– Sir Ahmed, sé bien que soy una pobre mujer desvalida y que no estoy preparada para los rigores de un viaje por el desierto -dijo no sin sorna-, pero ¿qué le parecería un combate a florete a tres toques y si le gano, consideramos que puedo acompañarles?
– ¡Aha! -exclamó la princesa Nimet-Allah-. Ese es un buen reto, Ahmed… ¿Qué contestas?
– Ah, alteza, que, aunque yo acepte y la señora Forbes me derrote, cosa -sonrió- más que probable, el permiso para que nos acompañe al desierto no depende de mí. Depende de las costumbres de las tribus que viven en él y, en todo caso, de la aprobación del Gran Senussi Sayed Idris. Y le aseguro que conseguirlo no sería tarea sencilla. Entre otras cosas porque el viaje nos llevará por el oasis de Kufra, el lugar sagrado de los senussi, vedado a una mujer extranjera.
– Digamos, entonces -insistió Rosita Forbes-, que el precio por su derrota a esgrima sería intentar convencer al rey de los senussi de que me deje acompañarlos.
– No. Como dice el príncipe Kamal, no estoy seguro de poder garantizar su bienestar durante el viaje, madame Forbes. Incluso si Sayed Idris diera su autorización, lo que me parece impensable, insisto en que los peligros son numerosos y graves. Debo añadir, querida amiga, que cada integrante de la expedición llevará una misión muy concreta. No sólo nos disponemos a vagabundear por el desierto -añadió con algo de sequedad-, tenemos tres misiones específicas. La primera es política. Debemos consolidar las alianzas con los senussi de la Cirenaica, no siempre fáciles después de la guerra de Sollum de hace pocos años. Debo señalarle que los senussi, además de musulmanes, son unos creyentes excesivamente rigurosos de la secta sufí y que la presencia de una mujer, europea para más señas, en nuestra expedición, incluso sin que llegáramos a Kufra, no sería acogida con favor… Eso, en el supuesto de que la toleraran.
– Me puedo disfrazar…
Hubo una carcajada general en torno a la mesa. El único que no alteró su grave expresión fue el Bey.
– En segundo lugar -continuó como si no hubiera oído la interrupción-, el objetivo principal de la expedición es ir redescubriendo las rutas tradicionales de las caravanas y encontrando oasis desconocidos o legendarios, pozos de agua, poblados beduinos, fijando con precisión sus coordenadas, me refiero a latitud y longitud. El último que lo intentó, el único, debería decir, fue un explorador alemán, Rohlfs, a mediados del siglo pasado. Perdió todos sus instrumentos científicos en el intento y poco faltó para que se dejara la vida en la aventura. Bien, además de la investigación geográfica, que debo hacer personalmente, me propongo recoger especímenes geológicos que serán importantes para analizar el curso de la historia del desierto. También me encargaré de eso. Y, finalmente, es mi intención penetrar hacia el sur con objeto de establecer con exactitud los límites fronterizos entre Egipto, la Libia italiana, el África Ecuatorial francesa y el Sudán. Me temo que las condiciones de un viaje así serán de extremada dureza. No estoy muy seguro de que podamos hacerlo con garantías de regreso.
Las últimas palabras del Bey fueron recibidas con un silencio sobrecogido. Rosita Forbes apretó los labios y avanzó la mandíbula, pero no dijo nada. Nicky Desmond se enderezó instintivamente, como si estuviera echándose encima y en exclusiva la responsabilidad y el mando de cualquier operación militar que garantizara el buen fin de la expedición.
– No quiero que vayas -murmuró Nadia.
Ya'kub buscó con la mirada a Nicky, que le guiñó un ojo, pero no supo decidir si era para tranquilizarle porque la expedición sería menos arriesgada de lo que parecía, o para hacerle ver que el niño, por el mero hecho de acompañarlos al desierto, se había convertido en uno de ellos y se jugaría la vida como los demás, como un hombre.
Habían hablado mucho, antes de la llegada de los invitados a la cena.
– ¿No preguntas por tu madre? Te echa mucho de menos, ¿sabes?
– Yo también la echo de menos, Nicky -respondió Ya'kub tras un silencio.
– ¡Qué silencios, Jamie!
Hablaron de la vida de Ya'kub en El Cairo, pero sobre todo recordaron la casa de Woodstock, las carreras de caballos y las cacerías.
