Sergio Pitol - Cuentos
Здесь есть возможность читать онлайн «Sergio Pitol - Cuentos» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.
- Название:Cuentos
- Автор:
- Жанр:
- Год:неизвестен
- ISBN:нет данных
- Рейтинг книги:4 / 5. Голосов: 1
-
Избранное:Добавить в избранное
- Отзывы:
-
Ваша оценка:
- 80
- 1
- 2
- 3
- 4
- 5
Cuentos: краткое содержание, описание и аннотация
Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Cuentos»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.
Cuentos — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком
Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Cuentos», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.
Интервал:
Закладка:
Repitió lo que Celeste le dijo sobre los sueños del licenciado González Guiot y de las esperanzas depositadas en el futuro de sus hijas:
Ambas, según su padre, tenían un porvenir inmenso. El licenciado González Guiot estaba decidido a gastar la fortuna que tenía, la heredada de sus padres, la heredada de su mujer, y, la más cuantiosa, la mal habida en los tortuosos negocios públicos a que las circunstancias lo obligaron, en la educación de sus hijas, a cuya disposición puso los mejores maestros. Pasaron largas temporadas en Italia; Celeste vivió unos semestres en Inglaterra en colegios magníficos. Viajaron por todas partes, oyeron y vieron todo lo que necesitaban oír y ver y cenaron con Enescu, con directores de orquesta rusos, con príncipes polacos, con la Karsavina y la Galli-Curci, y también con Lasseca y con De Falla. Sólo que Celeste sabía que todo eso era accesorio, que lo que en verdad necesitaba era un hombre y por eso conoció a muchos y al final se casó con un español bárbaro al que aborreció muy pronto, mientras que Lorenza, ¡Lorenza estaba destinada a cosas superiores!, siguió educando su voz, acumulando saber con un tesón de hormiga, rodeada por la pequeña corte de maestros, críticos y admiradores que en redor suyo había congregado su padre. La primera aparición de Lorenza tuvo lugar en un espléndido parque en los alrededores de Colmar; fue una función privada donde cantó la Zerlina de Don Giovanni . Poco después se presentó en París, ¡un gran momento, una velada musical ya considerada como legendaria!; ella misma debía preguntarse a veces si en verdad había asistido o si se trataba de un sueño; fue una velada en los salones de Mme. Poliakoff, donde en presencia del mismo Ravel había cantado sus canciones. Pero las ambiciones de Lorenza eran del tamaño del Universo, como las de su padre, las de ella misma (Celeste), y las de Manolo, su marido, el español brutal que de pronto se convirtió, como todo el que frecuentaba la casa de la rue Ranelagh, al culto de la diva.
– Pero el suyo, el de mi marido, era un falso entusiasmo. A eso se debió la perdición de mi hermana.
Celeste no cesaba de hablar. En reuniones posteriores se refirió a su juventud, sus amores, su matrimonio, sus infidelidades, su entusiasmo por Henry James, a cuyas protagonistas amaba compararse. Le dijo que un día había decidido cortar con toda ambición personal para entregarse al cuidado de Lorenza, la huérfana más huérfana de toda la orfandad después de la muerte del licenciado.
– Más huérfana que tú… que ya es decir -le espetó.
Porque la muerte del licenciado, añadió, había coincidido con un accidente de su hermana al que siguió la flebitis que aún padecía, que le impidió moverse durante muchos años y la obligó, por consiguiente, a retirarse de la escena.
A pesar de su aparente apatía existe en él una necesidad que no ha logrado domeñar y que a momentos lo pone al borde de estallidos atroces. Él también quisiera, y tal vez ya entonces en París lo pretendía, hablar de sí mismo, no ser un puro y silencioso escucha. ¡El género humano no podía reducirse a Celeste y Lorenza! ¡Hasta una persona como él tenía derecho a la palabra! Han pasado ya quince años desde su regreso a México. Se conforma con muy poco; de ello puede dar fe su hermana. En momentos ha sentido como si también él hubiera sido víctima de un accidente y hubiera quedado tullido. Pasa la mayor parte del tiempo encerrado en la pequeña biblioteca o sentado en el polvoso jardín de la casa de su hermana, pues, después del fracaso de un matrimonio efímero, pasó a vivir con ella. ¿Ha hablado ya de sus actividades? Corrige pruebas para una editorial, da una clase de armonía en el Conservatorio, redacta pequeños textos sobre el arte lírico para la radio. Pero sabe que la música quedó atrás. ¡París, ni se diga…!
Nadie puede acusarlo de lamentarse demasiado. Cree envejecer con placidez, aunque sus alumnos, su hermana y sus sobrinos afirmen que lo hace demasiado verborreicamente. Tan vegetativa es su vida que no acaba de explicarse el sobresalto que de pronto le produjo aquella afirmación referente a la esencia asimétrica del mundo. ¿El mundo?, ¿la vida?, ¿la naturaleza?, ¿la verdad? ¿Quién puede no hacer el ridículo cuando se interna en semejantes andurriales? Pero es tarde para retroceder. Prefiere proseguir con sus recuerdos.
