Cualquier reflexión sobre las metáforas cinematográficas tiene que ser solo tentativa, debido a que las reglas y sus consiguientes rupturas cambian permanentemente, y, más aún, en el campo artístico en el que la regla es que no hay reglas y que, cuando las hay, se convierten en una motivación para desafiarlas, violarlas o darles formas y propósitos diferentes. La respuesta del público a las metáforas audiovisuales es relativa a su contexto personal y cultural. Por ello, intentar una taxonomía definitiva de figuras, sean estas literarias o fílmicas, es una tarea inútil e imposible. “¿Cómo puede una figura, la cual funciona saboteando los límites de las categorías, ser delimitada ella misma? —se pregunta Whittock— Ningún sistema la contendrá” (42).
Sin embargo, precisa que para examinar las múltiples formas que las metáforas pueden tomar, es necesario algún tipo de procedimiento ordenativo, un método que por lo menos organice el material a ser examinado y que cristalice los problemas. Coincido entonces con él cuando concluye que lo mejor a lo que puede aspirar una teoría retórica es llamar la atención sobre aquellas formas que son recurrentes con alguna frecuencia. Pero Whittock soluciona esto con una categorización que él mismo asume como incompleta, pero que revela algunas de las formas regulares o recurrentes que generan las metáforas fílmicas, según él. En su clasificación expone las siguientes “fórmulas metafóricas”:
A es como B Comparación explícita (epiphora)
A es B Identidad afirmada
A es remplazado por B Identidad implicada por sustitución
A/B Yuxtaposición (diaphoresis)
Ab, entonces b Metonimia (idea asociada sustituida)
A soporta (ABC) Sinécdoque (parte remplaza el todo)
O soporta (ABC) Objetivo correlativo
A se vuelve A o A Distorsión (hipérbole, caricatura)
ABCD se vuelve AbCD Disrupción de la norma
(A/pqr) (B/pqr) Paralelismo
A pesar de ser útil para poner el acento en ciertas operaciones, encuentro poco práctica esta categorización, además de alejada de las teorías retóricas más serias, por lo cual no la utilizo en su totalidad en el análisis. Whittock realiza una inaceptable reducción al agrupar todas las figuras retóricas y tropos bajo la denominación de metáfora fílmica, lo cual se contradice con gran parte de la teoría retórica, para la cual se trata de operaciones diferenciadas. Incluso, confunde ciertas operaciones, cometiendo imprecisiones con respecto a la retórica clásica. Por esto, Laínez (2003: 75) critica duramente estas fórmulas metafóricas, considerando que agrupar formas diferenciadas bajo un mismo techo es algo que le “parece sacar las cosas de contexto o cargar la denominación ‘metáfora’ de unas características que de ningún modo le son propias”; y agrega que “confundir términos de la retórica clásica es un error grave y no buscar nuevos parámetros una imperdonable dejadez”.
Laínez ofrece entonces un nuevo catálogo de figuras que, según él, aumenta las taxonomías clásicas, en el que incluye la analogía metafórica, la metáfora icónica, la alegoría metafórica, la trasposición metonímica, la trasmetaforización y la metáfora metamórfica. Aunque afirma que sus categorías se encuentran en permanente construcción y que aún posee figuras “sin una denominación específica hasta la
fecha” (77), opino que esta clasificación vuelve a caer en el mismo problema de confundir categorías o de intentar darles nombres nuevos a formas que ya se encuentran más que descritas en la literatura retórica.
Por todo esto, recurro en esta tesis, como marco general a la retórica clásica y, específicamente, a la categorización elaborada por Arduini, que resulta útil debido a que ayuda a simplificar el amplísimo y cambiante campo de las taxonomías figurativas que se han desarrollado desde Grecia antigua. Según Arduini, todas las posibilidades figurativas se pueden incluir en seis campos figurativos: metáfora, metonimia, sinécdoque, antítesis, repetición y elipsis, los cuales parten de una reducción semejante realizada por algunos clásicos y popularizada por Burke, la de los tropos maestros (metáfora, metonimia, sinécdoque, ironía). No obstante, asumimos aquí la propuesta de Arduini por considerarla más completa y útil para un análisis
elocutivo:
— Metáfora: tradicionalmente se define como la intersección de campos semánticos que se unen gracias a la semejanza. Searle (1979) cuestiona la existencia de semejanzas, pues encuentra que en muchas de ellas no se dan y propone que la metáfora se relaciona con la habilidad humana para establecer asociaciones e iniciar procesos inferenciales que llevan a las estructuras textuales profundas.
— Metonimia: clásicamente se ha definido como la trasferencia por contigüidad derivada de la pertenencia a una misma cadena lógica. Esta puede darse como la causa por la consecuencia o, viceversa, la materia por el objeto, el continente por el contenido, lo concreto por lo abstracto, el signo por la cosa, el instrumento por el que lo utiliza, etcétera.
— Sinécdoque: es la sustitución del todo por la parte o viceversa. Se trata de una creación de realidad.
— Antítesis: operaciones de oposición entre conceptos presentes en la estructura profunda, constituida por figuras como el oxímoron, la ironía, la paradoja, la antítesis propiamente dicha y la inversión o hipérbaton.
— Elipsis: también llamada reticencia, esta figura en la teoría tradicional se define como la eliminación de algunos elementos de la oración. Como se entiende aquí, siguiendo a Arduini, agrupa un número de figuras más amplio del que se le asigna tradicionalmente. Incluye operaciones tales como el silencio, la objeción, la reticencia (aposiopesis), el asíndeton, la perífrasis, el eufemismo y la propia elipsis.
— Repetición: Arduini agrupa en este campo figurativo, además de la repetición propiamente dicha, otras operaciones como la aliteración, la amplificación, la reduplicación, el polisíndeton, la anadipliosis, el clímax, el quiasmo, la anáfora, la paronomasia, la sinonimia, entre otros.
Aclaro que se trata de una clasificación retórica más, que selecciono por su practicidad y por englobar de una manera simple las diversas taxonomías retóricas. Pero, como toda clasificación, esta no deja de ser parcial y reductiva. Por ejemplo: no refleja que en el arte cinematográfico se pueden producir complejas construcciones figurativas que combinan varias de las categorías propuestas o, incluso, constituyen formas diferenciadas y difíciles de denominar, debido a que las trasformaciones figurativas audiovisuales son constantes y dependen en buena medida al universo construido por cada película. Por esa razón, al hablar de los aspectos elocutivos de una película de no ficción, es mucho más importante describir los procesos figurativos, sus efectos y su relación con el contexto y la recepción que realizar una perfecta taxonomía —que no sería pertinente—, aunque no deja de ser un marco de referencia inicial.
Estilo y técnica de la no ficción
En la elocutio audiovisual, como lo mencioné al principio de este apartado, no solo se analizan los tropos y figuras presentes en el texto, sino el estilo y la técnica, que en lo audiovisual ayuda a construir la microestructura fílmica, que puede ser aparentemente trasparente o, por el contrario, poner en superficie una retórica visual y visualizada. Tanto el estilo como la técnica tienen una función tanto retórica como epistemológica. El estilo trasmite información, pero sus funciones se extienden mucho más allá: afectan la percepción y la emoción del público. Participa en el mundo proyectado y en el modelado de la realidad, y así también en la determinación de la voz discursiva.
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