– ¿Ya has cazado por aquí? En el delta se hacen ojeos de patos, codornices, faisanes… de todo.
– No. No hemos ido a cazar…
– Pues yo creo que tu puntería te será útil en la expedición por el desierto. ¿Y a las carreras?
– Sí, eso sí. Mi padre tiene una cuadra y vamos bastante. Siempre le digo a Hamid…
– ¿Hamid?
– Sí, es mi mejor amigo… Bueno, Amr, también, pero es viejo… Siempre le digo a Hamid que mi padre va a llevar sus caballos a Inglaterra para hacer la temporada de carreras y que iremos todos, quiero decir, él, Amr, Hamid y yo. Y tú estarás allí.
El Mayor dio un bufido.
– Claro, ¿dónde quieres que esté? ¿Y tu amigo Hamid vendrá con nosotros al desierto?
– Desde luego, Nicky. Ya lo creo, sí. Mi padre lo ha permitido.
– Me gustará conocer a Hamid.
– Te ganará al backgammon.
La sobremesa fue muy larga y, contrariamente a la tradición, las señoras no se retiraron mientras los caballeros encendían sus cigarros habanos. Tanto la reina Nazli como la princesa Nimet-Allah insistían en que en El Cairo la separación de sexos después de cenar era degradante para las mujeres en un país milenario en el que ellas habían desempeñado y desempeñaban un papel preeminente. Claro, que nadie se creía semejante cosa, que en realidad sólo se debía a que ningún hombre en Egipto se atrevería a enfrentarse a la ira de la Reina o al enfado de su sobrina. La Reina había establecido la costumbre un día en que uno de los comensales, al ver que no se aplicaba, le había preguntado tímidamente por la vigencia del código de conducta que preveía la separación de hombres y mujeres después de los banquetes.
– Mi querido Al-Rihani Pasha, ¿ha oído usted hablar del juez Qasim Amin, el autor del opúsculo, muy discutido, eso sí, sobre la razón del retraso de Egipto? ¿Se acuerda? Me parece que fue publicado en 1898. ¿La razón de nuestro atraso? El estatus de la mujer. La llave del progreso de este país está en la educación femenina. Y no empezaremos a pensar con lógica en esa dirección hasta que dejen de humillarnos. No puedo estar más de acuerdo con el argumento. ¿Y usted?
Cuando casi todos los comensales se hubieron ido y en el salón de fumadores sólo quedaban Kamal al-Din, Rosita Forbes, Nicky, Amr y, naturalmente, Ya’kub y el bey, la charla se hizo más relajada, menos formal.
– Iremos en mi yate hasta Sollum, Ahmed -dijo entonces el príncipe-. Me propongo pasar un tiempo en el oasis de Siwa para quitarnos de en medio de esta maldita ciudad, Alá el más grande se apiade de ella. Es verdad que el desierto es terrible y despiadado, pero quienes lo hemos conocido una vez, tenemos que volver a él, atraídos como por un imán. Nimet prefiere quedarse en El Cairo y, por tanto, Nadia con ella. Así sea. Me habría gustado alejar a mi hija de las tentaciones absurdas de la capital, las modas de París y los cotilleos de Groppi, y que aprendiera de los sacrificios que impone la soledad, pero… Así que os llevaré a Sollum y haremos el viaje juntos hasta Siwa. ¡Ah, Ahmed! -exclamó batiendo las palmas con entusiasmo-, escucha esto: me he comprado unos Citroën que no se han comercializado siquiera porque acaban de salir de la fábrica de Francia. Son los nuevos Citroën Kégresse, especialmente fabricados para el desierto: las ruedas traseras son orugas recubiertas de goma, y delante, entre las dos ruedas, llevan un tambor giratorio que impide que las gomas encallen en las dunas. ¡Son verdaderamente fantásticos! Me acaban de llegar tres a Sollum y los usaremos para el trayecto hasta Siwa. Luego, ya, el resto de la expedición lo haréis como tú quieres, con los camellos, entre otras cosas porque aún no tenemos organizado el suministro suficiente de benzina que os permita adentraros en lo desconocido sin riesgo de quedaros tirados en medio del desierto. Pero de Sollum a Siwa… me parecería una pérdida inútil de tiempo que vosotros os fuerais por vuestra cuenta tardando diez días mientras yo recorro la misma distancia en no más de dos. Será agradable porque, además, el clima es ahora excepcionalmente benigno…
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