KARA Y YARA
EN LA TORMENTA DE LA HISTORIA
SENSIBLES A LAS LETRAS, 63
Título original: Палавееви в бурята на историята
© 2019 Alexander Popov
Authorized translation from the Bulgarian
Spanish edition published by arrangement with Eulama Lit.Ag.
© de la traducción: Viktoria Lefterova y Enrique Maldonado, 2020
© de la imagen de la portada: Javier Rodríguez, 2020
© de la presente edición: Hoja de Lata Editorial S. L., 2020
Hoja de Lata Editorial S. L.
Avda. Galicia, 21, 4.º E, 33212 Xixón, Asturies [España]
info@hojadelata.net/ www.hojadelata.net
Edición: Hoja de Lata Editorial S. L.
Diseño de la colección: Trabayadores culturales Glayíu
Corrección: Olaya González Dopazo
ISBN: 978-84-16537-92-1
Producción del ePub: booqlab
This book has been translated with the support of the National Book Centre, part of the National Palace of Culture – Congress Centre Sofia.
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1. La calle 1. LA CALLE En el viejo barrio de Sofía en otros tiempos conocido como Kónyovitsa, y como Zona B-18 en los años del socialismo desarrollado, hay una callejuela diminuta cuya salida bloquean las casetas del mercado cooperativo. Con el trascurso de los años, esta parte de la ciudad, que antiguamente se consideraba alejada, poco a poco fue engullida por el mar de bloques de apartamentos y ya está más cerca del centro que de la periferia. No muy lejos pasa un canal que a veces aflora a la superficie y a veces desaparece, para terminar desembocando en el sucio regato marrón que divide el tráfico en la avenida de Slívnitsa. En general es un paisaje mustio del que brotan nuevos y coquetos edificios de viviendas de vibrantes colores rosas, amarillos y verdes como flores artificiales.
2. La llamada del cuco
3. Kombrig Medved
4. Las reglas de la conspiración
5. Nadie quiere ser Mónica
6. Sándwiches, autocrítica y balas
7. Cógido Zelenika
8. Noche en el bosque
9. Tórtola o autillo
10. ¿Dónde está la bolita?
11. Cautivos de la mitología
12. Vestigios de la izquierda sectaria
13. En la guarida de la bestia
14. El rastro de un bombón
15. Inventario e higienización
16. La isla del tesoro
17. La fatal debilidad de la burguesía
18. Las urracas de la duda
19. Vida y teoría
20. Sobre los perjuicios de la poesía moderna
21. El día termina con cuentos
22. No hay conexión con el centro
23. Turrón, colonia y pilas
24. Los estajanovistas y la cultura popular
25. Siguiendo los pasos de Morózov
26. El Ejército Rojo avanza
27. La sombra del Gran Masturbador
28. ¡Persevero!
29. El canal de la limonada y el de la rakía
30. Cabras al ataque
31. ¿Y tú quién eres, camarada Medved?
32. En la trampa del determinismo de clase
33. Cantando y con el fusil en la mano
34. Las Avispas Rojas vuelven a zumbar
35. La sierra mecánica de Hitler contra el corruptor poder del Capital
36. Nueve años y tres días
37. El legado de Medved
38. La separación
39. Diez años más tarde
Esta historia es ficción literaria y su fin no es dar una imagen objetiva de la época. Los acontecimientos descritos no pretenden tener precisión documental y el parecido con personas reales es completamente accidental. Los nombres de parajes y localidades han sido elegidos al azar o han sido inventados por el autor y como tales pertenecen al territorio de su imaginación.
Alek POPOV
En el viejo barrio de Sofía en otros tiempos conocido como Kónyovitsa, y como Zona B-18 en los años del socialismo desarrollado, hay una callejuela diminuta cuya salida bloquean las casetas del mercado cooperativo. Con el trascurso de los años, esta parte de la ciudad, que antiguamente se consideraba alejada, poco a poco fue engullida por el mar de bloques de apartamentos y ya está más cerca del centro que de la periferia. No muy lejos pasa un canal que a veces aflora a la superficie y a veces desaparece, para terminar desembocando en el sucio regato marrón que divide el tráfico en la avenida de Slívnitsa. En general es un paisaje mustio del que brotan nuevos y coquetos edificios de viviendas de vibrantes colores rosas, amarillos y verdes como flores artificiales.
La placa sobre la fachada desconchada de la casa que ocupa la esquina es la única señal que indica el nombre de la calle. Este no figura ni siquiera en los mapas más detallados de Sofía, tal vez porque el tramo es tan corto que el nombre no cabe. Hay tan solo siete números. La casa de la esquina es la más prestante, aunque de dimensiones modestas, con sus frontones y cornisas de principios del siglo XX. A continuación hay tres o cuatro edificios larguiruchos y feos, erigidos a toda prisa por los desplazados después de las guerras, con las vallas desvencijadas y endebles construcciones anejas. Los sigue uno de los ya mencionados nuevos bloques de viviendas con ventanas de PVC y un aislamiento verdoso que reviste el muro medianero.
Lo que tienen en común los habitantes de este conjunto de casas tan heterogéneo es que nadie sabe nada de la ilustre persona que da nombre a la calle. Tampoco el enjuto caballero mayor de inclinaciones artísticas que vive en la casa cuya pared luce la placa y que tiene por costumbre recibir a sus visitas apuntándoles con una pistola. En realidad la pistola es un juguete, pero en eso se repara más tarde. El caballero lleva viviendo aquí al menos medio siglo, pero no recuerda el antiguo nombre de la calle ni si alguna vez lo han cambiado. Únicamente la anciana del número 6 guarda un recuerdo vago de aquel día del año 1952, cuando, a la vuelta del colegio, se encontró con un grupo de hombres con gorras apiñados en la esquina. Entre ellos había una mujer que llevaba un austero traje marrón. La placa estaba recién puesta. La mujer pronunció un discurso breve, los hombres se quitaron las gorras, estuvieron un rato en silencio y subieron a los dos coches oficiales que esperaban cerca. La mujer habló en voz muy baja. Lo único que la anciana recordaba de aquellas palabras era que Yara Palavéeva era una partisana que había fallecido heroicamente en la lucha contra el fascismo y el capitalismo. ¿Cabía esperar otra cosa?
Hoy, casi veinte años después de la así llamada Transición, que barrió los símbolos del antiguo régimen y borró montones de nombres extraños y desconocidos de los mapas de las ciudades búlgaras para sustituirlos por otros —no menos ajenos y fortuitos—, parece un auténtico milagro que esta callejuela haya conseguido resguardarse del huracán que cambió todos los nombres. Bien es cierto que bautizar semejante apéndice, minúsculo y feo, con el nombre de un personaje público importante, una fecha histórica o un símbolo internacional sería un despropósito. Probablemente por esta razón ningún comité, ninguna institución ni partido —y los partidos, como es sabido, son insaciables— ha mostrado nunca interés alguno en los siete números de la calle de Yara Palavéeva. De modo que la callejuela sigue llevando su antiguo nombre partisano hasta hoy, a pesar de las vicisitudes de los tiempos y de las modas políticas.
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