César Vidal - El último tren a Zurich

Здесь есть возможность читать онлайн «César Vidal - El último tren a Zurich» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Историческая проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

El último tren a Zurich: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «El último tren a Zurich»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Premio Jaén de narrativa infantil y juvenil
Otoño de 1937. Un adolescente llamado Eric Rominger, originario de una población rural, llega a Viena con la intención de cursar estudios de arte. De manera inesperada, en su primer día en la ciudad, descubre la violencia de los camisas pardas y conoce a Karl Lebendig, un poeta con el que trabará amistad. En los meses inmediatamente anteriores a la invasión de Austria por las tropas de Hitler, Eric descubrirá igualmente el amor de Rose y, sin proponérselo, despertará a una vida nueva y totalmete distina a todo lo que hubiera podido imaginar. Pero entonces el Fürer erntra como victorioso conquistador contra Viena.

El último tren a Zurich — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «El último tren a Zurich», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Lebendig se detuvo y miró al estudiante. Su rostro era más claro que de costumbre, bordeando una palidez casi mortuoria, y su frente estaba perlada por un sudor que formaba unos regueros que desembocaban en las sienes canosas. Durante un par de segundos no dijo nada, pero, al final, bajó la mirada con gesto cansado y musitó:

– Puedes llevarte lo que quieras, Eric.

El muchacho apartó las fotos y las colocó sobre una silla con la intención de conservarlas, como si fueran objetos tocados por un halo sagrado.

– Vas a marcharte, ¿verdad? -preguntó al fin.

Lebendig no respondió y se limitó a mirar a Eric.

– Quiero decir -continuó el estudiante- que comprendo que te vayas. Si los nacional-socialistas están deteniendo a gente contraria a ellos… bueno, pueden detenerte cualquier día…

– Sí -reconoció con pesar el escritor-, pueden venir a detenerme cualquier día, pero no tengo la menor intención de irme de Viena.

Aquel reconocimiento de la realidad provocó en Eric un desagradable sentimiento de ansiedad, que se posó sobre la boca de su estómago. Dudó por un instante si continuar aquella conversación o concluir la tarea que le había encomendado Lebendig y marcharse. Al final, la preocupación fue más fuerte que sus deseos de comportarse educadamente.

– Karl -dijo al fin-. No deseo… no deseo ser indiscreto… Tú sabes que te aprecio, que te estoy muy agradecido por todo pero… pero creo que te equivocas. Deberías marcharte, deberías desaparecer, deberías…

– Sé lo que debería hacer -le interrumpió Lebendig, mientras esbozaba una de sus peculiares sonrisas-, pero me quedo.

– Pero ¿por qué? ¿Por qué? -exclamó Eric, alzando al aire los dos brazos-. ¡Esta cabezonería puede costarle la vida!

Pronunció la última frase y se arrepintió inmediatamente de su falta de consideración. No tenía ningún derecho a acusar de nada a Lebendig, y ahora se sentía pesaroso pensando que el escritor se ofendería con sus palabras. Sin embargo, Karl estaba muy lejos de abrigar esas sensaciones. Por el contrario, su interior rebosaba de ternura viendo a aquel joven que podía estar tan lleno a la vez de talento y de ingenuidad.

– Conservar la vida es importante -dijo al fin- y, además, constituye una obligación moral, pero… pero hay veces en que ese deber tiene que ceder ante otros.

– Pero… pero… -balbució Eric-, ¿qué deber puede ser ahora más importante? Si… si se trata de escribir… bueno, podrías hacerlo en otro país, y además con más libertad… Si te vas de Viena, si dejas Austria, podrías informar al mundo sobre Hitler y sobre lo que hace y…

– No se trata de eso -le interrumpió suavemente Lebendig.

– Pues lo siento, Karl, pero no lo entiendo.

Lebendig inspiró hondo, como si hubiera sentido un dolor repentino que no podía extinguir y que se esforzara infructuosamente por dominar.

– Eric -exclamó al final con un hilo de voz-, Tanya se está muriendo.

XVIII

Eric abrió la boca una vez y otra e incluso una tercera, pero no logró articular un solo sonido. Se sentía incapaz de reaccionar, de la misma manera que si alguien le hubiera golpeado en la cara con una puerta o que si hubieran descargado un martillazo sobre el cráneo.

– Es una historia muy larga -prosiguió Lebendig- y no tiene sentido que te la cuente ahora. Tanya y yo nos amamos desde hace muchos años, pero hace un tiempo que decidió marcharse de mi lado. Llegué a creer que nunca volvería a verla, pero hace unas semanas regresó a Viena, porque estaba sola y porque se sentía mal. La llevé a un médico amigo, un antiguo compañero de estudios. Enseguida se dio cuenta de que hay algo en su pecho que la está devorando y que le quitará la vida en meses, quizá incluso en días.

