Rosamunde Pilcher - Días De Tormenta

Здесь есть возможность читать онлайн «Rosamunde Pilcher - Días De Tormenta» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Días De Tormenta: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Días De Tormenta»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Instalada en Londres, donde lleva una vida ordenada y solitaria, Rebecca tiene que viajar imprevistamente para acompañar a su madre, la que al sentirse al borde de la muerte le revela secretos familiares que la conmueven. Movida por una intensa curiosidad, Rebecca se traslada a la mansión de campo de su abuelo para intentar completar el difuso cuadro familiar. Esos días de viento y lluvia se convierten en una experiencia memorable, que determinará su futuro.

Días De Tormenta — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Días De Tormenta», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

– ¿Dónde está Danus ahora?

– Se ha ido a Skye.

– ¿Te ha escrito para decirte cómo es aquello?

Sacudió la cabeza y se puso a toquetearse el pelo, sin querer mirarme a los ojos:

– Pues sí, cartas muy largas. Montones. Quiere que vaya a reunirme con él y yo pienso ir en cuanto cumpla los dieciocho y no puedan impedírmelo.

– ¿Por qué no sigues estudiando Bellas Artes y sacas un título? Así tendrías tiempo de…

Se volvió hacia mí.

– ¿Sabes una cosa? Hablas igual que ellos. ¿Cuántos años tienes? Parece como si ya tuvieras un pie en la tumba.

– Es una tontería echar a perder la propia vida cuando ni siquiera ha empezado.

– Es mi vida, no la tuya.

– No, la mía no.

Después de discutir de aquel modo tan increíble, seguimos recorriendo las calles en silencio y cuando Andrea volvió a abrir la boca, fue para decir:

– Ahí está la pescadería. -Y movió la mano hacia el establecimiento.

– Gracias. -Entré para recoger el atún. Andrea se quedó adrede en la calle. Cuando salí se había ido, pero apareció un momento después por la puerta de una librería que había al lado y donde había comprado una pintoresca revista que se llamaba Sexualidad auténtica.

– ¿Volvemos o quieres comprar más cosas? -le pregunté.

– No puedo comprar nada, no tengo dinero. Sólo unos peniques.

De pronto, y de un modo irracional, sentí lástima por ella.

– Te Invito a un café, si quieres.

Me miró con alegría repentina y creí que iba aceptar mi modesta invitación, pero dijo:

– Vamos a ver a Joss.

Me cogió desprevenida.

– ¿Para qué quieres ver a Joss?

– Me apetece. Le visito cada vez que vengo a la ciudad. Siempre se alegra de verme. Me hizo prometer que iría a verle cada vez que bajara a la ciudad.

– ¿Cómo sabes que está en la tienda?

– Bueno… hoy no está en Boscarva, así que tiene que estar allí. ¿Has visto ya la tienda? Es genial, en el piso de arriba tiene una especie de apartamento, como en las revistas, con una cama que es como un sofá, y montones de cojines, y un hogar de leña. Y de noche -su voz se volvió soñadora- todo es muy íntimo y secreto, sin más luz que la del fuego.

Hice un esfuerzo para no abrir la boca.

– Quieres decir que tú y Joss…

Se encogió de hombros y se echó atrás el cabello.

– Un par de veces. Pero nadie lo sabe. No sé por qué te lo cuento. No se lo dirás a los demás, ¿verdad?

– Pero ellos… ¿y Mollie no te pregunta?

– Digo que voy al cine. No le molesta que vaya al cine, por lo que parece. Venga, vamos a ver a Joss.

Pero después de aquella revelación, no me habría acercado a la tienda por nada en el mundo.

– Seguro que está trabajando y no quiere que le molesten. Además, no tenemos tiempo. Y no quiero ir.

– Dijiste que había tiempo para tomar un café, ¿por qué no lo hay para ver a Joss?

– Andrea, ya te lo he dicho, no quiero ir.

Esbozó una sonrisa.

– Creía que Joss te gustaba.

– Ésa no es la cuestión. No creo que le guste tropezarse con nosotras cada vez que da un paso.

– ¿Te refieres a mí?

– Me refiero a las dos. -Me estaba exasperando.

– Él siempre quiere verme. Sé que es así.

– Estoy convencida -dije con dulzura-. Pero volvamos a Boscarva.

