fijamente.

– …y entonces este domingo, al pasarle agua alcanforada por el cuerpo, es decir, al no hacer nada de nada, burlándome abiertamente de él, lo ayudé a inclinarse para refrescarle la espalda, ¿y sabes lo que ocurrió bajo mi mano?

Me la enseñaba.

– Bajo esta mano de aquí… ¿Esta mano de enfermera diplomada que ha vendado a miles de enfermos desde hace veinte años?

Yo no reaccionaba.

– Sobre…

Se interrumpió para apurar su copa. Le palpitaban las aletas de la nariz.

– Sobre su espina dorsal, la piel se le…

Le tendí mi servilleta.

– … resquebrajó…

* * *

Acababa de recuperar su maleta y guardaba cola nervioso ante los mostradores de embarque. A su alrededor todo el mundo hablaba ruso, y tres chicas reían, comparando el volumen de sus respectivas compras.

Se les veía el vientre a las tres.

Le apetecía un café.

Y un cigarro…

Al sacar su libro, dejó caer la tarjeta de embarque del vuelo anterior, que usaba como señalador. Que no cunda el pánico, le darían una nuevecita pasados unos metros…

XXXIII

La acción principal de la batalla de Borodino se desarrolló en un espacio de dos verstas entre Borodino y las flechas de Bagration (fuera de este espacio, la caballería de Uvarov hizo una demostración hacia el mediodía y, por otra parte, Poniatowski se enfrentó a Tutch…

Ni una sola ventana…

Ella siempre había tenido vértigo…

kov detrás de Utitsa; pero fueron combates aislados y sin importancia comparados con lo que ocurría en el cen…).

No comprendía nada de lo que leía.

Su portátil vibró, el estudio de arquitectura. ¿Tan temprano?

No, el mensaje era del día anterior. De Philippe. Uno de los esbirros de Pavlovich había mandado un e-mail catastrófico. Había que volver a hacer el segundo revestimiento, un error en los cálculos, la gente de Voradine se lavaba las manos, y habían encontrado un cadáver en la zona oeste del solar. Un cadáver al que no había manera de identificar, por supuesto. La policía había quedado en volver.

Pero bueno… ¿y ése por qué no había desaparecido?

¿Es que ya no había alquitrán?

Respiró hondo para expulsar su rabia, buscó un asiento libre, cerró el libro, devolvió a los dos emperadores y su medio millón de muertos al fondo de su maletín y sacó los papeles del proyecto. Consultó su reloj, añadió dos horas más, se topó con un buzón de voz y soltó otro taco en inglés. Good Lord, se desahogó. Y de todas maneras ese fucking bastard no querría escucharlo hasta el final.

De golpe, se le fue todo de la cabeza. Alexis, su patética crueldad, Claire y las capillitas de Skopelos, los cambios de humor de Laurence, las muecas de Mathilde, sus recuerdos, el futuro de los tres, las olas del pasado y todas esas arenas movedizas. Hala. Elementos suprimidos. El berenjenal de ese proyecto empezaba a tocarle seriamente las narices, ya volvería a su vida más tarde.

Porque, sintiéndolo mucho, ahora no tenía tiempo.

Y Balanda, el ingeniero de Obras Públicas, Master of Sciences, título de arquitectura de la Escuela Nacional Superior de París, título de arquitecto diplomado por el Gobierno (DPLG), miembro de la Orden Regional de Arquitectos, el verdugo del trabajo, el premiado, el laureado, el mil cosas más; sí, el mil cosas más, todo lo que se puede imprimir en una tarjeta de visita cuando uno se ha pasado la vida haciendo cosas, este Balanda mandó a paseo al otro, al inseguro, al que se tambaleaba.

Aaaah… Y se sintió mejor.

Todo el mundo, en algún momento, le había reprochado la importancia que le daba a su trabajo. Sus novias, su familia, sus colegas, sus colaboradores, sus clientes, las limpiadoras que trabajaban por la noche, e incluso un médico, una vez. Los benévolos lo calificaban de concienzudo, los otros, de adicto al trabajo, o peor aún, de empollón aplicado, sin verdadero talento, y él nunca había sabido muy bien cómo defenderse.

¿Por qué trabajaba tanto desde hacía tantos años?

¿Para qué todas esas noches en vela? ¿Esa vida que no era más que una centésima parte de la vida? ¿Esa pareja tan mal construida? ¿Esa rigidez en la nuca? ¿Esa necesidad de levantar tabiques?

¿Ese pulso perdido de antemano?

Qué… No, Charles no había sabido nunca cómo justificarse para ser absuelto. Y para ser sincero, nunca había sentido la necesidad de hacerlo. Pero ahora, sí. Sí.

Esa mañana, al ponerse de nuevo de pie, al sacar su pasaporte, al asombrarse de nuevo de lo poco que le pesaba la maleta y al son de Se ruega a los pasajeros del vuelo Air France 1644 con salida a las siete y diez con destino Moscú Sheremetyevo embarquen por favor por la puerta número 16, sabía por fin la respuesta: lo hacía para respirar.

Respirar.

Las horas que preceden, lo poco que precede, el abismo que precede, podrían sugerirnos, cómo decirlo… ciertas dudas en cuanto a la lucidez de esta respuesta, pero no… Por una vez, otorguémosle el beneficio de la duda.

Dejémosle respirar hasta la puerta de embarque número 16.

8

El vuelo pasó a novecientos kilómetros por hora. Charles apenas tuvo tiempo de encender el ordenador porque enseguida el comandante anunció que la temperatura en tierra era de dos grados, les deseó una buena estancia a todos y les soltó el rollo habitual de la alianza Sky Team.

Se reencontró con Viktor, su chófer de sonrisa dulce (un agujero, un diente, un agujero, dos dientes), el cual, había comprendido por fin Charles después de decenas de horas de atascos (en ningún otro país del mundo había pasado tanto tiempo en el asiento de atrás de un coche. Al principio perplejo, luego inquieto, después irritado, luego furioso, y por fin… resignado. ¡Ah!, ¿era pues eso el legendario fatalismo ruso? ¿Mirar por una ventanilla cubierta de vaho cómo se diluye tu buena voluntad en el caos que te rodea?), en otra vida había sido ingeniero de sonido.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «El consuelo»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «El consuelo» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «El consuelo»

Обсуждение, отзывы о книге «El consuelo» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x