John Toland - Los Últimos Cien Días

Здесь есть возможность читать онлайн «John Toland - Los Últimos Cien Días» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Историческая проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Los Últimos Cien Días: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Los Últimos Cien Días»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Los últimos cien días de la Segunda Guerra Mundial en el escenario europeo son la culminación del drama que se ha desarrollado a lo largo de toda la contienda. En esos tres meses los Aliados darán el golpe de gracia al Tercer Reich pero, antes de que éste se hunda definitivamente, Alemania tendrá que soportar una tragedia con escasos precedentes en la historia de la humanidad. Víctima de intensos bombardeos, del frío y la falta de alimento, de los excesos cometidos por las tropas rusas y del terror impuesto por los últimos guardianes del nazismo, la población germana acabará recibiendo la noticia de la derrota con indisimulado alivio.
En estas páginas, el historiador John Toland ofrece una extensa, documentada y apasionante reconstrucción de esos últimos y dramáticos días. Su lenguaje ameno y directo, más cercano al periodismo que al propio de los libros de historia, transporta al lector a los diferentes escenarios en los que se libra esa partida final, en un fascinante relato de interés creciente que logra captar toda su atención desde el primer momento.
Los últimos cien días, un clásico imprescindible del que se han vendido millones de ejemplares desde su aparición en 1965, está considerado hoy día como la obra más completa sobre el final de la Segunda Guerra Mundial en Europa.

Los Últimos Cien Días — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Los Últimos Cien Días», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

– Los franceses desean una zona, y yo estoy en favor de entregársela. Incluso les daría con gusto una parte de la británica -afirmó Churchill.

– Creo que pueden presentarse complicaciones en nuestro trabajo, si admitimos un cuarto miembro -contestó Stalin, aparentando la misma inocencia.

– Esto trae a colación el futuro de Francia en Europa -siguió diciendo Churchill-, y considero que los franceses han de jugar un papel importante en ese aspecto… Poseen gran experiencia en la ocupación de Alemania. Lo hacen eficazmente, y no se mostrarán remisos. Debemos permitir que aumente el poderío francés, para mantener sujeta a Alemania.

Luego Churchill miró significativamente a Roosevelt y añadió:

– No sé durante cuánto tiempo Estados Unidos seguirán con nosotros en la ocupación.

– Dos años -contestó rápidamente Roosevelt, sin darse cuenta de la repercusión que tal respuesta podía tener.

«Doc» Mathews, sentado detrás del presidente de Estados Unidos, vio que los ojos de Stalin refulgían cuando Pavlov tradujo esta frase.

Como si quisiera asegurarse de que Pavlov había oído «dos años» correctamente, Stalin pidió al presidente que se explicara, lo cual hizo éste:

– Puedo conseguir que el pueblo y el Congreso cooperen plenamente en beneficio de la paz, pero no me será posible conservar un ejército durante largo tiempo en Europa. Dos años serán el límite máximo.

La contenida alegría de Stalin era evidente. Harriman, que conocía al mariscal tan bien como a cualquier norteamericano, habría deseado que Roosevelt no hubiera proporcionado semejante ventaja a Stalin tan irreflexivamente.

– Espero que eso sea según se presenten las circunstancias -contestó Churchill, tratando de ocultar su desaliento-. De todos modos, necesitaremos a los franceses para que nos ayuden.

– Francia es nuestra aliada -dijo Stalin, de un modo que recordó a uno de los norteamericanos la imagen de un gato tragándose un ratón-. Hemos firmado un pacto con ella, y queremos que disponga de un gran ejército.

Stalin podía permitirse una muestra de magnanimidad.

Pocos momentos más tarde Roosevelt volvió a provocar la consternación de Churchill cuando dijo:

– Preferiría que los franceses no tomasen parte en el control de los asuntos.

Esto no resultaba claro ni siquiera para Hopkins, ya que Francia se había unido recientemente a la Comisión Consultiva Europea, por lo que comenzó a escribir otra nota.

Stalin prefirió pensar que Roosevelt le apoyaba en contra de Churchill, y por ello dijo:

– Estoy de acuerdo en que los franceses deben fortalecerse, pero no olvidemos que en esta guerra Francia abrió las puertas al enemigo… El control y administración de Alemania debe ser sólo para aquellas potencias que han permanecido firmes contra ella desde el comienzo. Y hasta ahora, Francia no se halla incluida en ese grupo.

– Todos hemos tenido dificultades desde el principio de esta guerra -hizo notar Churchill, con gesto de disgusto-. Pero lo cierto es que Francia debe ocupar el lugar que le corresponde. La necesitamos para defendernos de Alemania… Después que los norteamericanos se hayan marchado, habrá que pensar seriamente en el futuro.

