Alberto Vázquez Figueroa - Delfines

Здесь есть возможность читать онлайн «Alberto Vázquez Figueroa - Delfines» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Delfines: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Delfines»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Esta es una de las novelas más apasionantes de Vázquez-Figueroa. Ambientada en el mundo submarino, narra una historia sorprendente que, como han demostrado los acontecimientos, adquiere súbita vigencia hoy en día y se convierte en un nuevo vaticinio acertado de un autor que, como pocos, ha sabido prever el futuro en muchos de sus libros. En este caso se trata del turbio mundo de los traficantes de droga, quienes, acosados por las autoridades, se procuran medios cada vez más insólitos como la utilización de submarinos. Naturalmente, estos siniestros mercaderes de la muerte no tienen en cuenta las terribles consecuencias que ello depara en el comportamiento de los delfines…

Delfines — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Delfines», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

— ¿Y me lo pregunta? Me ha dejado con lo puesto. — Lanzó un reniego impropio de una mujer de su clase—. Y pensar que Marc Cotrell juraba que era todo un caballero.

— ¡Gajes del oficio! Tendrá que cambiar de alcahuete… — Extendió la mano ayudándola a que se pusiera en pie—. Y ahora dígame… ¿Realmente no observó nada sospechoso en todo el tiempo que pasó a su lado?

— ¿Como qué?

— ¡Y yo qué sé! — protestó él—. Las cosas sospechosas son simplemente «sospechosas». Las otras ya no son sospechosas; suelen ser delito.

— ¿Eso es lo que enseñan en la Policía?

— No. Eso es más bien una estupidez de mi propia cosecha. Pero sirve. — La tomó por el brazo—. Y ahora déjese de tonterías y olvide esa absurda norma de la fidelidad al «cliente». Su «cliente» se ha largado dejándola en la estacada, y si alguien puede sacarla de este apuro, ése soy yo. ¿Entiende lo que le digo?

— Perfectamente.

— ¿Y qué piensa hacer?

— Pis.

— ¿Cómo ha dicho? — dijo él temiendo haber oído mal.

— Que lo primero que pienso hacer es pis, y si no lo hago pronto, me va a dar algo… ¿Me permite que lo haga detrás de su coche?

— ¡Pero eso es ridículo! ¡Una mujer como usted…!

— Una mujer como yo, que se ha bebido dos botellas de champagne, se méa como cualquier hija de vecina… — le hizo notar ella—. Y lo encuentra ridículo porque usted no tiene más que desabrocharse la bragueta y arrimarse a un árbol… — Acudió junto al automóvil, abrió la portezuela y se acuclilló en el ángulo que formaba, oculta a la vista de la calle, para permanecer así tan largo rato que Adrián Fonseca acabó por inquietarse.

— ¿Qué le ocurre? — inquirió alarmado—. ¿Se ha desmayado?

— Un poco de paciencia.

— ¡Dios bendito! Hará subir la marea.

— ¡Ya se lo dije! A mí el champagne me hace siempre el mismo efecto.

— ¿Por qué no se pasa al whisky?

— Aún es peor — admitió ella poniéndose en pie al tiempo que lanzaba un sonoro suspiro—. ¡Madre mía! — rezongó—. Ahora veo las cosas de otro modo. — Tomó asiento en el vehículo—. Lléveme a alguna parte — pidió—. Este lugar me deprime.

— ¿Un hotel?

— No tengo dinero para pagarlo, ni ganas de que me miren como a un putón callejero.

— ¿Por qué tiene tan mal concepto de sí misma?

— ¿Acaso he dicho algo que no se ajuste estrictamente a la verdad? — inquirió—. Que cobre más o menos, no significa que cambie la denominación: eso tan sólo ocurre entre los banqueros, que pueden pasar de estafadores a genios de las finanzas según lo que roben. Yo soy puta y punto. — Le miró con aire retador—. ¿Adonde piensa llevarme?

— Lo estoy pensando.

— ¿Por qué no a su casa?

— Vivo solo.

— ¿Cree que voy a comprometerle? ¿O a violarle?

— Estoy ya muy viejo para cualquiera de las dos cosas. — Señaló él con agrio humor—. Pero lo cierto es que absolutamente nadie ha puesto los pies en mi casa en estos últimos años, y me da un cierto reparo.

— No se preocupe — le tranquilizó—. Conociéndole imagino cómo será su casa, pero le garantizo que puedo apañarme en cualquier rincón. Lo único que necesito es dormir un rato.

Laila Goutreau se había equivocado en muchas cosas en su vida, pero uno de sus mayores errores estribó en prejuzgar lo que iba a encontrar en casa de Adrián Fonseca, pues apenas echó un vistazo al amplio apartamento en el que cada objeto aparecía reluciente, como si acabara de ser repulido una y mil veces, lanzó un corto silbido de admiración.

— ¡Demonios! — exclamó—. ¡Esto es precioso!

— Lo decoró mi esposa.

— ¿Y pretende hacerme creer que nadie se la cuida?

— Me agrada hacerlo solo. Duermo poco, y lo único que me entretiene es leer, criar palomas y mantener esto como Soledad lo dejó.

— Me siento como si profanara un santuario. — Laila señaló una foto enmarcada—. ¿Es ella? — Ante el mudo gesto de asentimiento la observó más de cerca—. ¡Era bellísima! — admitió—. Y tenía una expresión muy dulce.

