Los dirigentes nazis fueron acusados de cometer estragos contra la población civil, pero a nadie se juzgó por la destrucción sistemática de las ciudades alemanas ni por los bombardeos casi exclusivamente dirigidos contra los civiles, como en el caso de Dresde; ni los soviéticos se sentaron en el banquillo por la matanza de Katin, en Polonia, o por su bárbara ocupación del este de Alemania; ni los checos comparecieron por el genocidio cometido contra los sudetes o contra los soldados y civiles alemanes capturados tras la retirada de la Wehrmacht ; ni Tito por sus represalias contra los civiles de Croacia y Eslovenia…
Para salvar contradicciones tan evidentes se había reunido a finales de junio de 1945 en Londres una cumbre de juristas en representación de las potencias vencedoras. Sus deliberaciones fueron secretas, pero años después se publicaron sus conclusiones:
a) Sólo se debatirían los hechos realizados por los acusados y no se discutirían otros asuntos.
b) Se eliminaría toda disquisición sobre si cada acusación era o no una violación del Derecho internacional. Sencillamente se creaba un derecho internacional a la medida, en el que estarían tipificadas las violaciones responsabilidad de los acusados.
c) Para incriminar personalmente a los acusados de las decisiones adoptadas por el III Reich y en las que no hubieran tomado parte de forma directa se creó la tesis de la «conspiración»: quizá no dieron personalmente la orden, ni la firmaron o ni siquiera se hallaran en el centro de decisiones, pero «estaban en el ajo», formaban parte de la «conspiración», por tanto eran personalmente responsables…
Aquella conferencia, que aprobó la elección de Nuremberg como sede del magno proceso, sentó también las bases sobre los estatutos del proceso y determinó con rotunda claridad que en 1945 no se repetiría la farsa de los procesos de 1921 por las responsabilidades de la Gran Guerra, por lo que los únicos procesados serían los vencidos y de acuerdo con unas reglas predeterminadas que impedían las «habilidades» forenses.
Cuando se habla del proceso de Nuremberg se suele indicar el juicio contra los 22 jerarcas nazis (uno de ellos en ausencia, Bormann) que fueron encausados en primer lugar. Pero en Nuremberg hubo realmente 13 procesos consecutivos en los que fueron juzgados 199 colaboradores importantes de Hitler. Aquí sólo se recuerda el primero de ellos, en el que estaba la crema del III Reich y en el que se reunió una representación de cuanto se quería juzgar y condenar solemnemente.
a) Jefes del partido: Goering, amigo y sucesor de Hitler, ministro del aire; Rosenberg, el filósofo del partido; Streicher, «el mayor enemigo de los judíos»; Ribbentrop, siete años al frente del Ministerio de Exteriores; Schirach, jefe de las Juventudes Hitlerianas y Gauleiter de Viena; Seyss-Inquart, virrey nazi de los Países Bajos, llamado «el verdugo de Holanda»; y Rudolf Hess, lugarteniente de Hitler hasta 1942.
b) Militares: Doenitz, almirante, jefe de la Marina y sucesor de Hitler; Raeder, jefe de la Marina hasta 1943; Keitel, mariscal, jefe del Alto Mando de la Wehrmacht , y Jodl, coronel general, jefe del Estado Mayor del Alto Mando de la Wehrmacht .
c) Funcionarios: Schacht, presidente del Reichsbank , ministro de Economía y ministro sin cartera hasta su caída en desgracia en 1943; Von Papen, que apoyó la llegada de Hitler a la Cancillería, fue su vicecanciller y su embajador; Speer, arquitecto de Hitler y jefe de la producción de armamento; Fritzsche, jefe de la radiodifusión en el Ministerio de Propaganda y colaborador de Goebbels; Funk, ministro de Economía y presidente del Reichsbank .
d) Genocidas y exterminadores: Kaltenbrunner, jefe de la Gestapo y uno de los responsables de la «solución final»; Frick, protector de Bohemia y Moravia, donde deportó a todos los judíos hacia los campos de exterminio; Frank, gobernador de Polonia, corresponsable del exterminio de más de 6.000.000 de judíos y polacos; Sauckel, responsable del Reich en Turingia, donde reclutó forzosamente a más de 5.000.000 de obreros-esclavos; y Von Neurath, primer protector de Bohemia y Moravia, puesto del que debió dimitir por «falta de dureza».
