– Hágale tres o cuatro preguntas -aconsejó Harriman- hasta que compruebe cuál es su verdadera intención.
Harriman sabía que Stalin era un hombre recio, con una enorme capacidad de trabajo. Stalin estudió Teología y era hijo de un sacerdote, a pesar de lo cual su credo actual era el Comunismo, y llegaría a cualquier extremo con tal de propagarlo. Harriman le había oído decir, sin el menor asomo de emoción, que había dejado morir de inanición a millones de kulaks , sólo para poder dominar a los campesinos.
También informó Harriman que, en contra de lo que se creía habitualmente, las relaciones personales también tenían importancia para Stalin. Este admiraba a Churchill como un luchador incansable, pero sólo confiaba en él mientras durase la guerra. En una ocasión, refiriéndose al primer ministro, Stalin dijo: «Es un individuo desesperado.» Pero le intimidaba el presidente de Estados Unidos, y escuchaba atentamente todo cuanto decía, reconociendo que su política del New Deal era un concepto original que confundía las teorías de Marx y de Lenin.
Con todo esto en la mente, Roosevelt estaba jugando su baza en el Palacio Livadia. Además, no podía olvidar que a principios de junio de 1944 había cuatro veces más alemanes en el Este que en el Oeste, y que sin el Ejército Rojo no hubiese sido posible llevar a cabo el desembarco del Día D.
Aquella noche, después de la tercera reunión plenaria, Roosevelt cambió impresiones con sus consejeros y luego decidió escribir a Stalin acerca de Polonia, ya que era evidente que la conferencia podía fracasar a causa de aquel problema. Con la ayuda de Harry Hopkins y del Departamento de Estado, se redactó un mensaje. Harriman llevó una copia al palacio Vorontsov, donde Churchill y Eden la leyeron. Eden consideró que estaba acertada en líneas generales, aunque «no era lo suficientemente enérgica», y sugirió que se efectuaran algunas enmiendas. Tanto Churchill como Harriman aprobaron los cambios efectuados, y aquella noche Roosevelt hizo incorporar las rectificaciones a la misiva, quedando concebida en los siguientes términos:
«Estimado mariscal Stalin:
»He estado pensando seriamente en nuestra entrevista de esta tarde, y deseo expresarle con toda franqueza mi opinión por lo que al Gobierno polaco se refiere.
»Me preocupa mucho que las tres grandes potencias no se hallen de acuerdo acerca de la situación política de Polonia. Tengo la impresión de que nuestra postura ante el mundo no queda favorecida por el hecho de que usted haya reconocido a un gobierno, en tanto que ingleses y norteamericanos reconocemos a otro que se encuentra en Londres. Estoy seguro de que esta situación no debe continuar, pues en tal caso nuestros respectivos pueblos pueden pensar que existen profundas diferencias entre nosotros, y éste no es el caso…
»Debe usted creerme cuando le aseguro que nuestros pueblos contemplan con ojo crítico lo que consideran un desacuerdo entre nosotros, en este punto crucial de la guerra. Afirman, en efecto, que si no podemos llegar a un acuerdo ahora que nuestros ejércitos convergen sobre un enemigo común, menos será posible conseguir un entendimiento sobre asuntos más importantes que se presentarán en el futuro.
»Es necesario que le aclare que no podemos reconocer el Gobierno de Lublin tal como está compuesto ahora, y el mundo considerará como un lamentable corolario de nuestro trabajo el que nos separemos en abierta y evidente divergencia en lo que se refiere a este aspecto…
Roosevelt proseguía sugiriendo que Beirut y Osobka-Morawski, del Gobierno de Lublin, debían ser llamados a Yalta inmediatamente, así como Mikolajczyk y otros representantes de los polacos de Londres.
«Creo que no es necesario asegurarle que Estados Unidos nunca darán su apoyo, en sentido alguno, a ningún gobierno provisional de Polonia que se halle en conflicto con los intereses de ustedes.
