– ¡Hola!
– Ah, hola -le responde muy seria, forzando una sonrisa-. ¿Ya estás aquí?
– Pues sí, ¿has visto cuánta gente?
– Sí.
La chica se acerca a ellos,
– Ah… Ella es Serena, y ella Claudia. -Luego se dirige a Clod-: ¿Sabes que ella también sabe hacer imitaciones? ¡Te gustarían un montón'.
Clod da media vuelta y lo deja tirado.
– Pero Claudia…
Aldo extiende los brazos, pero la chica vuelve a cogerlo de la mano y se lo lleva.
Clod se me acerca y empieza a bailar con los ojos reducidos a una hendidura, apretando tanto los dientes que casi le rechinan de rabia.
– ¿Qué pasa?
– ¡Que es un cabrón!
– Ah, pues sí, tienes razón.
Como si de repente todo estuviese más claro que el agua. Y justo en ese momento la veo.
– Mira, ahí está Alis.
Camina entre la gente con la cabeza erguida. Sonríe, saluda, agita la mano para decir hola, besa a algunos. Y detrás de ella…, no me lo puedo creer: ¡Dodo Giuliani! Así que ésa era la sorpresa… Cuando nos ve, sacude la cabeza risueña, como si dijese: «Esto sí que no os lo esperabais, ¿verdad? ¿Habéis visto a quién os he traído?»
Empieza a bailar delante de él. Dodo la mira, no se ha percatado de nuestra presencia. Le dice algo al oído, Ella se ríe echando la cabeza hacia atrás, Se ríe aún más fuerte, como si pretendiese darnos a entender a nosotras, a todos, a cualquiera que pudiese albergar alguna duda, que lo que él acaba de decirle al oído es un cumplido precioso. Alis baila ahora con mayor convencimiento, se mueve alrededor de él, se acerca, lo roza, y al final aproxima su boca a la suya, cerca, demasiado cerca. Lo mira a los ojos, le sonríe, se mueve lentamente. Tiene la boca entreabierta mostrando sus dientes perfectos, su sonrisa ligera. Dodo no puede resistirlo, es evidente, de manera que la besa. La música cambia como en una explosión. Alis se separa de él y se pone a bailar alzando las manos a la vez que nos mira. Sonríe y grita; «¡Sí!» Levanta los dedos índice y corazón de la mano izquierda y hace el signo de la victoria. Clod y yo nos miramos.
– Ha ganado…
Simulo que lo lamento, si bien soy la única que sabe lo que podría haber ocurrido con el tal Giuliani. Clod parece más disgustada que yo. Intento consolarla.
– Venga… Hay que reconocer que Alis se lo ha currado.
– ¡Me importa un comino! Dodo no me gusta nada. Sí, admito que es guapo, pero es también un imbécil. ¡A mime gusta Aldo!
Menuda historia. Alis se ha jugado el todo por el todo y está feliz de haber ganado… ¡Y va y resulta que nosotras estamos encantadas de habernos librado de él!
– Bueno…, quizá a Aldo le importe un bledo esa especie de tanque. -Miramos las dos en la misma dirección. Aldo está sentado en un rincón bebiendo un zumo, mientras ella baila delante de él como si fuese una odalisca metida en carnes-. Oh, Clod… ¡Creo que se está aburriendo como una ostra!
– ¡Y a mí ella me parece una vacaburra!
– ¡Eh, chicas, coged esto.
De repente nos dan un par de botes de Nutella.
– ¿Qué pasa?
– ¿No lo sabéis? ¡Está a punto de empezar el Tuca, Tuca sweet !
– ¿Y eso qué es?
Tratamos de entender algo, pero la tipa con el uniforme de cow girl de Supper, que lleva colgados los botes de Nutella de un extraño cinturón doble, desaparece de inmediato entre la gente.
– Pero ¡¿para qué son estas cosas?!
Clod sonríe.
– ¡Bah! ¡En cualquier caso, se come!
Justo en ese momento suena una canción de Tiziano Ferro: «Y Raffaella canta en mi casa, y Raffaella es mía, mía. Mía. Sólo mía. Y Raffaella…» Y todos bailan enloquecidos mientras el vídeo se proyecta en las pantallas.
– ¡Venga, chicos, elegid compañero!
