– Bah, no lo sé, quizá sea porque todo me parece muy difícil, el mundo de los adultos parece tan… alejado del nuestro que, cuando pienso en lo que nos espera y a lo que deberemos enfrentarnos, preferiría desaparecer.
Alis permanece durante un momento en silencio. Luego nos mira sonriente.
– Yo lo pienso con frecuencia. -Se calla y a continuación prosigue-: Quizá porque me aburro.
Y nos mira con fijeza adrede, de esa forma que sabe perfectamente que nos hace enfadar.
– ¡En una ocasión incluso lo intenté!
– ¿Y qué hiciste?
– Bebí ginebra para envalentonarme.
– ¿Y después?
– Pues luego no sabía muy bien qué hacer, la cabeza me daba vueltas, me sentía fatal. Al final vomité muchísimo. Mi madre se enfadó porque le manché su alfombra preferida, imagínate… En cualquier caso, ahora que ha pasado todo, no puedo soportar la ginebra ni tampoco la alfombra de mi madre… ¿Salimos?
Ese día se compró de todo y compró también cosas para nosotras. Le habían regalado una tarjeta de crédito no sé por qué entraño motivo. Quizá porque le había contado a su madre esa historia y ella, como no sabía qué decir o qué hacer, le había dado la tarjeta en cuestión. Sea como sea, el hecho de que Simone Weil pensase también en el suicidio me hizo sentir mejor. A una se le ocurren una infinidad de cosas y cree que sus pensamientos son extraños y únicos cuando, en realidad, no es así. Todos pensamos determinadas cosas, pero son pocos los que las cuentan. De manera que la tal Simone Weil debió de decírselo a alguien porque, de lo contrario, no figuraría escrito en su biografía, ¿no? ¡En cualquier caso, me encanta esa Simone! Quiero decir que primero era profesora, luego abandonó la docencia, se convirtió en obrera y escribió sus Cuadernos, donde figuran todas sus poesías y reflexiones que, según leo, son «de una rara integridad existencial». Bueno, eso me encanta, porque, si bien no acabo de entender del todo lo que significa, es inusual. Creo que se refiere al hecho de que siempre trató de hacer lo correcto y que, por aquel entonces, quizá no resultaba tan fácil, y, además, la circunstancia de que naciese el mismo día que yo o, mejor dicho, yo el mismo día que ella (dado que vino al mundo mucho antes que yo) nos hace muy similares. Al igual que debo de tener grandes afinidades con el escritor Paul Auster y con el compositor Mendelssohn, dos personas profundas y sensibles, famosas en el mundo porque son o fueron capaces de expresar lo que sentían a través de las palabras y de la música.
Un tipo con el que no me identifico en absoluto es, sin embargo, el director de cine Ferzan Özpetek. También nací el mismo día que él, pero de no haber sido porque Rusty lo adora y me llevó al cine, quizá no habría visto jamás una de sus películas. Ahora, en cualquier caso, no, porque sus películas son… ¿cómo decirlo?, dolorosas, eso es. Y hay ya tantas cosas dolorosas en este mundo que a uno se le quitan las ganas de pagar los 7,50 euros que cuesta la entrada para que alguien te cuente durante dos horas cuánto se sufre. Ya lo sé por mí misma…, ¡y a mí no me paga nadie! Pero, dado que Rusty me había regalado la entrada y que él estaba deseando ver la peli, pues fui, aunque he de decir que después de dos días había olvidado ya No basta una vida y ni siquiera la mencioné en mi agenda como un «recuerdo negativo». Quizá tenía razón Rusty cuando me dijo: «Oh, Caro…, algún día lo entenderás.»
Y él no lo dice como nuestro padre, que parece estar llamándome imbécil cuando lo hace, sino con afecto, eso es, igual que el abuelo Tom. En fin, que me hizo entender que no hay que tener prisa para ciertas cosas, que son sensaciones, emociones que maduran con el tiempo, al igual que ciertas clases de fruta, que resulta maravilloso morder cuando llega el momento adecuado. ¡Pero lo que me vuelve realmente loca es que yo nací el mismo día que «Carosello», el mítico programa televisivo! A ver, no es algo que conozca bien o que haya visto, pero mi madre siempre me ha dicho que era fantástico. La abuela Lucí le decía siempre: «Acuéstate después de "Carosello".»
