Yasmina Khadra - La parte del muerto

Здесь есть возможность читать онлайн «Yasmina Khadra - La parte del muerto» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

La parte del muerto: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «La parte del muerto»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Un peligroso asesino en serie es liberado por una negligencia de la Administración. Un joven policía disputa los amores de una mujer a un poderoso y temido miembro de la nomenklatura argelina. Cuando este último sufre un atentado, todas las pruebas apuntan a un crimen pasional fallido. Pero no siempre lo que resulta evidente tiene que ver con la realidad. Para rescatar de las mazmorras del régimen a su joven teniente, el comisario Llob emprende una investigación del caso con la oposición de sus superiores.

La parte del muerto — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «La parte del muerto», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

– ¿Cuál fue el último que te cargaste? Quizá sea ése el origen de tus problemas.

– Al chófer de un nabab. El revolucionario que se suicidó hace poco.

– ¿Thobane?

– Algo así. El trato era que lo esperara delante de su villa y que me cargara a su chófer. Así lo hice exactamente. No entiendo por qué quieren ahora deshacerse de mí.

– No fuiste tú, hombre -le digo para ganar tiempo y salir de mi asombro, pues lo que acabo de oír me ha dejado estupefacto-. El asesino se llamaba SNP y salía de la cárcel. Ya lo han neutralizado.

– Mentira barata. Yo me cargué al chófer. Y no podía fallar.

Busco febrilmente en mis bolsillos el paquete de tabaco. El frenesí de mis gestos lo espanta, cree que pretendo sacar el arma y se dispone a salir pitando.

– Sólo un pitillo -le grito enseñándole el paquete-. ¿Quieres uno?

– Lo mismo lleva droga.

– Tú eliges.

– No, no me arriesgo.

Enciendo mi pitillo y chupo con avidez. Las primeras caladas me aclaran las ideas y atenúan mi temblor de manos.

– ¿Entonces, por qué disparaste al otro asiento y no al del volante, si ibas a por el chófer?

– Me dieron una contraorden por radio. Durante el camino, tuvieron un pinchazo; el chófer se fastidió la muñeca al cambiar la rueda. Me llamaron de inmediato para avisarme de que ya no conducía él. Lo demás fue pan comido.

Ha salido airoso de la prueba. Un tropel de ideas se hace sitio a codazos en mi cabeza, y se agarran entre ellas. Ninguna consigue desmarcarse. Pierdo el rumbo y me sorprendo deseando varias cosas a la vez, como un borracho que estuviese ganando al jackpot. Este individuo es la pieza que necesito para rematar el puzle. A la vez, no sé cómo hacerme cargo de él ni cómo ganármelo. Tengo la certeza de hallarme ante una bomba devastadora, pero resulta que no soy artificiero. De repente me doy cuenta de lo cargadas de sentido que estaban las palabras de Dine, en el restaurante de Belcourt. Siento como si me estuvieran pasando por el estómago una plancha al rojo vivo. El sudor me cae a chorros por detrás de las orejas, me empapa el cuello de la camisa y me roe la nuca.

– Me caigo del guindo -exclamo para dominar el pánico que me está entrando-. ¿Te lo cargaste con tu arma?

– Yo nunca he tenido arma. Mis patronos me entregan una en cada misión.

– ¿Sabes que el arma que utilizaste pertenecía a un poli?

– Eso no es asunto mío. En mi oficio, cuanto menos preguntes más posibilidades tienes de despertarte tras una buena noche de sueño.

– ¿Cómo la consiguieron?

– No puedo contestar a eso, comisario. El tipo me la entregó dentro de una bolsita de plástico. Insistió en que la mantuviera intacta. Había huellas encima, y era para que no me pillaran. Debía llevar guantes al usarla y volver a ponerla de inmediato en la bolsita antes de soltarla en un cubo de basura determinado…

Viendo que me quedo sin aliento, sospecha que le estoy preparando alguna faena.

– ¿Qué pasa, comisario, no le interesa mi historia?

– No es eso.

– ¿Entonces qué es?

– Estoy pensando.

– ¿En qué?

– En lo que me acabas de contar.

– Si me prometes que me protegerás, lo confesaré todo ante un tribunal.

Le pido con la mano que cierre el pico un momento, hasta que consiga ventilar mi cerebro.

– ¿Bueno, qué pasa? -se impacienta-. No me voy a tirar todo el día aquí.

Se me quema el pitillo entre los dedos. Lo he quemado en menos de diez caladas. El gaznate me arde y tengo el paladar amargo de nicotina.

