Felipe Reyes - Mercado de espejismos

Здесь есть возможность читать онлайн «Felipe Reyes - Mercado de espejismos» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Mercado de espejismos: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Mercado de espejismos»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Premio Nadal 2007
Una parodia sutil, aunque hilarante y demoledora, de las novelas de intrigas esotéricas.
Corina y Jacob han vivido siempre de la organización de robos de obras de arte. Cuando se dan por retirados de la profesión a causa de su edad avanzada y de la falta de ofertas, reciben un encargo imprevisto por parte de un mexicano libertino y de tendencias místicas que sueña con construir un prisma para ver el rostro de Dios. El encargo consiste en llevar a cabo el robo de las presuntas reliquias de los Reyes Magos que se conservan en la catedral alemana de Colonia.
A partir de ahí, Benítez Reyes traza una parodia sutil, aunque hilarante y demoledora, de las novelas de intrigas esotéricas, de su truculencia y de sus peculiaridades descabelladas. Pero Mercado de espejismos trasciende la mera parodia para ofrecernos un diagnóstico de la fragilidad de nuestro pensamiento, de las trampas de la imaginación, de la necesidad de inventarnos la vida para que la vida adquiera realidad. Y es en ese ámbito psicológico donde adquiere un sentido inquietante esta historia repleta de giros sorprendentes y de final insospechado.
A través de una prosa envolvente y de una deslumbrante inventiva, Benítez Reyes nos conduce a un territorio de fascinaciones y apariencias, plagado de personajes insólitos y de situaciones inesperadas.

Mercado de espejismos — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Mercado de espejismos», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

(Un chasquido amortiguado, la bola blanca en movimiento, su runrún al rodar por el tapete, y luego, si el cálculo ha sido perfecto, dos chasquidos como chispas, y aparentar que no ha pasado nada, y no mirar a nadie, y moverse alrededor de la mesa como un oteador. Me gusta eso.)

Los Billares Heredia son, según les decía, un reducto de realidad. Pero en casa me esperaban nuevas irrealidades.

Cuando llegué a casa, pasada la medianoche, tía Corina, que andaba rellenando páginas de su diario críptico, me ofreció un vaso de leche y una noticia: «No sé si es una noticia buena o mala», y, por instinto, me puse en lo peor.

El caso es que había estado revisando el listín telefónico de padre, por si encontraba en él el nombre de algún profesional adecuado para la operación de Colonia, ya que los que estaban registrados en el nuestro no acababan de convencernos, y se había topado allí, entre viejas glorias y glorias difuntas con el nombre de Abdel Bari. «Hay un número de teléfono, pero no creo que, después de tantos años, sirva de nada.» De todas formas, llamamos, porque no había mucho que perder. Un robot parlante informó a tía Corina de que se trataba de un número inexistente. Pero ella, que puede ser muy terca, llamó entonces a una operadora, que le brindó la actualización del prefijo, de modo que acabó hablando en un inglés arábigo con el dueño de una tienda de vestidos de bailarina que le juró no saber nada de ningún Abdel Bari. «Mala suerte.»

El hecho de que Abdel Bari hubiese tenido algún tipo de contacto con mi padre no era un detalle de relevancia, aunque, cuando me retiré a dormir, me aplazaron el reposo algunas desazones, que de inmediato enumero:

1) Abdel Bari no era, como había dado yo por supuesto, un mentiroso;

2) Abdel Bari era un mentiroso que a veces no mentía;

3) Abdel Bari era un mentiroso que decía la verdad mediante mentiras;

4) Abdel Bari, por tanto, me había dicho una verdad a través de una mentira;

5) estaba seguro de no haber visto a Abdel Bari antes de mi visita a su palomar, en contra de lo que él me aseguró;

6) porque nunca olvido una cara;

En torno al punto 25 me dormí. Y, como punto final, soñé -por segunda vez en mi vida- con Abdel Bari.

Me levanté muy tarde y con el ánimo confuso.

Reconozco que soy frágil de cabeza, porque tiende a llenárseme de brumas. Y se trata de brumas dolorosas.

Con esas brumas por dentro, me preparé un café, que a veces las disipa, aunque otras veces las adensa. («No tomes café. Sabes que te sienta mal.» Pero no, no lo sé, o no del todo.)

Les ruego, en fin, que me perdonen la insistencia, pero resultaba evidente que en el asunto del relicario de los magos ambulantes había un factor velado, cuya esencia, como era lógico y natural, se nos escapaba, porque ni tía Corina ni yo somos adivinos.

