Andrés Trapiello - Los amigos del crimen perfecto
Здесь есть возможность читать онлайн «Andrés Trapiello - Los amigos del crimen perfecto» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.
- Название:Los amigos del crimen perfecto
- Автор:
- Жанр:
- Год:неизвестен
- ISBN:нет данных
- Рейтинг книги:5 / 5. Голосов: 1
-
Избранное:Добавить в избранное
- Отзывы:
-
Ваша оценка:
- 100
- 1
- 2
- 3
- 4
- 5
Los amigos del crimen perfecto: краткое содержание, описание и аннотация
Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Los amigos del crimen perfecto»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.
Los amigos del crimen perfecto — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком
Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Los amigos del crimen perfecto», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.
Интервал:
Закладка:
En vista de que nadie añadía nada, Paco acabó por levantarse, se despidió de su padre con un apretón de manos, cortando de ese modo el movimiento de aquél, que se le acercó peligrosamente para abrazarlo y quién sabe si darle un beso, besó a su madre, y sin que nadie le detuviera, ganó la puerta de la indigencia que le había llevado hasta allí un par de horas antes.
No vivía lejos Dora, y se fue paseando en esa todavía muy calurosa tarde de septiembre. La sobremesa dominical había anestesiado las calles del barrio de Salamanca, que estrechaban su sombra hasta hacerse angostas incluso para las propias sombras.
A Madrid aún no se le había ido el olor ronco del geranio y del esparto, y eso ponía en el ánimo de Paco Cortés una rara angustia que le secaba la garganta y pedía regarla con algo fuerte.
Se dirigió Paco a casa de Dora. Seis meses sin saber de ella. Ni siquiera tenía conocimiento de la ruptura de Dora con su novio reportero. ¿Y Violeta? Había pensado en ella muchas veces en aquellos seis meses, pero no había tenido fuerzas para verla. Así de raro es el corazón humano. No había dejado de pensar en ella un solo día y en cambio no habría encontrado fuerzas para cruzar la calle y darle un beso. Pasó al lado de una cabina de teléfono. Pensó que debería llamar antes, pero supo también que si entraba en aquella cabina y hablaba con Dora, no la vería. Siguió de largo, como pasó de largo delante de un bar, pese a que la garganta le pedía algo que le quitara esa sequedad de esparto que se le había puesto también a él.
Se iba diciendo, si el portal está cerrado, me daré media vuelta. No se puede mantener la primera conversación después de seis meses con una ex mujer a la que se ha dejado de ver y hacerlo por el telefonillo. En el momento de llegar, alguien que salía le reconoció y mantuvo la puerta abierta, para que entrara.
Paco Cortés se arrepintió de haber pulsado el timbre pero el silencio y la quietud que siguió a ese timbrazo le dio alguna esperanza: no estarían. Ya se había arrepentido de encontrarse allí. No había tenido un domingo tan familiar desde que era adolescente: padres, hermanos, cuñados, ex mujeres, hija…
Había empezado Paco a bajar las escaleras, cuando Dora abrió la puerta. Le vio de esa manera, sólo una cabeza que iba hundiéndose en la sombra. Se asustó. Le encontró envejecido.
Cortés se volvió hacia ella.
También halló muy cambiada a su mujer.
Fue una suerte que Paco Cortés dijera entonces la única cosa que le franqueó las puertas de aquella casa, la única que hubiera podido franqueársela.
– Vengo de casa de mis padres.
Dora comprendió la gravedad de la situación. Y la posibilidad de una desgracia se sobrepuso a la sorpresa de tenerlo delante.
– ¿Ha pasado algo, están bien?
Le daban igual sus suegros, pero la muerte siempre arranca de todo el mundo sentimientos piadosos, siquiera por un par de segundos.
– No -respondió Paco.
Dora estaba nerviosa y desconcertada, y se disculpó por no haber oído antes el timbre. Dormía una siesta. La niña seguía dormida sobre el sofá. Paco Cortés se quedó mirándola de pie, a su lado, un buen rato, sin atreverse a hablar.
Dora preguntó entonces:
– ¿Quieres pasar un rato?
Nadie podía entender a las mujeres. Esa era una de las razones por las que dejaba la novelística de policías. Ya no las comprendía ni en las novelas ni en la realidad. Dora invitándole a que entrara en casa. ¿Qué había sucedido?
Entraron sin decirse palabra. Se arrodilló junto a la niña, que dormía sobre el sofá. También la extrañaba. Había crecido mucho.
– Hazlo -dijo su madre-. Despiértala ya, lleva ya más de una hora durmiendo.
