– Eso es porque la abuela no veía nada… Yo veo de maravilla.
Me escabullo.
– Llámame cuando llegues.
– Sí, mamá. Bajo la escalera como un rayo y, tal y como hemos acordado, veo que Clod me está esperando fuera.
– ¡¡¡¡Holaaaa!!!!
Subo al coche, pero antes saludo a mi madre, que, como no podía ser de otro modo, se ha asomado a la ventana.
– Vamos. ¡Venga, Clod, vamos!
Arranca a toda velocidad.
– ¡No tan de prisa, que mi madre está asomada!
– Pues sí que… Primero de prisa…, luego no. ¡No hay quien te entienda!
– ¿Qué te pasa? ¿Estás enfadada?
– ¿Yo?
– ¿Quien, si no?
– No me pasa nada.
– ¡No es cierto!
– Está bien… Lo que pasa es que podría haber ido con Aldo a la fiesta. Hemos hablado y ¡lo han invitado!
– ¿En serio? ¿Y cómo es que la conoce?
– Por lo visto es amiga de un amigo suyo. Esta noche habrá un montón de gente allí…
– Bueno, mejor así. Ya lo verás en la fiesta.
– Eso…, por una vez que podemos quedar fuera del gimnasio… ¡tengo que verlo allí! ¿Y si luego no lo encuentro?
– Mira que eres pesada… Mejor. ¡Así te deseará más!
– Pero ¿y si no me desea?
– Si empiezas así, estás perdida… No funcionará de ninguna manera.
Clod se encoge de hombros.
– Si tú lo dices…
– ¡Confía en mí!
La miro, parece un poco desconsolada. Intento cambiar de tema.
– Eh, ¿has traído la bolsa? -Dicho así, esto parece una película de esas en las que todos disparan, corren, huyen, tienen unos cuerpos que quitan el hipo, son negros y hay de por medio un lío de drogas.
– Sí, sí, está aquí detrás…
Me vuelvo. ¡Dentro de las bolsas de Catenella están nuestros supervestidos! Los tops de lentejuelas, las minifaldas y las botas con el calcetín incorporado.
– ¡Caray! Será una noche fantástica.
Clod me mira y al cabo de un instante recupera la sonrisa.
– ¡Si, será genial!
Pasados unos minutos llegamos a casa de Alis. Nos abre la puerta y se abalanza sobre nosotras gritando.
– ¡Yujuuu! ¡Qué bien que ya estéis aquí! ¡Vayamos a vestirnos, vamos!
Nos arrastra dentro. Su madre aparece en el pasillo.
– ¡No corras de ese modo, Alis, vas a romper algo!
– Mira que eres plasta, mamá, dijiste que nos dejarías solas.
Alis acompaña a su madre hasta la puerta del salón, donde la espera una amiga. Casi la saca a empellones de su casa.
– Sí, sí, ya me voy… Con tal de que no destroces las cosas de casa…
– ¡Qué más te da! Pues compramos otras. ¡Tú tráeme una bonita sorpresa, que todavía no hemos hecho las paces!
Y tras decir esto las echa de casa y cierra la puerta. La amiga de su madre sacude la cabeza.
– ¿Tu hija se comporta siempre así?
– ¡Huy, esto no es nada! ¡Últimamente ha mejorado mucho!
Segundos después, Alis entra a toda prisa en el salón y pone Tokio Hotel.
– ¡Vamos! -Empieza a bailar como una loca, saltando sobre los sofás, pasando por delante de nosotras, mareándonos tanto a Clod como a mí-. ¡Esta noche va a ser alucinante! Venid, vamos.
Entramos en una habitación enorme en la que hay una gran cantidad de espejos. Nos probamos los vestidos, uno, dos, a continuación otros, todos diferentes.
– ¡Verás cómo éste te sienta de maravilla!
Alis tiene muchos más, y ha cogido sin decimos nada otras prendas para nosotras. Al final, organizamos mucho más que un destile. Un mayordomo impecable se acerca de puntillas.
– Señorita, le he preparado té verde, tisanas y chocolate.
– Déjalos ahí y esfúmate. – Alis ve que la miro con aire de reprobación. Entonces corrige la frase-: Por favor.
Y probamos también a maquillarnos poniéndonos un sinfín de coloretes y sombras de ojos.
– Éste… Éste más oscuro. Prueba este lápiz azul.
– Éste plateado me queda fenomenal.
Alis se aproxima.