El policía no hizo comentario alguno, y bastaba observarle para comprender que se sentía desconcertado, como si por un lado se encontrara feliz de que ella estuviera allí, admirando la pequeña joya que era su casa, y por el otro le incomodaba el hecho de que hubiese invadido la amada intimidad que con tanto celo había preservado aquellos años.

— ¿Quiere tomar algo? — preguntó al fin por puro compromiso.

— ¿Sería pedir demasiado un chocolate caliente?.

— En absoluto.

De nuevo la argelina tuvo que admirarse cuando al pasar a la luminosa cocina descubrió dos neveras y varios anaqueles repletos de toda clase de manjares de «exquisiteces», y tras examinarlas, comentó casi para sí misma:

— No cabe duda de que es usted una caja de sorpresas. Imaginé que viviría en una pocilga y se alimentaría de pizzas y hamburguesas, y resulta que es un auténtico gourmet. Ya el almuerzo del otro día me desconcertó, pero imaginé que trataba de impresionarme.

— Fue Soledad quien me enseñó a comer. Era una magnífica cocinera.

— Yo sé hacer cuscús. — Masculló ella de evidente mal humor—. Y estofado de ternera.

— ¿Con patatas o con guisantes…? — El policía había colocado sobre la mesa un gran tazón de chocolate humeante, y tomando asiento la observó con marcada intención al tiempo que añadía—: Y ahora dejémonos de bromas y vayamos a lo que importa: ¿Qué puede decirme de Rómulo Cardenal?

— ¿Aparte de que es un cerdo hijo de puta? No mucho, aunque imagino que después de lo que me ha hecho sería una estupidez continuar guardándole fidelidad. — Sopló el chocolate, bebió un sorbo y asintió satisfecha—. ¡Está buenísimo! — puntualizó, y luego le miró por encima de la taza—. El otro día creyó haber localizado el galeón, pero el buceador que bajó a comprobarlo nunca regresó, y a partir de ahí todo cambió. En primer lugar se negó a dar parte del accidente, ordenando que no se comentase nada sobre el asunto. Tenía miedo de que descubrieran el tesoro antes de que pudiera registrarlo a su nombre.

— Suena absurdo.

— Así se lo dije, pero no quiso escucharme. — Agitó la cabeza pesimista—. Era otro hombre — añadió—. Duro, autoritario y encerrado en sí mismo. — Lanzó un resoplido con el que parecía querer demostrar su malestar—. No le oculto que me pasó por la cabeza la idea de que algo raro pudiera estar ocurriendo, pero me sentía tan a gusto que procuré rechazarlo. Estúpidamente imaginé que se estaba enamorando de mí.

— ¿Y qué tiene eso de estúpido?

— ¡Mucho! Cuando se ha llevado una vida como la mía, y un hombre demuestra auténtico interés por ti, te esfuerzas por ignorar sus defectos creyendo que es el «Príncipe Azul» que va a librarte de esta mierda. — Concluyó de un golpe el chocolate—. ¡Y nunca es cierto!

— Algunas veces llega a serlo — trató de animarle el policía—. Conozco hombres que han sido capaces de olvidar el pasado de sus parejas por turbio que haya sido.

— Mi pasado no tiene nada de turbio — bromeó ella—. ¡Está clarísimo! He sido siempre, siempre, una de las putas más caras del mercado.

— Se esfuerza tanto en recalcarlo, que obliga a pensar que no es del todo cierto — le hizo notar él—. Aunque no es hora de discutir sus convicciones. Acuéstese y cuando haya descansado me señalará el punto en que se ahogó el submarinista. — La observó con fijeza—. ¿Cree que podrá hacerlo?

La argelina asintió convencida:

— Conozco ya más estas costas que las calles de París. — Lanzó un sonoro bostezo—. Si me proporciona una manta me tumbaré un rato en el diván del salón. Tiene un aspecto estupendo.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Delfines»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Delfines» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Alberto Vázquez-Figueroa - Tuareg
Alberto Vázquez-Figueroa
Alberto Vázquez-Figueroa - Centauros
Alberto Vázquez-Figueroa
Alberto Vázquez-Figueroa - Negreros
Alberto Vázquez-Figueroa
Alberto Vázquez-Figueroa - Piratas
Alberto Vázquez-Figueroa
Alberto Vázquez-Figueroa - Maradentro
Alberto Vázquez-Figueroa
Alberto Vázquez-Figueroa - Yáiza
Alberto Vázquez-Figueroa
Alberto Vázquez-Figueroa - Océano
Alberto Vázquez-Figueroa
Alberto Vázquez-Figueroa - La Iguana
Alberto Vázquez-Figueroa
Alberto Vázquez-Figueroa - Piratin der Freiheit
Alberto Vázquez-Figueroa
Alberto Vázquez-Figueroa - Ikarus
Alberto Vázquez-Figueroa
Alberto Vázquez-Figueroa - Viaje al fin del mundo - Galápagos
Alberto Vázquez-Figueroa
Alberto Vázquez-Figueroa - Bora Bora
Alberto Vázquez-Figueroa
Отзывы о книге «Delfines»

Обсуждение, отзывы о книге «Delfines» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x