– ¿Podrías identificar a tus patronos?

– No al cien por cien. Se trata de un par de fulanos que sólo aparecen de noche y que se mantienen en la sombra cuando tratan conmigo. Llevo años currando para ellos y jamás me los he cruzado en la calle, en una playa, en un aeropuerto o en un restaurante. Y eso que no paro de moverme de un lado a otro. Jamás me he topado de frente con ellos. Pero ellos siempre saben encontrarme cuando me necesitan.

– Si ni siquiera eres capaz de reconocer a unos fulanos que llevan años utilizándote, no hay manera de que tu historieta salga adelante. Se trata de un asunto muy serio. Aquí no valen valoraciones si no hay dios que las verifique.

Levanta la cabeza y se saca las manos de los bolsillos.

– ¿Qué es esta mierda?

Me doy la vuelta para seguir su mirada.

Tras un terraplén surge una nube de polvo seguida de un zumbido de motor.

– Perro asqueroso -se cabrea el espectro-, me prometiste…

Por la pista aparece un coche que se nos echa encima a toda pastilla.

– No sé quién es -le digo.

– ¡Cabrón, sois todos iguales!

El coche, un endiablado cacharro negro, se precipita ferozmente hacia nosotros. El fulano se pone verde:

– Son ellos. Me han localizado.

Antes de que me dé tiempo a bajarme del carro, sale disparado hacia los árboles. Amago una persecución y renuncio sobre la marcha. Mi asesino ocasional tiene un cohete en el culo. Alcanza de una zancada lo alto de un montículo de escombros, bordea la alambrada y echa a correr hacia adelante como un descosido. Su chaqueta aletea al viento. Me vuelvo enseñando mi Beretta hacia el coche enloquecido. El conductor me descubre en medio de la pista y pega un frenazo en seco que no consigue controlar. Los neumáticos humean, patinan y se descontrolan en su derrape. Sorprendido por la estupidez de la maniobra, me quedo plantado en medio de la polvareda. El enorme trasto casi me embiste, gira sobre sí mismo, pasa a un metro de mí y se estrella contra la hormigonera haciendo crujir toda aquella chatarra.

Espero, alucinado, que se disperse el polvo para calibrar la magnitud del desastre.

El conductor abre la puerta del coche, sonado pero ileso. No es más que un crío.

– No le había visto, señor.

– ¿Qué haces con este coche, lo has robado?

– Por supuesto que no, señor, es de mi padre. A veces me deja que lo lleve para que vaya aprendiendo por aquí que no hay nadie. Le juro que no le vi, señor.

Corro hacia el arbolado con la esperanza de que mi testigo se haya detenido. Le doy voces para que se tranquilice, pero no aparece. A estas alturas ya debe andar por la otra punta de la ciudad.

Regreso a mi despacho y espero. Al día siguiente me planto allí de madrugada y pido que se me deje a solas con mi teléfono. El desconocido no vuelve a llamar. Tampoco los días siguientes. Ya harto de esperar, me rindo a la evidencia: la suerte no llama dos veces a la puerta del mismo idiota. Me resigno y opto por no agobiarme más de la cuenta. Por la noche, me doy una vuelta con Mina para despejarme un poco. De día, intento dar sentido a las cosas de la vida. Ayer, el médico me garantizó que Lino luchaba por salir adelante. Sigue desconfiando de las enfermeras, pero en cambio se lleva de maravilla con los enfermos. Menos da una piedra.

En la madrugada del jueves, Serdj me anuncia que han descubierto un fiambre en un depósito de chatarra. Vamos juntos allá. Se encuentra por la carretera de Tizi Uzú, a la salida de la ciudad. Llegamos tras una hora zigzagueando y soltando tacos. Está detrás de una colina, en un terreno desahuciado donde hasta los pájaros se niegan a anidar. En menos de una hectárea se amontonan un centenar de coches, algunos casi de estreno y otros en un estado indescriptible. Una verja rematada con alambres de púas da a un patio en cuyo centro una garita se muere de tedio. Doy un bocinazo para avisar. Sale un guarda de mirada torva que nos da la espalda para recoger sus llaves. Es un cachas achaparrado y sombrío que saca pecho bajo su camiseta amarillenta por las manchas de sudor. Le sigue un perro canijo que no se puede permitir chulear sin hacer el ridículo.

Va hacia la puerta, abre el grueso candado chino y retira la cadena.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «La parte del muerto»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «La parte del muerto» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «La parte del muerto»

Обсуждение, отзывы о книге «La parte del muerto» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x