“Los inabordables murallones de sus costas bravías alejan a los navegantes y sin embargo, una y otra vez, aventureros, piratas, misioneros, espías extranjeros disfrazados de sabios, militares trocados en turistas, la recorren por tierra, navegan sus riberas; anotan, compulsan, indagan y esparcen la tremenda leyenda de la tierra maldita, sin perjuicio de aconsejar su estratégico control o directamente su dominio. Durante los siglos diecisiete y dieciocho, el mundo civilizado no descorre el velo de la Patagonia, pero las yermas extensiones solitarias van diciendo su secreto a oídos muy sagaces: Drake, Villarino, Viedma, Falkner, vislumbran el tiempo por venir, mas es pronto todavía… La tierra calla y aguarda.
“Pero, ¿qué peregrino hechizo encierra ese continente del misterio para impulsar como alucinados a los hombres por sus rutas vírgenes, tantas como vértices tiene la multiplicada rosa de los vientos y que, a semejanza de algunos de sus ríos sin desembocadura, no conducen a parte alguna?… Porque ahora un nuevo siglo apremia la urgencia de la humanidad y la Patagonia, que dormía un doble sueño en su realidad física y en el conocimiento de los pueblos, despierta lentamente merced al cálculo y la fantasía. Viejos informes amarillentos, arrumbados durante años, son rescatados del olvido y codiciosamente consultados. Los tenaces navegantes vuelven a escudriñar sus costas amuralladas, sus inmensos golfos, las bocas de los ríos que bajan hasta el mar sin que se sepa dónde nacen. España ha rendido sus colonias al pueblo y Argentina es un nombre, aún balbuceante en su diafanidad casi femenina, pero es también un presente de sangre, épico heroísmo y flecha hacia el futuro, pero que, urgida por necesidades impostergables, pelea a pecho desnudo por definir su destino. La Patagonia, el continente del misterio, se ha poblado de grotescos gigantes que atraviesan el páramo para asomarse al mar; y Argentina remeda a un gigante que ignora la mitad de su cuerpo. Mas como los trasgos ya no se conciben sino como argumentos decisivos de consejas de abuelas, todo el panorama adviene confuso; heroísmo y pintoresca tontería; ambición y generosidad extremas; ingenuidad y astucia; mentira y verdad se entretejen, mientras la patria comienza a comprender la importancia de la otra parte de su cuerpo.
“Entretanto, la Patagonia agrega ya otros nombres exóticos a su itinerario enjuto… King, Fitz Roy, Darwin, Musters, Popper -presunto judío rumano, caballero, aventurero, explorador polemista… todo un conglomerado del romanticismo decadente-, Orelie Antonio 1°, estúpido emperador de un reino imaginario, Ernesto Rouquad, el tesón infortunado, y paralela crece también significativamente la voluntad nacional levantando nombres propios como hitos demarcadores, todos ellos mágicamente vertebrados por una sola seguridad… La Patagonia es la tierra del futuro… ¡La Patagonia es la tierra del futuro!…! ¡La Patagonia es la tierra del futuro!!…
“Luis Piedrabuena -paradoja viviente-, Moyano -juventud hecha coraje-, Moreno -ciencia y videncia enamorada-, Fontana -equilibrio y capacidad- entre los que pasa, como un episodio de la astucia indígena, comparable a otros de heroísmo suicida, un cacique Casimiro Biguá o Bibois, corriendo con desenfrenada inconsciencia de Río Negro a Punta Arenas, ya como coronel argentino, ya como capitán chileno, o simplemente como tribuno tehuelche…
Pero el siglo diecinueve se remansa para morir y la Patagonia es apenas un mal recuerdo de profetas pesimistas: ahora se abren sus caminos al trabajo, sus páramos aterradores y sus entrañas devuelven el calor soterrado para bien de los hombres; de los mismos hombres febriles que amojonan, limitan, trazan y se matan por conquistarla… Y he aquí que esta pareja va, como un símbolo, a ganarse su tierra y su futuro…”
De cara al sol, Llanlil, en el filo de la meseta, señalaba a Blanca el lugar exacto donde sus padres levantaban todavía sus pañuelos en el adiós. Por el camino cortado en el faldeo, el carretón tardaba en subir. Las ruedas se hundían en la tierra y la arenisca húmeda, y los caballos enganchados a la vara tiraban obstinadamente.
– ¡Caramba! -silbó casi el comisario-. ¡Jamás hubiera imaginado en usted tan apasionada visión de esta tierra!
– No es para menos -repuso el capitán volviéndose- usted alcanzará, como yo, a bendecir agradecido…
– Vamos -insistía el padre Bernardo a Lunder y a Frida, tomándolos de los brazos-, ya se han ido… esperemos que el trabajo y el amor los harán felices y prósperos.
– Es bastante y nada más necesitan -dijo el capitán que escuchaba sus palabras, concluyendo: -el tiempo de la conquista salvaje ha terminado.
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1Y también panke o pangue, planta sin tallo y con hojas enormes.
2Hongo, parásito del coihué, y el ñire.
1Guanaco.
1Nombre indígena del Mayo.
1Muchacho o adulto pobre y sin animales propios.
2¡Maldito!
1¡Por favor!
2Madre.
1 Black Jack: Bandoleros norteamericanos que, refugiados en el Chubut, cometieron asaltos y crímenes a principios del siglo.
1Natural de la isla de Chiloé (sur de Chile).
2Gualterio Wood, hacendado de Monte Aymond (1889).
3Tucu-tucua.
4Toro-jefe: Jefe valiente.
5Flecha.
1Juego de palabras, pues Llanlil equivale a “peñasco caído”.
1Chenque: cementerio. Altura gredosa a espaldas de Comodoro Rivadavia, punto visible y característico que después de cada lluvia derrama sobre la ciudad su aluvión de fango.
1Hierba de la liebre que los indígenas ingieren como purgante.
1Mapu-toqui: cacique en tiempo de guerra.
2Aillarehues: federación de tribu.
3Kona: muchacho u hombre pobre y sin animales propios.
4Piré: la nieve.
5Antú-malghen: esposa del sol.
6No encuentro otra explicación que “flor que crece (o nace) en los sitios donde hay águilas”, por equivalente a ñanculahué. (N. del A.)
7Toquinche: dios bueno.
8Trasi-lanco: vincha.
1Madre
2¡Papá! ¡Oh, querido papá!