Juan Berterretche - El Comisario Va En Coche Al Muere

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Este libro puese der leído como una novela: del género tiene el ritmo, elementos de suspenso y aun de misterio y una acción que jamás decae. Todo cuanto se relata, sin embargo, es minuciosamente histórico. Auténticos son los personajes, auténticos los hechos, auténtico el entorno en que ellos suceden. Apoyado en una profunda documentación, el autor reconstruye una época muy particular y unos personajes que perduran todavía en la memoria colectiva de los uruguayos: los anarquistas "expropiadores", el comisario Pardeiro, el terrible Faccia Brutta. Y con ellos, los episodios en los que estuvieron involucrados: el sangriento asalto al Cambio Messina; el asesinato del pagador del Frigorífico Nacional; la célebre fuga por el túnel que iba del Penal de Punta Carretas a la Carbonería del Buen Trato.
La muerte del comisario Pardeiro en el cruce de Monte Caseros y Bulevar Artigas, que cierra la historia en el mejor estilo de una tragedia griega, está memorablemente narrada. Como lo está la reconstrucción histórica de ese Montevideo todavía eufórica en medio de los fastos de los dos Centenarios, de las victorias deportivas, de una prosperidad que muchos creían inagotable.

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El primero en entrar fue un hombre de baja estatura, de ropas miserables y con una gorra algo ladeada hacia la izquierda. Dio algunos pasos y se detuvo indeciso mirando a su alrededor. Al levantar la cabeza puso al descubierto un rostro cetrino y enfermizo. Con mirada distante caminó hacia el centro del patio y allí se detuvo. Los murmullos y las conversaciones se mezclaron con algún tintineo de sables. Estuvo parado algunos minutos y luego, cuando se lo ordenaron, volvió a salir con pasos vacilantes.

Con el ingreso de Tomás Borche se inició el manyamiento de los ácratas en aquella mañana inhóspita, injustamente destemplada.

El siguiente en pasar fue José González Mintrosi. Conocido como El Chileno, el hombre de caminar tranquilo, con ojos hundidos y apagados bajo el ala de un sombrero de fieltro, se destacaba por una contrastante barba entre rubia y rojiza.

Con la misma digna resignación que irrumpió en el patio, salió por una puerta lateral cuando se lo indicaron.

Domingo Aquino, apodado El italiano, abarcó a los asistentes con su mirada mansa cuando le tocó su tumo. De cabellera abundante y revuelta bajo un gacho que no podía refrenarla, comenzó su paseo vestido con un modesto saco azul de mecánico.

El palio del Cuartel Centenario estaba alumbrado por la luz ámbar de un frío martes otoñal. El aliento de los espectadores se condensaba en pequeñas nubes cuando hacían algún comentario y las largas capas que lucían varios de los policías agregaban un componente espectral al reconocimiento.

Salió Aquino y los acusados siguieron desfilando. Sucesivamente entró Pedro Tufro, Teótimo Maldonado, Nicolás Urdanov, Carlos Pagani, Gerardo Fontela López, Rudecindo Nicolás Rodolfo Musso y Ángel Petrov.

Tres días antes, la policía había comunicado a la prensa su versión del atentado a Argentino Pesce y del asesinato de Pardeiro y Seluja.

Contradiciendo los hechos narrados por el taxidermista Borggiano un año antes, la policía afirmaba que el taxi con el cual se había atentado contra Pesce, confundiéndolo con Pardeiro, había sido abordado en Uruguay y Rondeau por dos pasajeros, Germinal Regueira y José González Mintrosi, y que en Belvedere había subido un tercer sujeto que hoy era identificado como Domingo Aquino. Entre los tres habían despojado al chofer de su vehículo, se dirigieron a Monte Caseros y Mariano Moreno y allí Aquino había disparado contra Pesce.

Nadie se molestó en comparar el relato que la prensa había publicado en mayo de 1931 con esta nueva versión, donde se agregaba un nuevo personaje en la historia y se modificaba en varios puntos el inicial testimonio de Borggiano.

Respecto al crimen del comisario de Orden Social y su chofer, se distribuían los papeles del siguiente modo:

El primero en llegar al paso a nivel de Bulevar Artigas y Pagola fue Aquino. Momentos después, a eso de las doce y cuarenta y cinco aparecieron González Mintrosi y Tomás Delis Borche. Algo más tarde llegó Germinal Regueira conduciendo su taxímetro donde transportaba las armas que se emplearían en el alentado. Regueira salió en el coche a hacer un reconocimiento para anticipar la llegada del auto de Pardeiro. Poco después volvió manifestando que el vehículo se le había descompuesto y debió dejarlo en un garaje. De esta forma quedaron sin un medio rápido de huir.

