El contrapunto entre discursos de élite y proyectos populares de nación, etnicidad y raza adquiere formas particulares en tiempo y espacio. En el período fundacional de las naciones de América Latina y el Caribe hispanófono en el siglo XIX, los intelectuales y hombres de Estado –aquí decimos hombres porque eran y en gran medida son escenarios de poder patriarcal– buscaban realizar un proyecto de región ( patria grande ) y nación ( patria chica ) moderna en el sentido occidental, lo que implicaba subalternizar, y en el mejor de los casos modernizar, los supuestos vestigios de tradición y barbarismo cuyos portadores principales eran los “indios” y “negros”, cuyas localizaciones sociales tendían a converger con el campesinado y proletariado. Mirando la historia desde abajo, desde mediados del siglo XVII se dieron resistencias y rebeliones amerindias como Túpac Amaru/Túpac Khatari, y afroamericanas como la Revolución haitiana, que se levantaron contra la subordinación social, política y étnico-racial de afrodescendientes e indígenas, y que implicaban otros proyectos de ciudadanía, identidad, justicia y libertad, a contrapunto de los proyectos occidentalistas del moderno Estado nación, y/o de su pretensión hegemónica como identidad cultural y comunidad política.
El entrelace de discursos de raza, etnicidad y nación ha facilitado la dominación política, social y económica y la hegemonía cultural de las élites criollas blanco-mestizas, que han querido definir identidades y culturas a su imagen y semejanza , A la misma vez que han informado la autoidentificación y formación de conciencia y organización colectiva de las/los sujetos subalternos en los regímenes de capitalismo racial de las modernidades coloniales y periféricas. Por ende, estas cuestiones abiertas de raza, etnicidad y nación son quintaesencialmente políticas, es decir, su carácter y contenido se definen en los escenarios de lucha dependiendo de la agencia histórica de los actores en pugna. En vista de esto, el concepto de racismo adquiere un relieve fundamental, porque definido como el sistema de poder correspondiente a la clasificación y estratificación étnico-racial en los escenarios mundiales, regionales, nacionales y locales de la Modernidad capitalista, constituye el espacio inmediato de la política racial. Antes de explorar más el tema de la política racial, adentrémonos más en la cuestión del racismo.
EL RACISMO COMO CATEGORÍA NECESARIA PARA EL ANÁLISIS Y EL CAMBIO HISTÓRICO
Extendiendo el planteamiento de Joan Scott (1996)sobre el género 169, argumentamos que el racismo es un categoría histórica fundamental para analizar y combatir la opresión y las desigualdades, especialmente las formas de dominación que se configuran y ejecutan por mediación de la racialización de sujetos, espacios, e instituciones. Entendemos el racismo como una formación global de poder, un “sistema mundial racial” que reproduce dominación racial de corte cultural, político, económico, epistémico y psicológico, como un componente clave del sistema-mundo moderno/colonial capitalista 170.
La estratificación racial global y las constelaciones de racismo en el mundo son diversas y complejas, variando desde el antisemitismo, la islamofobia, el orientalismo y los racismos contra los indígenas y antinegros, cada uno con sus tiempos y espacios propios, a la vez que en relación entre ellos. En este libro enfocaremos en el racismo antinegro, en sus múltiples expresiones, combinaciones y permutaciones.
El golpe de gracia originario, la herida histórica más profunda que constituyó la marca mayor de la centralidad del racismo antinegro en la Modernidad, fue la institución de la esclavitud capitalista con la trata negrera desde el largo siglo XVI hasta el XIX. La forma de esclavitud que desde el largo siglo XVI hasta el XIX se hizo pilar en el eje Atlántico del sistema-mundo moderno/colonial, conjugó cosificación, deshumanización y racialización con explotación capitalista de esclavizados/as plenamente asumidos como mercancía 171. La racialización de los cuerpos, culturas y territorios, ennegrecidos en las ideologías y prácticas racistas consustanciales a la institución de la esclavitud, representa una de las dimensiones mayores del racismo como fenómeno central de la Modernidad capitalista. La profundidad de la deshumanización y violencia de la esclavitud moderna llevó al sociólogo Orlando Patterson a caracterizarla como una “muerte social” que, como tal, negó condiciones mínimas de pertenencia social y ciudadanía a los sujetos esclavizados.
El racismo antinegro, establecido en este contexto de esclavitud y colonización capitalista, consiste en cuatro elementos principales: 1) la caracterización de África como el continente negro, corazón de las tinieblas, de pueblos sin historia, que constituye el universo de la barbarie, el extremo opuesto de la civilización occidental; 2) la invención del negro como salvaje y primitivo, como entidad no-humana o menos que humana, que representa el polo contrario, situada en las antípodas del reino de la blanquitud; 3) la pigmentocracia como práctica de clasificación y estratificación de cuerpos y culturas, a partir del color de la piel y de evaluaciones fenotípicas (cabellos, labios, narices, etcétera): aquí ubicamos la denominada “gramática del color”; 4) la negrofobia como forma particular del racismo, que conforma un inconsciente racial de representaciones y asociaciones de los cuerpos, comportamientos y culturas calificadas como negras, que articula un complejo contradictorio de miedos y deseos que conjuga erotización con repulsión y envidia con desprecio. El racismo antinegro, componente clave en el racismo como régimen central de poder y saber en el sistema-mundo moderno/colonial capitalista, combina el fenómeno que José Jorge Carvalho llama “racismo epidérmico”, la pigmentocracia de cuerpos y culturas, con discursos desvalorizantes y deshumanizantes de África y la africanía.
El filósofo africano Achille Mbembe denomina Crítica de la razón negra a su discurso crítico del racismo antinegro como hito de la Modernidad misma 172. En esta clave analítica Mbembe (2016)escribe:
La razón negra designa un conjunto de discursos y de prácticas […] el trabajo cotidiano que consistió en inventar, contar y hacer circular fórmulas, textos y rituales para lograr el advenimiento del negro como sujeto de raza y exterioridad salvaje; trabajo cotidiano cuyo fin es hacer del negro un sujeto susceptible de descalificación moral y de instrumentalización práctica.
Mbembe (2016)acuña el concepto “devenir negro del mundo” para analizar continuidades en la dominación desde la esclavitud hasta el neoliberalismo. Entonando ese son arguye que dicho devenir negro del mundo es referente “tanto de las lógicas esclavistas de captura y depredación como de las lógicas coloniales de ocupación y extracción”. En ese pentagrama de opresión, “el proceso de transformación de la gente de origen africano en negros, es decir, en cuerpos de extracción y sujetos de raza, obedece en muchos sentidos a una triple lógica de osificación, envenenamiento y calcificación”. En esta analítica de raciología, racialización y racismo antinegro, Mbembe (2016)resalta el rol de la violencia, de las lógicas de muerte y prácticas de terror, de la forma biopolítica que llama “necropolítica” para significar un régimen en el que “el capitalismo racial es el equivalente de una vasta necrópolis que descansa en el tráfico de muertos y de osamentas humanas” 173.
El holocausto de la trata negrera transatlántica, en el que murieron millones de personas africanas, la violencia racial con su suma de linchamientos y violaciones, con su infinidad de insultos y vejaciones, que deshumanizan al colonizador/racista y al colonizado/racializado, es fuente mayor de trauma histórico que ha dejado una marca indeleble en la Modernidad, y una honda fisura en la humanidad. El sacar al relieve la relación entre terror y explotación, revela dos formas articuladas de racismo, por un lado el racismo de aniquilación y por otro, el racismo de explotación 174.
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