La partición del discurso en secciones
En su Retórica, Aristóteles habla ya de las partes del discurso y su orden (exordium, narratio, confirmatio y peroratio). Estas son las llamadas por los retóricos como partes orationis: las categorías o unidades básicas que determinan la distribución de los contenidos en el discurso y a las que se les ha empezado a dar una intención con la construcción de macroestructuras, pero que en la superestructura adquieren un carácter clave (figura 1.7), pues lo referencial se convierte en sintáctico a través de las partes del discurso (Capdevila, 2002: 171). De esta forma, “las partes orationis son la columna vertebral del texto retórico y de su referente; forman el eje de representación horizontal integrado en la sistematización retórica” (Albaladejo,
1993: 44).
Figura 1.7 La superestructura
— Exordium: el exordio, o introducción del discurso, es donde se intenta capturar el interés y afecto del público (la captatio benevolentiae). Y, según la tradición teórica, puede ser normal (proemium) o especial (insinuatio). La primera de ellas es directa y apela sobre todo a argumentos de índole racional (pidiendo atención explícitamente, prometiendo la pertinencia o concisión del asunto, entrando en materia rápidamente, buscando la benevolencia con autoalabanzas, elogiando al público y rechazando las posiciones contrarias). En la segunda forma, la influencia se ejerce a través de dispositivos psicológicos como la suposición, la sorpresa u otros medios de atracción de naturaleza no racionales.
— Narratio: es la exposición de los temas previstos. Tradicionalmente en la retórica se la define como el relato persuasivo de una acción tal como ha sucedido o se supone ha sucedido. Debe ser breve, clara y verosímil. Esta parte del discurso tradicional retórico es un punto de unión de gran relevancia con la narrativa, con la cual comparte su bagaje teórico.
— Confirmatio: también llamada argumentatio, es la valoración de los argumentos y, por lo tanto, es el núcleo de la persuasión, una parte imprescindible del discurso retórico - persuasivo tradicional. En esta parte se presentan las pruebas pertinentes a la utilidad de la causa en dos partes: la probatio (argumentos favorables desde la perspectiva del orador) y la refutatio (se busca desacreditar las pruebas contrarias). Bill Nichols (2001: 56) constata que la alteración entre argumentos en pro y en contra inclina la retórica tradicional a tratar los asuntos en blanco y negro, lo que para él es una perspectiva conductista que lleva a una aproximación simplista tipo problema/solución, como en los documentales de Lorentz de los años treinta o a la tradicional pero muchas veces truculenta aproximación periodística balanceada que tomaría “los dos lados de la cuestión”, como en la mayoría de documentales televisivos de las grandes cadenas. Nichols nota que varios documentalistas han tratado de escapar de la forma tradicional con películas complejas, de finales abiertos y estructuras divagantes que asumen la retórica de forma más
sutil y abierta.
— Peroratio: el epílogo, donde se concluye el discurso y se dispone al auditorio para el fin previsto. En el discurso retórico oral clásico se recuerdan las partes más importantes expuestas influyendo en los afectos del público para su implicación. Esta estrategia es diferente en los discursos escritos.
Estas partes del discurso, trabajadas por la retórica, corresponden en los textos narrativos al inicio, desarrollo, clímax y desenlace también planteados por Aristóteles en la Poética (2002). Incluso, en los textos narrativos la exposición forma parte fundamental de su construcción: esta introduce al espectador en el mundo proyectado, proporcionando un background de información indispensable para la comprensión de los eventos narrativos o del argumento. Es útil comprender las maneras en que exposición y narrativa (o argumento) se entrecruzan a través del texto. Sternberg (1978) exploró las interacciones de la narrativa y la exposición en ficción, hallazgos que pueden ser útiles también para la no ficción. Él afirma que la exposición es necesaria para fijar esquemas que permitan el suspenso, la anticipación y la hipótesis espectatorial que hace la narrativa interesante. Por ello, su posición en la narrativa (preliminar o retrasada), su concentración o dispersión en el texto logra efectos retórico - narrativos diferentes. El uso de estas estrategias de orden sirve en la ficción para la creación y manipulación del interés narrativo, pues, según Sternberg, la orientación del escritor de ficción es primordialmente retórica al manipular las técnicas para este fin. No obstante, aclara que el historiador tiende a reconstruir la verdad y, por ello, se apega más al estricto orden cronológico, “natural”, evitando la manipulación de la combinación de elementos, la ordenación de los acontecimientos y la selección de estos. Para él, su objetivo principal no puede ser el interés del lector, a expensas de la verdad histórica o la metodología científica (1978: 40).