Y a mi madre le gustaba esta idea. Después de cenar se lavaba los dientes a toda prisa para poder verlo. Que, a fin de cuentas, era simplemente un conjunto de anuncios como los que hacen hoy, sólo que, por aquel entonces, y según me contaba mi madre, estaban protagonizados por los actores más importantes. Y eran sólo anuncios divertidos, con melodías alegres, con muchos dibujos animados, en fin, que por eso mi madre siempre dice: «¡Yo soy hija de "Carosello" y de su buen humor!»
Quizá se deba a eso su manera de saber tomarse la vida con una sonrisa en cualquier caso, incluso cuando está agotada, ha tenido un día complicado, corriendo para volver a casa, con el tráfico y todo lo demás, para prepararnos la cena.
Pero si mi madre es «hija» de «Carosello»… y yo soy hija de mi madre…, ¿no será por eso que me llamó Carolina? ¡A veces tengo unas paranoias realmente absurdas! ¡Sea como sea, mañana es mi cumpleaños y ya no tendré que mentirle al Lore o al Lele de turno, que consideran tan importante el hecho de tener catorce años!
Pero yo digo… ¿será posible que, de repente, mi visión del mundo, lo que opino de mi padre, de Rusty, de la escuela, de los hombres en general y de cualquier otra cosa que pueda habérseme pasado por la cabeza hasta ahora cambie mañana? No. Yo seguiré siendo la misma, con catorce años en lugar de trece, lo que, en el fondo, quizá incluso me traiga suerte.
Sólo hay algo que me da mucha rabia: Dakota Fanning. ¿Sabéis quién es? Una joven actriz estadounidense que cumple catorce años el 23… Bueno, ella ya es mucho más famosa que yo, pese a que vino al mundo veinte días después, de manera que yo soy mayor que ella. Aprendió a leer a los dos años, sí, pero mi madre me ha contado que yo empecé a escribir a los cuatro, de modo que tampoco me quedo corta ¿no? Y, en cualquier caso, no cuenta, porque ella ha tenido la suerte de poder relacionarse en seguida con personas que los demás tal vez no conozcamos en toda nuestra vida: Sean Penn, Robert de Niro, Denzel Washington, Tom Cruise, Steven Spielberg, Paris Hillton, Michelle Pfeiffer… En pocas palabras, si frecuentas a gente mayor sueles aprender algo. Si, además, la gente en cuestión es ésa, ¡no es ningún mérito que aprendas a leer a los dos años!
Sea como sea, tengo que reconocer que es realmente buena. Una noche Rusty trajo a casa El fuego de la venganza, y, dado que mi madre no quería que la viese, simulé que me iba a la cama y la vi entera con mi hermano.
¡Es genial! Rusty dijo que Dakota Fanning llega a emocionar en esa película, y que Denzel es único, y yo la verdad es que estoy de acuerdo con él y pienso que mi madre se equivocaba al no querer que yo la viera.
La película no me dio miedo en absoluto. Era un poco violenta, eso es cierto, pero he visto cosas peores con Alis y Clod. La relación entre Dakota y Denzel se parece un poco a la que tenemos Rusty y yo, ambos nos sentimos protegidos. Tal vez sea por ese motivo por lo que, a pesar de que la fama que tiene ya a los catorce años, en realidad no me importaría ser amiga suya, y estoy incluso segura de que nos llevaríamos muy bien.
Bueno, ahora me voy a dormir.
El abuelo Tom me dice siempre que «el secreto para vivir mejor es reír y soñar».
No sé si me reiré o si soñaré cosas bonitas, lo único cierto es que me voy a la cama. Considero que no hay nada mejor que pasar el tiempo esperando una fecha que sabes de antemano que te hará feliz. Y mañana será así. El mero hecho de pasar de los trece a los catorce años y de no verme obligada a contar más mentiras me parece lo más. Bueno, ya no tendré que seguir mintiendo… ¡sobre mi edad! Buenas noches.
Читать дальше