¿Cómo eran?
A Lorenza la ve de golpe, de cuerpo entero, mientras ella lo escucha tocar el piano; la espalda hundida entre almohadones, una rosa de terciopelo prendida al pecho, las enormes piernas recostadas sobre un pequeño taburete; en una mano una taza de café; la cucharilla en la otra hiende suavemente el aire, se balancea al ritmo de la música proveniente del piano o de sus propias palabras cuando habla de Monteverdi, de Rossini, de Alban Berg, de las obras que llevará a escena tan pronto como se recupere del todo. En sus labios Wozzeck, Sigfrido, Popea y Parsifal, ahora lo advierte, parecían transformarse en ráfagas de libélulas, en polvo de estrellas, en madejas de pelo de ángel, en ramilletes de anémonas, en algo tan cursi, terso y anacrónico como la rosa de terciopelo, los guantes de encaje que ceñían sus manos regordetas o los rizos intensamente negros que caían sobre sus sienes.
Es mayor el esfuerzo que requiere componer a Celeste. Tiene que imaginar algo vibrante, flexible y duro como el cuerpo de una amazona cuyos músculos se hubieran tensado en prácticas severas de caza y de combate. Recuerda sus manojos de collares multicolores que contrastaban con la energía de sus ademanes; recuerda, sobre todo, el pliegue duro en las comisuras de la boca.
– Lorenza no se ha retirado; nada de eso -le explicó un día mientras caminaban por el Trocadero-; el trabajo realizado durante esta tregua habría demolido a cualquier otra persona pero no a mi hermana. Su mente está en perpetuo movimiento.
Su pasión por Wa g n e r, para dar un ejemplo, no es ya la misma de hace unos años. No regresará a la ópera con Parsifal como un día soñó, sino con obras por una u otra razón más sorprendentes -horas después añadiría, ya en el departamento al que la enferma no tenía acceso-: Lorenza rescatará el antiguo repertorio del bel canto , ahora casi olvidado, y, sobre todo, dará a conocer lo más nuevo del género. Les demostrará, a quienes se nieguen a advertido, que la ópera puede ser algo hoy día muy vivo. En una ocasión, ¿te lo he contado?, por favor no me permitas repetirme, habló con Ravel sobre una posible escenificación de L’Enfant el les sortilèges . El maestro se quedó deslumbrado ante sus ideas. La verás hacer Schonberg, Enescu, Strauss, Berg, Janacek. Se la disputará el mundo entero. La Scala, el Metropolitan, Covent Garden. La querrán tener en Viena, en Buenos Aires y en Sidney. Tú lo has podido comprobar, Ricarduccio, mi hermana no ha envejecido, vive una juventud que muchos jóvenes envidiarían. O la ópera la reclama para ponerse en sus manos o se extingue; no queda otra.
Camina a grandes trancos por su salón mientras perora. Él admira su falda de tweed impecablemente cortada, su blusa a rayas un poco varonil, sus cabellos muy cortos; una figura perfectamente a tono con sus muebles ascéticos, donde la madera, el aluminio, el cristal, los materiales plásticos se integraban sin esfuerzo a los muros colmados de libros, a sus cuadros geométricos, en contraste con el piso de su hermana, todo él un mundo de cretonas, carpetitas de encaje muy fino, pastoras de porcelana de gusto un tanto dudoso y cortinas que con furia parecían querer desmentir la idea de que quien allí vivía pretendiera renovar un género artístico.
¿Qué hacía, a todo esto, él en la casa de la rue Ranelagh?
Le habían suspendido la beca. Le debía dinero a todo el mundo. Un día, Celeste le rogó trasladarse a su casa. Dispondría de una habitación independiente, comería con ella o con su hermana, el sueldo sería casi simbólico, tenía que advertírselo, pero le alcanzaría para comprarse de vez en cuando una camisa. Su única obligación consistiría en tocar una o dos horas al día para su hermana. Les prestaría un servicio invaluable. Lorenza, que no soportaba a nadie, había hecho una excepción con él. Parecía muy nerviosa al pedirle ese servicio, muy tímida: ¡una joven pantera pudorosa!, como si fuera ella quien solicitase y no otorgara el favor. ¡Su hermana sufría tanto! ¡La enfermedad terrible! ¡El complot para indisponerla con el público la había casi matado! ¡El golpe de gracia para su padre, quien, menos fuerte, no pudo reponerse y sucumbió a la pena!
Читать дальшеИнтервал:
Закладка:
Похожие книги на «Cuentos»
Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Cuentos» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.
Обсуждение, отзывы о книге «Cuentos» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.