¿De dónde le vino el encargo a Sam Benítez? Pues a través de otro intermediario, ya que esta profesión nuestra funciona como una secuencia de subcontratas, por así decirlo, de modo y manera que si procuras saber cuál es el origen de algo, sólo consigues enterarte -y aun eso con mucha suerte- de un interludio al que precede otro interludio, y a este otro, y así. Somos eslabones que sólo tienen contacto con otros dos eslabones: la persona que te contrata y la persona a la que contratas. Eso es todo. Nadie conoce la longitud de la cadena ni su origen, salvo quien la origina, como es natural. Pero, en este caso, habían surgido al menos tres eslabones impertinentes: el cuentista Alif (y quien le mandara), Abdel Bari (y quien estuviese detrás de él) y el vendedor del báculo prodigioso (y quien le encomendara representar la pantomima). Sobre todo Abdel Bari, ¿verdad?, porque convengamos -no tengo inconveniente- en que lo de Alif y lo del vendedor callejero del báculo pudieran ser meras casualidades, magnificadas luego por mi suspicacia. De acuerdo. (Aunque lamento comunicarles, en sacrificio de la intriga, que no fueron casualidades, como más adelante se verá.) Ahora bien, lo de Abdel Bari se alejaba del ámbito de la casualidad: sabía . Y me amenazó para que no hiciese lo que, a esas alturas, yo había decidido hacer pasase lo que pasase, y aun sabiendo que no podía pasar nada demasiado bueno. Pero, al fin y al cabo, si algo pasa es que tenía que pasar, como supongo que diría un maestro zen inclinado al fatalismo cósmico, con el carácter atemperado por un continuo y-a-mí-qué, que es un sistema filosófico tan respetable como cualquier otro, aunque es posible que menos edificante que todos los demás. Pero sigamos…

Los jueves por la tarde, tía Corina se pinta, se empolva, se pone un buen vestido y se va con sus amigas al Casino Novelty a retar a los crupieres y a las confabulaciones astrales. Una costumbre mítica: sus jueves míticos. Su duelo semanal con la contingencia, a vida o muerte, o casi.

Ese día duplica su dosis habitual de estimulantes, de modo que todos los viernes se los pasa en la cama moribunda, en coloquios trascendentales con el Ser y con la Nada, abatida por lo que ella denomina su «fatiguita miserere».

Viernes: catalepsia.

Para tía Corina, el Casino Novelty significa más o menos lo mismo que significan para mí los Billares Heredia: una visita de cortesía a la realidad. (Aunque ella vuelve de esas visitas en una alfombra mágica, haciendo eses por un firmamento de estrellas multicolores, por expresarlo de algún modo, y ese detalle -por desgracia- nos diferencia.)

El billar es un juego de destreza que sale muy barato si no te implicas en apuestas imprudentes, pero esa rara ludomanía que le entra los jueves a tía Corina, jugadora de lo que se tercie, admite más complicaciones, entre ellas la de quedarse sin dinero para pagar el taxi de vuelta, que entra en la categoría de las complicaciones frecuentes: «Por favor, baja y págale al taxista», y evita mirarme entonces a los ojos, porque sabe que trae los suyos descompuestos de tanto sondear el espectro criptomatemático de la suerte en los naipes urgentes del blackjack , en la bola nerviosa que gira en la ruleta, en el cartón de números aleatorios del bingo. De eso y del alcohol, desde luego; y de las cápsulas azules de su merlín de Andorra, y del Tiempo, que es el veneno más fuerte de todos, y sin más antídoto que la inexistencia.

Bajo y le pago al taxista. Subo y oigo vomitar a tía Corina en el baño. Y entonces lloro de un modo impasible, con lágrimas que resbalan hacia dentro y desembocan en ese lago artificial que se forma en la conciencia con todas las lágrimas que no hemos sido capaces de derramar a lo largo de nuestra vida.

Los viernes, mientras tía Corina deambula por los ámbitos de sus pesadillas morales o por sus duermevelas -las complicadas duermevelas, en las que somos y no somos quienes complicadamente somos-, viene Lola a limpiar y a poner en orden lógico las cosas de la casa, lo que significa que tengo que pasarme la tarde restituyéndolas a su desorden lógico: la yegua hindú de terracota (siglo XIV) en su ángulo preciso, el pisapapeles en forma de dragón bicéfalo (Hungría, siglo XIX) en su ángulo preciso, la mano de mármol de Zeus (imitación), con su rayo de mando, en su postura precisa… Y no por nada en especial: sólo, tal vez, por la misma razón por la que los actores que llevan ya varios centenares de funciones de una obra necesitan que toda la utilería esté en su sitio exacto, en el exactísimo sitio en que estaba cada cosa en el día del estreno, porque cualquier alteración distorsionaría el equilibrio de ese ámbito de ficciones, y una casa es también un ámbito de ficción: la mazmorra del ectoplasma en zapatillas, en coloquios consigo.

Lola lleva más de veinte años limpiándonos la casa, pero en todo ese tiempo apenas le habré oído pronunciar unas dos mil frases, y todas ellas sobre asuntos muy concretos. («Necesito bayetas», «Está mojado».) Nos tiene la casa, eso sí, llena de amuletos que ella misma elabora con mejor no saber qué y que esconde en sitios impensables para ahuyentar espíritus intrusos, para espantar estantiguas malévolas, para atraer la suerte… Y le dejamos hacer, porque no hay más remedio que interpretarlo como una majadería afectuosa, aunque a veces nos llevamos un sobresalto al abrir un cajón o una caja de zapatos.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Mercado de espejismos»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Mercado de espejismos» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Mercado de espejismos»

Обсуждение, отзывы о книге «Mercado de espejismos» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x