– ¿No… no puedes llevártela a otro lugar? -acertó a decir finalmente Eric.

– No -respondió Lebendig, mientras tomaba asiento-. Está muy grave y un traslado sólo serviría para acortarle la vida y causarle más sufrimientos.

– ¿Y no puede quedarse nadie cuidando de ella? -preguntó Eric con la voz impregnada de ansiedad-. Quizá podrías pagar a alguien para que la atendiera…

– No -contestó con firmeza Lebendig-. He pasado demasiado tiempo separado de ella y no voy a dejarla en sus últimas horas.

El estudiante se preguntó por qué Lebendig se había desprendido de todo lo que tenía, si nada sería capaz de curar a Tanya e incluso él podía terminar detenido por los nacional-socialistas.

– Vendí todo -continuó el escritor, como si hubiera adivinado lo que Eric estaba pensando-, porque el tratamiento médico le proporciona una ilusión. Es muy caro y no va a curarla, eso lo sé, pero le hace mantener la esperanza y cuando muera… cuando muera creerá simplemente que está a punto de dormirse.

Eric no dijo una sola palabra. Lo que estaba escuchando sobrepasaba de tal manera lo que hubiera podido imaginar que le impedía incluso ordenar sus pensamientos.

– Las dos últimas semanas no ha podido apenas moverse de la cama, pero quizá así es mejor. Gracias a lo que ella piensa que es una simple crisis de agotamiento, todavía ignora que los camisas pardas controlan las calles -continuó Lebendig-. En realidad, está tan convencida de que su dolencia es un mal pasajero que, cuando esta mañana estuve con ella, nos entretuvimos charlando sobre un futuro viaje a Egipto. Quedamos en realizarlo en el otoño porque es la época ideal para remontar el Nilo sin que el calor resulte agobiante.

Eric guardó silencio, mientras se le formaba un insoportable nudo en la garganta. Sabía que Karl y Tanya nunca volverían al país de los faraones, ni a ninguno de los lugares a los que habían viajado, y esa certeza le creaba una angustia tan grande como si supiera que les estaban privando de manera injusta de algo inexplicablemente hermoso. Era como si, en realidad, incluso ya hubieran muerto.

– Tengo algo para ti -dijo de pronto el escritor-. Lo compré nada más saber el diagnóstico sobre la dolencia de Tanya.

El estudiante se revolvió incómodo en el sofá ante el anuncio de una nueva sorpresa. Permaneció sentado, mientras Lebendig se levantaba para dirigirse a su despacho, esperando impaciente a que regresara. Lo hizo al cabo de un par de minutos, llevando en la mano un sobre blanco.

– Toma -le dijo, tendiéndoselo a la vez que volvía a tomar asiento-. Son dos billetes de tren.

– ¿Dos… qué? -interrogó estupefacto Eric.

– Dos billetes de tren -respondió Lebendig-, para Zurich. Los compré hace tiempo para Tanya y para mí, pero está claro que no vamos a utilizarlos. Creo que Rose y tú podréis aprovecharlos ahora. La verdad es que me has hecho un favor apareciendo por aquí, porque me has ahorrado tener que dejártelos en la pensión. ¡Ah! La fecha de salida es para mañana por la noche. No puede ser más providencial, porque pasado mañana, según me ha contado Ludwig, que suele estar muy bien informado de estas cosas, habrá una redada general en Viena. Por lo visto, las SS cuentan con realizar millares de detenciones.

– Pero… pero… ¿qué voy a hacer yo con dos billetes para Zurich?

– Muy sencillo. Marcharte. Es obvio que no puedes quedarte en Viena, con los camisas pardas paseándose por las calles y dando mamporros.

Eric se dejó caer sobre el respaldo del sofá, abrumado por lo que acababa de oír. Definitivamente, su buen amigo debía de haberse trastornado.

– Pero, ¿por qué tengo yo que marcharme a Zurich?

– Porque, si no lo haces, acabarán contigo -respondió Lebendig con un tono de voz inusitadamente duro.

Calló el escritor y respiró hondo, como si necesitara más aire para brindar a su amigo la explicación que le estaba pidiendo.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «El último tren a Zurich»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «El último tren a Zurich» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


César Vidal - El Fuego Del Cielo
César Vidal
César Vidal - Artorius
César Vidal
Gore Vidal - Messiah
Gore Vidal
José Saramago - El Último Cuaderno
José Saramago
José Vidal-Beneyto - Celebración de París
José Vidal-Beneyto
Isabel Lifante-Vidal - Contra la corrupción
Isabel Lifante-Vidal
Nicolás Vidal del Valle - La luz oscura
Nicolás Vidal del Valle
Abel Gustavo Maciel - El último tren
Abel Gustavo Maciel
Отзывы о книге «El último tren a Zurich»

Обсуждение, отзывы о книге «El último tren a Zurich» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x