Lo interesante es que el Gran sertón, veredas es un Fausto latinoamericano, una versión más del pacto con el diablo, tema directamente relacionado
con el de la ambición humana y, por lo tanto, con el de la dominación de la
naturaleza, que implica muy a menudo su destrucción. Vale decir, el mito
fáustico, que tiene la edad casi exacta de Occidente, se puede aplicar en todas
partes al hombre moderno, el gran depredador, y tiene por eso una relación
directa con la ecología. La novela de Guimaraes, que cuenta historias de
bandidos campesinos, "jaguncos", y de señores feudales de comienzos de siglo,
está llena de acción, de violencia, de batallas, de personajes, pero los seres
humanos parecen completamente dominados por el paisaje. Es un paisaje
cambiante, alucinante, que puede cumplir funciones de aliado o de temible
enemigo, y donde aparece el demonio en diversas metamorfosis y en el
momento menos pensado.
¿Adivinó Guimaraes Rosa, intuyeron los escritores latinoamericanos de la naturaleza, el gran peligro, la fuente del mal? Algunas mitologías indígenas miraban con notoria suspicacia toda noción de cultivo industrial de la tierra. En Hombres de maíz, Miguel Ángel Asturias, otro novelista que hemos empezado a olvidar, siguió la huella de aparentes prejuicios de origen mitológico, tradiciones derivadas de los libros religiosos mayas, en la Guatemala moderna. En el Popol Vuh, el génesis de la cultura maya, el hombre, después de varios ensayos divinos, quedaba hecho de maíz, planta sagrada que sólo se podía cultivar para el consumo de la familia. Pues bien, al leer a esos autores hace treinta o más años, uno tendía a identificar esos temas con cierto nacionalismo de izquierda que hoy día es muy añejo, y que ya empezaba a serlo entonces. En la lectura actual, sin embargo, ese aspecto se desvanece, retrocede la historia social y política, con todos sus avatares, y ocupa el primer plano la naturaleza, con su otra historia y sus otros demonios. El tema central de Don Segundo Sombra no era la peripecia de un gaucho viejo, sino la de los trabajos y los días en la pampa. El de Gran sertón, veredas, son las batallas, las marchas, los días y las noches en el sertao , en las terras-gerais, en las veredas, es decir, los oasis. Todos esos escritores anunciaban una posible degradación, percibían un germen maligno, una amenaza. Ahora me parece que el más artista, el más consciente, el más culto y a la vez de registro más vasto era Guimaraes Rosa. El problema es que la lectura de todos esos libros, en los años cincuenta, se hacía en una atmósfera de notable confusión y sobre todo de simplificación ideológica. Era una época de interpretaciones reductivas, en que la complejidad, la ambivalencia inherente a cualquier texto literario de calidad, se nos escapaban. El tema de la naturaleza, y por consiguiente el de la ecología, era una de las claves que faltaban en esos años.
Llego a un café de los alrededores de Barcelona y me pongo a conversar con un personaje de barba, de aspecto y vestimenta juveniles, aunque de rasgos un poco marcados ya por los efectos del tiempo. Al cabo de un rato compruebo que me encuentro frente al más perfecto de los intelectuales de izquierda de la década de los sesenta. Cambió la historia contemporánea, pero aquella especie humana, la del intelectual "progre", sobrevive con una salud envidiable y ocupa los espacios más inesperados y codiciados. Mi interlocutor, persona locuaz, afable, amistosa, de genio vivo, se entera de que soy chileno y dice lo que sigue: "Todos hablábamos antes de Chile, pero cuando descubrimos que el general Pinochet había dejado la economía del país en un estado más o menos aceptable, dejamos de interesarnos en el tema".
La lógica del discurso de mi compañero de mesa me pareció más bien perversa, pero no me costó ningún trabajo entenderla. Se trataba de una vieja historia, tan vieja como el descubrimiento de America. Para el europeo, y desde nuestros orígenes, el Nuevo Mundo es el otro mundo, el otro lado de las cosas. Es un mito, un producto de su imaginación, y necesita inventarlo y reinventarlo a cada rato. Si el hombre americano es el buen salvaje, si la historia es una sucesión de revoluciones, contrarevoluciones, cataclismos, paraísos e infiernos, ambos, hombre e historia, se ajustan al mito y lo refuerzan. Si no son eso, si se presentan como circunstancias y personajes menos accidentados, de apariencia más común, esto es, más europea, el europeo típico, voraz consumidor de lugares comunes, y entre ellos, desde luego, el intelectual reincidente de los años sesenta, dejan de prestar atención.
