Fernando Schwartz - El príncipe de los oasis

Здесь есть возможность читать онлайн «Fernando Schwartz - El príncipe de los oasis» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

El príncipe de los oasis: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «El príncipe de los oasis»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Un joven mitad árabe, mitad occidental, criado y educado en Europa, regresa a Alejandría para reencontrarse con sus raíces islámicas. Junto a su padre, un aristócrata de la corte egipcia, emprenderá un peligroso viaje a los oasis de Libia. Diplomático, escritor y excelente comunicador, Fernando Schwartz (Madrid, 1937) decidió dedicarse por completo a la literatura desde 2004. Autor de más de una docena de novelas y ensayos, ha recibido, entre otros galardones, el Premio Planeta 1996 por El desencuentro y el Premio Primavera 2006 por Vichy, 1940. Su última novela, El cuenco de laca, alcanzó un notable éxito. Reside la mayor parte del año en Mallorca.

El príncipe de los oasis — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «El príncipe de los oasis», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

– Pero entonces -contestó al cabo de un rencoroso silencio el muchacho, mordiendo las palabras con amargura y revolviéndose en el asiento para mirar a Amr con rabia-, ¿por qué?

– ¿Por qué? ¿Por qué fuiste a besar a Nadia a su jardín y luego a copular con Fat'ma? Es una cuestión de perspectiva, de mantener los pies bien puestos en la tierra.

– ¿Perspectiva? Yo no necesitaba perspectiva, sólo seguir mi camino -dijo Ya'kub con una madurez que sorprendió a Amr-. ¿Y tú me dices que me case con una princesa? ¿Tú que desprecias a esa gente y que ayer me decías que el verdadero Egipto es éste de Fat'ma y no el de Nadia?

– Es así. Te diré más, Ya'kub. Y métete esto en la mollera: Nadia y Fat'ma son las dos caras de una misma moneda. Y es una moneda que te pertenece… y tú decides a cuál quieres poseer en cada momento de tu vida. -Alzó las manos como si le estuviera ofreciendo el mundo-. Bueno, si no quieres tenerlas a las dos…

– ¡No puedes decirme eso!

– ¿No? Pues a eso me refería al decirte que Egipto son dos países distintos: uno de oropel que te pertenece porque eres hijo de tu padre el Bey, y otro de tierra, mugre, pobreza y corazón, que es el del Nilo -precisó, señalando el río que se deslizaba por debajo de ellos-, el de los camellos, los mullahs, los barrios viejos de El Cairo, los cafetines y el sexo libre de todas esas mujeres que, como Fat'ma, sólo pretenden una oportunidad de ser felices. Tú estás en los dos, Ya'kub, y predigo que los dos acabarán siendo tuyos.

– Pues vaya -contestó el chico con inesperado sarcasmo-. No me lo creo: de modo que voy a transformar Egipto y a apoderarme de mi tierra acostándome con las… con una… ¿cómo la llamas…?

– Puta, se llaman putas.

– Eso… -se sonrojó-. ¿Con cuántas hasta que el país sea mío? ¡Menuda tontería! ¿Y para eso me destruyes el corazón?

– Pero no seas melodramático, Ya'kub. Piénsalo un poco. No te he destruido nada… Simplemente te he allanado el camino. Ahora ya sabes de qué se trata, te ha sido desvelado el gran misterio del sexo. -Rio-. Lo único que he hecho es colocarte a tus quince años en situación de dejar de temblar como una hoja cada vez que te enfrentes con tu prometida -dijo «prometida» como si fuera cosa hecha y definitiva-, la princesa Nadia, y con el resto de la corte a la que, si Alá no lo remedia, acabarás perteneciendo.

– Sí, mi prometida. Ya no, Amr. ¿Y cómo me voy a poner delante de ella, cómo le voy a poder mirar a los ojos? Se dará cuenta de que la he traicionado. ¿Y yo? Cuando la mire a los ojos, ¿no estaré viendo los de Fátima?

Amr sonrió y le dio unas palmaditas en el hombro.

– Ése será nuestro secreto.

Capítulo 9

La llegada de Nicky Desmond aquella misma tarde en el tren de Alejandría fue para Ya'kub el acontecimiento sentimental que necesitaba para olvidar por unas horas sus males de amores. O al menos para empujarlos al fondo de sus emociones, convirtiéndolos en dolores sordos, inquietantes hasta que se recordaban.

Padre e hijo acudieron a la estación de Bab el-Hadid y se colocaron en el andén a la altura de donde debía parar el vagón de primera clase, separados del resto de la gente por una barrera infranqueable de policías armados con varas flexibles con las que fustigar a los que, llevados por la emoción de la espera, se extralimitaran. Los privilegios de clase tenían sus ventajas. Por un momento, Ya'kub pensó que el Bey ni siquiera veía al resto de la gente, que todos aquellos miserables no existían para él, pero luego recordó sus miradas de hielo a los miembros de su propia familia cuando merecían su desprecio y la delicadeza con que trataba a sus beduinos y a los nubios, al gordo Mahmud y a los suyos y comprendió que era perfectamente capaz de distinguir entre unos y otros. Tal vez la cosa fuera más sutil: el Bey se sabía parte de un estamento privilegiado pero no displicente. No había personas y «chusma», como la llamaban en la corte del rey Fuad, había almas refinadas y gente simple. En esa distinción no cabía el desprecio. Pensaba Ya'kub.

