Como todo proceso, el cambio necesita claridad, conciencia, dirección, herramientas, habilidades y recursos para que suceda. También energía, fortaleza emocional y determinación, además de conocimiento y destreza para poder adoptarlo como algo realizable, a pesar de que puedan presentarse imprevistos o alguna situación no deseada en el camino. Pero, a su vez, requiere un entendimiento previo de que, en algún momento, más adelante, tendremos que evolucionar de nuevo, y pasar otra vez por este proceso de aprendizaje y redescubrimiento. Así es como el cambio hace su magia y nos lleva siempre a encontrar la mejor versión de nosotros mismos, en todos los sentidos.
Sin embargo, en ocasiones asociamos los cambios con la idea o creencia de que son malos o negativos, y que pueden exhibirnos, mostrarnos débiles o vulnerables, e incluso hacernos ver menos diestros o capaces de lo que realmente somos, y no es así.
Piensa por ejemplo en un conflicto con un ser querido. Es probable que a lo largo de esa relación te hayas encontrado en la necesidad de ceder, soltar o cambiar tu postura, opinión o conducta sobre un tema o situación en particular. Y es posible que te hayas preguntado: “¿por qué debo cambiar yo?, ¿por qué no cambia él o ella?, ¿por qué siempre tengo que ser yo quien da el primer paso?, ¿por qué tengo que ser yo quien se “sacrifique”?”. Cambiar es una muestra de madurez y aprendizaje sobre ti mismo y tu forma de relacionarte con los demás, y no es signo de vulnerabilidad o flaqueza.
Los cambios son procesos que llevan su tiempo de acuerdo al objetivo o meta, cuentan con etapas de transformación, enseñanza, aprendizaje y adopción, claves para poder generar un avance sostenible de realización.
Es posible que, al principio, estos procesos no sean tan claros o que no sea muy visible su beneficio o utilidad. A veces, incluso, pueden llegar a ser complicados y desesperantes, pero justamente se debe a que el recorrido de estos nuevos caminos nos está mostrando descubrimientos y experiencias que quizá no imaginábamos que eran posibles.
Nos mostrarán nuevas formas de ver la vida, de interactuar con ella, de aproximarnos y hacerla nuestra como no lo habíamos hecho antes. Y es ahí cuando nos puede parecer que no podremos lograrlo.
De la misma forma que vamos avanzando y aprendiendo, depositamos y dejamos a cada paso diferentes cargas emocionales en los logros ya obtenidos. Y, en algún momento, nos resultará difícil la idea de abandonar el éxito ya conquistado y aventurarnos a ir por más. Porque en el proceso nos aferramos y no queremos dejar ir tan fácil aquello en lo que ya pusimos un sentimiento o sentido muy personal, creyendo incluso que no podemos superar esa sensación y obtener otra mejor.
El proceso de aprendizaje puede ser tan demandante que lo desconocido podría verse amenazante, generando cierto miedo en nosotros y en lo que pueda pasar. Es posible que reforcemos la idea de que estábamos mejor antes porque ya sabíamos perfectamente el funcionamiento de cada pieza y engranaje, y porque nos encontrábamos muy cómodos y seguros dentro de ese saber. Sin embargo, ese tipo de señales e inquietudes forman parte natural de todo cambio y transformación personal.
Es sorprendente la relación que tienen los cambios de la vida con nuestra capacidad de aprendizaje y desarrollo individual. Entre más nos damos la oportunidad de cambiar, de hacer algo nuevo y diferente, de mejorar la forma en la que veníamos respondiendo ante los retos y oportunidades de nuestra vida, elaboramos nuevos caminos intelectuales, nuevos mapas de pensamiento, y también nuevas rutas y aproximaciones emocionales y sociales que nos podrán llevar a una verdadera transformación.