Deseaban los aliados un grupo más: los industriales que colaboraron al esfuerzo militar nazi. Para eso fue detenido el octogenario Gustav Krupp, pero estaba en tan mal estado de salud que desistieron de sentarle en el banquillo de los acusados. Por otro lado, los vencedores trataron enseguida de captar a los industriales más sobresalientes y a sus mejores proyectistas e ingenieros para incorporarlos a sus propias economías o para levantar la de Alemania.
Los veintiún dirigentes alemanes presentes en Nuremberg hubieron de soportar, durante los 251 días que duró el proceso, una batería de acusaciones que fueron agrupadas en cuatro apartados:
– Crímenes contra la paz: preparar e iniciar la guerra. -Crímenes contra la guerra: malos tratos a la población civil y a los prisioneros.
– Crímenes contra la humanidad: genocidio, esclavización y explotación de la población civil.
– Conspiración: preparativos para cometer cualquiera de los anteriores delitos.
La instrucción del proceso se realizó desde la detención de los acusados hasta su traslado a Nuremberg. En aquellos meses fueron sometidos a docenas de interrogatorios, mientras equipos de investigadores recopilaban cientos de toneladas de documentos en las oficinas del III Reich de modo que, en noviembre, cuando se abrió el proceso, «cada acusación estaba documentalmente respaldada». Por eso el ritmo del juicio fue muy vivo, teniendo en cuenta el número de los acusados y la cantidad y la magnitud de los cargos.
La acusación se prolongó hasta marzo de 1946; la defensa duró hasta julio. Los discursos finales, las conclusiones y un proceso contra las organizaciones nazis alcanzaron el 31 de agosto. El 30 de septiembre los jueces acordaron las sentencias, que fueron comunicadas a los condenados el 1 de octubre.
Goering escuchó la primera de ellas: «Muerte en la horca.» El corpulento y fatuo mariscal salió abatido de la sala, murmurando: «La muerte…la muerte.» Uno tras otro, durante hora y media, fueron entrando todos y escuchando el veredicto. Tres fueron absueltos: Von Papen, Fritzsche y Schacht; Doenitz, condenado a diez años; Neurath, a quince; Speer y Schirach, a veinte; Hess, Raeder y Funk, a cadena perpetua y el resto, a la horca: Goering, Bormann (en rebeldía), Ribbentrop, Keitel, Kaltenbrunner, Rosenberg, Frank, Frick, Streicher, Sauckel, Jodl y Seyss-Inquart.
Se observará que las condenas a la máxima pena fueron dictadas contra los dirigentes más importantes del partido nazi: Goering, Bormann, Ribbentrop, Rosenberg, Streicher y Seyss-Inquart; contra los jefes militares más próximos a Hitler: Keitel y Jodl; y contra los principales responsables directos del genocidio, la deportación y la represión: Kaltenbrunner, Frank, Frick y Sauckel. Los mejor librados fueron los funcionarios: absueltos, Von Papen, Fritzsche y Schacht; condenado a veinte años, Speer; a cadena perpetua, Funk.
LAS EJECUCIONES
Los condenados apelaron las sentencias, que fueron confirmadas en su totalidad el 15 de octubre por la tarde: las ejecuciones deberían realizarse inmediatamente. Los condenados no fueron informados. Habían pasado dos semanas en medio de una gran excitación, realizando todo tipo de conjeturas sobre la suerte de sus apelaciones, pero en general eran pesimistas respecto a su suerte y suponían que el final estaba muy cerca: advertían el incremento de la vigilancia, las luces estaban encendidas durante toda la noche, las rondas de los guardianes eran más frecuentes, advirtieron caras nuevas entre el personal de la prisión y escucharon los ruidos inconfundibles de los carpinteros erigiendo el cadalso.
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