A Berta le gustará el Braunerhof. Es de los pocos que no ha sido renovado ni restaurado como el café Demel o el café Landtman. Ésos han perdido su carácter. En cuanto llegue a Viena vendremos inmediatamente a este café. Pediremos un melange . Hablaremos de nuestras vidas. Tenemos muchas cosas que contarnos.
Uno dos. Uno dos.
Grabando.
Grabando hasta que empiecen a tocar de un momento a otro estos músicos y entonces me largaré.
Hoy no soporto la charanga vienesa.
Ni siquiera soporto leer periódicos.
La dirección de un hospital universitario de Erlangen en la católica Baviera ha decidido mantener artificialmente con vida hasta el mes de marzo a la joven Marión clínicamente muerta desde el pasado día 5 para que así pueda salvarse el feto de quince semanas que lleva en su vientre. Marión tiene 18 años. Sufrió un accidente de automóvil cuando se dirigía hacia la casa de sus padres que tienen un criadero de perros Terrier en el campo. Marión quería tener un hijo. Pero no quería tener un esposo. Sólo quería un hijo. Lo más fácil del mundo. Entonces Marión eligió un padre en una discoteca y le pidió que la dejara embarazada. Ya estaba embarazada cuando se estrelló contra un árbol y el golpe la dejó clínicamente muerta. Entonces la llevaron al hospital universitario de la católica Baviera y allí decidieron los médicos católicos mantenerla artificialmente con vida aunque su cerebro daba un encefalograma plano. Unos médicos eran partidarios no obstante de proporcionarle una muerte digna pero otros opinaron que su cuerpo era susceptible de utilizarse artificialmente vivo en favor del feto. Puesto que Marión estaba muerta a todos los efectos no pudo decidir por sí misma. En cambio su madre aceptó la propuesta de los médicos y dijo que cuando el niño de Marión naciera ella se ocuparía de ese niño.
Desde ese mismo momento los médicos y las enfermeras del hospital universitario de Erlangen en Baviera empezaron a hablar directamente con el feto de Marión porque consideraban que el feto necesitaba todos los ruidos habituales propios del embarazo y era oportuno que los oyera.
Al feto de Marión le pusieron cintas grabadas con ladridos de los perros Terrier del criadero de perros de los padres de Marión. Los perros Terrier ladran mucho más que otras clases de perros. Diariamente ladraban a través de la cinta magnetofónica entre dos y tres horas para que el feto los oyera desde el cuerpo sin vida de Marión.
Llegado el momento oportuno los médicos practicarán la cesárea al cuerpo clínicamente muerto de Marión aunque artificialmente vivo. Una vez nazca el bebé estos mismos médicos del hospital universitario de Erlangen desconectarán los aparatos que mantienen viva a Marión y la dejarán morir de una manera irreversible y total.
Una teóloga bávara fue consultada y señaló que no hay absolutamente nada que objetar a que a un no nacido se le conceda la oportunidad de vivir cuando su madre está clínicamente muerta. Pero una feminista bávara ha calificado esta maniobra de perversa al decir que si bien todos los niños tienen derecho a nacer con una madre no hay en cambio derecho a que las mujeres sean consideradas máquinas de parir.
¿Nacerá vivo el niño? ¿Nacerá muerto? ¿Nacerá medio muerto?
El tetrapléjico de La Coruña que quiere morir de una vez ha escrito una carta al juzgado porque no está de acuerdo en morir poco a poco al ritmo que le marca el juzgado.
Suplico a ese juzgado que se autorice a mi médico a que me suministre los medicamentos necesarios para evitar el dolor y la angustia que el estado en que me encuentro me produce.
El tetrapléjico de La Coruña tiene 51 años. Lleva un cuarto de siglo inmovilizado en una cama. Está desesperado. Ni siquiera puede suicidarse. Y tampoco puede procrear un hijo ni en el vientre ni en ninguna otra parte aunque le pongan una grabación magnetofónica con los ladridos de todos los jueces de Primera Instancia del país.