En un abrir y cerrar de ojos se forman un montón de parejas. Y el disc-jockey se apresura a mezclar perfectamente la canción de Raffaella Carrà: «Se llama, mmm… tuca, tuca! Lo he inventado yo…»
Todo el mundo sujeta una gran cuchara de plástico y empiezan a untar de Nutella a la persona que tienen delante. I.as piernas, el cuello, los brazos, la barriga, en cualquier lugar donde se pueda, vaya, y luego comienzan a lamer y a mordisquear al ritmo de la música, en pocas palabras, a recuperar la Nutella.
– ¡Qué asco!
– ¡Pero si es genial!
– ¡Sí, pero engorda!
En fin, que en un instante estalla una guerra de chocolate. Pasados unos segundos, y siempre al ritmo de Tuca, Tuca, todos untan de Nutella a los demás y se muerden y se lamen. Es una suerte de círculo dantesco de golosos. Y en medio de ese extraño Tuca, Tuca sweet aparece ella.
– ¡Eh, Clod, Caro! He ganado… ¿Habéis visto?
– ¡Sí, eres la mejor!
Alis desaparece al fondo de la pista, donde se encuentra Dodo. Clod ve que Aldo está solo y se acerca a él. El disc-jockey mezcla de nuevo y yo me pongo a bailar Happy ending de Mika. Tengo los ojos cerrados, extiendo los brazos y giro sobre mí misma sacudiendo el pelo, siguiendo la música. Los demás me temen y nadie osa aproximarse. Y me echo a reír sola, en mi interior, y pese a que nadie desea untarme de Nutella, me siento feliz. A continuación abro los ojos. El techo del Supper también está tachonado de estrellas.
– ¡Ha sido una fiesta genial!
Clod me coge del brazo a la salida del local. La gente se aleja armando jaleo, unos van del brazo, otros patean una lata como si estuviesen jugando un partido de fútbol.
– Sí… ¡Salvo que ahora soy un pedazo de chocolate andante! ¡Un tipo se puso a untarme mientras bailaba y después quería lamerme el brazo! ¡Me cabreé tanto que casi le doy una patada!
– ¡No tenías el día! Se veía a la legua…
– Mira quién habla. Aldo te ha jorobado la noche.
– De eso nada, hemos hablado. Sea como sea, he entendido lo que te sucede, Caro: te molesta lo de Dodo y Alis.
– ¿A mí? Pero ¿qué dices?… ¡Ahí están!
Justo en ese momento pasan por nuestro lado corriendo, cogidos de la mano.
– ¡Eh, nos vemos en mi casa!
Desaparecen al doblar la esquina.
– ¡Qué locos! Me alegro por ellos, oye.
– Ya…
– ¿Qué te ocurre. Clod?
– ¡Nada!
– Estás rara.
– Ya te he dicho que nada.
– Acabas de decirme que has aclarado las cosas con Aldo.
– Sí, de hecho…
– ¿Entonces?
– Uf, nada…
Permanece en silencio hasta que llegamos al coche. Después se para. Miro alrededor.
– ¡Eh, el tuyo no está! ¡O se lo han llevado o, peor aún, te lo han robado! Por eso estabas así. ¡Lo presentías! ¿Te das cuenta, Clod? ¡Tienes poderes! -La sacudo por los hombros-. ¿Entiendes? Lo presentías… ¡Eres médium!
Ella me mira desconsolada.
– De eso nada: se lo he prestado a Aldo.
– ¡¿A Aldo?!
– Sí, para que pudiese acompañar a la tipa que estaba con él.
– ¡En ese caso no es que tengas poderes, sino que eres idiota!
– ¡Oye, no te permito que me insultes! ¡El coche es mío y puedo prestárselo a quien me dé la gana! ¡Pareces mi madre!
– Puede, pero al menos tu madre tiene su coche consigo. Nosotras no tenemos ninguno. ¿Qué hacemos ahora?
– Esperar. Volverá.
– Pero ¿cuándo? llámalo al móvil.
– Ya lo he hecho. Lo ha apagado.
– ¡Pues vuelve a intentarlo!
– Hace una hora que pruebo.
– En ese caso, el que tiene poderes es él. ¡Menudo gilipollas!
Echo a andar.
– ¿Adónde vas?
– A casa de Alis.
– ¿Y me dejas aquí tirada?
– ¡Tú me has dejado aquí tirada! Yo me voy a casa.
– ¡Espérame! -Me da alcance corriendo de medio lado debido a los tacones-, ¡Justamente tenía que ponérmelos esta noche!
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