– En la avenida de Aragón. Una planta baja de seiscientos metros cuadrados junto a la redacción del Superdeporte.
– ¿Cuánto dinero? -preguntó jugueteando con el estuche de los puros.
– Por la situación es muy barata. Con la venta de la sede y un crédito de medio millón de euros sería nuestra.
– Cómprala.
– Francesc…
– Ya lo sé, ya lo sé. Tendremos que devolver el favor. Pero eso ya se verá. Al fin y al cabo nosotros pagaremos lo que nos pidan. No les deberemos nada.
– Eso es relativo, porque nos piden pensando en la contraprestación.
– Lo que es relativo es la obligación de devolver favores. No figura en el contrato.
Entonces sonó el móvil de Vicent Marimon. Le costó reconocer la voz de su cuñado, pero sólo durante unos segundos.
– Tengo que irme, Francesc.
Petit notó en él inquietud.
– ¿Ocurre algo?
– El chiquillo ha tenido un accidente con la moto y se ha hecho daño.
– ¿Es grave?
– No es nada, pero está en urgencias del Peset Aleixandre.
– Si me necesitas, llámame.
Marimon se fue. Francesc Petit reflexionó sobre la suerte de no tener hijos, con los quebraderos de cabeza que conllevan. En Aquarium, aquel pub pequeño y tradicional de la Gran Vía, Marimon tuvo que mirar a su alrededor varias veces para encontrar a Josep Valles. Sonriente, su cuñado levantó una mano para descubrirle a qué altura de la barra estaba. Cuando lo vio sintió un inevitable malestar, como una especie de cansancio atávico.
– ¿A que no me has reconocido? -dijo señalándose el pelo.
– La verdad es que tenía la esperanza de haberte perdido de vista para siempre.
No se dieron la mano, ni un saludo, nada. Parecía un encuentro habitual, una imagen estereotipada. El aspecto de su cuñado hizo que Marimon recordara claramente cuál era la oveja negra de la familia.
– ¿No te alegras?
– Pues no, Josep.
– Ahora me llamo Toni Hoyos -dijo enseñándole el pasaporte-. Es el nombre de un valenciano que murió en Namibia.
– ¿Hoyos? Muy apropiado, por lo del agujero que dejaste en el bufete.
– Para mí es un asunto olvidado.
– No estoy seguro de que para ellos también lo sea.
– Da igual. Vamos, hombre -le dio dos golpes en los hombros-, tu cuñadito ha vuelto. ¿Qué quieres tomar?
– Un whisky doble. Sin hielo.
– Te pediré un escocés de pura cepa.
Llamó al camarero. Lo hizo con su actitud de siempre, levantando un ostentoso brazo que lucía una pomposa cadena de oro colgando de la muñeca, con supuesta distinción señorial que no ocultaba modales vulgares. Acostumbrado a la selecta clientela de la Gran Vía, el camarero apenas lo miró.
– ¿A qué te dedicas?
– Ahora te lo cuento, primero la familia. ¿Cómo está Empar?
– Josep…
– Eh, recuerda que me llamo Toni.
– Toni, tu hermana no quiere saber nada de ti. Ni te imaginas qué disgusto nos diste. Empar se pasó más de tres semanas sin salir de casa. Desde entonces tu padre sufre de tensión alta, yo…
– Soy un hombre nuevo.
– Tienes cuentas pendientes con la justicia.
– Las tenía Josep Valles. Ya lo he pagado con creces. He trabajado como un animal en América del Sur y ahora en África.
– ¿Qué coño haces tú en África?
El camarero les llevó los whiskies con una desgana insultante, con cierta mirada de desprecio. Le molestaba servir a un tipo que en el fondo era como él. Dejó la cuenta en un lugar muy visible. Hoyos le dio un puro a su cuñado. Por culpa de Petit fumaba puros sin haber dejado los cigarrillos.
– Soy un honrado agente FIFA de futbolistas.
A Marimon no le pasó desapercibido el énfasis que puso en declararse honrado. Aquello reafirmó aún más sus dudas, aunque no le hiciera falta ninguna declaración de intenciones.
