Belén Gopegui - El Lado Frío De La Almohada

Здесь есть возможность читать онлайн «Belén Gopegui - El Lado Frío De La Almohada» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

El Lado Frío De La Almohada: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «El Lado Frío De La Almohada»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

El lado frío de la almohada tiene los ingredientes adecuados para ser intriga y calidad en un argumento que arrastra un fuerte componente ideológico. Su defensa de la revolución cubana es el halo principal donde Gopegui vierte su compromiso mientras seduce al lector con una historia de amor -romántica por imposible- entre Philip Hull y Laura Bahía. Él, un diplomático estadounidense casi jubilado que trabaja en Madrid, ella, una joven agente de Seguridad del Estado cubano.

El Lado Frío De La Almohada — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «El Lado Frío De La Almohada», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Yo conocí el dolor con el agregado. No era el dolor de la sirena, era más leve, a menudo es más leve, aunque doliera. No era el dolor melodramático de la espada y la sangre sino el constante y pequeño dolor de tener el destino dividido y saber que lo que le pasara al agregado estaría de algún modo y para siempre sucediéndome a mí. Luego, un día, quise hacer el pacto, como todos los que sueñan.

Hacer el pacto, retirarse al castillo, que aunque siguiéramos viéndonos, tocándonos, el dolor cediera y se dulcificase porque el destino de cada uno volvería a ser el destino de cada uno, y volvería a resultar posible imaginarse en la proa de un gran barco o en un país nevado sin dar cabida al otro en la imaginación. El agregado también lo quiso. Quizás a usted le gustaría saber quién fue el primero.

Saberlo forma parte del interés humano, pero le diré que no tengo constancia, no sé quién quiso retroceder antes y, francamente, creo que no importa- Es el castillo lo que importa; son las habitaciones y las torres y el bosque al otro lado del foso que a veces es un bosque y a veces arena blanca o un acantilado. Es ese raro castillo del cual podemos entrar o salir con libertad porque sus muros son de aire o de menos que el aire para nosotros. En cambio para los otros es un recio castillo de piedra dura.

Tal vez fui yo la primera. Tal vez fue el agregado. No importa, en ningún caso el otro quedaría dispensado de la astucia con que pretendió no entregarse del todo. En ningún caso el otro quedaría dispensado de la melancolía, tristeza suave no causada por una verdadera desgracia; alfombra roja de los sueños; sendero con curvas en el cuadro por donde pasábamos al otro lado, al mundo del cuadro, al mundo fuera de aquí. Tristeza suave, pendiente suave de tobogán o alfombra roja: no la delgada alfombrilla que se tiende al pie de los aviones y es apenas una tela sino la alfombra gruesa donde al poner los pies se diría que el suelo está varios centímetros más abajo. Y después sólo queda dar un paso: hemos cruzado el umbral, ya estamos en los sueños.

Me extraña no haberle encontrado nunca todavía, señor director. Me extraña no haber coincidido con usted en ese pequeño trozo de alfombra densa. Porque la entrada al lugar de los sueños fragorosos es pequeña, señor director. Una vez cruzado el umbral el espacio se expande, los sueños se dispersan. No son tantos ni son tan distintos, los sueños, peto son casi infinitas las modalidades. ¿Nunca en el umbral, nunca mientras aguardaba, nunca quieto y a la espera sobre el cuadrado rojo de la melancolía vio mis ojos? Tal vez si hace memoria los recuerde. Tal vez si hace memoria de ahora en adelante pueda reconocer ojos de alfombra roja, densa, en hombres y mujeres, ojos de tristeza suave no causada por una verdadera desgracia. Incluso al oír algunas voces es fácil darse cuenta, y en las fotografías y en la forma de andar, y en las manos que existen a veces sobre las mesas como separadas del busto que habla y usted ha imaginado que las cogería, que se marcharía al hotel del ventanal con esas manos.

Alguna vez tenemos que haber coincidido. Como dos heroinómanos esperan en la puerta al camello que habrá de abastecerles, usted y yo de pie y en el umbral si bien distintos de los heroinómanos porque la heroína ciega la conciencia. La heroína puede llegar a ser un camino sin retorno pero de nuestros sueños, los providenciales, los fragorosos, se vuelve siempre. Son camino de ida y vuelta siempre. Se toman decisiones por los sueños. Se hace o se deja de hacer.

Alguna vez hemos tenido que cruzarnos en la melancolía, señor director. Alguna vez hemos tenido que mirarnos a la cara y reconocer en el otro la misma tristeza. Y entonces comprender que la melancolía no era nuestra empalizada, no era defensa propia como suele decirse, sino concupiscencia.