Frente a este enfoque positivista con respecto a la historia, muchos autores, entre ellos Hayden White, han argumentado que los escritos de las ciencias sociales (e incluso de las exactas) tienen unas fuertes raíces en la literatura y que, por lo tanto, las técnicas retóricas y narrativas no son exclusivas de la ficción. Analiza cómo los historiadores trasforman la crónica en un cuento (story), con un inicio discernible, una mitad y un final; un motivo de inauguración, de terminación y de transiciones y una determinada jerarquía de los significados de los eventos reseñados. Algo muy semejante a lo que hacen los documentalistas, quienes utilizan en un gran porcentaje técnicas narrativas —aunque también técnicas no narrativas— de partición del discurso en secciones y de estructuración de dichas partes, como se analizará
más adelante.
El orden que debe regir cada una de estas secciones
En los estudios clásicos, el orden se entiende como la ordenación de los argumentos demostrativos dentro de cada parte, aunque también se puede entender como la disposición según la importancia o la fuerza del material. Para Perelman (2004), las diferencias que producen en el discurso persuasivo las diversas distribuciones son una de las características básicas de este tipo de discursos, pues en otros la disposición toma características diferentes; por ejemplo, en el discurso de las ciencias exactas, donde “el orden de los factores no afectaría el producto”.
Aristóteles identifica tres formas: el orden creciente, el orden decreciente y el orden nestoriano. El orden creciente va aumentando el interés de sus elementos persuasivos, dejando para el final los más importantes, que se quedarían en la memoria del espectador. De este se dice que su principal riesgo es que dilate demasiado los puntos más fuertes y que la audiencia decline su atención antes de llegar a ellos. El orden decreciente, por el contrario, busca crear un gran impacto al comienzo, enfilando en la vanguardia sus mejores argumentos para captar al público. Sin embargo, de este se argumenta que su riesgo reside en que una prolongación puede crear una sensación general de “desinflamiento”. Por último, en el orden nestoriano —uno de los más recomendados por los retóricos— se ubican los elementos más débiles en medio del discurso para poner los más importantes en un buen comienzo y final.
Ordenación de las partes del discurso
Tiene que ver con el respeto o no de una secuencia lógica y cronológica de las partes. El discurso, según Aristóteles y la tradición retórica clásica, se puede dar en orden natural (ordo naturalis) o en orden artificial (ordo artificialis). El primero de ellos es un orden lineal en que se narran los hechos de acuerdo con una lógica, un tiempo o un espacio lineales, que en la narratología se asocia a la forma ab ovo en la cual la historia se desarrolla desde su inicio siguiendo un orden cronológico. Por el contrario, el artificial tiene que ver con la intervención creativa del retórico en la disposición de los elementos con fines artísticos o argumentativos. Por ejemplo, iniciar la narración in medias res, es decir, en un punto avanzado de la historia o del argumento y no por su principio cronológico más estricto hace que la acción llegue desde atrás, con un efecto muy diferente, lo mismo que una narración in extremis, que empezaría por su final. Así, la elección entre estos tipos de organizaciones discursivas está directamente relacionada con la intencionalidad del discurso y los efectos persuasivo - estéticos que se buscan. Esta ordenación es la que crea propiamente la superestructura sintáctica que, a su vez, sustenta la microestructura textual que forma parte de la elocutio (Capdevila 2002: 174).
Читать дальше