– Estoy asociado con un catalán -dijo con entonación virtuosa.
Marimon pensó en la buena imagen que tenía el Front en Cataluña y en las excelentes relaciones que allí mantenía. Dio un gran trago de whisky.
– He venido a hacer algo importante por nuestro país.
– Toni, tú ya hiciste cosas memorables. Las cuentas del Grup d'Ensenyament en Valencià, del que fuiste tesorero, no cuadraron nunca. Ahora ya sé por qué, después del incidente del bufete.
– Aquello era un caos de contabilidad. Te doy mi palabra.
– Eres poco fiable.
– ¿Piensas restregármelo por la cara toda la vida? Si quieres me entrego a la policía.
Marimon no respondió. No se entregaría ni aunque se lo pidiera de rodillas. Además, Hoyos recurrió a un burlón golpe bajo, al chantaje por el buen nombre político que ahora tenía su cuñado.
– Tu hermana volvería a coger un buen disgusto.
– Me gustaría verla.
– Déjala en paz. Ya ha conseguido olvidarse de todo.
Hoyos se puso melancólico:
– Si supieras lo solo que estaba por Navidad…
– Si supieras el disgusto que teníamos nosotros. La vergüenza que nos has hecho pasar no tiene nombre.
– Te compensaré por ello.
– ¿Quieres compensarme?
– Ni lo dudes.
– Pues lárgate. Desaparece. Vuelve a África, o a Asia, no sé, a donde quieras, pero sal pitando de aquí. Ya tenemos problemas por un tubo, sólo faltabas tú.
– Yo los solucionaré.
– Josep…
– Acostúmbrate a llamarme Toni.
– Vale, si necesitas dinero te lo daré. Pero vete. Si te queda algo de corazón hazlo por tu hermana, por tu padre, por el país…
– Me quedo porque tengo una deuda pendiente.
– Tienes más de una.
– Deja que me explique.
Pidió otro whisky. Se sentaron en un rincón más discreto del pub. Hoyos dio unas palmadas amistosas en los hombros de Vicent.
– Curull y yo…
– ¿Quién es Curull?
– El catalán, mi socio. Una gran persona. Nacionalista, como nosotros.
– A mí no me metas.
– Curull y yo representamos a Bouba.
– ¿Bouba?
– Una perla. Uno de los mejores jugadores de Europa. El Bayern, el Milan y el Inter se han vuelto locos por ficharlo.
– No entiendo de fútbol.
– Pero yo sí. Y detecto un crack con verle tocar el balón. Te aseguro que Bouba es tu mejor aliado político.
– ¿«Aliado político»?
– Es muy fácil: Bouba fichará por el Valencia.
– ¿Y qué?
– Pues que el Valencia está sin un duro. Pero vosotros, los del Front (qué lástima que olvidara votaros por correo), podéis facilitar la operación obligando a la Generalitat, sin que nadie se entere, a que lo traiga.
– ¿La Generalitat fichar a un jugador?
– Mira, la Generalitat habla con Bancam para que la entidad dé un crédito blando al Valencia. Luego Curull y yo afirmaremos sutilmente que, gracias a vuestra insistencia e influencia, el mejor jugador de Europa, un esteta del fútbol, está entre nosotros. ¿Comprendes?
– ¿Y si es un bluff?
– Estamos hablando de un jugador de proyección mundial. ¿Crees que el Bayern, el Inter y el Milan (y también el Madrid, aunque Curull no quiera saber nada de ellos) se chupan el dedo?
– ¿Cuánto cuesta?
Hoyos prefirió, de momento, no hablar de dinero. En el mundo del fútbol es constante el regateo.
– No lo sé. Los números son cosa de Curull.
– Mejor para la empresa.
– Oye, cuñado, cometerías un error si no me hicieras caso.
– ¿Crees que estás en condiciones de recibir mi confianza?
– Si no dejas de sacar los trapos sucios no llegaremos a ninguna parte.
– Tu interés sólo es crematístico.
– Pues claro, me gano la vida así. Pero podría vendérselo a otro equipo y prefiero que venga aquí. ¿Te imaginas al Valencia campeón de Europa?
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