Joanne Harris - Chocolat
Здесь есть возможность читать онлайн «Joanne Harris - Chocolat» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.
- Название:Chocolat
- Автор:
- Жанр:
- Год:неизвестен
- ISBN:нет данных
- Рейтинг книги:3 / 5. Голосов: 1
-
Избранное:Добавить в избранное
- Отзывы:
-
Ваша оценка:
- 60
- 1
- 2
- 3
- 4
- 5
Chocolat: краткое содержание, описание и аннотация
Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Chocolat»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.
Chocolat — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком
Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Chocolat», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.
Интервал:
Закладка:
Con esta luz veo perfectamente a Pantoufle, es como un niño pero con bigotes. A veces me digo que tendría que sacar estas imaginaciones de la cabeza de mi hija, pero no quisiera imponerle la soledad. A lo mejor, si nos quedásemos en este pueblo, sería posible sustituir a Pantoufle por compañeros reales.
– Me alegra que sigáis amigos -le he dicho, besándole en lo alto de la rizada cabeza-. Pregúntale a Jeannot si quiere venir un día de estos a ayudarme a cambiar el escaparate. Puedes invitar a los demás amigos.
– ¿La casa de pan de jengibre? -sus ojos parecen agua que el sol acabase de iluminar-. ¡Oh, sí! -atraviesa saltando la habitación con súbita exuberancia, a punto está de derribar un taburete y de sortear un obstáculo imaginario dando un gigantesco salto para después huir escaleras arriba subiendo los peldaños de tres en tres-. ¡Rápido, Pantoufle! -abre la puerta y el golpe resuena en la pared, ¡pam!
Siento una dulce puñalada de amor, me ha cogido desprevenida como suele ocurrirme siempre. ¡Mi pequeña desconocida! No está nunca quieta, nunca en silencio.
Tras servirme otra taza de chocolate, el sonido de las campanillas de la puerta al abrirse me hacen volver la cabeza. Por espacio de un segundo he sorprendido su rostro anodino, su mirada inquisitiva, la barbilla echada para adelante, los hombros cuadrados, las venas marcadas en sus brazos desnudos, de piel brillante. Después sonrió, una sonrisa desvaída y sin calor alguno.
– Monsieur Muscat, ¿verdad?
Me pregunto qué querría. ¡Estaba tan fuera de lugar allí en la tienda, mirándolo todo con la cabeza baja! Su mirada bajó de mi cara a mis pechos en un gesto mecánico, una vez, dos veces.
– ¿Qué quería? -aunque no ha levantado la voz, el tono era enérgico. Movió la cabeza de un lado a otro como si se tratara de algo increíble-. ¿Qué demonios busca en un sitio como este? -señaló una bandeja de almendras azucaradas a cincuenta francos el paquete-. ¿Eso es lo que busca? -me interpeló extendiendo al mismo tiempo las manos-. Bodas y bautizos. ¿Qué busca con todas esas zarandajas de las bodas y bautizos? -vuelve a sonreír, pero ahora con aire simpático, como tratando de seducir y fracasando en el intento-. ¿Qué ha comprado?
– Supongo que se estará refiriendo a Joséphine.
– A mi mujer -pronuncia las palabras con una curiosa entonación, una especie de ineluctable fatalidad-. Las mujeres son así. Tú mátate a trabajar para ganar el dinero que se necesita para vivir y ellas, ¿qué hacen? Pues despilfarrarlo en… -hizo otro gesto con el que ha abarcado las hileras de bizcochos de chocolate, las guirnaldas de mazapán, el papel de plata, las flores de seda-. ¿Qué quería? ¿Tenía que hacer algún regalo? -había un matiz de desconfianza en su voz-. ¿Para quién compra regalos? ¿Son para ella? -breve risita, como si se tratara de una idea ridícula.
No veía claramente qué asunto se llevaba entre manos aquel hombre. Pero en sus maneras había una cierta agresividad, un nerviosismo en torno a los ojos y en la gesticulación de las manos que me obligaba a ponerme en guardia. No por mí, porque en los largos años que había pasado con mi madre había aprendido a guardarme, sino por ella. Sin que pudiera impedirlo, salta una imagen de él a mí: unos nudillos ensangrentados grabados en humo. Apreté los puños debajo del mostrador. En este hombre no había nada que me interesara.
– Me parece que se confunde -le dije-. He sido yo quien ha preguntado a Joséphine si quería tomar una taza de chocolate. La he invitado como amiga.