El convoy entró en la estación soplando por los cuatro costados, soltando vapor y carbonilla, pero yendo tan despacio que cualquiera habría podido subirse o bajarse en marcha con la misma facilidad que usaban las escaleras de su casa. De hecho, a medida que los vagones alcanzaban el principio de los andenes, decenas de personas se descolgaban de sus portezuelas abiertas, alejándose después como si tal cosa, con sus fardos ya en equilibrio sobre sus cabezas o sus maletas de cartón atadas con cordeles de esparto precariamente abrazadas al pecho.

Los coches de segunda clase iban ocupados por funcionarios egipcios vestidos con trajes y chalecos arrugados y no muy limpios, pero iguales a los de los británicos a quienes imitaban. También viajaban en los mismos vagones soldados ingleses de uniforme, probablemente de regreso de maniobras en el delta del Nilo o en los alrededores de Alejandría. Así debía de ser, puesto que sus oficiales ocupaban compartimentos de primera clase y, al apearse, más de una bota o una guerrera venía manchada de barro sin que evidentemente hubiera dado tiempo a los ordenanzas a limpiar aquello antes de que los mandos los devolvieran a todos a los cuarteles de Qasr al-Nil.

El Bey se había asegurado de que Nicky Desmond tuviera medio vagón para él solo con doble compartimento-cama, baño y salón, y, en efecto, enseguida pudieron ver, asomado a una de las ventanillas, el rostro siempre solemne del Mayor, impecablemente afeitado y con una grave sonrisa iluminándole las facciones.

No venía solo, sin embargo. Asomada junto a él había una mujer morena, más pizpireta que guapa, con los ojos escondidos detrás de unas grandes gafas oscuras y la boca pintada de carmín vivo. Contrariamente a lo que era costumbre en las europeas, no llevaba sombrero, sólo el pelo negro y corto, con los rizos, ésos sí a la moda, agitándose al viento.

El Bey, que había levantado una mano en señal de saludo, mandó a dos porteadores que subieran al vagón y se hicieran cargo de los equipajes mientras amigo y acompañante bajaban al andén.

– ¡Nicky! -dijo con calor-. ¡Bienvenido a El Cairo! Hacía tiempo que te esperábamos. -Y estrechó ambas manos con las suyas.

– ¡ Ahmed! ¡Por fin! -respondió Desmond con su modo tan peculiar y solemne de hablar. A Ya'kub se le llenaron los ojos de lágrimas al reconocer aquella voz, que era la de la familia dejada atrás, la del hogar de toda su niñez. Se pasó las manos por las mejillas para que nadie se lo notara-. Al fin he llegado, amigo mío. ¿Y este joven? -preguntó fijando la mirada en Ya'kub-. ¡No puede ser Jamie! Hace un año, Ahmed, te dejé un niño y me devuelves un hombretón. Ven que te vea, jovencito… ¡Cómo has crecido! -Y extendiendo una mano, estrechó la de Ya'kub.

El muchacho hubiera querido abalanzarse a sus brazos, pero Nicky lo mantuvo a distancia, aunque luego, en un gesto de extraordinaria calidez para su modo habitual de comportarse, le dio dos palmadas en el hombro. El Bey sonrió, comprendiendo que aquella exhibición de inusitado entusiasmo en un oficial británico revelaba la intensidad de sus sentimientos hacia su hijo. Luego Nicky sujetó a Ya'kub por los brazos.

– Te hemos echado de menos, hijo, y tu madre te manda muchos besos. No te los voy a dar, claro, pero haz como si los hubieras recibido. -Sonrió.

– ¡Oh, Nicky! -fue lo único que acertó a decir Ya'kub, escapándosele un horroroso gallo, el segundo del cambio de voz forzado por la emoción en tan pocos días. Después, durante el resto de la tarde, casi no le quitó ojo, como temiendo que se esfumara si apartaba la mirada de él aunque fuera durante unos segundos.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «El príncipe de los oasis»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «El príncipe de los oasis» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Fernando Schwartz - Vichy, 1940
Fernando Schwartz
Fernando Schwartz - El Engaño De Beth Loring
Fernando Schwartz
Fernando Schwartz - Al sur de Cartago
Fernando Schwartz
Fernando Schwartz - La Venganza
Fernando Schwartz
Fernando Schwartz - El Peor Hombre Del Mundo
Fernando Schwartz
Fernando Schwartz - El Desencuentro
Fernando Schwartz
Fernando Vallejo - La Virgen De Los Sicarios
Fernando Vallejo
Fernando García Maroto - Los apartados
Fernando García Maroto
Agustín Rivero Franyutti - España y su mundo en los Siglos de Oro
Agustín Rivero Franyutti
Fernando García de Cortázar - Los mitos de España 
Fernando García de Cortázar
Fernando González - Los negroides
Fernando González
Отзывы о книге «El príncipe de los oasis»

Обсуждение, отзывы о книге «El príncipe de los oasis» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x