»Tampoco preciso afirmar que cualquier gobierno interino que pueda formarse aquí como resultado de nuestra conferencia con los polacos, deberá quedar sometido a la celebración de elecciones libres en Polonia lo antes posible. Sé bien que esto va de acuerdo con sus deseos de ver surgir a una nueva y democrática Polonia del caos de la guerra.
»Sinceramente suyo,
»Franklin D. Roosevelt.»
Aquella noche los norteamericanos de nivel bastante menor organizaron un baile en Yalta, y pronto las danzas de salón se convirtieron en un concurso de jitterburg . Todo terminó en tablas, pues no fue posible establecer quién bailaba más desenfrenadamente, si los sudorosos americanos o las robustas muchachas rusas.
Mientras los conferenciantes iban colocándose en torno a la gran mesa redonda para celebrar la cuarta reunión plenaria, en la tarde siguiente, Churchill arrastró una silla y se colocó entre Roosevelt y Stettinius.
– Tío José querrá tratar de Dumbarton Oaks -dijo con un ronco susurro.
Eso quería decir que Stalin accedería a las propuestas de Estados Unidos para votar en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. En la conferencia de Dumbarton Oaks, celebrada el otoño anterior, y en la que se había bosquejado un plan para una Organización Mundial, los delegados norteamericanos manifestaron que para conservar la paz mundial, los cinco miembros permanentes del Consejo (Gran Bretaña, Estados Unidos, la URSS, China y Francia) debían votar unánimemente. Los americanos también habían insistido en que todos los miembros de la organización, fuesen grandes o pequeños, debían ser escuchados con el mismo interés.
La sesión comenzó con la sugerencia de Roosevelt de volver a tratar el asunto polaco. Stalin dijo que hacía una hora y media que había recibido la traducción de la carta de Roosevelt y que desde entonces trató infructuosamente de conseguir comunicación telefónica con Osabka-Morawski.
– Mientras tanto -manifestó Stalin-, Molotov ha preparado un plan que concuerda en cierto modo con el del presidente. Podremos escucharlo cuando hayan concluido de traducirlo. Entretanto, hablemos de Dumbarton Oaks.
Por vez primera Roosevelt estuvo seguro de lo que Molotov iba a decir.
– Creemos que las decisiones tomadas en Dumbarton Oaks -manifestó- y las modificaciones sugeridas por el presidente, nos asegurarán la colaboración de todas las naciones, lo mismo grandes que pequeñas, después de la guerra. Por consiguiente, consideramos aceptables las propuestas presentadas.
Roosevelt se mostró enormemente satisfecho… hasta que Molotov agregó que la Unión Soviética se contentaría con la admisión de tres, o dos al menos, de las Repúblicas Soviéticas, como miembros fundadores de las Naciones Unidas. El rostro de Roosevelt se ensombreció, y escribió apresuradamente: «Esto ya no está tan bien», pasándole luego el papel a Stettinius. A pesar de ello, elogió a los soviéticos por los grandes avances realizados, y comenzó una larga, aunque cortés crítica, acerca de la propuesta que acababa de presentar Molotov.
Hopkins le interrumpió entregándole otra nota:
«Señor presidente: Creo que debe pedir someterlo al estudio de los ministros de Asuntos Exteriores, antes de que se produzcan complicaciones.
»Harry.»
Roosevelt echó una mirada a la nota y luego dijo a los conferenciantes que era importante establecer la nueva Unión de Naciones sin mayor demora. Agregó que se sometieran todos los temas al estudio de los ministros de Asuntos Exteriores, que también podían elegir una fecha para la primera reunión de la U.N., la cual podía ser en marzo, por ejemplo.
– No estoy en desacuerdo con las proposiciones del presidente -manifestó Churchill-, pero considero que los secretarios de Asuntos Exteriores ya se han visto bastante abrumados de trabajo.
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