– ¡Ah! -por un momento se ha quedado desconcertado, pero en seguida ha soltado aquella carcajada suya que era como un especie de ladrido, aunque ahora era casi sincera, como si la cosa le pareciera chusca y no consiguiera evitar un cierto desdén-. ¿Que usted quiere ser amiga de Joséphine? -otra vez aquella mirada de evaluación, nos comparaba a las dos, los ojos se desplazaban de nuevo a mis pechos sobre el mostrador; cuando habla, su voz ha sido como una caricia, un canturreo que él imaginaba seductor-: Usted es nueva aquí, ¿verdad?
Asiento.
– Quizá podríamos tratarnos un poco, ¿qué le parece? Me refiero a conocernos mejor el uno al otro.
– Quizá -digo con toda la naturalidad que me ha sido posible-; podría invitar también a su esposa, ¿qué le parece? -añado con voz suave.
Transcurre un momento. Vuelve a fijar los ojos en mí, pero esta vez la mirada era calculadora, reflejaba una oscura sospecha.
– Supongo que ella no le habrá contado nada, ¿verdad?
– ¿Qué podía contarme? -pregunto con aire expectante.
Hace un rápido movimiento con la cabeza.
– Nada, nada. Habla mucho. No hace más que hablar. Como no tiene otra cosa que hacer… Todos los días lo mismo -otra vez aquella risita breve y cínica-. No tardará en descubrirlo -añade con amarga satisfacción.
Yo murmuro unas palabras que no comprometen a nada. Después, obedeciendo a un impulso, saco un paquetito de almendras de chocolate de debajo del mostrador y se lo doy.
– ¿Querrá dárselo a Joséphine de mi parte? -dije con toda naturalidad-. Pensaba hacerlo yo y se me ha olvidado.
Me miró pero no se movió.
– ¿Que le dé esto? -repitió.
– Sí, es gratis. Invita la casa -dije con la más irresistible de mis sonrisas-. Es un regalo.
Su sonrisa se ensanchó y cogió la coquetona bolsita plateada.
– Se lo haré llegar -dijo embutiéndose los bombones en el bolsillo de los pantalones vaqueros.
– Es lo que más le gusta -le dije.
– Pues no creo que haga muchos negocios como siga haciendo tantos regalos -comentó con cierta indulgencia-. Le doy un mes de vida -otra vez la miradita ávida y dura, como si yo también fuera un bombón y estuviera muriéndose de ganas de desenvolverme.
– Ya veremos -dije con voz suave observándolo mientras salía de la tienda y emprendía el camino de su casa moviendo con indolencia los hombros y contoneándose a lo James Dean. Ni siquiera aguardó a que no pudiera verlo para sacar la bolsita de bombones destinados a Joséphine y abrirla. Tal vez suponía que lo estaba observando. Uno, dos, tres… iba llevándose la mano a la boca con indolente regularidad y antes de cruzar la plaza ya había hecho una bola con el envoltorio plateado y, apañuscándolo con su puño cuadrado, había dado cuenta de todos los bombones. Me recordó un perro famélico que quiere zamparse rápidamente su ración antes de devorar la del compañero. Al pasar por delante de la panadería intentó acertar con la bola de plata la papelera colocada en la calle pero falló el tiro, dio en el borde de la misma y la bola fue a dar en las piedras. Después siguió su camino pasando por delante de la iglesia y continuó Avenue des Francs Bourgeois abajo sin volver la vista atrás, haciendo saltar chispas del empedrado con sus botas sujetas con tiras de cuero.
12
Viernes, 21 de febrero
Anoche volvió a hacer frío. La veleta de Saint-Jérôme estuvo girando y vacilando toda la noche, presa de angustiosa indecisión, frotando con chirrido estridente los oxidados hierros a manera de advertencia frente a los intrusos. La mañana se inició con una niebla tan espesa que hasta el campanario de la iglesia, a veinte pasos del escaparate de la tienda, parecía remoto y espectral, y la campana que llamaba a misa desgranaba sus tañidos en sordina, enguatados en algodón de azúcar, mientras se iban acercando los primeros feligreses con los cuellos subidos para resguardarse de la niebla, dispuestos a recibir la absolución.
Así que se ha bebido la leche que se toma por las mañanas, he enfundado a Anouk en su abrigo rojo y, haciendo caso omiso de sus protestas, le he calado un gorro peludo en la cabeza.
Читать дальшеИнтервал:
Закладка:
Похожие книги на «Chocolat»
Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Chocolat» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.
Обсуждение, отзывы о книге «Chocolat» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.