Sin duda Stalin se daba cuenta de lo que Churchill quería significar, y repitió que estaba en contra de que Francia tomase parte en la dirección superior de los asuntos. Mientras Churchill seguía defendiendo su punto de vista, Harry Hopkins terminó su nota y se la pasó a su jefe. Decía así:

«1. Francia está en la Comisión Consultiva Europea, en este momento . Puede por consiguiente tratar de los asuntos alemanes ahora.

»2. Prometa la entrega de una zona.

»3. Postergue cualquier decisión acerca de la Comisión de Control.»

Roosevelt miró al frente, después de leer atentamente la nota, y declaró:

– Creo que no hemos tenido en cuenta la situación de Francia en la Comisión Consultiva Europea. Sugiero que se proporcione a Francia una zona de ocupación, pero que posterguemos la discusión acerca del control del asunto.

– Estoy de acuerdo -contestó Stalin, con una presteza que resultó sorprendente.

Para Stettinius era evidente que el mariscal no deseaba en esos momentos tener roces con Roosevelt, e igualmente era claro que se hallaba decidido a discutir encarnizadamente todos los aspectos con Churchill. Este dijo:

– Propongo que los tres ministros de Asuntos Exteriores proyecten el tipo de comisión de control que debe establecerse. Eden se inclinó hacia Churchill, le dijo algo al oído, y el primer ministro inglés añadió:

– Dice (Eden) que ya se ha estudiado esto, y por lo tanto retiro mi propuesta.

A continuación se habló de las compensaciones de guerra. Cuando Iván Maisky -que impresionó a Stettinius por su recortada barbita y su correcto inglés- presentó una demanda soviética de diez mil millones de dólares, fue Churchill el que se opuso a un pago tan oneroso, haciendo notar los desgraciados resultados que habían provocado las pesadas cargas establecidas al término de la Primera Guerra Mundial. También habló acerca del espectro del hambre en Alemania.

– Si ochenta millones de seres se mueren de hambre, ¿vamos a decir «os lo merecéis»? En caso contrario, ¿quién va a pagar para alimentarles?

– Habrá comida para ellos, de todos modos -contestó Stalin. Roosevelt, actuando de nuevo como pacificador, tomó una posición intermedia.

– No queremos matar gente. Deseamos que Alemania siga viviendo, pero que no posea un nivel de vida superior al de la Unión Soviética. Sueño con una Alemania que se mantenga a sí misma, y que no se muera de hambre… Al efectuarse las compensaciones, debemos tomar de lo que podamos, pero no todo en absoluto. Es menester dejar a Alemania bastante industria y trabajo para evitar que perezca de inanición.

Pocos minutos más tarde se levantaba la sesión, y algunos norteamericanos, como Bohlen, se mostraban preocupados porque el presidente no se había colocado decididamente de parte de los ingleses en materia de reparaciones de guerra. Aunque Roosevelt había abandonado públicamente el plan Morgenthau, que hubiera despojado a Alemania de las zonas industriales del Ruhr y del Sarre, convirtiéndole en «un país de carácter primordialmente agrícola y ganadero», aún quedaba algún vestigio de tal intención, y Bohlen y otros que se hallaban al corriente de la historia del centro y el este de Europa, sabían que una Alemania agrícola daría lugar con toda seguridad a una dominación de todos esos territorios por la Unión Soviética.

La asamblea plenaria del día siguiente se inició con una discusión sobre el asunto que más preocupaba a Roosevelt: la organización de las Naciones Unidas.

Churchill declaró que aunque la paz dependía de las tres grandes potencias, debería asegurarse la libre expresión de las naciones pequeñas.

– Podría parecer que nosotros tres estamos tratando de dominar el mundo… mientras que nuestro deseo es servirles, y evitar la repetición de los tremendos horrores en que se ve envuelta su población. Por consiguiente, creo que las grandes potencias… debemos hacer lo que yo llamaría una orgullosa sumisión a las comunidades del mundo.

El siempre observador Stettinius comprobó que las gafas de Churchill se hallaban muy bajas, cabalgándole sobre la nariz, en tanto que Stalin, que volvía a fumar cigarrillos rusos, garabateaba incesantemente en un trozo de papel.

– No se trata de si una potencia o tres potencias desean dominar el mundo -replicó Stalin-. No sé de ninguna gran nación que trate de adueñarse del globo. Tal vez esté equivocado, y no vea claro. Así que me gustaría pedir a mi amigo, míster Churchill, me diga qué potencias son las que pretenden dominar el mundo. Estoy seguro de que míster Churchill e Inglaterra no desean tal cosa. Estoy seguro de que Estados Unidos tampoco lo desea. Lo mismo ocurre con la Unión Soviética. Eso sólo deja en el tapete a una potencia: ¡China!

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Los Últimos Cien Días»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Los Últimos Cien Días» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Los Últimos Cien Días»

Обсуждение, отзывы о книге «Los Últimos Cien Días» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x