Su protagónica participación en la detención de los asaltantes del Messina lo hacía blanco de la vindicación anarquista. Se manejaba entonces, los nombres de Agustín García Capdevila y Jaime Tadeo Peña, que eran los únicos prófugos de la banda de los Moretti luego de la fuga de la carbonería.
En realidad ninguno de los dos estaba en el Río de la Plata y los testimonios de quienes asistieron al tiroteo no los individualizaban como participantes en él. De todos modos fueron allanadas las casas de todos los ácratas conocidos, buscando posibles pistas.
Como siempre, uno de los primeros lugares donde se dirigió la policía fue a la casa de Pura Ruíz -la esposa de Vicente Salvador Moretti-. De nada sirvió el operativo y ningún dato pudieron obtener de la menuda pelirroja que los recibió con el desprecio y la hostilidad que siempre les había demostrado.
No se salvó tampoco de un registro la casa de General Flores y Curupy, donde seguía viviendo Roberto Dassori. Era evidente que nada tenía que ver con el atentado, pues lo encontraron en el altillo, donde habían sido detenidos Malvicini y Paz menos de un año antes, ocupado en su viejo oficio. Lo agarraron masticando un billete de lotería falsificado y quemando otro.
Los demás allanamientos efectuados entre los anarquistas nada aportaron.
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El jueves 4 de febrero de 1932 a las cinco y media de la tarde, frente al Consulado de Argentina -Uruguay casi Florida- cinco personas preguntan por el Cónsul al agente de la Seccional tercera, Gilberto Acuña, que está de guardia en la sede diplomática. Antes de obtener una respuesta, uno de los sujetos le arroja pimienta a los ojos y comienza un forcejeo; el policía cae, es pisoteado y finalmente lo despojan del revólver de reglamento. En la puerta de la legación los agresores dejan un cartel en pintura roja: ¡¡ Abajo la Junta Militar Fascista. Por la libertad de los presos en huelga de hambre. Viva el Comunismo!!
Este incidente desata una fuerte represión sobre los comunistas: innumerables detenciones, allanamientos de locales y viviendas, clausura de su prensa y apresamiento de uno de sus diputados.
Con estos acontecimientos tan recientes era indudable que se los iba a tomar como posibles implicados en el crimen de Pardeiro, más aun, cuando sólo unos meses antes, en dos incidentes con ellos. la policía había sufrido bajas.
El primero de agosto de 1931, el Partido Comunista, como parte de una campaña lanzada por la Internacional Comunista, hizo varias concentraciones en el país en conmemoración del diecisiete aniversario del inicio de la primera guerra mundial.
Los actos se realizaban bajo la consigna de defensa de la URSS. En Rocha la jomada terminó trágicamente. La policía a caballo quiso interrumpir la oratoria y se desató un tiroteo. El saldo fue la muerte de un subcomisario, un suboficial y el orador comunista Indalecio Lujambio.
Dos meses después, el siete de octubre, en una conferencia herrerista en la Plaza Independencia de Carmelo, nuevamente los comunistas fueron noticia. Los oradores eran Luis Alberto de Herrera y Héctor Cassano y en un confuso episodio, en medio de los discursos, muere un guardia civil y uno de los concurrentes.
Se acusó de las muertes a Celedonio Alarcón y se responsabilizó del suceso al comunismo coloniense.
A estos antecedentes se sumaba el ataque al policía en el Consulado Argentino, aunque en este caso no se había ido más allá de desarmarlo.
En ninguna de las tres ocasiones se trataba de un atentado personal, pero ese tipo de sutilezas superaba la suspicacia habitual con que se movían los policías de aquella época.
Podía haberse desechado desde un primer momento la posibilidad de una intervención comunista en el atentado. A pesar de que campeaba una orientación abiertamente izquierdista en la Internacional luego del sexto Congreso (julio-setiembre de 1928), existía una tradición muy fuerte contra los atentados personales que venía desde la fundación de la social democracia rusa en oposición a los nihilistas.
El tema había sido incluso discutido en la primera Conferencia Comunista Latinoamericana (Buenos Aires, junio de 1929) y claramente laudado en contrario.
Cuando el delegado mexicano Suárez propuso la utilización del atentado individual en casos especiales, los hombres de confianza de la dirección internacional -Codovilla y Simson- respondieron duramente en contra.
Para la dirección comunista uruguaya la palabra de la Internacional era ley y jamás hubieran hecho algo fuera de sus directivas.
Algunos años después, bajo total predominio de Stalin, los atentados personales se adoptarían, pero sólo contra los disidentes.
El mexicano Suárez participaría en uno de ellos, contra León Trotsky, bajo el apodo de El Coronelazo pero sin llegar a ocultar su verdadero nombre: David Alfaro Siqueiros.
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Como sobresalía por su sagacidad, era inevitable que Pardeiro fuera destinado a la represión de los delitos conexos con la actividad sindical o política.
Más aun cuando su investigación del asalto al Messina lo había conducido al contacto con los anarquistas expropiadores.
Por eso luego de su ascenso a Comisario, es muy corto el período en que Pardeiro asume la jefatura de la sección Delitos contra las personas y finalmente alcanza el cargo hecho a su medida: Comisario de Orden Social.
Desde allí consolida su fama de duro. Debió actuar en esta función en el año en que la desocupación alcanzó la mayor cifra de ese período. Jornadas de lucha, marchas y protestas contra el paro forzoso se sucedieron durante el año 1931.
El 31 de enero de ese año, los obreros de la construcción lanzaron la primera huelga general del año, impulsada por el Sindicato Único de la Construcción y la CGTU -central comunista.
La huelga duró catorce días y cientos de obreros fueron encarcelados. Leopoldo Sala -prosecretario de la CGTU y secretario del Partido Comunista- estuvo treinta y seis días preso. Fue un conflicto duro, en el cual los detenidos sufrieron malos tratos y en el que Pardeiro intervino activamente. La huelga terminó en derrota.
En julio de 1931, según El País, la situación uruguaya se resumía así: seis millones de déficit en el presupuesto nacional; los títulos al seis por ciento se cotizaban en Nueva York al sesenta y cinco por ciento de su valor. Y los del Empréstito de Concertación se cotizaban en Londres al sesenta por ciento. La carne había bajado su precio en un veinte por ciento desde 1930 a 1931. Por la disminución del consumo mundial América Latina había sufrido una caída general de los precios de sus materias primas entre un cincuenta y un setenta por ciento entre 1923 y 1931.
Los conflictos que provocaban la crisis eran tan variados que hasta se desató una huelga de colonos productores de leche en Paysandú contra el trust de la Kasdorf en el invierno de ese año.
Es dentro de ese panorama que, en marzo de 1931, los anarquistas expropiadores lograron incluir en el sagrario de los mitos nacionales a la Carbonería de El Buen Trato y con ella entraba también Miguel Arcángel considerado el cerebro de aquel túnel concebido como un febril sueño de infinito escape.
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Cuando el Senador Pablo María Minelli opinaba que el asesinato de Pardeiro era una jugada para atemorizar a la comisión del Senado que investigaba los fraudes de la Aduana, no estaba afirmando algo desatinado si tenemos en cuenta el volumen de los intereses en juego.
La comisión ya había encontrado fraudes por centenares de miles de pesos en una sola firma y en un período de uno o dos meses. Existía una defraudación ya completamente comprobada por doscientos mil pesos.
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