En Le Monde Diplomatique , que permitiría formar un verdadero Diccionario de las ideas recibidas de Europa sobre América Latina, el discurso es más sutil, más elaborado, pero no diferente en los rasgos esenciales. La transición a la democracia en Chile todavía es muy delicada, sostiene un articulista.
Nadie se quiere acordar, en medio de una atmósfera de triunfalismo económico, de una especie de "sucess story", de los crímenes de la dictadura. El texto admite, claro está la existencia del informe de la Comisión Rettig, pero señala que la correlación de fuerzas políticas no permite que ese informe, cuyas cifras son "de toda evidencia inferiores a la realidad", se transforme en procesos y en condenas concretas. El general Pinochet lo dejó todo bien amarrado, "atado y bien atado", para emplear una célebre expresión franquista, y desde su puesto de Comandante en Jefe del Ejército maneja los hilos decisivos del país. Desde que tomó el control de la Democracia Cristiana en 1987, Aylwin, continúa Le Monde Diplomatique en su edición de junio de 1992, frenó las movilizaciones sociales, que siempre eran desbordadas por la extrema izquierda, y entró en un camino de negociaciones y concesiones en el que su gobierno todavía continúa.
El discurso del periodista francés, mejor elaborado que el de mi interlocutor de Cataluña, es, sin embargo, una buena argucia retórica para mostrar las cosas nuestras desde su lado más truculento, más accesible a la mirada que no nos mira sino que nos inventa. En lugar de explicar todo lo que ha conseguido la transición chilena, insiste en revelar lo que no ha conseguido todavía. En lugar de explicar cómo el tiempo trabaja en contra de los resabios de la dictadura y en favor de la consolidación de la democracia, intenta colocar el tiempo en un gran paréntesis. Se dirá que las ideas de evolución política, de gradualidad, de equilibrio, pertenecen a la órbita europea, mientras que nosotros estaríamos condenados, por nuestra historia y por nuestra naturaleza, a ser sólo una tierra de terremotos y de rupturas dramáticas, buena para producir textos de "realismo mágico", pero mala para conseguir resultados en la realidad cotidiana. En otras palabras, hay cierta mentalidad difundida, obstinada, omnipresente, que nos niega toda posibilidad de alcanzar soluciones políticas razonables. Sospecho que es una forma sutil de paternalismo, de desdén; quizás, aunque la palabra sea dura, de racismo.
Los latinoamericanos tenemos que comportarnos en forma de dar razón y alimento a las ideas preconcebidas de Occidente con respecto a nosotros. Ahora veo, sin ir más lejos, que en Cuba, después de la aparición del movimiento de "Criterio alternativo" de Maria Elena Cruz Varela, que paga desde hace largos meses su delito de opinión con la cárcel, ha surgido un "Proyecto de Programa Socialista Democrático". El "Proyecto" se presenta como una alternativa de izquierda y propone una salida de la crisis que sea pacífica, gradual, inspirada en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, en las libertades públicas occidentales y en la idea, sin duda importante y nueva, de evitar los efectos traumáticos de las transiciones en los países de Europa del Este. Es decir, enfoca el problema político cubano a la luz de la experiencia histórica más reciente, con una perspectiva que por lo menos podríamos definir como "civilizada ”. Para citar un ejemplo, defiende el derecho de propiedad sobre las viviendas cubanas de sus actuales ocupantes. Ya podemos imaginarnos que trastornos provocaría la reivindicación de sus mansiones habaneras por los antiguos propietarios radicados en Miami hace tres décadas. Los sectores más reaccionarios de Miami han planteado este asunto en los últimos meses y esto, bien aprovechado por la propaganda oficial, ha servido para darle un respiro inesperado al castrismo. Es un problema que también se ha presentado en estos días en la ex Alemania Oriental y que ocasiona allá trastornos serios.
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