El juzgado se niega a dar esa autorización por mucho que el tetrapléjico de La Coruña repita que vivir en un cuerpo muerto como el suyo no es vivir.
Pero ¿qué es vivir? ¿Puede decirme alguien qué es vivir?
El cuarteto empieza a tocar un vals. Pago los 30 chelines del melange y salgo a la calle.
Hace frío. Doblo a la izquierda. En Dorotheergasse está el Hawelka si no recuerdo mal.
Mi querido café Hawelka. La opresiva atmósfera del Hawelka. El suelo de madera. Las paredes recargadas. Las tapicerías cochambrosas. Los percheros inclinados porque el suelo está inclinado. Las luces muy débiles en los apliques de la pared.
¿Cómo pueden leer aquí sin dejarse los ojos en cada línea?
Por aquí desfilaron todos.
Kafka.
Freud.
Musil.
Bernhard.
Csokor.
Canetti.
Después se asomó Andy Warhol y con él llegaron los turistas yanquis que creen que esto es La Bodeguita de Hemingway en La Habana. Pero todavía no. Aquí aún son mayoría los clientes con deformes y grandes cabezas europeas. Con sombreros oscuros que cuelgan de las perchas de madera oscura. No se ve ni una sola gorrita de visera a cuadros. Todo es uniforme y oscuro. El café. Los muebles. Las miradas.
Quiero venir con Berta para sentir juntos el bienestar de la tristeza de Europa. Una sensación misérrima y placentera. En cuanto Berta llegue a Viena vendremos al Hawelka para oír el canto imperceptible de la carcoma de Europa.
Si ahora entrara en el Hawelka un fotógrafo de prensa y eso es algo que no deseo no tendría que pedir a los clientes del Hawelka que bajaran un poco sus periódicos y pusieran cara de desdicha porque todos sin excepción ponen esa misma cara. Todos tienen su bandejita abollada con la taza de café y el vaso de agua junto al cenicero. Todos están solos aunque en su mesa haya otra persona. Todos apartan a un lado el periódico para dar un sorbo a su café y vuelven a centrar su periódico pasando lentamente las páginas. Centrar el periódico sobre la mesa es como centrar sus vidas sobre la ciudad. Su existencia misma en el universo.
Todos los viejos camareros del Hawelka se pasean con la misma solemnidad entre las mesas. Lo hacen igual que un profesor vigilando el examen de sus alumnos.
Todos los alumnos del café Hawelka leen con cara de no haber dormido en mucho tiempo. Algunos leen a media voz. Pero eso no llama la atención. Además son muchos los que hablan solos. Dentro y fuera de los cafés. Cada día hay más gente que habla sola en todas las ciudades del mundo. No tiene nada de particular. La gente solitaria necesita hablar mientras conduce el coche o mientras cruza la calle o mientras espera el autobús. Hablando solos ya no se sienten tan solos. Ya no están solos. No hay que temer a la gente que habla sola por la calle. No es gente peligrosa. Es gente peligrosa la gente que no habla sola. La que no habla aunque quieras hablar con ella. La gente que va por la calle sin hablar porque ya ha perdido el habla y ahora sólo habla con los ojos y con los ojos sería mejor que no hablara porque dice cosas terribles.
Si el fotógrafo de prensa estuviera aquí y bien sabe Dios que es algo que no deseo podría fotografiar los pies de los clientes del café Hawelka. Se ven con mucha facilidad desde cualquier mesa porque las mesas son redondas y pequeñas y tienen una sola pata que se ensancha al final. Cada cliente utiliza esa pata de la mesa de distinta forma. Algunos ponen sus dos pies uno encima del otro sobre la pata. Y esto produce un curioso efecto óptico y es que la pata de la mesa ya no parece una sola pata sino que con los pies del cliente se convierte en una pata con tres pies. Las mujeres descansan su tacón alto en el borde mismo de la pata y dejan el pie en punta mirando al suelo como un clavo que fuera a hundirse en la madera.
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