Se disipa a su lado, señor director,

Laura Bahía

6

La entrega del dinero y la entrega de la lista, el intercambio, se hizo a la hora convenida, las cuatro de la tarde, en un pequeño parque, en realidad diminuto, triangular, de la colonia de El Viso. A las cuatro no había nadie allí, nadie más que ellos: Laura, el agregado y, a distancia, los que debían verificar la firma de Sedal además de centinelas de ambos bandos encargados de velar por la seguridad del dinero.

Laura y Hull hablaron mirándose a veces a la cara pero nunca a los ojos. Laura dijo que sólo traía la lista, habían resuelto posponer la entrega de la declaración hasta el día en que tuviera lugar la entrevista de Carter con Jorge Salinas. Hull no hizo ademán alguno y sólo se retiró para darle a George el recibo de Sedal y la lista. Mientras George procedía a la verificación, telefonearon a Wilson y a ella tampoco pareció importarle la ausencia de la declaración.

– La firma es correcta -dijo George pasados diez minutos. Entretanto, Laura había metido el dinero en una mochila alta, como de montañera, y esperaba a Hull sentada en el borde de un banco con la mochila ceñida a la cintura y a los hombros. Hull la miraba sabiéndose observado por varios ojos desde distintos ángulos. Se colocó, sin embargo, muy cerca de Laura y le dijo que la firma era correcta. Después, absurdamente, se acercó para besarle la mejilla y le pareció que Laura prolongaba unos segundos la proximidad o que al menos retiraba la cara a cámara lenta.

Laura echó a andar, deprisa. Philip Hull no la miró; se dirigió al lugar donde estaba George, volvió con él a la embajada.

George le hablaba de tenis, de un partido de tenis que había estado viendo la tarde anterior. Pero Hull no le escuchaba. La lentitud de Laura al mover la mejilla resonaba en su propia mejilla como la vibración de un arco de metal- No obstante, la noche anterior y aún más por la mañana, al levantarse, Hull se había preguntado si no estaría cometiendo un error, un error absoluto e inexplicable. En ocasiones le había ocurrido ver un mueble en un escaparate o una chaqueta y desear comprarlo, y buscar el momento para hacerlo, pero al entrar en la tienda, o a veces antes, volver a pensar en el mueble ,en la chaqueta, y parecerle pretencioso o del todo innecesario. A veces también le había ocurrido estar seguro de que un bar estaba en una calle o de que un restaurante tenía la puerta azul, estar completamente seguro y discutirlo con alguien y convencerle, pero luego, antes de haberlo comprobado, darse cuenta de su equivocación y tener que reírse de su énfasis de hacía unos minutos. También le sucedía con las mujeres. Desear a una mujer, rondarla, colmarla de atenciones y una mañana, a menudo antes de haberla conseguido, despertarse ligero, como relevado de una ardua misión, pensando en la mujer igual que en cualquier otra persona, y luego vería, oírla, decirle cualquier cosa sin nerviosismo ya, sin miedo, sin apenas interés.

Ante sus monosílabos corteses, George terminó callándose. Llegaron a la embajada pero Hull no quiso entrar. Le parecía que las paredes y el corto espacio de su despacho le impedirían ver con claridad su error posible, recordar con claridad la lentitud de la mejilla de Laura en su mejilla, comprender con claridad lo que le estaba pasando. Se quedó en la calle barrida por el sol de mayo, le dijo a George que iba a acercarse a una farmacia un momento, pero no fue a ninguna farmacia sino que echó a andar en dirección al puente de Juan Bravo.

No había demasiados coches circulando, Hull miraba la sucesión de colores, negro, gris, gris, blanco, verde, rojo. Podía haberse equivocado, pensaba, era más que pro-hable que su aventura con Laura fuera sólo eso, una aventura. La sencilla satisfacción de desear y verse deseado, no tan distinta de la satisfacción al contestar a una pregunta cuya respuesta conocemos. Podía estar cometiendo un error garrafal al empeñarse en un futuro que además rebosaría de complicaciones.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «El Lado Frío De La Almohada»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «El Lado Frío De La Almohada» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Marion Lennox - El amor vive al lado
Marion Lennox
Christie Ridgway - A tu Lado
Christie Ridgway
Belén Gopegui - Acceso no autorizado
Belén Gopegui
José Güich Rodríguez - Del otro lado del espejo
José Güich Rodríguez
Manuele Migoni - O Lado Obscuro Do Poder
Manuele Migoni
Pedro Martín Bardi - El lado ausente
Pedro Martín Bardi
Edward T. Welch - Lado a lado
Edward T. Welch
Luz Stella Núñez - Con su lado de mujer
Luz Stella Núñez
Blake Pierce - Al lado
Blake Pierce
Отзывы о книге «El Lado Frío De La Almohada»

Обсуждение, отзывы о книге «El Lado Frío De La Almohada» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x