Paco se acuclilló a su lado y tomó en las suyas la mano de la niña. Era como un mazapán de Toledo. Se la llevó a los labios y la rozó. Estuvo viéndola dormir más de diez minutos. Dora se sentó a su lado, de espaldas, sin decir nada. La niña se despertó al fin, como si presintiese algo. Se quedó mirando a su padre, sonrió como en sueños y le echó los brazos al cuello.
– ¿Papá?
Paco no tenía respuesta para esa pregunta. Al rato dijo:
– He estado de viaje, pero ya he vuelto.
– ¿Has vuelto de verdad?
Quien preguntó esto último era Dora.
Paco sonrió con tristeza, pero no se atrevió a volver la cabeza para mirarla. Dora imaginó esa sonrisa, porque le conocía.
Y en ese momento Paco supo que ya no vivía allí el reportero. Esa noticia que en otro momento le hubiese llenado de alegría, le dejó indiferente.
Trajo Dora de allí a un rato dos cafés, y en la misma bandeja la merienda de su hija.
– ¿Qué ha pasado?
Paco, acaso sorprendido por aquel recibimiento de su ex mujer, por la visión de la niña o por tener, tras aquellos seis meses, extenuados los nervios, notaba un pipo en la garganta que no le dejaba tragar, igual que aquella otra tarde que discutió con Espeja. La tarde que dejó de ser novelista.
– No lo sé, Dora. Mi vida es horrible, es un asco. No debería quejarme, pero no sé por dónde tirar.
– Si mi padre se entera de que estás aquí, se armaría una buena. Lleva dos meses diciendo que como te vea te pega un tiro. Te has convertido en su bicha negra. Se lo conté a mamá, le dije que no te veía desde hacía seis meses, y le pedí que no se lo contara a papá. Pero no sabe guardar un secreto. Y con mi madre las cosas no pueden estar peor. Salen a tres peleas diarias. Mamá me da pena. Basta que le diga que vaya a ver a un médico, y mi padre comienza a pegarla. Ella dice que no, que eso nunca, que jamás le ha puesto la mano encima. Le digo que le deje. Y ella me dice, a dónde voy a ir, y que entonces, sí, la mataría. Yo le he dicho cien veces, vente con la niña y conmigo. Pero ella dice que su sitio está con su marido. Es todo horrible. Tu vida será horrible, pero la has elegido tú. La mía, ¿quién ha elegido la mía por mí? Por favor, no me vengas diciendo nada de tu vida. Paco, yo no quiero convertirme en mi madre, no quiero ser como ella, no quiero sufrir porque el hombre del que estuve enamorada una vez, quiere hacerme una desgraciada. ¿Lo entiendes? Esta vida es un asco, me la habéis convertido en un asco todo el mundo. Y por si fuésemos pocos, a mi padre le están sacando en las listas del 23 F y podrían echarle del Cuerpo y quitarle la paga. O peor, meterle en la cárcel. ¿Y tú eres el que vienes aquí después de seis meses diciendo que tienes problemas y que la vida es un asco?
Paco estaba avergonzado. Ni siquiera se atrevió a pedirle perdón.
De todos los Paco Cortés que conocía Dora el que más le gustaba era aquél, sin caretas, sin aquella actitud presuntuosa que se le ponía a veces, sin la euforia del que se sabía más inteligente que todos los demás porque era capaz de aplicar en sus novelas fórmulas matemáticas que las hacían exactas como una ecuación, sin la actitud del gallo que se pasea por el corral gustando a todas las mujeres. El que tenía frente a sí no era ya aquel hombre vanidoso por la opinión de unos amigos que lo consideraban un genio. Tampoco un ser fracasado o vencido, sino alguien que había llegado a ella desnudo de nuevo, con el corazón, sin lógica, sin estrategias, sin esas frases baratas que aprendía en las novelas policiacas de otros para ponerlas en las que él mismo escribía. Pero al mismo tiempo se asustó. Lo veía muy desmejorado, muy delgado, quizá estuviese enfermo, había perdido pelo y el que le quedaba se había encanecido de forma ostensible.
– Paco, tú sabes que de ésta saldrás. Tienes recursos para eso y más.
– Quién sabe. Siento no haberte traído el dinero estos meses. Aquí tienes los atrasos y los dos próximos.
Sacó el dinero de la venta de los libros y lo dejó en la mesilla, metido en un sobre.
Читать дальшеИнтервал:
Закладка:
Похожие книги на «Los amigos del crimen perfecto»
Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Los amigos del crimen perfecto» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.
Обсуждение, отзывы о книге «Los amigos del crimen perfecto» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.