Cuando llega el coche de Pardeiro, Aquino y González se ponen frente a él y Regueira y Borche se tienden en una zanja para tirar sobre el costado izquierdo del faeton.

Este relato fue publicado en El Plata del sábado 4 de junio de 1932. El domingo 5, la prensa incluía nuevos datos: “Según Aquino y González, también intervino en la emboscada el búlgaro Nicolás Urdanov, un rubio muy buen volante”.

En la misma página y bajo el título “Leonardo Russo confiesa su participación en el crimen”, se transcribe su declaración: “Tenían razón, fui yo quien subió al estribo del auto para acabar con Pardeiro”.

La participación del joven Musso nunca fue especificada públicamente. Era el menor del grupo y, según la prensa, el que aportó la primera confesión.

De las declaraciones de Tomás Delis Borche surgió un nuevo acusado, el brasileño Alvaro Correa do Nascimento, que había viajado de Buenos Aires en la noche del 26 de mayo de 1932, luego de planificar el asalto al Cambio Fortuna. Correa do Nascimento, tío de Musso, fue detenido el 5 de junio en la ciudad de Mercedes, Provincia de Buenos Aires.

Al pequeño jorobado Teótimo Maldonado se le hizo una genérica acusación de anarquista. Igualmente debió desfilar su figura enfermiza entre la decena de detenidos, provocando comentarios por el penoso decoro de sus guantes de cabritilla. Como encubridor de González, al que habría alojado en una casa de la calle Bayona, se presentó al estudiante de notariado Pedro Tufro. Joven, de traje, moñita, sobretodo y sombrero oscuros, desentonó por su elegancia que denunciaba un diferente origen social.

A Pagani y Fontela no se los relacionaba con el crimen de Pardeiro, sino con el asalto al Cambio Fortuna.

A pesar de las declaraciones que lo comprometían, Urdanov se mantuvo en la negativa de cualquier responsabilidad. La prensa lo indicaba como extremista e incendiario, pero aquella mañana de junio se mostraba abatido y temblaba como una vara verde cuando lo fotografiaban.

Finalmente, sobre el temeroso Ángel Petrov, que caminó a los tropezones por el patio, se decía que “posiblemente no tiene nada que ver”.

Respecto al asalto del camión del Nacional, los acusados eran Correa do Nascimento, Borche, Regueira y González.

A medida que se fue haciendo la instrucción del proceso, las acusaciones cambiaron, y algunos de los exhibidos como peligrosos reos en el patio del Cuartel Centenario, fueron luego liberados sin poderles imputar ningún cargo. Fue el caso de Maldonado, Tufro y Petrov.

Pero el golpe de efecto que la policía necesitaba fue conseguido con aquella función que la prensa cubrió copiosamente.

Cuando terminó el manyamiento, el oportuno tano se había hecho el día vendiendo tres fainas enteras.

* * *

Los hechos protagonizados por los anarquistas y comunistas, en el marco de una fuerte inquietud social por el flagelo de la desocupación, fueron utilizados para desplegar una campaña contra los extranjeros.

Los acontecimientos de 1931 y principios de 1932 se usaron para crear un clima propicio a la aprobación de una “Ley de Indeseables” que logró la aceptación parlamentaria el 19 de julio de 1932.

Esta ley prohibía la entrada al país de acusados de delitos comunes en su lugar de origen y con tipificaciones más amplias como “ebrios consuetudinarios” “vagos” y “maleantes”.

La ley fue reglamentada el 17 de setiembre de 1932.

Inmediato al golpe de Terra se aprobó la repatriación de obreros extranjeros desocupados, cosa que rápidamente empezó a efectuarse.

En octubre de 1936 se promulgó la Ley 9604 que ampliaba las disposiciones de la del 32 en un senado político. Incluía a los expulsados de cualquier país por violar leyes de seguridad pública. Por esa legislación el régimen de Terra deportó entre otros a Simón Radowitzky.

El teatro montado en el Cuartel Centenario en junio de 1932 fue una pieza clave de la campaña xenófoba. No por casualidad los ácratas detenidos eran presentados como “el búlgaro”, “el chileno”, “el italiano”.

* * *

El proceso a los supuestos asesinos del comisario Luis Pardeiro y su chofer José Chebel Seluja Cecin, fue instruido, esencialmente, a partir de la declaración de los acusados obtenida el seis de junio de 1932.

El Juez de Instrucción fue el doctor Raúl Bastos, a cargo del Juzgado Letrado del Crimen de primer turno.

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