Si deseamos un cambio en nuestra vida es porque, como seres humanos, nos nutrimos de nuevas experiencias. Si hemos llegado al final de un camino o a la culminación de una meta, y estiramos de más nuestra estadía o permanencia en algún lugar, rutina o situación, en algún momento desearemos cambiar y, contrario a lo que pudiera pensarse y sobre todo temerse, estos cambios siempre están orientados a mejorar, a incorporar nuevos descubrimientos de nosotros y de lo que nos rodea.
Somos seres exploradores, conquistadores de nuevas experiencias y retos, que entendimos que estar estáticos y permanecer mucho tiempo inmóviles no nos enseña ni ayuda en nada. Nuestro sentido natural de adaptación está orientado a trascender y evolucionar permanentemente lo que somos.
En las historias, experiencias y emociones personales el cambio hace referencia a los diferentes procesos que vivimos para dar paso a ciclos nuevos. De esta manera, dejamos atrás la forma en la que veníamos entendiendo e interactuando con el mundo y nos ayuda a generar espacios de transformación de una etapa de nuestra vida a otra. Es por eso que nos regimos a partir de ciclos. Nos guiamos por el tiempo, por la emoción y los sentimientos que depositamos en cada uno de los acontecimientos de la vida.
Conforme vamos creciendo, las experiencias y aprendizajes son más exigentes, y nos demandan muchas más habilidades y conocimientos. Y a pesar de que a veces el cambio nos cuesta trabajo, pensamientos sofisticados y acciones más disruptivas, nuestro organismo está siempre listo. Estamos tan bien equipados para hacer un uso preciso de nuestras emociones ante lo nuevo, de nuestros recuerdos y enseñanzas para adaptarnos y apropiarnos de nuevas experiencias y sensaciones que, siempre que así lo decidas, podrás aprender nuevos pasos de baile, usar nuevas tecnologías y conocer nuevas personas. Tu capacidad de aprendizaje siempre será más poderosa que la idea o creencia de que ya lo conoces todo, ya lo viviste o algo no está hecho para ti. Nunca dudes de que todo tu ser está diseñado para ayudarte a cambiar y tener siempre una mejor versión de ti mismo.
A veces, dedicamos tiempo valioso de nuestra vida a buscar respuestas a las preguntas equivocadas. Por eso, debemos aprender a identificar y hacer las preguntas correctas, esas que nos acerquen realmente a nuestros objetivos. Para ello te invito a que respondas algunas preguntas que te ayudarán a visualizar si quieres un cambio, para qué y cómo puedes empezar a lograrlo.
·
¿Cómo te sientes actualmente con la persona que eres?
·
¿Qué crees que pasaría si haces algunos cambios en tu vida?
·
¿Qué crees que pasaría en tu vida en unos años si no modificas nada en tu presente?
·
¿Qué aspectos de tu vida quieres cambiar? Ordénalos en base a tus prioridades.
·
¿Qué esperas ser o tener luego de que produzcas esos cambios?
“Quería cambiar de empleo y eso era lo único que tenía claro. El banco en el que trabajaba me había dado todo lo que tenía y una seguridad económica de la cual me costaba mucho desprenderme. La idea de irme me daba miedo, me paralizaba el simple hecho de pensarlo. Me sentía fracasado pero, al mismo tiempo, no sabía qué cambiar, por dónde empezar. Me preguntaba si estaba bien aventurarme a una transformación laboral tan drástica en esa etapa de mi vida. Nadie nos enseña cuál es el momento justo para realizar cambios. Tampoco todos los que nos rodean quieren acompañarnos en el proceso y eso genera malestar y sufrimiento. Muchos sabotearon mi decisión pero seguí adelante con lo que deseaba. Aposté a mi vocación de ser docente y no me equivoqué. Hoy puedo decir que he podido dar vuelta mi situación laboral haciendo algo diferente, que me gusta y tiene que ver conmigo y con mis intereses”.
Juan Carlos, profesor universitario.
Читать дальше