– Es cierto… Rebájalo aquí arriba. Un poco más…
Acto seguido, me miro al espejo.
– Yo me pondría el celeste, luego el azul claro y a continuación el blanco para difuminarlo…
– ¡Pero vas a parecer una loca!
– ¡Por eso mismo!
Alis sube el volumen de la música y seguimos así, riéndonos, empujándonos, maquillándonos y bailando como tres auténticas chilladas.
Son las ocho. Ya estamos listas.
– ¡Estamos buenísimas!
De eso nada, y lo mismo piensa el portero, que, cuando nos ve salir, se lleva la mano a la frente.
– ¡Hola, guapo! ¡¿Qué tal estamos, eh?!
Alis y su manera de comportarse. Al menos bromea, se ríe y no lo trata mal.
Bajamos hasta llegar a los coches. Clod tiene un aspecto muy cómico con su vestido corto. ¡Su elegancia, por decirlo de alguna forma, resulta simpática!
– ¿Por dónde vamos?
Alis arquea las cejas.
– Yo tengo que pasar antes por un sitio. Nos vemos allí.
– ¿Allí, dónde? ¿Y si no nos dejan entrar?
– Venga ya, estáis en la lista. Está en el centro, al lado del cine Barberini: bajando, a la derecha… Supper, ¡todo el mundo lo conoce!
Desaparece en el interior de su coche rosa con todos los accesorios posibles de Hello Kitty, y arranca casi derrapando.
– A saber adónde va.
– Bah,…, siempre tiene alguna extraña sorpresa…
Clod es más dura:
– Yo creo que está como una cabra.
– Para mí es Alis y punto.
– Sí, vale. -Se da por vencida- Busquemos ese Supper.
Bajamos por la cuesta de la piazza Barberini.
– Tienes que ir por ahí.
– No, Alis dijo a la derecha.
Clod se para.
– Pero ¿qué haces?
– Pregunto…
– ¿A un marroquí?
– Eh, disculpe, ¿sabe dónde está Supper?
El marroquí se acerca al coche.
– ¿Qué?
Clod insiste:
– Supper.
– Ah. perdona, ¡no entender antes! Local estupendo, segunda calle a la derecha y lo verás. -¡Gracias!
El marroquí se aleja. Clod me mira satisfecha. -¿Has visto?
– ¡Sí, pero yo ya te había dicho que era a la derecha! Encontramos aparcamiento, después el local, nuestros nombres en la lista y, en un pispás, estamos dentro.
¡No me lo puedo creer! Están todos los Ratas… Y Cudini con su amigo,
– ¡Hola!
Un tipo pasa por mi lado. Es Matt.
– Hola -lo saludo con frialdad.
– ¿Estás enfadada?
– ¿Yo? ¿Por qué?
– Bueno, por la fiesta de aquella noche que subimos…, y yo no te había contado lo de la chica…
– En absoluto…, ¿por qué debería estar enfadada? Y ahora perdona, pero voy a saludar a mis amigos. ¡Ahí están! Ven, Clod.
Me escabullo y nos alejamos de él. Clod escruta a la multitud.
– ¿Se puede saber a quién has visto, Caro?
– A nadie, sólo que no tenía ganas de hablar con él.
Luego los veo de verdad.
– Mira. ¡Gibbo y Filo!
– ¡Hola, chicos!
Nos aproximamos a ellos. Están pegados al disc-jockey. Gibbo lleva unos auriculares enormes. Me guiña un ojo y sonríe. Filo coge el micrófono, baja la música, y se pone a cantar When did your heart go missing? de Rooney encima de la canción.
Clod y yo nos miramos.
– Caramba, canta de maravilla…
– ¡Sí, desde siempre!
A continuación Filo rapea y dice algunas cosas sobre la velada. Nosotras empezamos a bailar enloquecidas, saltamos, nos empujamos y nos abrazamos. Clod se detiene de improviso.
– ¿Qué ocurre?
– Acabo de ver a Aldo…
Aldo, sí, ahí está. Camina entre la gente arrastrado por una chica que lo lleva de la mano.
– Pero ¿sale con alguien?
Clod no contesta a mi pregunta, baja al vuelo de la tarima del disc-jockey y se dirige al centro de la pista. Se pone a bailar. Se coloca justo en medio de su trayectoria y, de hecho, la chica que arrastra a Aldo no tarda en pasar por delante de ella. En cuanto la deja atrás, Clod se pone a bailar delante de él para llamar su atención. Él la ve y la saluda.
Читать дальше