Me recordé a mí misma que Joss me había desagradado desde el principio. A pesar de su preocupación y su comportamiento aparentemente cordial, siempre me había dejado con una rara sensación de inquietud, como si se me estuviera espiando. El día anterior había empezado a olvidarme de la antipatía inicial, incluso me había gustado estar con él, pero después de las confidencias de Andrea no fue difícil resucitar la antigua desconfianza hacia su persona. Era demasiado bien parecido, demasiado atractivo. Andrea podía ser mentirosa, pero no tonta; había catalogado al resto de la familia con exactitud desconcertante y, aunque sólo hubiera una pizca de verdad en lo que decía sobre Joss, yo no quería involucrarme.

Si le hubiera conocido mejor y tenido más afecto, le habría hablado en privado sobre lo que Andrea me había dicho. Pero, dadas las circunstancias, Joss no era de mi incumbencia. Además, tenía otras cosas en qué pensar.

Grenville no bajó a comer aquel día.

– Está cansado -nos dijo Mollie-. Se quedará todo el día en cama. Puede que baje a cenar. Pettifer le subirá una bandeja.

Así que comimos las tres solas. Mollie se había puesto un sencillo vestido de lana y un collar de perlas de dos vueltas. Dijo que se iba a Fourbourne a jugar al bridge con unas amigas y que esperaba que yo encontrase con qué entretenerme.

Le dije que no se preocupara. Nos sonreímos con la mesa por medio, y me pregunté si de verdad le habría dicho a Andrea que mi madre era una puta o si sólo había sido una interpretación particular de un ambiguo eufemismo utilizado por Mollie. Esperaba que así fuera, pero aun en tal caso, habría preferido que Mollie no hubiese hablado con Andrea sobre Lisa. Mi madre había muerto, pero antes había sido divertida, encantadora y llena de alegría. ¿Por qué no podíamos recordarla así?

El día se transformó mientras estábamos sentadas a la mesa. Se levantó un fuerte viento del oeste y unos nubarrones grises cruzaron el cielo azul ocultando el sol. Se puso a llover. A pesar de ello, Mollie se fue con el coche a jugar su partida de bridge, diciendo que estaría de vuelta a eso de las seis. Andrea, tal vez agotada por el ejercicio matutino, pero indiscutiblemente muerta de aburrimiento a causa de mi compañía, se fue a su habitación con la revista que había comprado. Una vez sola, me quedé inmóvil al pie de la escalera preguntándome qué hacer. Sólo el tictac del gran reloj de péndulo y algunos ruidos de la cocina rompían el silencio de la melancólica tarde. Fui a investigar los ruidos y descubrí que era Pettifer, sentado ante una mesa de madera y limpiando la cubertería.

Levantó la vista cuando asomé la cabeza por la puerta.

– Hola. No la había oído.

– ¿Cómo está mi abuelo?

– Bien. Sólo un poco cansado por las emociones de la víspera. Pensamos que le convendría pasar un día en cama. ¿Se ha ido la señora Roger?

– Sí. -Cogí una silla y me senté frente a él.

– Me ha parecido oír el coche.

– ¿Quieres que te ayude?

– Es usted muy amable… esas cucharas que están allí necesitan que se les saque brillo con la gamuza. No sé por qué están manchadas de esa manera. Bueno, en realidad, sí lo sé. Es el aire húmedo del mar. Si hay algo que la plata aborrece de verdad es el aire húmedo del mar. -Me puse a frotar el extremo cóncavo y gastado de la cuchara. Pettifer me miró por encima de las gafas-. Resulta extraño verla sentada aquí después de tanto tiempo. Su madre solía pasar la mitad de su vida en la cocina… Cuando Roger se fue al internado no le quedó nadie con quien hablar, así que venía y pasaba el rato aquí con la señora Pettifer y conmigo. Le enseñamos a hacer bizcochos de chocolate con nueces, la señora Pettifer sobre todo, y a jugar al whist. Pasamos buenos momentos juntos. Y los días feos como hoy, hacía tostadas en los viejos fogones… No, esa cocina ya no está, ahora tenemos otra, muy buena… pero aquella era muy acogedora… el fuego ardía debajo de la reja y todas las llaves y pomos de bronce despedían un brillo cegador.

– ¿Cuánto hace que estás en Boscarva?

– Desde que la compró el capitán, en 1922. Aquel mismo año abandonó la Marina y se dedicó a pintar. A la anciana señora Bayliss no le gustó aquello. Estuvo por lo menos tres meses sin dirigirle la palabra.

– ¿Por qué era tan importante para ella?

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Días De Tormenta»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Días De Tormenta» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Días De Tormenta»

Обсуждение, отзывы о книге «Días De Tormenta» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x